EN EL MURO, LA BIBLIOTECA. ARTÍCULO DE CHARO ALONSO

«Crear en Salamanca», se complace en presentar un nuevo artículo de su colaboradora Charo Alonso,

Charo Alonso es Doctora por la Universidad de Salamanca, profesora de lengua castellana y Literatura, en el Instituto de Enseñanza Secundaria «Mateo Hernández», estudiosa del género testimonial que aúna periodismo, literatura e historia

Hoy su artículo es un repaso a la historia mas reciente de Salamanca: La biblioteca del Campo de San Francisco, testimonio de algo que nunca se tuvo que cerrar y dejar que el tiempo la deteriore.

Fotografías de Archivo y de José Amador Martín

En el muro, la biblioteca

 

 

         Tiene Salamanca, “Roma La Chica”, colinas y desniveles que se salvan con escaleras y muros de contención. Sillares de arenisca dúctil al cincel del cantero y frágiles a la intemperie, que se tallaron con precisión de orfebre en tiempos renacentistas y se recuperaron en ese neoplateresco de comienzos del siglo XX, tiempos en los que se rogaba a los arquitectos emular a quienes hicieron bellas las ciudades reviviendo su estilo característico ¿Cómo no volver a esculpir la piedra, adornar los sillares que contienen el desnivel que desciende hacia la hondonada del jardín antiguo?

 

 

Unamuno, vecino del espacio umbrío, lo llamaba “El Santo Parque franciscano”, y lo recorría en sus paseos sosegados. Murió frente a las copas de los árboles, frente al torreón de las Úrsulas que daba sombra a la hermosa Casa de las Muertes. En este rincón de monjas adoratrices, iglesias románicas, muros seculares y capillas dedicadas a la Veracruz, no solo se habla el lenguaje de los hábitos sobre el antiguo empedrado, sino el de la literatura. Entre los viejos árboles de la huerta franciscana, primer parque público de la ciudad letrada, paseó el rector sus peripatéticas preocupaciones y se sentó a leer la hija del notario que era su amigo. Para Carmen Martín Gaite, el Parque de San Francisco tenía el sosiego y la espesura de la lectura y la soledad sonora lejos de las calles transitadas, de las gentes que iban a por agua a la única fuente que abastecía a las casas cercanas…

 

 

Son del parque recogido los ecos de quienes lo habitaron, monjas de silencioso paso, mujeres con la cántara en la cintura, vecindad sagrada de campanas y veletas alzadas sobre el ocaso a la hora del ángelus. Un parque que desciende, colina arbolada, tras el abrupto corte del muro que nos separa del paseo de los cedros, traídos por los estudiantes libaneses maronitas que llegaron a la Universidad salmantina de la mano libérrima de Inés Luna. Un muro tan letrado que se abrió, no solo en fuente que mana, sino en biblioteca chiquita de puertas de hierro que imitan a la rejería de la universitaria y piedra tallada a la manera de la fachada rica, pequeña, diminuta biblioteca al abrigo de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, que en 1926 quiso ser generosa con la cultura, tanto, que le colocó delante las figuras de Gabriel y Galán y de sus musas, antesala del relicario abierto en la piedra para ser biblioteca.

Monumento a Gabriel y Galán en el Campo San Francisco

 

Sagrario chiquito de libros, estantería tallada en la piedra plateresca, es este rincón de piedra desgastada por el tiempo y la intemperie, un recuerdo dorado al sol de lo que nos hizo mejores, cultura abierta a la calle, parque de recreo infantil, libro de la mano abierto tras el juego. Junto a la fuente que mana y acaricia sin cesar la piedra, convertida en escalón que subir para seguir el parque y el paseo que fuera de claustros amantes del sosiego, jardineros del alma para arar el ora y el labora, la pequeña biblioteca, armarito de muñecas, se abre al recuerdo de la obra social, de la obra que calla y otorga. Hendida en el muro con el cincel de platería, filigrana de piedra suave al desgaste soleado, se descubre, inesperada, las pequeñas estanterías repletas, la reja guardando el secreto ornado de fantasía de cantero y cenefa de cincel. Es la pared que custodia la biblioteca de 1926, tiempo que pasa como el agua de la fuente que mana, piedra tallada donde leer la memoria recobrada.

Charo Alonso.

 

 

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