Joan Manuel Serrat
Crear en Salamanca se complace publicar este ensayo de Gabriel Jiménez Emán (Caracas, Venezuela, 1950), escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. Vivió cinco años en Barcelona y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Oporto, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito.
Violeta Parra
TROVADORES O CANTAUTORES
No resulta sencillo dirimir hoy acerca de los asuntos que competen a las expresiones populares, precisamente debido a la profusión o inmediatez con que estas se producen en la vida cotidiana. En el caso de la música, su aprehensión se hace más complicada, por tratarse de un fenómeno de masas valorado por encima de lo estrictamente popular, para ubicarse en un fenómeno previamente comercializado a través del marketing y de necesidades comerciales inducidas, diseñadas para obtener ganancias netas derivadas de las ventas de discos. La aparición del disco transformó radicalmente la percepción de los cantores y trovadores, que se convirtieron, con el fenómeno masivo de las grabaciones – y ahora de los videos— en los nuevos ídolos de masas. Ya no se perciben como personalidades que identifican una región o un país, sino a quienes venden más discos y son capaces de sustituir tradiciones y culturas de cualquier país por medio de la penetración cultural que imponen las disqueras, a través de un gusto estándar homogeneizado de modo inter-nacional. Lo cual explica, por ejemplo, que en un país como Venezuela se oigan más canciones rancheras mexicanas, vallenatos colombianos, reggaes norteamericanos o baladistas internacionales que cantantes o intérpretes criollos. Esta preeminencia de lo masivo es un elemento desnaturalizador de lo popular, y ha permitido que se impongan una serie de manifestaciones musicales muy alejadas de ser expresiones genuinas de la sensibilidad y creación artísticas, para quedarse en un nivel precario en cuanto a logros estéticos, para luego imponerse sobre cualquier tipo de música popular, –llámese valse, canción, bolero, balada, merengue–, o sobre expresiones folklóricas importantes como el joropo, los polos, las tonadas o los aguinaldos, o incluso sobre trovadores o juglares modernos importantes como Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Silvio Rodríguez, Facundo Cabral, Alí Primera, Joaquín Sabina, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Víctor Jara, Fito Páez, Charly García, Chico Buarque, Elis Regina, Gaetano Veloso, Leonardo Favio, o Juan Luis Guerra, para citar sólo a algunos de los más notables. Podemos extender la lista al mundo de lengua inglesa y citar a John Lennon, Leonard Cohen, Joan Baez, Bob Dylan, Sting o Tom Waits, quienes han alcanzado pleno reconocimiento mundial.
Hacemos aquí la debida diferenciación entre cantantes y trovadores, entre intérpretes y juglares. Están los grandes cantantes, las grandes voces –populares o cultas— que van desde artistas de la ópera como Luciano Pavarotti, Plácido Domingo o María Callas, –quienes a veces interpretan piezas populares– hasta voces privilegiadas como Andrea Bocelli o grandes crooners norteamericanos como Frank Sinatra, Tony Bennett, Nat Kig Cole, Ray Charles o Louis Armstrong; o voces sublimes del jazz como Billie Holliday o Ella Fitzgerald; grandes vocalistas de la música pop como Freddy Mercury, Sting, Elton John, David Crosby, Janis Joplin, o Neil Young en los 70, hasta llegar en los 90 a voces privilegiadas como las de Robbie Williams, Diana Krall o Gloria Stephan. En cambio, los trovadores o cantautores no deben tener necesariamente voces brillantes para alcanzar el rango de grandes intérpretes, como son los casos de Joaquín Sabina en España, Tom Waits en Estados Unidos o Leonard Cohen en Canadá, poseedores de unos timbres más bien gangosos o pastosos, que expresan la rudeza o la crudeza de sus peculiares condiciones existenciales en las grandes ciudades, y marcan acaso nuevas formas de modular para alcanzar registros distintos, situados en un rango de innovación. Asimismo, habría que decir que tales trovadores componen sus propias canciones, las cuales a su vez suelen poseer una calidad literaria considerable, en perfecta sintonía con la melodía que las contiene, es decir, exigen una comunión letra-música que convierte a estas piezas en únicas, en auténticos poemas. Sólo que a estos poemas no podemos considerarlos formando parte del canon estricto de la literatura, entre los rangos genéricos que definen a la poesía dentro de un conjunto de normas artísticas prestigiadas por una preceptiva, por una academia o una teoría, más bien pertenecen a una tradición cultural de lo popular profundamente cimentada en el legado oral –más que en el escrito— de cada país, e íntimamente relacionado al alma del pueblo al cual pertenecen; por tanto, no requieren de la aprobación académica para convalidarse.
Pablo Milanés
COMPAÑERA DEL TROVADOR
Una de las imágenes bajo las cuales se nos presenta un trovador es acompañado de su guitarra, arpegiando con ésta las melodías que canta. Si antaño fueron la cítara en Grecia, el laúd en Inglaterra y la vihuela en España, la guitarra ha sido la continuación histórica de estos instrumentos, hasta convertirse en el instrumento popular por excelencia y el más completo entre éstos. Por su liviandad física, su carácter portable, la claridad de sus sonidos y su posibilidad de combinarlos, la guitarra se popularizó en el mundo hasta alcanzar todas las latitudes y épocas, arribando en los siglos XIX y XX a un estatus significativo como instrumento solista en los pentagramas de los repertorios europeos –especialmente en España— con gran repercusión en América Latina durante el siglo XX, donde le siguieron instrumentos como el tiple en Colombia, el cuatro en Venezuela y el charango en Perú o Bolivia, y los trovadores y cantautores la han adoptado como instrumento principal y como una suerte de símbolo o de compañera física. Asimismo el trovador, mientras se acompaña con ésta puede estar asistido por un ensamble o una orquesta, y entonces la complejidad sonora del trovar aumenta. El trovador puertorriqueño José Feliciano ha sido uno de quienes más boleros y canciones se ha acompañado con su guitarra –instrumento del que es virtuoso–; extrae de él una sonoridad muy personal, sabiéndose valer de arreglos orquestales para enriquecer sus interceptaciones. Feliciano ha declarado que su fuente de inspiración para ejecutar su instrumento es el guitarrista venezolano Alirio Díaz, quien llevó las sonoridades criollas y latinoamericanas a ser consideradas en los pentagramas de Europa y el mundo.
En la actualidad multitud de trovadores salen a escena de este modo, y así también se graban sus discos. En casos ya mencionados de trovadores establecidos como Serrat, Milanés, Rodríguez, Primera, Ibañez, Cabral y otros, poco a poco fueron aceptando otras posibilidades de registro para sus grabaciones, aún cuando éstas no añadían mucho a su poder creativo; antes bien, el trovador se va mimetizando con el cantante profesional y puede terminar siendo un baladista más, perdiendo así buena parte de su fuerza primigenia. Es aquí también donde entra el fenómeno de la comercialización y la serialización y donde opera la ya citada desnaturalización del trovador para convertirse en un simple emisor de canciones, con más o menos efectividad, como es el caso de cantantes que pueden poseer una bella voz o alcanzar agudos registros, sin conseguir una expresión lograda, propia.
POETAS Y TROVADORES EN EUROPA Y AMÉRICA
Hace poco, con motivo de concederse el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, no se hicieron esperar las reacciones de los puristas académicos y de otros escritores que se sienten ungidos por los dioses en el momento de escribir, declarando su estupor porque este premio se estaba concediendo a un “cantante”. Se suele olvidar a veces que uno de los textos fundadores de la poesía castellana, el Poema de Mío Cid, fue escrito por un juglar anónimo del siglo XII, y que algo similar se puede apreciar en lengua francesa con La canción de Rolando y en los importantes juglares y trovadores del mediodía francés, los trovadores provenzales de la Edad Media de donde proviene la gran poesía lírica occidental, poetas que iban de plaza en plaza, de ventana en ventana y de taberna en taberna diciendo sus poemas; los juglares también hacían esto y no escribían necesariamente ellos mismos sus poemas, mientras que los trovadores sí; algunos de estos eran muy cultos y eran considerados herméticos (trobar clus), cifrados, o bien trabajaban en las cortes, pero en todo caso tenían ese carácter cotidiano de participar de los acontecimientos políticos, militares, económicos y sociales. Recordemos que la lírica griega y latina nació acompañada de la música (del instrumento de la Lira, de donde toma su nombre) y que el canto acompañó muchas veces el ejercicio de la poesía en la antigua Grecia y Roma, y en numerosos juglares y trovadores de Provenza, Galicia, Cataluña, Castilla, Madrid, Portugal y Francia, hasta dejar en estas regiones un importante legado lírico.
De los fundadores de la juglaría medieval podemos citar a Jaufré Rodel, Marcabrú, Guilhem de Peitieu; más adelante aparecen Bernat de Ventadorn, Girault de Bornelh, Gui de Cavalhon y sobre todo Arnaut Daniel. Ya más avanzado el siglo XIII se distinguen las figuras de Peire Cardenal; los catalanes Cerveri de Girona y Guirant Riquer, hasta que ya al final de ese siglo el arte trovadoresco va sufriendo un natural cansancio. En todas estas épocas destacó un género polémico y satírico, usado sobre todo para ironizar al poder político y religioso, la corrupción en la política y la iglesia. Este género se llamó el Sirventés, muy utilizado como arma de crítica social, así como en el siglo XX lo hicieron trovadores como Bob Dylan, John Lennon, Joaquín Sabina, Violeta Parra, Víctor Jara o Alí Primera.
Nunca he tenido dudas acerca de que Bob Dylan sea un poeta, un trovador moderno, como bien pueden serlo John Lennon o Joan Manuel Serrat. Se trata de trovadores populares, provenientes de clases obreras o trabajadoras, y de un profundo conocimiento de la realidad social que les rodea; en ellos está perfectamente reconocido un sentimiento de voluntad para expresar lo individual, la subjetividad personal, es cierto, pero también se han hecho eco de las distintas problemáticas sociales o ideológicas de su tiempo, han retomado sus particulares mitos, fabulas o tradiciones, las cuales han vertido en letras (lyrics, en inglés) de una gran fuerza emotiva y participado de sus inquietudes intelectuales y críticas. En trovadores como el catalán Joan Manuel Serrat o el brasilero Chico Buarque encontramos a dos poetas de alto rango. Serrat rezuma el espíritu poético catalán con irradiación a toda España; ha logrado comunicarnos la nostalgia, el amor y la alegría con una especial jocosidad y un personal desenfado, además de las magníficas versiones que ha realizado de los grandes poetas españoles Miguel Hernández y Antonio Machado. Proveniente de Pueblo Seco, un barrio marinero de Barcelona y admirador de un poeta proletario como Joan Salvat Pappasseit, Serrat prosiguió una línea coherente que proviene de trovadores franceses como Jacques Brel, Georges Brassens o Leo Ferré y prosigue hasta convertirse en uno de los fundadores de la llamada Nueva canción catalana, que defiende a la lengua y la cultura catalanas frente a los embates del franquismo. Pero además se identifica con otros escritores y poetas de América Latina y les dedica álbumes importantes. Trovador de juicios públicos diáfanos y de una gran sinceridad, durante años Serrat nos ha inspirado con una música donde la riqueza melódica y armónica está al servicio de un contenido poético notable. Cuando hablamos de España no podemos dejar de lado el arte flamenco de Andalucía, los cantaores de tablaos que entonan con su voz profunda y poderosa sus alegrías y angustias, acompañados de guitarras y palmadas que funcionan como instrumentos percusivos, mientras la gracia de las bailaoras andaluzas se exhibe en sus bailes recios y sensuales. Son muchos los intérpretes del flamenco, desde maestros como Camarón de la Isla hasta Diego el Cigala nos han dado muestras de su arte.
Vinicius de Moraes
El compositor e intérprete Chico Buarque ha renovado el pentagrama de la samba y el bossa nova brasileros (creado por el trovador y guitarrista Antonio Carlos Jobim y el poeta Vinicius de Moraes, en una dupla pocas veces igualada) a través de una extraordinaria capacidad para crear tonos disonantes, componer con una gama enorme de sutilezas armónicas en difíciles ejecuciones en la guitarra, todo ello acompañado de una inventiva lírica de primer orden, donde el tema amoroso y el festivo se apoderan del espacio sonoro para convertirse en humor, gracia y reinvención de lo cotidiano. Es justo mencionar que en el Brasil se produce –como en pocos países– una comunión muy especial entre música y poesía; tanto compositores como poetas trabajan en permanente colaboración para lograr textos de una alta calidad artística.
Bob Dylan
COMPROMISO Y BELIGERANCIA: EL CASO DYLAN
En el caso de Bob Dylan, su poética está poblada de imágenes surrealistas y vanguardistas, de un humor cáustico que renueva la modalidad country y blues en un caleidoscopio de visiones sarcásticas provenientes de la cultura beatnik y del movimiento contracultural norteamericano, el cual hace una crítica social al pensamiento tradicional y a las ideologías convencionales, incluyendo un cuestionamiento a la política. Extraña por eso que Dylan haya aceptado reconocimientos del establecimiento norteamericano, condecoraciones impuestas por el gobierno de Barack Obama, quien a su vez ha recibido el Premio Nobel de la Paz, lo cual luce contradictorio en una persona que, como él, no hizo sino promover la guerra y la injerencia bélica directa en otros países. El prestigio del Premio Nobel ha declinado en los últimos años debido a la dirección que ha tomado, reconociendo a intelectuales o políticos identificados con la ideología reaccionaria de la dominación, con grupos de poder que han usado el Premio Nobel para justificar sus acciones negativas en el campo político, prestigiando a personas poco atentas a un humanismo liberador o a una sensibilidad social real, optando por plegarse a las componendas del más craso neoliberalismo. Dylan, que ha escrito defendiendo a minorías étnicas, indios, negros y retando a los poderosos, ha sido tildado también de judío sionista con escasa claridad ideológica, al recibir los honores de un gobierno en decadencia. No lo sabemos. Lo cierto es que Dylan es un poeta denso, crítico y mordaz, que ha sabido poner el dedo en la llaga de un país que, lejos de ser tan superpoderoso como pretende hacernos ver, más bien ostenta flaquezas en su concepto de gobernanza.
En la llamada cultura Pop –término apócope de popular, que incluye las poderosas expresiones del rock)– se producen entonces las primeras amalgamas contemporáneas entre el blue, el jazz, el country, el soul, la salsa, el son, el techno, las búsquedas electrónicas y las orquestaciones clásicas con la tradición popular y de calle. Así tenemos, por ejemplo, que un trovador como el australiano Sting canta y toca la guitarra dentro de una gama asombrosa de modalidades, acompañado de arreglos orquestales y coros. Asimismo, otros cantores que venían de grupos de rock como John Lennon, Cat Stevens, Neil Young o Stephen Stills salieron al escenario como solistas, acompañados de bandas u orquestas.
Mercedes Sosa
AMOROSOS Y ROMÁNTICOS
La línea de los cantautores emerge paralela o simultánea con la de los cantantes de corte sentimental, basada en un romanticismo que se expresa de un modo más o menos estilizado o “elegante” en sus maneras, tal lo percibimos en cantantes como Carlos Gardel en Argentina, quien estilizó el tango y la milonga populares. En Cuba, Beny Moré es el indiscutible renovador del son; además de compositor y gran intérprete dirigió con tino su propia orquesta. El son y la trova cubanos han alcanzado un alto grado de calidad artística, bien conectada con una insurgencia de trovadores plenamente conscientes de la responsabilidad que han tenido en tiempos de Revolución, la cual ha sido atacada desde diversos flancos por los intereses del capitalismo neoliberal. En el norte de Argentina se destaca la poderosa voz de Mercedes Sosa, que recoge buena parte de una tradición de chacareras y milongas. En Venezuela, Alfredo Sadel hereda e interpreta el mejor romanticismo popular hispanoamericano, imprimiéndole una entonación propia, así como en Puerto Rico la figura de Tito Rodríguez en la siguiente generación, llenándola de un esteticismo orquestal basado en arreglos y florituras armónicas; en otra generación tenemos a cantantes de primer orden como Ismael Rivera, Héctor Lavoe y Cheo Feliciano, que se manejan muy bien entre el son y el bolero. Todos ellos venían precedidos de dos grandes boleristas: el chileno Lucho Gatica –a mi entender insuperable—y el argentino Leo Marini. En Cuba descuellan en este mismo sentido las voces femeninas de La Lupe, Celia Cruz y Omara Portuondo.
Simón Díaz
Otros intérpretes populares de importancia son Felipe Pirela en Venezuela, considerado uno de los primeros boleristas de América, junto al puertorriqueño Tito Rodríguez. En Ecuador, Julio Jaramillo en el género del pasillo manejó una voz asombrosa. En Venezuela habría que citar a Simón Díaz como eximio representante de la canción llanera, como su más grande exponente y compositor. Y la voz plena de ternura de Cecilia Todd en el momento de interpretar las piezas de nuestro folklore, especialmente los aguinaldos y villancicos, que en su voz se ven realzados por una especial espiritualidad y pureza. En el género del villancico o aguinaldo justo es citar los aportes del compositor yaracuyano Otilio Galíndez, quien contemporizó y renovó nuestro aguinaldo con soberbias versiones inspiradas en el alma popular. En su caso, conmueve constatar cómo este músico de extracción campesina se aferró a la música desde niño y se obstinó en perfeccionar sus piezas para llevarlas a un alto grado de calidad formal. Su temperamento sencillo y paciente fue recompensado con el amor que le profesó a su madre, a la música venezolana y a la imagen del niño Dios. Otras voces venezolanas que recogen de manera notable el espíritu popular son Lilia Vera, Gualberto Ibarreto, Francisco Pacheco, Iván Pérez Rossi, Guillermo Jiménez Leal e Israel Colina.
Todos estos habían sido precedidos en Latinoamérica por un primer romanticismo de los tríos mexicanos como el Trío Los Panchos y el Trío Los Ases, y en Cuba el Trío Matamoros, que tuvieron una importante influencia en su época. En efecto, mientras Cuba fue la tierra del son, México se convirtió en una meca de la canción romántica internacional desde los tiempos de Pedro Infante, Jorge Negrete o Antonio Aguilar (maestro incomparable del corrido mexicano), y abrieron luego el camino a compositores de canciones rancheras como José Alfredo Jiménez, quizá el mejor de todos ellos, y luego a Javier Solís, que renovó el género creando con su tersa voz el bolero ranchero; también de románticos como Agustín Lara, con un tono urbano muy depurado y dramático, que no cesaría de extenderse hasta nuevos compositores como Armando Manzanero. Chabela Vargas y María Dolores Pradera son voces extraordinarias y sentidas del alma profunda mexicana. En otras generaciones de baladistas mexicanos con proyección internacional sobresalen los nombres de Marco Antonio Muñiz, Juan Gabriel, José José, Luis Miguel y Alejandro Fernández.
José Feliciano
Habría que anotar que el movimiento del romanticismo en América juega un papel importante dentro de la sensibilidad popular, que a veces se refugia en la subjetividad amorosa o en la efusividad del baile para dar cauce a la realización individual, emocional y afectiva; de hecho, dramas personales del amor hallan refugio en letras de baladas y canciones, en medio de una suerte de catarsis colectiva, mientras se producen los necesarios cambios sociales que permitirán a los pueblos desembarazarse de viejas fórmulas de convivencia.
A esta corriente romántica han pertenecido músicos de varias generaciones, quienes se expresan por supuesto de manera diferente entre ellos; por ejemplo, hay un romanticismo de bohemia interior como el encarnado por dos grandes intérpretes como Daniel Santos o Agustín Lara, o el de Roberto Carlos y Nelson Ned en Brasil; mientras en otro sentido se creó toda una escuela con una peculiar manera de bailar y de moverse en escena creada por el ídolo de masas estadounidense Elvis Presley, la cual fue replicada por varios cantantes en diversos países, tal lo hicieron Tom Jones en Inglaterra o Sandro en la Argentina; pero éstos no son propiamente trovadores sino cantantes con carisma, sus figuras están asociadas a una idolatría trágica del uso de drogas, a que nos tiene acostumbrados la cultura del hedonismo y la superabundancia, del fasto y la riqueza.
Facundo Cabral
A CONTRACORRIENTE
Consideración aparte merecen cantautores comprometidos con otras realidades liberadoras como son Alí Primera en Venezuela, –que recorrió al país entero dejando un mensaje de rebeldía y amor por las gentes de su tierra– y Silvio Rodríguez en Cuba, Violeta Parra y Víctor Jara en Chile, quienes emprendieron nuevas formas de trovar para estimular o celebrar las luchas de la gente por alcanzar su realización como naciones libres de dictaduras. Estos dos trovadores chilenos fueron agredidos por regímenes autoritarios y criminales, hasta el extremo de llegar a cercenar brutalmente las manos a Jara antes de asesinarlo, a manera de escarnio público. Violeta Parra cometió suicidio, John Lennon fue asesinado por un psicótico y Facundo Cabral ultimado en misteriosas circunstancias. En todo caso, los trovadores, juglares o cantautores de hoy nos acercan con más veracidad a nuestros gozos y misterios, a nuestras luchas colectivas y a nuestras batallas individuales, haciendo uso del arma de la palabra y de la herramienta inefable de la música para trasmitirnos ese goce.
La mayoría de estos trovadores modernos han ido siempre a contracorriente de lo comercial y lo fácil; se han trazado metas difíciles y exigencias distintas en cada nueva grabación; no cesan de experimentar buscando nuevas posibilidades, son rigurosos consigo mismos y no se pliegan a las líneas comerciales de las disqueras; escuchan sus llamados interiores y trabajan cada letra y cada melodía con sumo cuidado; en el caso de cantautores como Alí Primera, Facundo Cabral, Víctor Jara, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa o Violeta Parra éstos se insertan dentro del rango de una canción comprometida con las necesidades sociales de la gente, de trabajadores, campesinos y obreros que viven en una lucha de superación de las necesidades vitales en tanto comunidades, y en sus obras no dejan de referir paisajes, historias, vivencias, anécdotas grandes y pequeñas de la gesta regional o nacional, y por supuesto sus vicisitudes amorosas, pasionales o anímicas, espirituales o religiosas. En fin, toda una gama de cantautores, trovadores, juglares o intérpretes virtuosos se han repartido la escena en el siglo XX y en lo que va del XXI con una variedad y una complejidad musical que han sido vitales para comprender y disfrutar de modo más cabal la cultura popular, entendida ésta como parte esencial de la sensibilidad y del pensamiento de la humanidad.
Leonard Cohen
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