ENTREVISTA A La POETA navarra marina aoiz monreal. POR RICARDO JIMÉNEZ, DESDE SALAMANCA

 

 

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La poeta Marina Aoiz Monreal

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar, de forma exclusiva, esta entrevista que el periodista Ricardo Jiménez acaba de hacer, vía Email, a la destacada poeta Marina Aoiz Monreal (Tafalla, Navarra, España, 1955) y de quien estamos difundiendo su nuevo libro, ‘El cuerpo secreto de la rosa’, escrito en homenaje al poeta cubano Gastón Baquero. Aoiz estudió Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra y Mitología en la Universidad de los Andes en Mérida, Venezuela, entre otros aprendizajes. Ha publicado los poemarios La risa de Gea (1986); Tierra secreta (1991); Admisural (1998); Fragmentos de obsidiana (2001); El libro de las limosnas (2003); Edelphus (2004); Hueso de los vientos (2005); Don de la luz (2006); Donde ahora estoy en pie frente a mi tiempo (2007);  Hojas rojas (2009); Códigos del instante (2009);  El pupitre asirio (2011); Islas invernales (2011); y Génesis, (2001, Quito). Parte de su obra poética está recogida en una treintena de antologías y otras publicaciones colectivas. En su trayectoria literaria he recibido premios de poesía y narrativa, en Asturias, Aragón, Andalucía, Extremadura, Madrid, Euskadi y Navarra, entre ellos el Premio a la Creación Literaria del Gobierno de Navarra, en los años 1986 y 2003; el Premio Internacional de Poesía “José Verón Gormaz” de Calatayud (Zaragoza) en 2010; o el Premio “Leonor de Córdoba” en 2011. En 2015 publicó ‘Mirar el río’ (Pequeña antología 1986-2011, en edición bilingüe español-euskera, con traducción de Iñaki Bastarrika Izaguirre.

 

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  Retrato de Gastón Baquero, de Miguel Elías

 

¿Cómo y por qué necesidad decide escribir ‘El cuerpo secreto de la rosa’, siguiendo la estela de los versos de Gastón Baquero?

 

 

En el año 2011, el editor Javier Galvez de Quito, publicó un libro ilustrado por el artista ecuatoriano Juan Manuel Fernández Cuichán, titulado Génesis. Cuichán me había entregado un cuaderno e invitado a escribir inspirada en sus ilustraciones. Mi intención fue realizar un ejercicio de sincretismo entre culturas de aquí y de allá. Elegí epígrafes de distintos poetas, entre ellos Gastón Baquero. La lectura de algunos de sus poemas quedó en mí resonando como un eco. Cuando me acerqué por segunda vez a su obra, experimenté un deslumbramiento. Gastón Baquero era «el más inocente de los inocentes», el poeta que extendía una escalera de luz y palabras para conectarse con lo sagrado. Mestizo, exiliado cubano, homosexual, «gusano», culto, humanista, verdadero caballero (en palabras de Dulce María Loynaz), afable, de pensamiento libre, conciliador, admirador de la obra de Vallejo, Rilke o Goethe, entre otros autores que me entusiasman… La lectura de sus versos me generó una ternura gozosa, celebrativa y sobre todo, ganas de escribir. Así que anoté, casi al azar, versos que me encandilaban y me permití jugar con ellos a desencadenar nuevos textos. El título lo tuve clarísimo desde el principio. A la rosa, tan simbólica y misteriosa, se unía la imagen de un cuerpo secreto. Lo consideré un título perfecto. Jugué y escribí o escribí jugando.

 

 

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Portada del libro

¿Podría hablarnos de su estructura en cuatro secciones que suman 41 poemas?

 

 

Su estructura está diseñada de forma arbitraria, con la pretensión de ir «inventando» la vida del poeta. No la de Gastón Baquero de carne y hueso, sino la del Gastón fantasioso, imaginativo; del Gastón que yo concibo como padre-poeta, hermano-poeta, incluso como conciencia poética. Si él atravesaba el espacio y el tiempo para viajar a India, yo viajaba agarrada de su mano. Preparé con él excelente compost de jardinero, saboreé golosinas en el campo y bebimos juntos deliciosos brebajes en una copa de papel. Su conexión con la Naturaleza la hice mía. El valor intrínseco de todos los seres vivos. También su anhelo de sumergirse en las estrellas. Pretendí un diálogo de poéticas. Comencé con el viaje de su alma de niño y concluí con el poeta convertido en rosa de cuerpo iluminado. Insisto, tanto la estructura como los textos, manaron de la misma fuente y se transformaron en río. Todo fue fluido.

 

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Alencart, Baquero, Carmen Ruiz Barrionuevo y Jacqueline Alencar (Salamanca, 1994)

 

¿Cuál ha sido su satisfacción tras el resultado final?

 

 

Escribí ‚El cuerpo secreto de la rosa‘ en un par de semanas bajo un arrebato de amor hacia el ser inocente; también de dolor por los maltratos y desconsideraciones que la vida infligió al poeta. No he sentido necesidad de corregir ni depurar en exceso. Es lo que es. Escritura rápida, fluida, intensa, inspirada por el placer de la lectura de los textos de Gastón Baquero. He querido que esa rapidez en el ejerccio de escribir se tradujese en la inmediatez de la difusión. Me encantaría que despertara interés por la obra del poeta cubano, a quien no la conozca, y a quienes ya la aprecian, una sonrisa de complicidad. Esa sería mi satisfacción.

 

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 Celebración de la existencia, edición de A. Ortega y de A. P. Alencart (Salamanca, 1994)

 

Al haber vivido en la región andina de Venezuela, entiendo que desde entonces se acercó más a la obra de poetas latinoamericanos ¿Quiénes son sus referencias?

 

 

En el Oriente venezolano, en 1981, en Cumaná, me enamoré de la obra de José Antonio Ramós Sucre y de Cruz Salmerón Acosta. Leí sus libros en primeras ediciones. Ya había leído a César Vallejo, Neruda, Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Delmira Agustini, Juana de Ibarbouru, Gabriela Mistral… En Venezuela me acerqué a la obra de poetas mexicanos: José Emilio Pacheco, Octavio Paz, José Gorostiza… De México, más tarde, regresé con la obra de Nezahualcóyotl o de la poeta salvadoreña Claudia Lars. Los viajes que he hecho al otro lado del Atlántico han resultado una oportunidad de descubrir a nuevos autores: los venezolanos Víctor Valera Mora, Ramón Palomares o Vicente Gerbasi; los peruanos José Watanabe o Eduardo Chirinos; el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, por citar sólo a algunos de los escritores y escritoras que me han señalado sendas expresivas.

 

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Alfonso Ortega, Baquero, De Vicente y Alfredo Pérez Alencart, en la Pontificia

(foto España, Salamanca 1993)

Un poemario suyo quedó finalista de la III edición del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador. ¿Le resultó positiva esta participación y lo que Salamanca busca ofrecer para la poesía iberoamericana?

 

 

Cuando me llega información de los encuentros iberoamericanos, siento una gran emoción porque los cinco años que viví en Venezuela y los viajes a Colombia, Ecuador, Perú o México, han sido intensas experiencias que forman parte de mis libros. Participé en dos ocasiones en los encuentros de Mujeres escritoras en el País de las Nubes, celebrados en México, y el intercambio entre poetas de todos los países de habla hispana resultó un venero de inspiración. Alabo el esfuerzo que debe suponer la organización de los encuentros salmantinos.

 

Respecto al poemario que quedó finalista en la III edición del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, ojalá hubiera sido elegido para poder ser editado y compartido. De cualquier manera, si despertó interés entre tantos ejemplares presentados, debe ser una idea expresada correctamente. Algún día se convertirá en libro si es su destino. Estoy agradecida al jurado y a los organizadores.

 

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Otra imagen de Marina Aoiz

 

 

 

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