SOBRE ‘LEVE HISTORIA SIN TRENES’ DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO. COMENTARIO DE DAGANZO

 

 

1 El poeta y ensayista Manuel Quiroga Clérigo

El poeta y ensayista Manuel Quiroga Clérigo

 

 

Crear en Salamanca publica este comentario escrito por el madrileño Antonio Daganzo en torno a un poemario de Manuel Quiroga Clérigo.

 

 

 

NOTICIA DE LOS MUNDOS SUTILES

 

Manuel Quiroga Clérigo:

LEVE HISTORIA SIN TRENES

Ediciones Del 4 de Agosto, Colección

“Planeta Clandestino”, nº 40; Logroño, 2006; 48 páginas

 

 

“Yo amo los mundos sutiles, / ingrávidos y gentiles / como pompas de jabón”, dejó escrito don Antonio Machado en uno de sus Proverbios y cantares más famosos. Pocas veces un poeta habrá acertado a retratar tan fina y afinadamente el objeto de la inquietud lírica: esos “mundos sutiles” que habitan no por debajo, tampoco por detrás, sino por dentro de la realidad misma, allí donde convergen la sensibilidad, el tiempo y el espacio, y que sólo pueden revelarse a través del hecho poético. Los 511 versos, repartidos en veintitrés textos conmovedores, que dan cuerpo y forma al breve poemario –o extensa “plaquette”, según se mire- Leve historia sin trenes dan noticia, precisamente, de esos mundos sutiles, y lo hacen con la maestría formal y la riqueza imaginativa tan propias del estilo de Manuel Quiroga Clérigo (Madrid, 1945). Sociólogo, crítico literario y de cine, y sobre todo escritor y poeta de bien ganado prestigio y ya larga senda recorrida, Quiroga Clérigo propone en este pequeño gran libro una suerte de panorámica de la emoción en el curso de la existencia, pero sin atenerse a férreos planes cronológicos, por decirlo así. Todo lo contrario: la ausencia de trenes a la que alude el título mismo de la obra evita morosos desplazamientos, las servidumbres retóricas del viaje y sus horas muertas, y acentúa, efectivamente, la levedad de cada uno de los instantes evocados, de cada uno de los sentimientos sugeridos.

 

 

 

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“Aquello era la vida. / Hoy estamos soñándolo”, escribe el autor casi al principio de la obra, lo que nos lleva a pensar con acierto en una reivindicación de la infancia como territorio de la inocencia y de la ilusión, aunque bien lejos se halle, en verdad, de postularse cual “locus amoenus” al uso –si se me permite el sentido figurado junto con el rescate del tópico-. Aquí no se omite el sombrío contexto de la dictadura –“Poca misericordia nos deparó la aurora. / Las viejas esperanzas se fueron calcinando”; “Los alcaldes maléficos, policías de bosques, / los guardianes del orden, los viles magistrados / cercenaban paisajes, olvidaban futuros, / almacenaban mártires, despreciaban las frases”-, y por ello la infancia adquiere un relieve no de otorgado sino de conquistado paraíso: “Sin poder escapar de la muerte aplazada / ni de las estadísticas metódicas y ciegas / construíamos pájaros, una inocencia, prados”. Por su parte, el amor goza también de singular importancia en Leve historia sin trenes. Su surgimiento –“En medio de las horas y las nadas / dos alientos de pronto se confunden, / se sitúan al norte del dolor  / y más allá del odio”- conduce a su anhelada presencia –“Esperaré tu vuelta y tu andar sosegado. / Nada existe si sigues tan lejos de esta casa”-, pero sin que ello aboque a la ingenua idealización, o directamente a la falsificación de la verdad. En este sentido, el poema “Ave Fénix”, sobre el fin del deseo y la reinvención del amor, resulta de una ejemplar valentía regeneradora: “Hubo una solución: abdicar de la niebla, / refugiarse en las fuentes ateridas, / inventarnos al fin otros paisajes”.

 

 

 

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El verso plácido y bien ritmado de Manuel Quiroga Clérigo alcanza una de sus más bellas consecuciones en el poema titulado “Corazón”, todo un alarde constructivo sobre dicho vocablo y su imagen lírica. Maestría formal y riqueza imaginativa, señalábamos antes; temblor cercano y empático, cabría añadir. De ahí la sencilla perfección del poema “Injusticia”, y la forma tan honda que tiene de apelar a nuestros propios fantasmas el otro titulado “La sinrazón del miedo”, fabuloso y de comienzo insoslayable: “La sinrazón del miedo es lo que crece / igual que crece siempre / la zarza peligrosa en medio de las calles solitarias”. Cierto que un tono de melancolía, de inevitable derrota, parece imponerse en la percepción del lector a medida que se avanza por las páginas de Leve historia sin trenes; qué significativa resulta al respecto esa bella flor que, sin embargo, se empeña “en no ser fecundada, / en huir de las músicas cautivas, / en no mecerse suave por las tardes”. Pero no es menos cierto que “en los mundos lejanos pernocta la esperanza”: valga decir los mundos de adentro; valga decir los mundos sutiles. “Acaso el sol adolescente llegará a redimirnos”, afirma el sujeto poético de esta obra hábilmente hilvanada sobre una delicada y sostenida turbación; ese sol y, sin lugar a dudas, un incuestionable compromiso cívico capaz de articular líricamente el nexo entre la libertad individual y la colectiva: “Cuando (…) el hombre (…) sueñe (…) / con horizontes amplios (…) / será porque, de pronto, / alguna libertad, abierta y plena, / haya llegado, al fin, / a las gentes humildes.”

 

 

4 Foto de José Amador Martín

Foto de José Amador Martín

 

 

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