POEMAS DE LA PORTUGUESA NATÁLIA CORREIA, TRADUCIDOS POR A. P. ALENCART

La poeta Natália Correia

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar estas traducciones que ha hecho el poeta A. P. Alencart de textos escritos por la escritora portuguesa Natália Correia (Fajã de baixo, Açores, 1923 – Lisboa, 1993). Su obra comprende libros de poesía, novela, ensayo y teatro. Fue una destacada figura de la cultura portuguesa de mediados del siglo XX, elegida diputada por el Partido Socialista. Su obra poética comprende los siguientes títulos: Rio de Nuvens (1947); Poemas (1955); Dimensão Encontrada (1957); Passaporte (1958); Comunicação (1959); Cântico do País Imerso (1961); O Vinho e a Lira (1966); Mátria (1968); As Maçãs de Orestes (1970); Mosca Iluminada (1972); O Anjo do Ocidente à Entrada do Ferro (1973); Poemas a Rebate (1975); Epístola aos Iamitas (1976); O Dilúvio e a Pomba (1979); Sonetos Românticos (1990); O Armistício (1985); O Sol das Noites e o Luar nos Dias (1993) y Memória da Sombra (1994).

 

 

LA EXALTACIÓN DE LA PIEL

 

 

Hoy quiero con la violencia prohibida.

Sin lirios y sin lagos

y sin el gesto vago

desprendido de la mano que un sueño agita.

Existe la savia. Existe el instinto. Y existo yo

colgada de mundos centelleantes por las venas

mitad hembra mitad mar como las sirenas.

 

 

EL SOL EN LAS NOCHES Y LA LUZ DE LUNA

DURANTE LOS DÍAS

 

 

Del amor nada más resta que un octubre

y cuanto más amada más desisto:

cuando tú más me desnudas más me cubro

y cuando más me escondo más me avisto.

 

Y sé que más te arrobo y te deslumbro

porque si más me ofusco más existo.

Por dentro me ilumino, sol oculto,

por fuera te arrodillo, cuerpo místico.

 

No me despiertes. Estoy muerta en el festival

de tus besos. Etérea, a mi especie

ni tus celos amantes la disuaden.

 

Pero cuando más en la nube me deshago

más de tierra y de fuego es el abrazo

con el que en la carne quieres retenerme joven.

 

 

POEMA DESTINADO A QUE HAYA DOMINGO

 

 

Me bastan las cinco puntas de una estrella

Y la apariencia de un barco en movimiento

Y como ave, quedar parada en la vela

Y como flor, cualquier fragancia en el viento.

 

Me basta la luna tenga aquí dejado

Un luminoso hilo de cabello

Para llevar el cielo todo enrollado

En la discreta ambición de mi enredo.

 

Sólo hay espigas creciendo conmigo

En un campo para pasear a pie

Esta distancia probada por el trigo

Que me da sólo el pan de aquello que es.

 

Dejen al día la cama de un domingo

Para acostar un lirio que le sobre.

Y la tarde color de rosa de un flamenco

Sea el techo de la casa que me cubre.

 

Baste lo que el tiempo trae en su anillo

Como una rosa trae abril en el seno.

Y que el mar dé el fruto de una isla

Donde el amor por fin tenga recreo.

 

 

 

EL ESPÍRITU

 

 

Nada que hacer amor, yo soy del bando

Inestable de las aves friolentas;

Y en las ramas de los años destiñendo

Ya las hojas me ofuscan macilentas;

 

Y voy con las golondrinas. ¿Hasta cuándo?

A la vida breve no preguntes: cruentas

Arrugas me humillan. No más en estilo blando

Ave juerguista seré en manos sedientas.

 

Eterna me piensa que lo eterno genera

Quien en la amada lo conjura. Más allá, más alto,

En ileso tejado, ahí espera:

 

Golondrina indemne al sobresalto

Del tiempo, mensajera de perenne primavera.

Confía. Yo soy romántica. No falto.

 

 

MADRE PROEMIO

 

 

Para uso agrario de mis ojos

que material de luz acumulaban

la amarilla danza de las espigas

maternalmente copiabas.

 

En la trémula garganta de las azaleas

el agua del piano cantaba:

solfeo de gestos modelando la vida.

Piano era todo lo que tocabas.

 

Doméstica en el sueño estabas

como en su verde está la era.

Casa era todo lo que restituías

a la maternidad de la piedra.

 

Con la exactitud de lo necesario

decías puerta y la puerta se abría.

Suavemente manufacturabas

un nombre: Madre.

¿Más quién serías?

 

 

 

MADRE ISLA

 

 

Esa mañana las garzas no volaron

y de los confines de la luz llamó un dios.

Dulcemente tus pestañas se cerraron.

La tierra aulló. Todos los colores cambiaron.

El mar enmudeció. El aire se detuvo.

Oscuros velos de llanto taparon el sol.

De las azaleas lívidas la isla se cercó.

¿A qué piélago o esquife te llevaba?

No al término. A no llorar los muertos

tu florido sumo espiritual enseña.

Y si el mundo en ti comenzaba,

en tu misterio entre astros absortos,

suavemente, oh madre, todo termina.

 

 

 

 

 

Natália Correia retratada por Botelho

 

 

 

 

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