POEMAS DE LA BOLIVIANA PAURA RODRÍGUEZ LEYTÓN. XVIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

1 Paura Rodríguez Leyton Paura Rodríguez Leyton

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar unos poemas de Paura Rodríguez Leytón (La Paz, 1973), poeta y periodista boliviana. Ha publicado Del Árbol y la arcilla azul azul (1989); Ritos de viaje (2004; 2007); Pez de Piedra (2007); Como monedas viejas sobre la tierra (2012) y Deshilvanando el misterio de la hierba (2014). Con Ritos de viaje obtuvo el Premio Nacional de Poesía convocado por el Gobierno Municipal de Sucre (1999). Su poema Te atribuyo el torrente de mi sangre mereció el segundo Premio Internacional “César Vallejo” de la Casa del Poeta Peruano en Londres (2006). Poemas suyos han sido traducidos al francés, italiano y portugués. Ha participado en lecturas, encuentros y festivales de poesía celebrados en diversos países de América Latina. En 2013, la Unión Boliviana de Clubes del Libro premió su aporte literario con una Medalla al Mérito.

Los textos forman parte de “He muerto… y he resucitado”, Antología del XVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, coordinada por Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor d e la Universidad de Salamanca.

 
2

 

 

HEME AQUÍ

Heme aquí vacilante,
titilando como una lámpara a querosene.

Heme aquí dispersa,
arrimada a las brasas y al carbón
que te pintan de verde.

Así,
mis huesos formarán un montoncito de cenizas.

Así,
una voz se procreará indefinidamente.

Heme aquí transparentada
por una luz cenicienta,
lamiendo los dedos para contar las horas.

Así,
te esperaré con una flor bajo el brazo,
despetalando los juegos
que todavía persisten al principio del túnel.

Así,
con los ojos de una mosca miraré todos tus ojos.

 

3

 

 

 

ESTALLÓ LA HORA

Estalló la hora
en la que cantan
las venas de tu cuerpo.

Reviviendo un paseo agotado,
mirabas al camino como a una cárcel:
sólo la tierra bailando ante tus ojos.

Todo era un rito:
trepabas el muro para probar las flores,
hablabas desde el fondo del agua,
llamando a los astros
para iluminar tus grietas de sal.

 

 

4

 

 

TE ATRIBUYO EL TORRENTE DE MI SANGRE

Son las palabras
con su urgencia de viento
las que arremeten contra este cuerpo
cubierto de recuerdos vegetales.

El alma trata de quedar ilesa,
pero hay un huracán que sacude
hasta el rincón más oscuro de los zapatos.

Las cuencas del tiempo nos miran absortas,
preñadas de lluvia lista para deshojarnos con caricias maternales.
Será un sempiterno venir y caer de horas.
Mas no tiene remedio este reloj que canta los desvelos.

¡Qué urgida está la mañana con sus flores tenues y su pan fresco!

¿Cuál es la profundidad?:
nuestra piel envejecida,
nuestros papeles perdidos y desordenados,
nuestro accidentado recorrido por el día.

Las puertas que cruzas son como bocas ajenas a tu propio cuerpo.

En el viejo tejado no hay más que murmullos:
murmurios de palomas lánguidas
acontecidas por una campana de toques
geométricos.

No hay más que los labios mordidos por una erosión del lenguaje.

Lo profundo es esta voz cicatrizada y el ombligo extraño de mirada cíclope.

 

 

5

 

 

DISTANCIA

Conversarías tal vez
con el humo confundido entre la niebla
después de ser fuego.

Tal vez
con otro poema,
con otra palabra.

No sé por qué presiento que tú eres distancia
y siendo distancia
eres camino
en ese tren eres el único vagón que viaja sin rumbo.

Vagón
yo te vi pisando las gotas de otoño,
sentí junto al verso el verdor de sus palabras.

Pero tú sigues caminando con tu piel harapos,
dejando traspasar tu rostro con ese polvo
que se dice tiempo.

 

 

6

 

 

PEZ DE PIEDRA
(fragmento)

Sé que estos huesos
me serán ajenos de pronto
y me son ajenos ya,
ahora,
cuando estoy más lejos de mi voz.

Para hablarnos,
para escarbar nuestras llanuras,
para rogar nuestras lluvias,
para dejar de ser un momento:
se quedará mi almohada
ligada para siempre
a tus pálpitos.

Una luz lejana invade los retratos de mis muertos,
me acongoja el paladar,
me florece la triste sílaba que no alumbra mi cabello,
me digo a mí misma estas cosas
que son siempre las mimas,
y son casi siempre el agua.
Cosas con las que voy a caminar por alguna calle reciente
en mi memoria.

No hay tristeza ni alegría:
hay un estar extraño que hace conmigo
lo que las migas de pan
cuando estoy lejos de casa.
Son los dones que quiebran las horas:
solitarias a veces,
solitarias nunca.

 

 

7

 

PENSANDO EN LEÓN FELIPE

Un laborioso Dios pensó en Camino.
Camino era un hombre que imaginó a Dios
repartiendo tareas en solitaria faena,
lo vislumbró detrás de las estrellas,
que tal vez
no son más que ventanas encendidas de una fábrica.

Cuando pensó en su destino,
Camino sintió arpegios mudos que tesaron el aire
y volvió a mirar a Dios,
aquel industrioso obrero:
que tal vez trabaja como nosotros detrás de aquella nube.

No se enturbiaron sus ideas,
ni sintió el antiguo agobio de Fray Luis de León,
al saberse presa de este valle hondo, oscuro.

En sus trechos sí hubo soledad.
Sí, hubo duda.
Mas no temió cuando entre sus manos encontró el don:
le fue dada su herramienta: un instrumento sin forma precisa,
sin utilidad aparente:
la palabra.
Obediente comenzó a calar sobre la piedra,
con la fuerza de un caudal de gotas que horadan siglos.

Camino buscó a Dios,
y lo vio minucioso,
marcando trazos perfectos con su gubia,
preciso en cada golpe de tiempo.

 

8

 

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