RAFAEL CADENAS CON CERVANTES. COMENTARIO DE ALBERTO HERNÁNDEZ

 

 

Rafael Cadenas ren Salamanca (foto de José Amador Martín)

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario escrito por nuestro colaborador Alberto Hernández, poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano (Calabozo, 1952). Reside en Maracay, Aragua. Tiene un posgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar (USB) y fue fundador de la revista Umbra. Ha publicado, entre otros títulos, los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Nortes (1991), Intentos y el exilio (1996), Bestias de superficie (1998), Poética del desatino (2001), En boca ajena: antología poética 1980-2001 (2001), Tierra de la que soy (2002), El poema de la ciudad (2003), El cielo cotidiano: poesía en tránsito (2008), Puertas de Galina (2010), Los ejercicios de la ofensa (2010), Stravaganza (2012), 70 poemas burgueses (2014) o Ropaje (2012). Sus ensayos y escritos literarios han sido publicados en los diarios El Nacional, El Universal, Últimas Noticias y El Carabobeño, entre otros. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano, al portugués y al árabe. Con la novela ‘El nervio poético’ ganó el XVII Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2018).

 

Rafael Cadenas en uno de los soportales de la Plaza Mayor de Salamanca

(foto de Jacqueline Alencar)

 

RAFAEL CADENAS CON CERVANTES

 

1.-

 

En su poema “Homenaje”, Rafael Cadenas se deshace del yo individual y lo multiplica, lo reparte entre los otros, en una primera persona en plural. Ese nosotros lo eleva a la condición de hombre para ser parte de una ciudadanía que, aunque no lo lea, sabe que está allí, que escribe, que se desarrolla como un árbol en medio de los tantos ya crecidos.

 

Aquel yo inicial, el que se aposentaba en una poética vertiginosa, es ahora más dada a establecerse en el espíritu como decantación. Cadenas escribe en estos días, en estos últimos años, con más silencio, aupado por la tentación de hacerse cada vez menos verbal. Es decir, ser el verbo en pocas palabras.

 

Dice desde el otro, el que no lleva el yo pegado de la piel:

 

“El que vivía contigo

sin sentirse,

siempre

un poco detrás

de tus pasos,

se marchó

entre sus escombros

y entre los escrúpulos”.

 

Ese Cadenas, el que habla así, el que escribe desde la voz del otro, en otra persona, se acaba de alzar con el Premio Cervantes, precisamente por su forma de ser y por la defensa de la poesía, que es decir la defensa de la libertad, de la democracia y sus valores.

 

Cadenas es un sujeto libre. Su silencio, tan mencionado, es un canto interior que se ha hecho parte de nuestra nacionalidad, la que abunda en quienes hacen de su poesía un clamor, un estado de gracia para alcanzar la tan anhelada libertad.

 

A. P. Alencart, Carmen Ruiz Barrionuevo y Rafael Cadenas en el Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Salamanca (foto de Manuel Layas)

2.-

 

El premio Cervantes lo enaltece y nos enaltece porque Don Quijote sigue cabalgando entre voces que lo empujan a hacerse parte de esa inmensa llanura que es el idioma castellano. Cadenas ahora es Cervantes desde la desmesura del personaje que don Miguel nos regaló.

El poema que escojo para celebrarlo, para presentarlo a los lectores de otros ámbitos, precisa su capacidad expresiva, su capacidad para hacer del poema un espíritu que se mueve por toda la tierra que desde él lo habla, lo atiende como oración persistente, como poesía que reflexiona, que cuestiona, que critica, que se asoma al abismo:

 

“Ahora no hay nadie.

Una intensidad

lo busca.

(Quiere

Reemplazarlo).

¿Echarás de menos

al balbuciente

merodeador

que te seguía

con ojos llenos de ácido,

con ojos sin restaurada inocencia,

con ojo códigos que no está en ellos?”

 

El Premio Cervantes ratifica estos versos, los promueve desde la intensidad de cada texto, de cada perspectiva. El hombre que escribe, el que hace un poco más de 50 años escribió “Falsas maniobras”, es el mismo y diferente; es el que hoy se deshace de palabras para convertirlas en silencio del Zen, en la budista representación del mundo con el todo.

 

Rafael Cadenas, entre Iraida y Enrique Viloria, en Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

3.-

 

Mucho se ha hablado de la personalidad del poeta venezolano. Mucho se ha especulado. Se ha construido un personaje desde su timidez, desde su escandaloso silencio, pero lo que no se ha advertido es que Cadenas es un incendio que no se apagado. Dice para decir, no para silenciar. Dice para provocar voces, personajes, sombras y luces.

 

En su primera persona afirma en este poema de “Homenaje”:

 

“Ya no sé

si puedo hablar en nombre de alguien.

¿Quién es esta sangre, estos tendones, estos ojos, esta

extrañeza, esta antigüedad?

Una fuerza

me tiene.

Entonces es ella

La que puede decir soy,

La que puede llevar un nombre,

La que puede usar la palabra yo”.

 

Y así, se desnuda. Se libra de esa carga que por muchos años llevó a cuestas desde sus primeros poemas.

 

Hoy, premiado con el Cervantes, Rafael Cadenas, poeta venezolano y castellano desde el idioma que habla y con el que escribe, sigue siendo ese yo, ahora renovado desde la sencillez, desde el mismo silencio que lo alimenta. En ese mismo poema dice:

 

“Florecemos

en un abismo”.

 

El Premio Cervantes concedido este año a Rafael Cadenas representa un tributo a esa floración del idioma en su lengua, en su manera de ser, en su personalidad cercana, en su trato afable, en su rebeldía atesorada por todos los que aspiramos, más allá de la poesía, a ser libres, a sostener las palabras con la fuerza de su verbo accionado, vivo.

 

 

Alberto Hernández (Foto de H. Cobo)

 

 

 

 

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