En torno a la poética de Alfredo Pérez Alencart: Monarquía del Asombro. Santiago Redondo Vega

 


 

  

 Alfredo Pérez Alencart (Foto de Ana Barón)

Monarquía del asombro (Lancom Ediciones, Lima, 2013, pp. 286), antología de la obra en verso de Alfredo Pérez Alencart  que abarca catorce años de su tiempo de creación literaria, desde 2001 año en que el autor se decidió –por fin– a publicar su obra, hasta este presente 2013, y que está  integrada tanto por poemas ya aparecidos en publicaciones anteriores, como por otros nuevos, o no tan nuevos, pero totalmente inéditos hasta hoy, tiene una característica fundamental para cualquiera que se acerque a tratar de imbuirse  de su particular universo lírico y es que la elección de todos y cada uno de los poemas que la componen ha sido realizada exclusivamente por el propio autor. Con lo cual, la forma y el contenido de los mismos ya nos va a proporcionar una visión clara y fehaciente de la manera de hacer y de sentir -de sentirse- de cómo quiere mostrársenos, con sus propios ojos poéticos, este prolífico creador.

 

En cuanto a su estructura cronológica, esta antología poética se  presenta inversa a lo que cabría suponer como recorrido lógico en el devenir del tiempo, pues discurre de presente a pasado y no de pasado a presente. Así que al abrir el libro, y tras tres poemas iniciales a modo de declaración de intenciones por parte del autor y de las incursiones líricas en dos de sus poemarios hasta ahora inéditos, nos encontramos primero con sus poemas más modernos, es decir los más actuales, los más imbuidos  -por lógica- de su más reciente manera de afrontar la poesía.

 Redondo, Alencart y Fonseca (foto de J. Alencar)

El poeta es un ser vivo, un hombre a conciencia, y como tal, con el paso y con el peso del tiempo, muta su forma de expresión, incluso su temática. Cambian sus ideas, la manera de encararse con sus sentimientos, la actitud con que afrontar la vida, a la par –o no– que muta el hombre que va con él, ese otro yo en quien confía y de quien en último término se alimenta.  Tal vez por eso Alfredo Pérez Alencart, sin renunciar al poso de sus primeros versos, que ya definen la luz con la que tiene la intención de alumbrarse en su periplo, se encuentra más a gusto con su yo de estos últimos poemas y nos los saca al encuentro y al saludo, como un buen anfitrión de esta límpida casa de lunas de papel.

 

Adentrarse en la poética de un autor sólido y consolidado como Alfredo Pérez Alencart supone, cuando menos, la posibilidad de desmenuzar caminos y entresacar tendencias, esas que, por personales e intransferibles, terminan por definir la idiosincrasia, el estilo literario, la fuerza del verso en suma, que hace que un poeta sea o deje de ser voz de referencia. Y esa inmersión en otras poéticas, esa lectura, ese análisis de otro o de otros, deviene siempre en aprendizaje, en experiencia literaria, en párpado enriquecedor que termina por abrir los ojos a otros mundos, a otras maneras de entender y de contemplar la sed poética. El objeto observado ya puede ser el mismo, que la diferencia va a estar siempre en el ojo particular de quien lo mira. Ya el refrán lo dejó dicho con sapiencia.

 

Alfredo Pérez Alencart, es, por voluntad o no, el poeta de la dualidad permanente. Cuánta razón tenía Ortega y Gasset en aquella frase lapidaria que dejó para la historia: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Pues bien, las circunstancias de Alfredo Pérez Alencart viven y se alimentan de sus dos amores-patrias que son Perú y España, y más certeramente, Puerto Maldonado -su lugar de nacimiento- y Salamanca -su Troya vívida y literaria-.

 

De ahí derivan sus primeros mestizajes, los sentimentales, los vivenciales y hasta los laborales, en una palabra, los humanos. Los otros, los filosóficos, los religiosos, o los místicos, que pertenecen a una esfera más intelectual y de conciencia del autor, hablan de un hombre de leyes embarcado en la búsqueda, en la defensa de un ideal de justicia, pero justicia en su sentido amplio y profundo, justicia en sus dos vertientes necesarias: tanto la humana, como la divina.

 

Esos mundos, que yo sepa, y otros cuántos mundos más, que ciertamente ignoro, y que quizá hasta el propio autor ignore también, por la fragilidad memoria vivencial, o por falta de atención a lo que el cerebro ve cuando es el ojo el que piensa, pero que también se instalan en el subconsciente lírico, son los que definen la manera –voluntaria o no- de hacer poesía en Alfredo Pérez Alencant.

 

Europa y América, Cielo y Tierra, son dualidades perennes en la poética de quien  atraviesa -aunando con su verso- igual selvas que páramos, lo mismo caminos de polvo pisoteado, que veredas de inmaculado cielo. Latidos de esos dos pálpitos que caracterizan la luz y la sombra de su convergencia poética.

 

Convergencia que define y ahorma las características de su verso y que, en cuanto a forma, acostumbra a ser libre y arriesgado, extenso, ramificado, a veces hasta exuberante, diferente, merodeando incluso los brocales de la prosa poética, apartado de corrientes líricas y de pasajeros ímpetus; forjado en el azul y el verde de la Amazonía profunda, y en el áspero y agrietado marrón a secas de esta Castilla árida y esbelta. Y la piedra, áspera razón de estado, de esa Salamanca íntima que le bulle y le consuela. El ritmo interno, el encabalgamiento y la metáfora crecen en sus remansos, se dejan acariciar y se embelesan. La metáfora, sí, herramienta clave de su verso, es la encargada de marcar el énfasis de cada instante de vida que revela.

 

La palabra, la palabra poética, como herramienta fundamental de trenzar ideas, sale de su pluma siempre cuidada y ágil, unas veces paciente, cotidiana, mansa; las otras beligerante, enrabietada, enérgica, incluso a veces, trata de ahormarla a su personal manera de hacer, hasta convencerla  -hasta convencerse-, de que es la adecuada para identificar la realidad de ese sueño.

 

En cuanto a su temática, el verso de Pérez Alencart, se nutre de la belleza explícita y cauta de la naturaleza, de la geografía y de la historia  de los sentimientos, de los estados sociales e insociales de las cosas, de su ideario vehemente de justicia, de su manera de entender a Dios, del desentendimiento –incluso– con el hombre. Sus poemas se abren o se cierran muchas veces con preguntas que desafían la razón, o se dejan caer, como aldabones roncos, por entre el tiempo real y abrupto que nos toca vivir, para increparnos, para decirnos que no, que por ahí no vamos bien.

 

A menudo, el poeta entra de pleno en la relación inseparable que mantienen desde siempre la lírica con la mística, terreno en el que Pérez Alencart tan a gusto se encuentra, con reminiscencias incluso de Teresa de Jesús o de Juan de la Cruz, y parece convertir sus poemas en salmos, donde su yo poético le habla y le interroga al Cristo de su ideario, en un tú a Tú de proximidad y de búsqueda, de dudas y de certezas sobre esas infinitudes que caracterizan la irremediable temporalidad del ser humano.

 

Y es que su verso no se queda únicamente en la belleza, en la percepción física de la naturaleza de las cosas, de las personas, de sus comportamientos, sino que ahonda sobremanera en un más allá intelectual o afectivo, no siempre grato o victorioso, sin importarle dejar a su lector con el sabor de boca de lo ácido.

 

Si de ningún poeta es recomendable, ni siquiera conveniente, leer sus poemas una sola vez, de Pérez Alencart, mucho menos todavía. El abanico de matices de cada verso suyo es tan amplio, que son imprescindibles varias lecturas para ahondar en el más allá de lo escrito. No hay nada dicho en vano, ni regalado de descubrir, todo cuesta, y cada recodo en el verso tiene su lugar concreto y su razón de ser. A más lecturas, más secretos desvelados.

 

Por terminar por el principio, diré que en el propio título está escrita ya la clave confesable de su obra literaria: Monarquía del asombro. El asombro es la constante en la retina y el pensamiento crítico del autor, cuando en este alto que hace en su camino, mira hacia atrás, sereno y melancólico, en busca de aquel niño tímido, aquel hijo de Rosa y de Alfredo, que tras un recorrido vital –a priori– incalculable- lo descubre ahora aquí, ya hombre, en esta selva de rendición y asfalto, entre el vértigo de la docencia y de la lírica, maduro y vital, pleno de sed, pleno de asombro.

 

En fin que, cuando se aúnan la calidez humana y la literaria, es ya inevitable que surjan conciencias como la de Alfredo Pérez Alencart que se esfuercen en poetizar la vida dejando, en el aire o en el papel impreso, la huella candente de sus ideas, de sus mundos, de sus creencias, de sus miedos, de sus cotidianos logros, de sus presuntas decepciones, de sus interrogantes. Geografía, en fin, universal y humana que inspira y conspira desde su palabra poética, puesta al servicio de su enorme corazón de sentimientos.

 

Viernes del Sarmiento, Valladolid, 22/11/2013

Alencart , J. Alencar, Sagüillo y Redondo (Foto de Dos Santos)

Noticia de Alfredo Gómez, en El Norte de Castilla (Valladolid)

 

 

 

19 comentarios
  • Eduardo S. Casanova
    diciembre 1, 2013

    Alencart se merece este bien trabajado ensayo de Santiago Redondo. Felicitaciones para los dos poetas.

  • Enzo Scaletti
    diciembre 1, 2013

    Acertada reseña sobre la poesía de Alfredo, poesía que mucho aprecio. Saludos desde Florencia

  • Pedro Barragán
    diciembre 1, 2013

    Felicitaciones por este trabajo sobre Alfredo Pérez Alencart, un poeta excelente.

  • Siew-Lee Wong
    diciembre 2, 2013

    Me alegra que escriban de tu poesía, amigo Alfredo.
    Ya sabes que estimo mucho tu forma de escribir, tan conmovedora.

    Felicito a Santiago Redondo por su trabajo.

  • Marcelo Gatica Bravo
    diciembre 2, 2013

    Interesante acercamiento a la poética de Alfredo, la dualidad como territorio donde el asombro del génesis se mantiene como una fuente.

    Felicitaciones por el trabajo.

  • Freddy Ruiz Arellano
    diciembre 2, 2013

    Me alegro que la poesía de Alfredo vaya traspasando fronteras y sensibilidades. El ensayo de Redondo está bien trabado e invita a profundizar en los versos del poeta peruano-español. Expreso mi enhorabuena.

  • Rolando Ocaña
    diciembre 2, 2013

    Concuerdo con el señor Santiago Redondo en buena parte de radiografía que ha hecho de la poesía de Alencart, quien ha sabido ir mostrando sus diversos registros poéticos, siempre presididos por el asombro.

    Mi felicitación más sincera.

  • Robert Curran
    diciembre 2, 2013

    Veo que es una amplia y cuidada antología.
    Van mis saludos y el mejor de los éxitos para el amigo Alfredo.

  • Isabel Arriagada
    diciembre 2, 2013

    Alfredo Pérez Alencart es un poeta destacable. Por ello felicito a Redondo por su nota sobre la antología de hermoso título, «Monarquía del Asombro».

  • Xenaro Ovin
    diciembre 2, 2013

    Exuberante en el lenguaje y calificativos, acertado en los matices, reflejos del hacer poético. Santiago Redondo nos acerca al poeta llevándonos a la orilla del Tormes donde leer su poesía arrullados del sonido de sus aguas.

  • Nelson Morales
    diciembre 3, 2013

    La poesía de Alencart se merece este y otros ensayos que difundan su calidad. Felicitaciones.

  • Eduardo S. Casanova (México)
    diciembre 3, 2013

    Enhorabuena, amigo Alfredo, por este ensayo de Santiago Redondo. Sobrio, nada grandilocuente, traza bien las líneas maestras de tu hermosa poesía.

    Tu admirador, Eduardo

  • René Arrieta (Cartagena de Indias)
    diciembre 3, 2013

    Querido Alfredo. He leído el ensayo de Santiago Redondo. Tiene una estimable percepción de tu poesía.

  • Cyro de Mattos
    diciembre 3, 2013

    Caro Poeta Alfredo Pérez Alencart:

    Felicito-lhe por mais essa obra, que ultrapassa as fonteiras de sua morada em Salamanca, hoje, fazendo retornar o poeta às suas terras de origem. Um
    reconhecimento merecido. A poesia opera milagres, como o de reatar as pontas do tempo, as do sentimento e do sonho em nosso estar no mundo.

    Abraços.

    Cyro de Mattos

  • Ángel San Juan Marciel
    diciembre 3, 2013

    Querido Alfredo:

    Magnífico ensayo de Santiago Redondo, que comparto en su totalidad.

  • Maria do Sameiro Barroso
    diciembre 3, 2013

    Apreciado Alfredo,

    ¡Mis felicitaciones calurosas por tu libro genial y por el comentario de Santigo Redondo! Tengo tu Monarquía del Asombro: ¡Es un libro largo de un gran Poeta!

    Muchas gracias por esta dádiva. Estoy muy feliz por haberte conocido.

    Un abrazo fraterno

  • Margarita Arroyo
    diciembre 4, 2013

    Querido Alfredo. Enhorabuena por tus reconocimientos, afortunadamente hay gente con sensibilidad e inteligencia para que te sean reconocidos tus grandes, grandes
    méritos. Todo lo mejor con mi abrazo lleno de cariño fraterno.

  • Robert Doughty (Nueva York)
    diciembre 4, 2013

    Celebro tu antología, Alfredo. Y también esta presentación de Santiago Redondo. Que siga la ‘cosecha’, como tú bien dices.

  • Juan Ángel
    diciembre 16, 2013

    Pérez Alencart: autor de las grandes ligas poéticas hispanoamericanas; puesto tan de realce por la honda e inteligente presentación del sr. Redondo, y por la revista masiva Crear en Salamanca, del también poeta Sánchez Martín. Gratitudes completas.

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