JACQUELINE Y ALFREDO: NUNCA EL AMOR FUE MÁS BELLO. APUNTE DE ENRIQUE VILORIA

 

 

Alfredo y Jacqueline Alencar en el campo charro salmantino (julio 2011)

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar este emotivo apunte que nos ha hecho llegar, desde la isla de Margarita, el destacado escritor venezolano Enrique Viloria Vera (Caracas, 1950), Doctor en Derecho por la Sorbona y, hasta su jubilación, profesor de la Universidad Metropolitana de Caracas, donde desempeñó los cargos de Decano de Economía y Ciencias Sociales, Decano de Estudios de Postgrado, así como director-fundador del Centro de Estudios Latinoamericanos “Arturo Uslar Pietri”, además de haber sido profesor invitado por las Universidades de Oxford, St. Antony’s College, Cátedra Andrés Bello, (Inglaterra 1990-1991) y por la Universidad de Laval (Canadá 2002). Es autor y coautor de más de ciento treinta libros sobre temas diversos: gerencia, administración pública, ciencias políticas, poesía, artes visuales y humorismo. Su obra escrita ha sido distinguida con el Premio de la Academia Venezolana de Ciencias Políticas y Sociales o con el Premio Iberoamericano de Ensayo Alfonso Ortega Carmona, y con Menciones de Honor en el Premio Municipal de Literatura (Mención Poesía) de Caracas y en la Bienal Augusto Padrón del Estado Aragua. Recibió la Orden Andrés Bello (Banda de Honor) y el Gran Cordón de la Ciudad de Caracas. En 1998, la Universidad Metropolitana le otorgó el Premio al Mérito Académico en el área de Ciencias Políticas, Sociales y Administrativas.

 

 

Alencart, Jacqueline Alencar, Iraida Páez y Viloria, en la Plaza Mayor de Salamanca (foto de José Amador Martín, 2015)

 

 Viloria y su esposa Iraida Páez vivieron ininterrumpidamente en Salamanca desde principios de 2016 hasta el 10 de marzo de 2021, cuando volvieron a Venezuela para radicar en la Isla de Margarita. Pero la vinculación de Viloria con Salamanca se remonta a 2002, cuando aceptó invitaciones de la Universidad de Salamanca y del Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca. (CEIAS). Por diferencia de algunas semanas, tanto Viloria como Alencart han perdido a sus esposas, pilares incuestionables de sus vidas.

 

 

Alfredo y Jacqueline Alencar (2010)

 

 

JACQUELINE Y ALFREDO:

NUNCA EL AMOR FUE MÁS BELLO

 

(con la venia de Aquiles Nazoa)

 

 Verdaderamente, nunca fue tan claro el amor como cuando Alfredo amó a Jacqueline: su princesa, su gacela, su negrita blanca.

 

 Alfredo Pérez Alencart amó con ternura y desenfreno a Jacqueline, su prima lejana, el Ruiseñor de Bolivia.

 

Ambos eran soñadores, jóvenes y hermosos, su amor compartían como dos colegiales comparten sus golosinas y sus ilusiones.

 

Se conocían poco cuando la dorada Salamanca los acogió. El día que se besaron por primera vez, la villa brilló más que nunca… resplandeció y podía vislumbrase -a simple vista-, desde lo más recóndito de la Vía Láctea.

 

Amar a Jacqueline era como ir comiéndose un mango maduro y dulce bajo la tupida lluvia amazónica. Era estar en el campo y descubrir que hoy amanecieron maduras todas las frutas y más alegres los pájaros y las mariposas.

 

José Alfredo Pérez Alencar, Jacqueline y Alfredo en la Plaza Mayor de Salamanca (Foto de José Amador Martín, 2017

 

 

La mirada de la amada poblaba de dominicales colores el paisaje. Bien pudo haber nacido en una caja de encendidas acuarelas. Alfredo tenía una caja de poesía en el corazón, y unas amorosas ganas de ser y hacer futuro con su princesa boliviana.

 

A veces los dos salían de viaje por rumbos distintos. Pero seguían amándose en el encuentro de las cosas menudas de la tierra.

 

Alfredo reconocía y amaba a Jacqueline en la transparencia de las aguas del Tormes, en el vuelo de las cigüeñas, en la mirada de los niños y en las hojas secas del otoño salmantino.

 

Jacqueline reconocía y amaba a su Alfredo en las barbas de los mendigos, en el perfume del pan tierno y en las más humildes monedas que llevan los sin papeles en sus menguados bolsillos.

 

Ambos se solazaban en el amor prodigado, tanto al Amado Galileo como a José Alfredo, el bienvenido unigénito.

 

Verdaderamente, nunca fue tan hermoso el amor como cuando Alfredo Pérez Alencart amó a Jacqueline, el Ruiseñor de Bolivia, quien ahora canta para deleite de ángeles y querubines en las apacibles campiñas del Señor.

 

 

 

 

Jacqueline Alencar junto al Tormes y con su Salamanca de fondo, y en las manos un ejemplar de la Biblia del Oso, más conocida como Biblia Reina-Valera

 

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