TRES POEMAS DE ‘VIDAS DE GULLIVER’, DE LEÓN DE LA HOZ, PUBLICADO POR BETANIA

 

 

1 Los cubanos León de la Hoz y Lilliam Moro, en la Plaza Mayor de Salamanca (2009, Foto de Jacqueline Alencar)

  Los cubanos León de la Hoz y Lilliam Moro, en la Plaza Mayor de Salamanca (2009, Foto de Jacqueline Alencar)

Crear en Salamanca se complace en difundir la excelente obra del poeta cubano León de la Hoz (Santiago de Cuba, 1957). Ha publicado Coordenadas (La Habana, 1982); La cara en la moneda (La Habana, 1987); Los pies del invisible (La Habana, 1988); Preguntas a Dios (Madrid, 1994); La poesía de las dos orillas. Cuba (1959-1993); (Madrid, 1994); Cuerpo divinamente humano (Madrid, 1999), ilustrado por Roberto Fabelo, la novela La semana más larga (Madrid, 2007) y Los indignados españoles: del 15-M a Podemos (Madrid, 2015) En Cuba, entre otros premios nacionales, obtuvo los premios “David” (1984) y “Julián del Casal” (1987), ambos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Dirigió la revista cultural La Gaceta de Cuba y fue cofundador y director de la revista online Otro lunes. Ha sido incluido en numerosas antologías, entre otras, Poesía cubana: La isla entera, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora (Madrid, 1995); Las palabras son islas. Panorama de la poesía cubana del siglo XX, Jorge Luis Arcos (La Habana, 1999); Antología de la Poesía Cubana, Vol. IV, Ángel Esteban y Álvaro Salvador (Madrid, 2002) y Poemas cubanos del siglo XX, Manuel Díaz Martínez (Madrid, 2002).

 

Los poemas -seleccionados por el poeta A. P. Alencart- forman parte del libro ‘Vidas de Gulliver’ (Betania, Madrid, 2017, 3ed.), que será presentado por el autor y Felipe Lázaro, poeta y editor de Betania, el sábado 27 de mayo, a las 20:00 h., y en la Librería-Café La Fugitiva, en Madrid (Se inserta cartel)

 

 

 

portada del libro

 

 

 

 

CIUDAD

 

 

Lentamente empiezo a hacerme de piedra

como la luna llena frente a una ventana.

Los transeúntes resbalan en mi sangre.

Soy la piedra donde se sacrifica la noche,

el mendigo que duerme bajo los zapatos

como un castigo para los que pasan.

Ahora es la ciudad quien me camina

pisándome con pies sucios y descalzos.

Me atraviesa con sus trenes de porquería

que se ponen a vomitar en los andenes.

Se mueve dentro de mí con parsimonia,

agarrándose fuertemente al pasamanos.

Como un feto defeca junto a mi corazón,

el lugar donde orinan y besan las parejas

debajo de mi alma que se orea a la sombra.

La ciudad me derrota con sus miserias

dejándome a cambio la luna a la intemperie.

 

 

3 León de la Hoz, Felipe Lázaro y Víctor Batista

León de la Hoz, Felipe Lázaro y Víctor Batista

 

 

CASA SITIADA

 

 

La casa va llenándose de luces y las cortinas son echadas.

A esta hora el paisaje en mi ventana ya no es el mismo,

se emborrona como un recuerdo de nuestra memoria

sobre los setos que hacen su vigilia silenciosa de la casa.

Al sacar la mano para saber donde han quedado las rosas

que irradiaron desde el jardín la verdadera luz del día

solo alcanzo con los dedos bultos de sombras escurridas

que como ovejas huyen de algo más grave y oscuro.

La noche cae como la novia muerta en brazos del desposado,

es un peso que la rutina ha vuelto soportable y necesario.

La casa sitiada quizás viva sus últimos y peores momentos

aunque así ha sido siempre desde que era un niño.

La muerte nunca ha estado, ni estará, ni tan lejos ni tan cerca.

Siempre estará donde debe junto a nosotros, ni más ni menos,

cancerbera y amiga de paso breve, sometida por su víctima.

Sin embargo cada noche saltan las alarmas, cierran puertas

y alguien recorre los aposentos con un crucifijo en la mano,

otro carga una pistola y la mete debajo de tu almohada.

Da igual que esta sea la única hora donde podemos soñar

con otros cielos y otras vidas, si no hay otra hora para el miedo.

Gracias a Dios afuera en el jardín las rosas no nos dejan sucumbir.

 

 

 

 

 

4 León de la hoz (Foto de Elsa Roberto)

  León de la hoz (Foto de Elsa Roberto)

 

 

OCTAVA Y ÚLTIMA AGONÍA DE GULLIVER

 

He ido perdiendo todas mis vidas

y con ellas todo lo que pesaba de ellas.

Finalmente tiré lo que sobraba en mi equipaje

para poder llegar a las islas más lejanas.

Hoy navego ligero sin otro equipaje que mi alma,

liviana, flotando entre mis costillas

como un pañuelo blanco envejecido.

Lo único que llevo de valor a mi último viaje

es esto que irá conmigo a la otra vida,

la última de un viaje donde se me espera

solo y con el alma en la mano.

Si ya me tocara naufragar en esa playa

lo último que quiero saber

es cómo será la isla o quién me recibirá.

Eso sí, pase lo que pase,

deseo conservar mi alma intacta,

que nadie me la quite o la cambie

ni siquiera cuando no pueda defenderla.

Es todo lo que pido.

 

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Un comentario
  • vilma Betancourt Díaz
    agosto 15, 2017

    La octava y ultima agonía de … , solo Leçon podría haberlo escrito

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