POEMAS DE ‘ALTA LUCIÉRNAGA’, DE JOSÉ ANTONIO SANTANO, PRESENTADO DURANTE EL XXIV ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS. FOTOS DE JOSÉ AMADOR MARTÍN

José Antonio Santano leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir ocho poemas del libro ‘Alta luciérnaga’, todo él dedicado a Salamanca y que fue publicado por Ediciones Diputación de Salamanca, habiendo sido presentado durante el XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado el mes de octubre en Salamanca. Su autor es José Antonio Santano (Baena, Córdoba, 1957), quien cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de 20 libros, contenidos en “Silencio (Poesía 1994-2021). entre los que destacan: Profecía de Otoño, Premio Internacional de Poesía “Barro”, (Sevilla, 1994); Exilio en Caridemo, Premio Ciudad de El Ejido de Poesía 1995 (1998); Íntima heredad, Accésit Premio Internacional de Poesía “Rosalía de Castro”(1998); La piedra escrita, finalista Premio Nacional de la Crítica 2000 (2000); Suerte de alquimia, finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2003 (2003); Trasmar, de narrativa, Premio Andalucía de la Crítica “Ópera Prima” (2005); Las edades de arcilla (2005); Razón de ser, X Premio Internacional de Poesía “Luis Feria” (2008); Caleidoscopio (2010); Estación Sur (2012); Tiempo gris de cosmos, Premio Gremio de Libreros de Almería al mejor libro de poesía 2014 (2014); Memorial de silencios (2014); Los silencios de La Cava (2015); La voz ausente (2017); Lunas de oriente (2018); Cielo y Chanca (2019); Tierra madre, Premio Nacional de Poesía José Antonio Ochaíta 2017-Diputación de Guadalajara (2019), Marparaíso, Premio Internacional de Poesía “Rosalía de Castro 2019” (2019) y Madre lluvia (2021).

Portada del libro editado por Diputación de Salamanca, con pintura de Miguel Elías

 

 

Como antólogo ha publicado Árbol de bendición (Antología literaria al olivo), El oro líquido (El aceite de oliva en la cultura). Antología literaria, y junto al poeta Alfonso Berlanga, publicó “Antología de Poesía Iberoamericana Actual” (2018). Textos suyos han sido traducidos al catalán, euskera, gallego, inglés, francés, italiano, búlgaro, rumano, ruso, alemán, portugués, griego, árabe y chino. Actualmente es miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios, de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios y de la Junta Directiva de ACE-A (Asociación Colegial de Escritores de España, Sección Autónoma de Andalucía. El Excmo. Ayuntamiento de Baena creó en 2021 el Premio Internacional de Poesía Joven “José Antonio Santano”, cuya segunda edición se acaba de convocar.

Ha participado en varias ocasiones en los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que se celebran anualmente en la ciudad de Salamanca.

 

 

 

PLAZA MAYOR

I

a Abraham Zacut

Se espacia aquí el misterio,
la piedra en su silencio
levita, asciende hasta las nubes,
un hombre camina entre los arcos,
se detiene en el centro, y mira
midiendo el cielo con sus ojos,
toda la Plaza
girándose sobre sí misma,
abriéndose al mundo
como si fuera la última vez,
el fin.
Un hombre está en la Plaza
solo y ausente,
esperando que el cosmos
desvele sus secretos,
que la noche descubra
la luz de los planetas.
Un hombre está en su centro,
perdido en su silencio.

Pilar Fernández Labrador

X

a Pilar Fernández Labrador

 

Sentado frente al sol el tiempo esquivo,
un café contiene los segundos mientras llega
la señora en su luz de luciérnaga.
Con pasos lentos camina sobre el tapiz
de un himno,
sus trenzas de trigo sobre la tarde
los balcones anuncian,
el aire de unos ojos a otros
en la penumbra febril se antoja.
La señora en su luz me recuerda
esos campos de mieses y de luna,
ese verso atrapado al olvido
que nunca muda
que nadie repite
que solo es sendero
que regresa a este siglo,
a sus manos de lirio,
a sus labios de estirpe,
como ayer a ese hijo
que huyó a las trincheras
y le canta a escondidas
una nana con trinos
en su luz de crepúsculo
otros versos refugia
bien entrada la noche
en su pecho de llama.
En la terraza del café la espero,
como siempre lo hice
a esa hora que el cielo dibuja
racimos de nubes y un son de silencios.

Son las cinco
–hora del té en Londres, según dicen–
pero aquí nada importan las horas
y el reloj es el mismo,
incumben las palabras, su cortejo
de luces, las que cierran
heridas y engrandecen ensueños.
A su lado conforto este instante
que hondo y primigenio
en el puente del Tormes brama
y en el corazón se hospeda.
Luego de mirarnos conversamos
sin prisas
sentados el uno junto al otro
de todo lo divino y de lo humano.
Azul como una estrella te derramas
en piedra y luz sobre la tierra
o remontas el vuelo
a la sagrada altura del abismo.
Sé de tu nombre
ligero como pluma,
redivivo
de la umbría selva de los hombres.

Hurtemos a la tarde su alegría,
el don de la palabra;
recorramos el mundo
y detengamos el tiempo, ahora,
mientras la vida sigue.

Alfredo Pérez Alencart, en el Teatro Liceo de Salamanca

XI

a Alfredo Pérez Alencart

Desde el pretil del Puente
el vuelo de las aves,
el agua arremansada
del Tormes en tus manos
cuando regresa misteriosa
al otro lado
una lluvia de árboles y ríos
que azulan el silencio
y la voz de las antiguas tribus
en la prístina selva de los ojos
amansados por la luz catedralicia
de un son dorado en cordilleras
del charango y la nieve entre los labios.
Desde el pretil del Puente otras américas
se hospedan en la noche
un bello cóndor sobrevuela el cielo,
la piedra luciérnaga de tu palabra
altiva, musical, abarcadora, limpia
y celeste como el techo del mundo,
el que ahora convocas
a celebrar la dicha
del reencuentro en los orígenes,
más allá de la muerte,
en el dulce canto de una quena.

Pero un día en Peñaranda
entre poetas
el fulgor del silencio,
el verbo exacto con sus nombres
de la mano del aire
en plenitud.

Desde el pretil del Puente
a ti regresa atlántica la voz
que nos concilia para siempre
con la vida.

Miguel Elías entregando su cuadro Don Quijote, al poeta chileno chileno Juan Cameron

 

 

XII

a Miguel Elías

 

Cada vez que me hospedo
en los brazos del tiempo,
cada vez que la niebla los nombres oculta
y la piedra enmudece su perpetuo esplendor,
cada vez que la noche bosteza
y los astros no alumbran,
solo entonces
me salva
el color de tus versos en lienzo,
el preciso silencio en la rama
o el lenguaje del agua
de un jardín japonés
que la luz del pincel en tu mano
el alma trasluce y retiene.
Cada vez que viajo en el tiempo
y en la aldea que te acoge
me acoges
y en mis ojos declaras la dicha,
solo entonces
el vuelo al misterio
del pincel sobre el lienzo
derramando la gracia,
ese silbo de alondras
que me hermana a tu cielo
en Uña Quintana,
y que al fin despereza
en un himno sumi-e.
Cada vez que viajo en el tiempo
por las sendas de un bosque
de bambú aromado…

Antonio Colinas leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca

 

 

XIII

a Antonio Colinas

 

Qué distinta esta luz en la piedra,
una llama encendida en los labios del monte
resplandor del silencio en su origen de grito
ese don impreciso del estanque en su otoño
o el color de esta agua penetrando en el frío,
en la humana presencia de tu sombra suprema.

Qué distinto este canto
penetrando en la noche amarilla
que descansa orillada en los labios del bosque
o al calor de la lluvia
que sedosa acaricia la piedra templaria
y en su voz no se apaga
y en su ser se engrandece
por venir de la luz
que alumbra el silencio en Tarquinia
y regresa a tu voz de alameda
como así fue al principio de todo
para nunca ceniza.

Qué distinto este cielo y su brazo
infinito en el aire y la Plaza,
qué perfume envuelve su espacio
y nos habla al oído y en los ojos se hospeda
para ser alborada de cantos y risas
a la orilla del Tormes en brutal armonía,
qué profunda la huella que los arcos dibujan
si atardece en los labios el color de las sílabas
y en tus dedos se agolpan
y se escriben los signos
en la mar castellana
y en sus olas de trigo la vida reluce.

Qué distinta esta lluvia de otoño en la Plaza
en su centro de espejos y una tarde cualquiera,
qué distinto este musgo
el color de la aurora
cuando crece el silencio en los ojos del verso
y la mano recoge su fruto.

Qué distinto este tiempo en el bronce
de los días y las noches que ahora nos viven
y como un trueno o un grito
renace del fuego y en la llama se extingue,
qué distinta esta calma de agua
en los pechos del aire,
qué distinto el rumor de tus versos,
el sutil aleteo de las sílabas
en plenitud de fruto.

Qué distinta la luz en el lienzo,
qué distintos tú y yo
en las trenzas doradas
de Simonetta Vespucci
la eterna Belleza,
brevedad de la vida
y la muerte.

Carmen Ruiz Barrionuevo en el Aula Unamuno de la USAL

 

XIV

a Carmen Ruiz Barrionuevo

 

 

Advierto en tu voz
el dolor del silencio
el metálico son de la nostalgia.

En tus ojos la calma
del otoño en los parques,
el sabor de la infancia en la Plaza
nada más atardece.

En la luz de las aulas
te advierto, eres tú en la piedra
ese sol del invierno,
la exacta palabra
en la umbría de dos siglos
que conservan intactos
la inocencia del tiempo.

María Ángeles Pérez López leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca

 

 

XV

a María Ángeles Pérez López

 

 

Te regreso al silencio
que late en la piedra
en la uña afilada del tiempo
bautizando la noche
con los cuerpos que mudan el llanto
por risas en el último instante;
viva luz
que te alcanza y seduce
solo sombras que caen
como hojas vencidas.

Te regreso a los signos,
al eco del himno más puro,
a los nombres que fueron
en las aulas leyenda:
Juan de Yepes, Góngora,
Teresa de Cepeda, Garcilaso
Cervantes y Manrique,
Neruda, Mistral, Quevedo,
Paz, Borges, Fray Luis,
Cardenal, Bolaño, García Márquez,
Martí, Allende, Nicanor,
Machado, Hernández, Cortázar, Fuentes,
Onetti, Amado, Asturias, García Lorca, Juan Ramón,
y tantos otros que tú habitas
y te habitan cada día,
hondos y atlánticos
en los claustros y el mármol
de vasta soledad,
en la desnudez del cielo
que nos devuelve al principio del fin
y en todo ser viviente
se muestra primitiva.

Te regreso a la palabra y la lluvia
que anuncia la vida en cada esquina
y en ella te forjas y te creces,
caes y levantas
hasta saberte aire en la llanura,
materia solo
cegadora luz.

Me regresas al verso
y un temblor misterioso
se te adueña
mientras duerme el invierno en las flores
y un sonido de luces revela
los nombres que fueron
corazón de la lengua,

hacedores de almas.

 

Chema Rubio leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca

XVIII

a Chema Rubio, y en su memoria a todos los poetas
Iberoamericanos que se citan cada año en Salamanca

 

 

Alma de lluvia,
agua insomne en la retina
piedra toda
luz que vuela al claustro de tus ojos
y en ellos se aviva
para ser aroma
y sanador bálsamo
cuerpo solo
esencia y centro
de tu voz en las aulas
alzándose a la altura celeste
de la tierra que grita
en voraz soledad
los nombres que fueron
corazón en los bosques.

Alma de otoño
en secretos pinares
más allá de la infancia
más allá de los juegos
al caer en su abismo la tarde
poco a poco
todavía invisible
persistente en la esencia
que planea como pájaro
al sentir esa herida en el pecho
de los días y noches
que el hombre supo suyas,
porque suya fue siempre la palabra.

Tú, mi buen amigo,
por última vez
entre todas las cosas
en el origen mismo de la luz
al borde del estanque
en el seno materno
todo tiempo en su voz
que huye al río Eresma
y mira tras su orilla
los miles de espejos
la secuencia del agua
que corre por las calles
y es verso en las sombras de la Plaza.

Allí sucede todo
eternas son las horas
al calor de la retórica
y juntos
en la luminiscencia de la poesía
el tiempo se detiene
se paraliza el mundo
en el claustro de Fonseca
en las Escuelas Menores
en el sobrio románico de San Martín
o en la vieja Catedral
quizá en el Ágora.

Allá en plazuelas y avenidas de neón luminoso
los ojos se acallan
la noche alumbra su tristeza
y todos los reunidos
sin excepción
invocando los nombres regresados
la realidad que nos excede
con temblor de cuchillo
sesgada la esperanza
porque nunca volveremos
a vivirte tan radiante
cuando octubre fenezca
en los poros del aire
en la hojarasca
pues ya tu ausencia
irremediablemente
nos hace a todos huérfanos.

Algunos de los poetas participante en el XIX Encuentro. Chema Rubio en cuchillas, a la derecha de la imagen

 

Otra imagen de la Plaza Mayor

 

 

 

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