“ESPAÑA – DIVÁN ÁRABE”, DEL CHILENO SERGIO MACÍAS. COMENTARIO DE SYLVIA MIRANDA

 

 

Sergio Macías y el retrato que le hizo Miguel Elías (foto de Raúl Hernández)

 

Sergio Macías nació en el sur de Chile. Reside en Madrid desde 1979. Cursó estudios de derecho en la Universidad Católica y se especializó en Literatura latinoamericana en Alemania. Fue asesor cultural de la Embajada de Chile en España durante veinte años. Tiene galardones literarios importantes y una treintena de obras publicadas, como los ensayos El Madrid de Pablo Neruda o Vida, amigos y amores de Pablo Neruda en la Guerra Civil Española. En poesía: Memoria del exilio, La región de los últimos prodigios, Crónica de un latinoamericano sobre Bagdad y otros lugares encantados, Tetuán en los sueños de un andino, El hechizo de Ibn Zaydûn, El Manuscrito de los Sueños, Cantos para Altazor, El viajero Inhóspito y Poesía reunida de un soñador del sur (1969-2016).

 

 

“ESPAÑA – DIVÁN ÁRABE”, DEL CHILENO

SERGIO MACÍAS

 

El libro son dos y es uno, como son todos los textos de un poeta. En tanto objeto, ambos se complementan y hablan desde diversas perspectivas. España es un poema río, como el río de la propia vida que se despeña por un cauce que es destino y decisión, en el que se mezclan la historia de nuestro mundo americano y la historia personal, que es también una sola porque de ella procedemos, mientras Diván Árabe es no sólo la propia historia sino ese otro yo que nos hace poetas, ese placer de conocer a los otros, de encontrar otra cultura que se adhiere a la nuestra, como una piel escogida, esa otra obra y paisaje que nos ilumina y a los que soñamos sumarnos por elección personal. El poeta encontró en la poesía andalusí, en ese mundo lejano que hizo suyo, esa otra España que fecunda las raíces de este país.

 

      A este balance vital lo articula la pregunta que todos los migrantes del mundo, llegado el momento, nos hacemos: ¿De dónde somos? ¿Quiénes somos? Estas interrogantes surgen con esos versos que la enmarcan: “El que vive mucho tiempo fuera de su país / tiene una conciencia desolada.” Desolación es una palabra grande y sin remedio, es nuestra herida y la llevamos secreta en este valle de infinitas máscaras. Pero en medio de esa “conciencia desolada”, dividida, hay un terreno neutral y vibrante que nos sobrepasa: nuestra lengua emerge como un continente sin tiempo, emoción y asidero del poeta. Su poesía la hace nacer de ese encuentro histórico de nuestros pueblos americanos con los colonizadores españoles, no escamotea esas luchas cantadas en la Araucana y cuyas consecuencias no se extinguen con simpleza.  Si “Las carabelas llevaron el lenguaje / a las regiones de la greda, del coigüe, /donde habita una estirpe / indomable y orgullosa”, no es menos cierto que surge del enfrentamiento, “mientras la sangre corría como los arroyos / por entre las piedras, hojas, / sedosos pétalos multicolores / y lanzas arrojadas a los pechos del enemigo”.  Como bien expresa: “La historia de las guerras / no existe sin heridas, derrotas / muertes, humillaciones…”. Procedemos de siglos enteros que forman y transforman nuestro idioma, el nativo y el español. El idioma que elige y asimila bajo otros conceptos además de las imposiciones, mezcla y da nueva vida a las nuevas realidades. Milagroso idioma que guarda el latir de otras vidas, que sabe ser estratagema contra el olvido y simple nacimiento, todo futuro.

 

     Sorprende las referencias que hace a la gastronomía regional española, que es otro de los grandes caminos por donde la cultura de un país entra en nosotros honda y felizmente. Me confirma la creencia (como autora entre otros géneros literarios sobre cocina peruana y literatura) que se come más con el corazón que con el estómago. En su descripción dice: “El idioma siguió creciendo / como el maíz, papas y zapallos.”

 

      En relación a su Diván Árabe deja trasuntar su devoción por los poetas andalusíes y el mundo árabe: “Utilizaba un buril de luz / para grabar sus recuerdos / en los papiros del tiempo”, en varios poemas, cortos, delicados, encontramos nuestro tiempo y expresan el sufrimiento y las guerras que azotan a esa parte del mundo, poemas cuyos títulos así lo definen: “Medio oriente”, “Fantasmagorías de la guerra”, “Invasión”, “Presagio”. Sin embargo, de manera general, la voz que aparece en este libro es la del poeta viajero, que mira el mundo para fundirse con otros espacios y otras vidas, en Asilah, en Rabat, en Tetuán o en Fez donde dice el poeta: “Me gusta el brillo de esos ojos aceitunados / que apenas dejan ver el fino velo.”  Al mismo tiempo es un viaje interior y un viaje literario, hay momentos en que hace pensar en algunos pasajes de relatos cortos de Borges, ese sentido del encantamiento de lo que nos es desconocido o enigmático. Lo veo, por ejemplo, en el poema “El dedo de Alá”: “Un camellero me reveló / el lenguaje de la arena, / los signos de los sueños, / la muerte que levita en el viento. Y el destino que nos lleva / hacia el final de nuestro camino / señalado por el dedo de Alá.” Bellísimo poema. Leer ambos libros constituye un placer.

 

La poeta Sylvia Miranda en el edificio histórico de la Universidad de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

Sylvia Miranda (Lima, Perú, 1966). Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca. En 2007 obtuvo el doctorado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones de poesía están: Como todos anduve en el invierno (1990), Zita y otros poemas (2001, Premio Tomás Luis de Vitoria, Salamanca, 1994) y Poema del tigre y el mar (2004, plaquette de 50 ejemplares con un aguafuerte de Sylvain Mâlet, Madrid, Centro de Arte Moderno), La foudre demain (La Rochelle, Les Arêtes Editions, 2013. Con pinturas de Sylvie Lobato) y Tiempo de sol (2014). Otros poemas suyos están recogidos en antologías de poesía peruana e iberoamericana.

 

Dedicatoria del libro para el poeta Alfredo Pérez Alencart

 

 

 

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