WALT WHITMAN, DIECINUEVE POEMAS DE AMOR. RESEÑA BIBLIOGRÁFICA DE JOSÉ MARÍA BALCELLS DOMÉNECH

«Crear en Salamanca» se complace en publicar la reseña bibliográfica del libro «Diecinueve poemas de Amor» de Walt Whitman, escrita por José María Doménech, profesor de la Universidad de León

 

 

Walt Whitman, Diecinueve poemas de amor,

Pamplona, Editorial Laetoli, 2022, 103 pp.  

 

Una lectura de la obra poética de Walt Whitman (1819-1892) suele comportar la percepción de que caracterizan al escritor neoyorkino singularidades como, entre otras, las de su extraordinaria, generosa y entusiasta apertura a la gente de cualquier idiosincrasia, credo, y procedencia, así como a lo más sencillo y cotidiano de la ciudad y de la naturaleza. También le identifica la multiplicidad de sus yoes conviviendo en el seno de su espíritu, y el hondo pálpito de ellos en sus versos. Y por supuesto su homoerotismo, que se ofrece sin dificultad al lector. Este tipo de decantación erótica, en su época bastante excéntrica, ha de remarcarse que no resulta una vertiente más en su escritura, sino una dimensión de la misma que no solo la distingue, sino que acaso sea la de más relevante significado.

Concentrar a los lectores del estadounidense en ese aspecto crucial de su creación poética ha sido el propósito que se ha ofrecido en Diecinueve poemas de amor, textos traducidos del inglés al español por Juan José Igarabide. Este libro bilingüe ha sido publicado en 2022 por la pamplonica editorial Laetoli, que acostumbra a sorprendernos poniendo al alcance del público opciones de lectura muy atractivas a fuer de anticonvencionales.

La disposición de esta muestra de creaciones sin un prólogo que las interprete previamente invita a acercarse a ellas prescindiendo de una guía condicionante, a fin de que uno se adentre por sí mismo en las perspectivas que los versos van ofreciendo. Luego, al término de esa experiencia, nos encontramos con las explicaciones del experto Rodrigo Andrés, editor del volumen publicado en 2011 sobre homoerotismos literarios, quien en su epílogo desentraña el cabal sentido de esos poemas en el seno de la osada metapoética civil whitmaniana.  

El volumen lleva el número 1 de la colección Cálamo, un título que no sin acaso coincide con el que dio Walt Whitman a una gavilla poemática de carácter homoerótico, y que llamó así no para hacer referencia a la escritura, porque el vocablo cálamo puede sugerirla, sino en homenaje al joven que, en la mitología griega, era hijo del dios fluvial Meandro y mantenía relaciones amorosas con otro muchacho que respondía al nombre de Carpo. La historia entre ambos iba a acabar en tragedia. Carpo se ahogó, y en su desesperación Cálamo se suicidaría ahogándose también, por lo que Zeus lo convertiría en una planta fluvial.

Ese grupo de textos los insertó en 1860 Walt Whitman en su fundamental libro Hojas de hierba. No tenían precedentes estos poemas en la literatura decimonónica, aunque sí podían asociarse al resultado de una lectura del Banquete de Platón, sin descartar la del bucólico siracusano Teócrito. Merced a las composiciones de Cálamo, que alcanzan la cifra de cuarenta y cinco, iba a convertirse su autor en un osado pionero en la celebración poética del homoerotismo, un tipo especial de amor al que denominaba Whitman “adhesividad”.

Lo concebía como una leal y fraterna amistad de componentes sexuales entre compañeros y diferenciada de las relaciones eróticas entre hombres y mujeres, a las que se refería con el nombre de “amativas”. Eran estas también una opción abierta aceptada por un tándem entre amantes masculinos no afeminados. En los primeros versos de “A un desconocido”, texto incluido en el libro Diecinueve poemas de amor, el poeta da a entender esa posibilidad diciendo “Desconocido que pasas! No sabes con cuanto deseo te miro. / Debes de ser el que estaba buscando o la que estaba buscando.” (p. 29).   

Whitman concibió el homoerotismo como un medio imprescindible para el logro de una sociedad más democrática, y a fe que estos dos versos podrían apuntar al sentido que daba a ciertos aspectos de su personal idea de democracia. En ese par de líneas se aboga por el flechazo callejero a primera vista, cualesquiera que sean las profesiones en las que se empleen los amantes, y el color de su piel, oponiéndose así a principios de índole racista y al modelo de moral competitiva y militarizada del patriarcado, cuyas estructuras jerárquicas quiso el poeta desestabilizar con sus planteamientos erótico-civiles.

Las propuestas homoeróticas de Walt Whitman eran en extremo ambiciosas, por no decir claramente que muy utópicas, porque en su ensayo Perspectivas democráticas, como puntualiza Rodrigo Andrés, el autor de Hojas de hierba consideró que el amor entre hombres era el “posible cimiento de la unidad nacional e internacional y una de las condiciones esenciales para la armonía entre los seres humanos.” (p. 87)  

Para finalizar este comentario, citaré los últimos versos del poema “He visto crecer un roble en Luisiana”. En él se plasma una perspectiva sobre la naturaleza en la que la visión homoerótica de un roble difícilmente puede encontrarse en tantas  poetizaciones de este o de cualquier otro árbol como pueblan los textos de poetas españoles de ayer y de hoy. Dice así Whitman:

…aunque el roble resplandece allí en Luisiana,

solitario, en un amplio espacio descubierto,

echando hojas felices toda su vida sin un amigo, sin un amante a su lado,

sé muy bien que yo no podría (27).     

 

 

 

               

       

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