“PÉREZ ALENCART: EL PAN DE LA POESÍA”. PARECER DE JESÚS FONSECA ESCARTÍN

 

A. P. Alencart y Jesús Fonseca, en Salamanca (foto Dos Santos)

 

 

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar el prólogo escrito por el reconocido periodista y poeta Jesús Fonseca Escartín para el libro que ha coordinado y que acaba de ser editado por la madrileña editorial Betania, dirigida por Felipe Lázaro. El volumen, titulado “Alencartiana. Pareceres sobre la poesía de A. P. Alencart”, contiene setenta y cinco ensayos sobre los últimos cuatro libros de Alencart (tres antologías y el poemario Barro del Paraíso).

 

Jesús Fonseca Escartín nació en la Villa altoaragonesa de Canfranc (1952). Su quehacer profesional está dedicado a la poesía, la entrevista, la crónica y el columnismo. Licenciado en Ciencias de la Información, rama de Periodismo, por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido corresponsal de prensa, radio y televisión, así como enviado especial en numerosos países de Europa, África, Asia y América. También fue Director de Información Nacional de la Agencia EFE, de Televisión Española o Delegado de La Razón para Castilla y León. En poesía tiene nueve libros publicados: Tiempo de otro tiempo (1981), Poemas vestidos de viaje (1994), La reflexión del eremita (1996), Largo intento (1997), Poemas al alba (1998), El día continúa (2005), Con palabras de carne (2007), Pasión portuguesa (2011) e Inesperadamente (2016). También ha publicado el libro Castilla y León desde el cielo (1994) y los libros de crónicas Gacetillas irreverentes (2006) y Gacetillas humanísticas (2016).

 

Portada de Alencartiana

 

PÉREZ ALENCART: EL PAN DE LA POESÍA

 

 

Por la enredadera de la creación literaria, monte arriba, sube Alfredo Pérez Alencart, siempre en la vanguardia, con decenas de ensayos, poemarios, antologías y centenares de artículos aparecidos en los diarios de todo el mundo. Para desentrañar y entender la poesía del mundo hispano, hay que recurrir a quien mejor le tiene tomado el pulso: Pérez Alencart. Sin su empeño y su capacidad de búsqueda y de acogida, cientos de poetas españoles, portugueses, iberoamericanos y de Europa y Asía, serian unos desconocidos para nosotros.

 

¿Por qué cuento todo esto, amable lector? Pues para que sepas a lo que te enfrentas al pasar estas páginas: a un poeta necesario, de pensares y sentires recios, obsesionado con el milagro de la vida, la justicia y el desamparo del ser humano. Pero hay algo más: sin la extenuante tarea creativa de este humanista hispano-peruano, no se habría producido el abrazo más estrecho del que tenemos prueba, entre los escritores de las dos orillas, a los que lleva acogiendo y dando espacio en tierras salmantinas, desde hace décadas, al abrigo de su Universidad.

 

Me sucede a mí como a León Felipe, poeta del éxodo, del llanto y la esperanza; también «yo sé pocas cosas, es verdad, digo tan sólo lo que veo». Y lo que veo es a un escritor universal, que acoge a sus hermanos con los brazos abiertos y les abre y nos abre las puertas de par en par. No hay nadie que, con menos medios, haga tanto como Alfredo Pérez Alencart por el ensueño iberoamericano y por aquellos poetas que comparten la patria común del español y del portugués; la alianza ibérica de naciones.

 

Sigo con entusiasmo su obra y su peripecia humana, desde hace 30 años. Los pensares y sentires de Alfredo Pérez Alencart, me interpelan y me dan holgura, y sus poemarios, de obligada lectura para quien esto escribe, me acompañan y enseñan a pasar cualquier prejuicio por el arco triunfal.

 

Me quedo con su talento y calidad literaria; con el aliento poético de alguien que es capaz de desnudar las contradicciones y los errores de la sociedad contemporánea, desde unos convencimientos insobornables y un pensamiento cristiano que no esconde; como tampoco oculta su relación personal con Dios. Pérez Alencart es uno de esos pocos escritores que hablan de verdades eternas, mostrándonos así, una vez más, que lo más divino es lo más humano. Que si quitamos de la vida lo sobrenatural -como advierte Chesterton- “no encontraremos lo natural, sino lo antinatural”.

 

Alencart, Fonseca y Salvado en Zamora (foto de Jacqueline Alencar)

 

Con la sencillez de un campesino, el poeta avisa, para que nadie se venga a engaño, que sólo cree en el maná que ve en la mano del Amor y recuerda: «Próximo a la selva inmensa, / próximo al pulmón permanente / de lo que no tiene límites. / Así me crié». Y próxima a lo que no tiene límites, es también su poesía.

 

Forma parte, Alfredo Pérez Alencart, de ese grupo de poetas esenciales que laten al ritmo de lo que en verdad importa: «Vi cosas / que no se ven / y me revestí / de lo justo». Ni existe el correr del tiempo, para quien vive el eterno presente de emprender siempre algo nuevo y mostrar lo que es como es, cueste lo que cueste, por más que eso signifique ir contracorriente.

 

La Comunidad iberoamericana de Naciones –y especialmente España–, tienen una deuda perdurable con Alfredo Pérez Alencart, el esforzado dinamizador de la cultura hispánica desde esa ciudad de saberes que es Salamanca.

 

De entre las muestras de su originalidad y valor intelectual, me quedo con su valentía y con esa poética construida de humanidad y de una espiritualidad muy carnal. Porque Pérez Alencart, como queda de manifiesto en estas páginas, es mucho más que un escribidor creyente: es un profeta. «Un poeta místico, que vuela alto», como me dijo alguna vez en Valladolid nuestro irremplazable Alfonso Ortega. Porque el autor de Cristo del Alma y Cartografía de las Revelaciones, entre más de un centenar de libros o antologías, es el hombre más generoso que he conocido en esta vida, a la hora de compartir el pan de la poesía.

 

Y no solo, también su tiempo y sus bienes, tal vez porque está habitado por la compasión. Pérez Alencart  es la prueba de que la amistad es el plato fuerte de la vida. Vive para el acogimiento y la comprensión del otro. Para darse y entregarse a través de su obra y de su persona. A base de muchísimo esfuerzo, ha conseguido lo que parecía imposible: poner en pie a los poetas del mundo iberoamericano y reunirlos en la poesía, pero también más allá de la literatura, con uno de los proyectos culturales más serios y abarcadores que existen: el Encuentro de Poetas Iberoamericanos impulsado por él.

 

Alfredo Pérez Alencart y Jesús Fonseca (Foto de David Arranz)

 

Pero volvamos a su obra: en el pelotón de cabeza de la poesía contemporánea en lengua española, está Alfredo Pérez Alencart, con sus libros traducidos a muy diversos idiomas; con su poesía de rebeldía y de firmeza de convicciones, saltando a borbotones por la república de las Letras.

 

No concibo a Alfredo sin Jacqueline. Unidos en la vida y en la poesía. ¡Tan diligentes los dos! ¡Tan buenos amigos! Cuando algo se le escapa a Alfredo, cosa que sucede a veces, ahí está Jaqueline, con su equilibrio y moderación, para salir al quite. A su discreción y serena inteligencia, debe mucho nuestro poeta y él lo sabe. A ella dedica algunos de sus más hermosos poemas y mejores libros. Por algo será.

 

Soy testigo de su extrema generosidad difundiendo la obra de otros poetas y autores varios. Por ello, esta vez quise reunir algunos ensayos y artículos que, sobre sus trabajos más recientes, han ido publicando escritores de España, Portugal y la América hispana, especialmente, pero también de Brasil, Inglaterra, Rumanía o Italia. Aquí encontrarán pareceres sobre las antologías Una sola carne (2017), Gaudeamus (2018) y Para después (2018). A ellas se suman abordajes sobre su último poemario, Barro del Paraíso (2019). Entiendo que esta compilación de textos es un reconocimiento mínimo a su persona y a su conmovedora poesía.

 

Termino: Alfredo Pérez Alencart, en fin, es como un torrente de vida y más vida y es la sangre del hombre la que corre estremecida por estos versos, para los que escribo con incancelable gratitud estas palabras a manera de pórtico.

 

Jesús Fonseca Escartín

Valladolid, 23 de abril de 2020

 

 

A. P. Alencart y Jesús Fonseca, con Barro del Paraíso (Foto de Jacqueline Alencar)

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