SOBRE ‘RIBERA DE CRISTAL’, DEL ECUATORIANO JUAN SECAIRA VELÁSTEGUI. SELECCIÓN Y NOTAS DE ANA CECILIA BLUM. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

Crear en Salamanca se complace en presentar la obra del poeta ecuatoriano Juan Secaira Velástegui (Quito, Ecuador, 1971), a través del pórtico y selección realizada por la poeta Ana Cecilia Blum, profesora en Estados Unidos y vinculada con Salamanca por su participación en el XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en octubre de 2014 y dedicado al centenario de Gastón Baquero.

 

1 El poeta Juan SecairaEl poeta Juan Secaira

 

 

Secaira ha publicado Obsesiones urbanas, ensayo crítico acerca de la obra narrativa de Humberto Salvador, editorial El Tábano, 2007. El poemario Construcción del vacío, editorial Sarasvati, Nueva York, 2009, mención especial del premio de poesía Ángel Miguel Pozanco (España). El libro de poesía No es dicha (Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade), editorial El Tábano, 2012. Segunda edición: 2013. La plaqueta de poesía Geografía de la edad, 2013. El libro de poesía Sujeto de ida, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2014. Y el poemario Ribera de cristal, Ediciones de Pandora, Tampa-Florida, 2015. Ha sido en dos ocasiones uno de los ganadores del Concurso Nacional de Poesía El Retorno, en los años 2009 y 2011. Por ello, sus poemas se incluyen en los libros Trayecto cero y Paréntesis abierto. En el 2008 se adjudicó un accésit en el concurso de poesía organizado por la revista española Katharsis, por su poemario Naturalmente preso. Parte de su obra poética se encuentra en las antologías: Ruptura y desafíos de la nueva poesía argentina y ecuatoriana, 2010; Apartar lo blanco de la luz (edición en francés y castellano), 2011; De la ligereza o velocidad que también es perfume, 2012; 30 poetas ecuatorianos del Siglo XXI, 2012; Poetas ecuatorianos del nuevo milenio, 2013. Y en los libros colectivos Palabra nueva, 2011; Urbegrafías, II Encuentro de Creadores Visiones Urbanas, 2012, y Amor Escupido, 2013.
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Ribera de Cristal, el más reciente poemario del poeta ecuatoriano Juan Secaira Velástegui.
Ha llegado desde la Mitad del Mundo al Golfo de México, una ribera que se hace de cristales, y estos cristales son versos como espejos de lo humano, que invitan a iniciar un trayecto, el mismo que ha de mostrarnos el tiempo del ser que habita adentro, cuyo péndulo personal observa y determina para desnudar y replicar lo visto, lo provocado, lo dicho a la luz o en la penumbra, desde el recuerdo o el olvido.

Decía Borges que hay dos maneras en las que la humanidad se multiplica y estas son la cópula y los espejos. Ambas formas utiliza el hablante de este libro para concretar el mundo de sus versos. Se da la cópula constante con la vida y se acerca a los espejos para reproducir definitorio la realidad que le toca. Así se propone el viaje, el lector acepta esta propuesta y es parte de su travesía, de su “cuerpo contra el cielo / minúsculo de la página”, donde una ciudad, Quito, “respira en escondites / ocultas historias sin abrir” y “la lluvia traza preguntas de otros cantos”.

A orillas de esta ribera se va de la mano de esta voz que incita al abandono de un tiempo para entrar a otro. Faulkner escribió en el Ruido y la furia que los relojes asesinan el tiempo; que este está muerto mientras es recontado por el tictac de las ruedecillas y solo al detenerse el reloj vuelve el tiempo a la vida. Algo parecido se da en este poemario, donde subyace una constante exhortación a dejar la prisión tradicional que acorrala los minutos verbales, porque al hacerlo se puede recorrer las otras horas, las no marcadas por lo establecido, para de esa manera lograr la reproducción precisa en el cristal de la palabra que transgrede, y desde esta dimensión establecer un discurso que se dicta indoblegable:

“…Se deja el tiempo
la caja fuerte del día
sigo atento al presagio de cambios en la marcha de las horas.
(…)
Hacer malabares y caer y recaer en la más dura de las repeticiones
en el golpe
eso supone el transcurso a otra dimensión
la que te tumba unas horas con absorta insurgencia…”.

Se continúa el recorrido, se anda como la voz anda, en sus particulares escalas y fases, lejana a las convenciones horarias de una sociedad amparada en la burla y el flagelo, separada pero vidente de esas cabezas que seguramente mostrarán los ojos de la ira cuando el poeta diga lo que ha de decirse, sin temores, sin hipocresías, sin maquinaciones o alas falsas. Ante esta entrega distante a concesiones la voz reconoce su desamparo -ser diferente tiene su precio- y busca un refugio, el cuerpo del ser amado para en su compañía y calidez seguir la ruta del espejo:

“…Camino destajando cabezas
que me odian o me odiarán a su debido tiempo
como si importara saberse útil
en la fatuidad de aquellas almas.
Padezco el desamparo que me permite
en esta tarde abúlica
sentir que en aquella mujer tallada en arena
late mi yo con la prisa la premura y el arrebato
de aquel que se pierde en el espejo
en ese sorbo de vida mutua”.

Escribió Octavio Paz que hay un tiempo que no se parece a los otros y que es siempre, hasta en sus cacofonías y repeticiones, la encarnación de lo inesperado. A partir de esta aseveración se puede aquí plantear que ese es el tiempo del poeta, desde la categoría existencial del imprevisto, el que gira con todas sus sorpresas e insolencias y mediante las cuales se descubren verdades, se consuma el asombro para hacerse un camino propio, en “la impertinencia del azar”; para rediseñar ese espacio giratorio que lo haga volar “sumido en la perversión de los relojes”.

Juan Secaira, uno de los autores de poesía más importantes del Ecuador, “hace mapas con su travesía personal”, cartografías poderosas son sus versos que nos muestran el lugar exacto de sus distancias, sus mares, sus abismos, sus riberas, las líneas de su vuelo, su “sistema de naufragios y contiendas solitarias donde plenitud y abandono” serán curados por los actos del amor, alimentos invulnerables en las olas perpetuas del espacio y el tiempo.

 

POEMAS DE JUAN SECAIRA

 

 

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Travesía

 

 

Cuerpo contra el cielo
minúsculo de la página
la casa es una marea
alivio sobre el canto del desfiladero.

Quito respira en escondites ocultas historias sin abrir.
La lluvia traza preguntas de otros cantos.

Dios es la poesía donde se extraña al reino.
La poesía es el reino donde se extraña a dios.

Atraviesa el hueso escapa de su sitio y rompe
el sistema ominoso.

La poesía es una lágrima de hueso que llora y sostiene
para no sostener y no llorar.

Escribir poesía para deshacer
la novela de otros cuentos.

Madre lía tiempo moldeado en luz.
Hija hasta flotar con peces
justo al lado
próxima continua fiesta.

¿Por qué agrandar la vida si lo que se hace
es buscar los residuos que se esconden en el arroz de la comida diaria?
Rama encendida desde y para cantos de sirena
alas abiertas contrahechas cruces.

Desvivirse en los cartílagos y el agua
gotas o vapor
precipitada transitoria travesía.

 

 

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Envoltura

 

 

Se deja el tiempo
la caja fuerte del día
sigo atento al presagio de cambios
en la marcha de las horas.

Entiendo que gano algo de dinero
una opción mecánica
cirugía de medicinas diarias
como creer en fantasmas tocarlos y luego callar.

Que el secreto siga siendo música
donde vuela lo poco nuestro.

Hacer malabares y caer y recaer
en la más dura de las repeticiones
en el golpe
eso supone el transcurso a otra dimensión
la que te tumba unas horas con absorta insurgencia
para terminar después de la trifulca la música
y la sensación de algo mejor.

No cuentan los conocidos de la noche ni los
proveedores del día para la noche
ni los doctores y sus pastillas
tampoco los parientes
ni las voces dictatoriales ni las doscientas alegrías
ni el brazo muerto
ni la pierna rota ni el agobio
ni el rasgo que se cubre
guardando en su silencio
lo que resta queda y subyace
una porción semejante a la envoltura
de la infancia.

 
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Almas

 

 

Me parezco al alcohólico
que mira
desde el espejo de la memoria
como cantante viejo con guitarra nueva.

Camino destajando cabezas
que me odian o me odiarán a su debido tiempo
como si importara saberse útil
en la fatuidad de aquellas almas.

Padezco el desamparo que me permite
en esta tarde abúlica
sentir que en aquella mujer tallada en arena
late mi yo con la prisa la premura y el arrebato

de aquel que se pierde en el espejo
en ese sorbo de vida mutua.
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Triste

 

 

Se habla
de diálogo pero parece que ya cada uno ha elegido su prejuicio
mejor es vivir en el sentido revés del tiempo.

Las nubes se convierten en firmamento real
peor crear genios con guardaespaldas de madera
domesticar incluso la estética furiosa es triste.

Hay unos ojos
se vislumbran.

Música sin nombre libros sin nombre obras sin nombre amores sin nombre.

Tardes cuando la hija toma la mano del padre
para así demostrarle su afecto en silencio y risas.

Eso queda y un espacio giratorio
para nadar o volar.

 

 

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Sol

 

 

El recuerdo transgrede
incluso la desazón del tiempo y el retorno
a las proezas.

La noche es una ola y la tristeza sorbo incauto de otras manos sin horizonte
como una isla en vísperas de mar.

Música en oídos de tranvía de tren impuesto
de arpas y colores sin lágrimas
una noche con menos palabras y abrazos o algo semejante
la impertinencia del azar
se olvida
y regresa
redobles y dobleces.

Presunción del ansia que flote irremediable
y cante al mar
viajamos en la isla del ahora.

Se bebe la distancia sin saber se cansa
de cansarse nada más
una derrota como una cápsula ingerida
para otra felicidad
sumido en la perversión de los relojes.

Mutaciones amarillas y el humo curvo del adiós
horizonte deforme una caja china una caja chica.

Una caja. Una funda. El quinto volando para caer en unas palmas.

Una caja despintada y colores para mañana
al fin creer.
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Aparatos

 

 

Quiero ser esa rotura
un color recorriendo el rostro como la necesidad nimia
una voltereta una línea borrosa.

Se trataba de hacer mapas con la travesía personal eludiendo
atisbos de queja o reproche.

Aquel aparato para registrar lo que se intuye
no hace parte del esquema convertido en vida.

Emprender vuelo y quedarse en el filo de otro
abismo danzando movimientos olvidados.

Sistema de naufragios y contiendas solitarias
donde plenitud y abandono
se prolonguen en actos de amor
donde el alimento sea invulnerable.

Decían: había cadáveres tumbados por ahí y una herencia fenomenal
la escritura con k con j con uve con ñ con los
opuestos de algún otro lado
defunción en una tarde soleada para vivir
en medio abajo o al lado de tanto espacio.

 
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