SOBRE LA NOVELA “CARRIÓN, DE ANTONIO DAGANZO. COMENTARIO DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

 

1 Antonio Daganzo en Ávila (foto de Jacqueline Alencart, 2018)

Antonio Daganzo en Ávila (foto de Jacqueline Alencart, 2018)

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario escrito por Manuel Quiroga Clérigo (Madrid, 1945), es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología con una tesis titulada La crítica literaria como fenómeno sociológico. Narrador, autor de teatro, crítico literario y periodista de la cultura, ha centrado su actividad en la labor poética y sus versos figuran en diversas antologías, revistas y trabajos colectivos, habiendo editado hasta la fecha dieciocho libros de poesía, entre los que están  Homenaje a Neruda(1973);  Fuimos pájaros rotos (1980); Vigía (1997); De Morelia callada (1997); Los jardines latinos(1998); Versos de amanecer y acabamiento (1998); Íntima frontera (1999); Desolaciones tardías. Aristas de Cobre (2000); Las batallas de octubre (2002); Mudo mudo (la aventura de Manila),  (2004); Leve historia sin trenes (2006); Crónica de aves. El viaje a Chile (2007); Páginas de un diario (2010) o Volver a Guanajuato (2012). Actualmente es Consejero de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE).

 

 

 

2 Daganzo en Valladolid, tras recibir su premio. Con Sagüillo, Valle Alonso, Tundidor, Alencart y (foto de Jacqueline Alencart, 2018)

Daganzo en Valladolid, tras recibir su premio. Con Sagüillo, Valle Alonso, Tundidor, Alencart y Javier Lostalé, entre otros

(foto de Jacqueline Alencart, 2018)

 

 

“CARRIÓN, DE ANTONIO DAGANZO

PREMIO DE NOVELA “MIGUEL DELIBES” EN VALLADOLID

(Ediciones Vitruvio, Madrid, 2017)

 

 

 

Lo merecía. Así que haber obtenido el Premio de Novela “Miguel Delibes” en Valladolid hace justicia a esta amena e interesante novela de Antonio Daganzo. En ella Juan Lucas parece vivir una existencia pasajera encerrado en pasados ajenos y en un futuro difícilmente memorable. Su novia, Clara, mantiene determinadas ideas que a veces el joven no comprende y, a su alrededor, siguen apareciendo los fantasmas del presente. Estamos ante una extensa e interesante novela del escritor, estimable poeta y cronista musical Antonio Daganzo. En las 447 páginas de “Carrión” las geografías por las que discurre la acción, sin ser innumerables, se amplían y reducen a cada paso, como si la eterna memoria de familiares o presentimientos se fuera transformando a cada paso. Don Manuel, el médico en cuyo piso encontró a Clara e incluso  apoyó su relación, es a la vez amigo de toda la vida de Rosendo. El galeno trata de comprender a Clara y a su  prima Remedios además de la situación, digamos, patológica de Juan Lucas quien, por otra parte se desenvuelve entre las calles alborotadas de Cuatro Caminos, en Madrid, y aparecen los recuerdos de Palencia y algunos rincones gallegos, como La Coruña de donde es oriunda la muchacha con rememoración de esos “rincones de la Noya natal, y los primeros intentos de recrear las esculturas fascinantes que invadían la portada de la iglesia de San Martiño”.

 

El enfrentarse a cuestiones como amores y desamores de sus familiares va creando en el joven una serie de problemas poco comunes, por ejemplo al tratar de comprender a Rosendo y sus afectos y carencias justo en medio de esa relación con Clara la cual, y citamos del relato original, “sólo se ponía tan atractiva cuando la acuciaba el deseo”, viviendo en casa de los padres de él y recordando ciertas historias del bisabuelo Julián y más aún las de Rosendo, el solitario o poco acompañado vecino de la calle de Echegaray, un hombre que ya se encuentra casi al margen de su amor por la zarzuela hasta como intérprete, en una de cuyas giras o excursiones artísticas encuentra la muerte de su hermano Domingo de Castro, ambos tíos-abuelos de Juan Lucas, aunque en el caso de Rosendo, aparece la amable resonancia de su su matrimonio con Paloma y la travesura con aquella María de su años mozos y temas algo sorprendentes como la vieja relación entre el hombre y su amigo Francisco Mencía, pianista y antiguo compañero de trabajo en un Ministerio, que también se quedó viudo de su esposa Teresa y aprecia la voz de tenor de aquel de quien “se había preocupado de cuidar sus habilidades musicales”, temas de los cuales el autor da resonantes noticias como es cuando hablar de romanzas, cita piezas musicales famosas o describe la actuación los hermanos en unión de sus amigos Paco, Ramiro y Antonio en el “Ideal”, a orillas del río Carrión, que transcurre por gran parte de la Tierra de Campos, con quienes no quieren regresar a Madrid sin saber que el viaje de ambos se convertiría en tragedia, seguramente rememoración de aquel terrible accidente de tren en Torre del Bierzo del año 1944, aunque sea en uno parecido donde, decíamos, muere Domingo, quedando Rosendo como único protagonista de unos tiempos jóvenes que las circunstancias parecer querer repetir..

 

 

 

3 Portada del libro premiado

Portada del libro premiado

 

 

 

Las largas caminatas de Juan Lucas y Clara por lugares como la Castellana o Bravo Murillo, zonas emblemáticas de un Madrid propicio al amor y la confidencia daban paso a momentos en que “el huracán de la carne y sus delicias les engullía irremediablemente” y cierta necesidad de la joven de perpetuar la relación. Es entonces cuando don Manuel comienza a dibujar a “la ingenuamente enamorada Clara” y esta se encuentra emocionada por los poemas que parece empezar a escribir para ella Juan Lucas, lo cual favorece el compromiso entre ambos jóvenes. Pero si, tras encontrar a María, Domingo insta a su hermano Rosendo a que salga a buscarla todo se queda como amortiguado, va a ser precisamente Juan Lucas quien, también sorpresivamente, encuentre a una mujer que podría ser descendiente de la palentina cuando, un día alguien que le dice: “-Parece que soy tu nueva vecina. Me llamo María, Maria Cuadrado”.

 

A veces la pasión viaja despacio, a veces se confunden rostros, historias, leyendas, amores. En este caso aparecen imágenes sobrepuestas, féminas que viajan a rebufo del tiempo, como es la María que el aficionado a la zarzuela y la que, después, se encuentra en Madrid preparando una tesis doctoral, precisamente, sobre un tema que tanto interesaba a los mayores aunque algo menos a los jóvenes pues la zarzuela manteniendo su vigor musical parece haber perdido cierto fuelle en detrimento de otras músicas diferentes. El hecho es que cuando la María, digamos, joven aparece en la cena de Nochebuena en el piso de la calle de Echegaray Rosendo parece sufrir un shock pues al cantar la romanza “Bella enamorada”  ante la mujer que llega del pasado, con toda la frescura de su juventud y su ánimo de universitaria, es como resucitar un amor que se retroalimenta de recuerdos y vivencias, escasas pero efectivas porque el tío-abuelo de Juan Lucas lo vive con una intensidad desusada pese a su edad. Torrente Ballester explica en “La saga/fuga de J.B” que “Amor no es otra cosa que el resultado de las perturbaciones cerebrales causadas por la acumulación de semen en las vesículas de Graaf, las cuales, una vez vacías, dejan de enviar venenos al cerebro hasta que vuelven a llenarse”, de lo cual podríamos deducir que la llegada de una María medio siglo después de la irrupción de la mujer a orillas del Carrión crea una especia de trastorno en dos hombres de distintas épocas, el Rosendo, cantante de zarzuela y el de Juan Lucas, modesto editor, que cree tener en Clara su futuro apacible hasta que llega esa María Cuadrado con resabios del pasado. “En un día del año están mil años”, dice Borges.

 

“Carrión”, que se encuadra en la Colección “De Jaque Libros”, con un diseño de portada  y una cubierta extendida de gran valor gráfico abarcando portada y contraportada del artista Eugenio Rivera, enseguida, se convierte en un relato apasionante, con tantos sucesos y tantas vidas cruzados, con amores entretejidos por la casualidad o por las circunstancias, con el atisbo de la música y la escena rodeando, o abarcando, a los protagonistas y con ciertas dosis de ternura entre determinados actos del mundo, a veces amargo, por el transitan. Antonio Daganzo Castro, el autor, buen poeta y experimentado escritor sabe ir creando las situaciones adecuadas para que el lector deguste con interés cada página, cada momento de esas existencias comprometidas con lo cotidiano. Poco después, Daganzo, dará una muestra excelente de sus conocimientos musicales. Es cuando tras los padecimientos de Juan Lucas de Castro por sentirse poco apreciado por María, a la que ahora comienza a dedicar sus versos aunque los reciba y considere suyos Clara cuya , tiene una seria conversación con Pedrito Mencía, ocupado en preparar (más bien dilatar) su matrimonio con Esperanza y salir por la tangente cuando el amigo le quiere inducir a que forma parte de, digamos, sus filas políticas se ve sorprendido con dos entradas para que De Castro acuda a una portentosa representación de los Gurrelieder obra de Arnold Schönberg, el músico austriaco perseguido por los nazis, representación lírica basada  en los “Cantos de Gurre”, unos poemas  Jacobsen traducidos al alemán por Robert Franz Arnold (no confundir con Malcolm Arnold (1921-2006) cuya “Fantasía para fagot” interpretada por Laura Lorx, joven fagotista nacida en Budapest es toda una delicia). Con gran aparato de instrumentos y una interesante composición lírica de Schönberg goza de las aristas cromáticas y esos procedimientos de la disonancia como enérgicos procedimientos de una expresión repleta de sentimentalidad. A raíz de la entrega de las entradas a Juan Lucas entre éste y el joven Mencía, sale a relucir un entramado de apreciaciones de los clásicos de la música, como “Las bodas de Fígaro” de Mozart, el Mahler de la “Sinfonía de los Mil”, Beethoven, Tchaicovski, la “Elektra” de Richard, Strauss, Wagner o Stravinski, sin olvidar la emoción que se puede sentir “a propósito de la zarzuela o de una ópera como “La bohème” de Giacomo Puccini.

 

 

 

 

4 Manuel Quiroga Clérigo y Antonio Daganzo

Manuel Quiroga Clérigo y Antonio Daganzo

 

 

 

Todo ha sucedido realmente cuando Juan Lucas, que ya había comenzado a tener relaciones íntimas con Clara, su novia tan bien considerada por el médico Bouzas, ve frustradas sus intenciones con María y, como refugio, ensaya un mayor acercamiento sexual a Clara, que lo recibe como muestra de una pasión desmedida aunque no es más que un acoso capaz de permitirle al joven soportar su amargura ante la falta de complacencia de la que ya es su preferida. El acudir a la sala de conciertos con la novia oficial es, también, una manera de disimular que el rechazo a que está siendo sometido va haciendo mella en el espíritu de Juan Lucas, un joven perdido en su modesta profesió de editor aunque el joven Mencía le recuerde sus últimos años del bachillerato, que hicieron juntos y su inmensa pasión por la música clásica. Pero después de asistir con Clara a la representación de la obra del autor de “La noche transfigurada” el joven abandona con su pareja la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música y, decididamente, rechaza el ofrecimiento carnal que tiene a mano prefiriendo la soledad de su cama.

 

Al verse sin ataduras Juan Lucas cayó en un profundo sueño donde su primer recuerdo fue para Pedrito Mencía. El amigo le conduce a una reunión donde se dan cita sus partidarios políticos, bien vestidos y peinados portando unas elegantes carteras de cuero donde se supone guardan los estatutos y normativa de su partido político que, ya creen, va a incorporarse De Castro. Sin embargo el joven toma impulso y, sobrevolando la no deseada situación, se ve inmerso en el poema de Jacobsen que Schönberg musicalizó y sus protagonistas se hacen visibles en medio del sueño; así Tovelille, la doncella,  se acerca de Juan Lucas y, de pronto, todo salta por los aires porque ya el lieder no muestra los “tupidos bosques de Dinamarca” sino que se transfiguran y tampoco la amada Tove es la misma sino que pasa a ser otra mujer, todavía más perfecta. Entonces aparece un mundo más cercano y más apetecible. La descripción que el autor hace de este momento del sueño se convierte en algo fascinante pues nos muestra a un joven “con una última muestra de candidez” viviendo el universo que él está deseando elegir y disfrutar: “¡Cómo se estremeció cuando la mujer que había creído Tove tomó tierra junto a una delgada linea de agua, ni mucho menos el estrecho de Öresund abierto en el Mar Báltico sino el río Carrión a su paso por Palencia!. Entonces María, la maravillosa María cuyo poder de fascinación superaba ya incluso la de aquel ser ideal, nacido de la poesía y de la música, llamado Tovelille, aguardó a que Juan Lucas se posara en la boca de las Puentecillas como ella, y tomándose de las manos, le condujo desde una orilla a la otra del río, buscando luego el rincón más apartado de unos frondosos jardines que terminaban en umbría arboleda, para allí sonreírle y abrazarle y besarle en los labios…”.

 

 

 

 

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Es el momento en que Juan Lucas despierta y recuerda que en el mismo edificio, en el piso contiguo, vive la mujer del sueño, la que ya ocupa plenamente su corazón, en detrimento de la fiel y enamorada Clara. El tiempo y la historia enhebrándose en un mismo afecto. Los recuerdos de Rosendo, el tio-abuelo, penetrando en los sueños de Juan Lucas, como si la existencia quisiera unificar criterios y presencias en la misma pasión aunque alguno de los personajes mutara en favor de otro ¿más afortunado?.

Pedrito Mencía parece que, consciente o inconscientemente, había ido retrasando la fecha de su boda con Clara somo si realmente deseara que ésta no se celebrara antes de que tuviera lugar un episodio triste en la familia. Ese episodio tiene lugar cuando su abuelo Paco, el compañero de Rosendo, que había manifestado al médico don Manuel el deseo de morir en su casa y su casa era, ahora, la de la calle de Echegaray donde, recuerda Bouzas, Clara la novia de Juan Lucas no había sido tratada como él suponía que se la debía tratar por Rosendo, el amigo de la infancia en su Noya natal. El hecho es que el joven, pese a la insistencia telefónica de Isabel, su madre, desde Sevilla no se decide a vivir con el tío-abuelo aunque el médico sí hace cada más amplia su presencia junto a Rosendo y el enfermito Paco Mencía. En ese momento, de agonía del pianista y antiguo funcionario, se encuentran los presentes cuando aparece Pedrito con la prestensión de que su abuelo debe ser ingresado con urgencia, para cual acude con el doctor Fuerte que había tratado habitualmente a su abuelo No consigue su propósito y ambos abandonan la casa no sin antes tener un pequeño roce con Juan Lucas, que también se encuentra al lado del enfermo.

 

 

Nos ofrece Daganzo páginas conmovedoras en torno a la amistad, al sufrimiento, a la lealtad y a cierto sentido ético de la existencia, como cuando se le pregunta a Paco si desea la presencia de un sacerdote y él, sincerándose ante su amigo, confiesa no sentirse tan creyente y desvela incluso algún pecado no conocido. La confusión posterior con los tres falangistas, Peña, Rodríguez y Fresnedoso levantan las manos para cantar el antaño obligatorio Cara al sol, que todavía hemos visto recientemente entonar en el entierro del Ministro franquista Utrera Molina, en presencia del ex-alcalde de Madrid y, pretendidamente, Diputado demócrata y Ministro de Justicia Ruiz Gallardón. Entonces, ante la cama del amigo enfermo, Rosendo se enfrenta a los fachas, ya sin pelos en la lengua, diciéndoles: “Vosotros creasteis un país que marchitó mis ilusiones y arruinó mi vida. La mía y la de tantos compatriotas. Quiera Dios que haya infierno para que en él ardáis por toda la eternidad. Y esto no es rencor: es simplemente justicia”. Y acto seguido les invita a abandonar su casa. Realmente se trata de episodios que no hacen más que remover  un pasado turbio que, sin embargo, la mayoría de los protagonistas del momento narrado en esta novela, “Carrión”, saben asumir con responsabilidad histórica. Que el abuelo de Pedrito cambie, digamos, de ideología o que la vida transcurra por senderos que poco antes parecían lejanos, forma parte del entramado de una evolución lógica que supera a las generaciones pero que no crea grandes diferencias en los terrenos del amor. Borges escribió “No disponía de otro

 

 

 

6 Daganzo, Pilar Álvares y una amiga, en Ávila (foto de jacqueline Alencar)

Daganzo, Pilar Álvares y una amiga, en Ávila (foto de jacqueline Alencar)

 

La vida va transcurriendo, a veces indecisa, entre el refugio de Echegaray, la lejanÍa de los padres de Juan Lucas de Castro que se hallan en Sevilla, la confiada espera de Clara, la existencia un tanto esquiva de María, los recuerdos de Palencia, aquellos momentos casi fortuitos que dieron paso a toda una historia o los espacios de una Galicia casi incógnita en el apasionante relato.Vivimos una apasionante historia de amor en dos generaciones, la primera de las cuales es Rosendo de Castro, antepasado del propio autor que exprime al máximo los recuerdos y que, a la postre, se enfrenta a ellos cuando aparece la María en la que se fija Juan Lucas de Castro como redención a sus propios deseos aunque, casi sin desearlo, ello le va apartando de Clara, mujer con la cual ya había establecido una suerte de futuro. El  relato se torno, así, un tanto intrigante, casi misterioso, pues esperamos ver el desenlace de esas vidas entrecruzadas, algunas ya de cara a su final como el es el caso de Paco Mencía y otras con la efervescencia de la juventud.

 

Todo queda pues en ese suspense que al autor de “Carrión” va dando a su obra y que, por descontado, aquí no vamos a desentrañar sino, más bien, animar a los lectores a que penetren en esta novela-río capaz de despertar interés al más pintado para dilucidar el conglomerado de afectos y circunstancias que le llevarán a un final. De todas formas quedan en el ambiente unas palabras casi premonitorias de lo que serán las actitudes de unos y de otros: “Si hay algo en la vida que merezca la pena perseguir sin descanso es la autenticidad, la fidelidad al corazón propio” Pero si Juan Lucas ya se siente con fuerzas para declarar su amor a María Cuadrado todo se precipita cuando la muchacha, honesta como siempre, le confiesa que su trabajo está a punto de terminar y ello supone el abandonar Madrid y regresar a Palencia. ¡Ay, Díos mío!

 

Todo se precipita entonces. Pronto el joven verá claro cual es su destino. Seguramente la ruptura con Clara e incluso con el bueno de Don Manuel se convierten en algo necesario pues en su deseo está el atar lazos con María que, acabado su trabajo o su excusa, necesita volar aunque haya algo que quede por el camino, una nota, que puede ser de esta María o de aquella que Rosendo llevó en su corazón durante tanto tiempo. Lo cierto es que después de tantos titubeos Juan Lucas sabe que hay algo que comienza a cuajar en su interior, sabe que la vida está en otra parte, como diría Milan Kundera. Cuando los jóvenes, unidos por un amor no declarado suficientemente o no puesto en práctica de la manera, algo sofocante, que tuvo lugar entre Clara y Juan Lucas es, sin embargo, algo que comienza a construirse su propio futuro. Cuando el muchacho se despide de María queda una pendiente, que, preguntamos, ¿será la definitiva?. Si, en la presentación de la tesis, en el momento en que la joven recoja el fruto de su investigación, seguramente, encontrará algo más. Habrá que ver qué sucede. Lo cierto es que tendrá lugar a orillas del Carrión cuando un joven amante va en busca de la deliciosa Tove de hoy mismo. Ahí tal vez se cierre un círculo de ansias y de eternidades pues, en definitiva, en una o en otra generación nos permitimos sospechar que el amor va a triunfar.

 

 

 

7 Imagen del río Carrión

Imagen del río Carrión

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