«EL MANTO SAGRADO» Y OTROS POEMAS DE LA COLOMBIANA NIDIA GARRIDO

 

 

La poeta colombiana Nidia Garrido

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar estos poemas de la colombiana Nidia Garrido (Bogotá, 1970). Es poeta y periodista, también abogada especializada en derecho procesal y derecho público. Desde muy niña sintió el llamado de las letras y dice que aún sigue siendo esa niña. Tiene una marcada educación sentimental por el paisaje, por lo que es una magnífica viajera. También le gusta Alejandra Pizarnik y la poesía de los románticos ingleses del siglo xix. Ha publicado los libros La respiración de las cosas, 2016, Tratado de las Bajas Pasiones (2017), Perversa Caligrafía para tu Piel (2018), El abismo, la nada y el punto ciego (2019) y Naturaleza muerta con trapecio (2021).

 

 

NOTA DE FERNANDO DENIS

 

Bajo el influjo de su época, Nidia Garrido transita por incesantes callejones del lenguaje y busca en cada sílaba una señal de su destino. Escribe con la embriaguez de una guerrera, traza líneas cargadas de muchos estados de ánimo, busca entre palabras las cenizas de un imperio amoroso que soñó alguna vez. Lentamente, con paso de bosque, con tacto y con labios, como quién arroja su última moneda, Nidia Garrido camina hasta los límites, hurga en ella misma con lupa y escobilla como toda una arqueóloga, busca el paraíso perdido; ella se mira a sí misma en la piel de los otros, en la piel de unas palabras que germinan una y otra vez, en el infinito sueño que le ha costado

 

Su poesía está herida por un espejismo, por un hechizo malvado, por el inescrupuloso viento de un amor imposible, envejecido en cartas, diarios, recuerdos, en insobornables paseos por los bajos fondos de su alma. Sabe que lleva tatuada una palabra para librarse de todo, pero no la lee. Busca el amor, el incesante, el siempre amor; no sabemos si lo busca para abrir una percepción al sueño creativo, o para casarse, o quizá para vengarse de él.

 

 

 

EL MANTO SAGRADO

 

 

Mis manos buscan el recuerdo de la nube gris, el lecho permanece intacto, la tela de lino se unge con la presencia del manto sagrado. Eruditos han llegado de oriente, husmean la tela, la faz de un ángel se dibuja en el lecho. Arde la nieve, escriben, preguntan, miran y fingen ver rostros cargados de espinas. Lecho de muerte, el mesías ha regresado. El olor a sexo derrite la lumbre, habla el más viejo: Sí, aquí, aquí pernocta, pernoctó la dicha de invierno, el verbo hecho carne, luz de luz, estrella de oriente, descarga eléctrica, el santo sudario, el semblante resplandece, su fulgor es único, el manto sagrado reposa en oriente, la estrella de David lo guía a su morada, la carne hecha verbo, la cúpula enrostra la fina tela con olor púrpura.

 

 

COLIBRÍ

 

 

La noche cumple su cometido, es un ángel sin rostro, lleva en sus venas la sangre del olvido. La piel se oculta en la sombra, se agazapa como fiera herida, con garras de lince asoma sus dientes, arropa su nido y despierta en las aguas del averno, sus labios gotean aromas de invierno. Los relámpagos de la aurora rompen el silencio de una mujer con cascada negra, con ojos de ciclope, me mira fijamente y enreda en sus manos un sueño. Ha galopado toda la noche, cruzó los océanos de tierra santa, viene en busca de una respuesta, aun sueña con el amor, con dientes de leche en su pecho, el mar entra una y otra vez y moja su espalda, su inocencia es rota por la espada de un colibrí sin nombre.

 

 

MINOTAURO

 

 

Le escribo esta misiva con mis pies descalzos, cortados por las espinas del desamor, han hilvanado el alfabeto de las runas, con mil errores, lágrimas ruedan por mi rodilla seca, mis manos están rotas de tanto rogar. Quiero liberarlo del laberinto de Dédalo. Tengo miedo, mi boca tiembla de éxtasis, no me importa el abismo insondable, las mil leguas de fuego que abrazan el averno. Mi piel destila sueño, mi boca se llena del goce pagano de su cuerpo. Disculpe mis lamentos, mis suplicas, soy consciente del laberinto que ata sus pasiones y aun así, rezo por su mitad. La historia se repite, aquí me tienes al igual que Pasifae cubre esta mortaja blanca que invade mi adrenalina, peco por tu risa, por un beso, aquí sigo, esperando al cartero de las meninas, mi lujuria rompe sus cadenas, por arte del azar aparece y desaparece, delinea este sortilegio y besa mis pies descalzos, toma mi aliento, aparece, aparece.

 

 

CICATRIZ

 

 

Atravesó el Océano Pacífico de dos bocanadas, sus pasos fueron cortos, sus pies heridos por ráfagas marinas, la sal alimento la cicatriz de una guerra librada en cuarteles cerrados. Un pájaro agorero se clavó en el crucifijo de aceite que cuelga en su pecho. La línea imaginaria aún espera en su vientre al mago de oz, el viento silba y trae a su mente la despedida, el adiós de dos héroes sin nombre. Un peregrino cumple su promesa, ahí, en el camino espera el héroe de hielo, se han cavado dos tumbas.

 

 

PIEL DE ELEFANTE

 

 

Las manos, los dedos, el meñique ajado, morado, su rostro acarició el oriente, surcos dorados cruzaron por su entrepierna, azul de luz, azul de viento, luz de neón, amante, beso, manos que tocaron y amaron, piel, sexo, fluidos, parasito infernal, discapacidad, sueños rotos, piernas molidas por la espesura de la dermis, el grosor negro de la noche, enfermedad, muere el amor, piel de elefante, elefantitis, olvido, muerte en la aldea, una trompeta resuena, danzante, amante perdido, piel de elefante, olvido, perdido, sin ruta.

 

 

MATRIX

 

 

Arrullarse con silabas de agua, con códigos morse, la mano sigue el dedo sin uña y toca la tecla maldita, el alfabeto carga con 22 consonantes, rimas y lágrimas, cinco vocales mudas que tejen la tela de matrix. El hueco de la incertidumbre se mezcla con la línea del tiempo, los dígrafos son entes sonámbulos, deambulan por el sistema. Soñar contigo es un silogismo, una hipotenusa al cuadrado, un ojo sordo. La realidad se escapa en la noche, dormimos sentados en la cola del león, alertas. Un extraño se asoma por la ventana y me mira, hurga en mi pecho, sus dedos largos siguen en mis ojos, interroga, acaso viene de una galaxia sin nombre. El alfil, su pieza maestra, se desliza en la imaginación y me arrastra. Seguirá husmeando por la ventana con los ojos abiertos a la duda.

 

 

UMAMI

 

 

Tu sexo, sabor indescifrable, viscoso, se pierde en mis sentidos, mi lengua danza en el infierno y se calienta y anhela y vive, rechina los dientes ante el trono del rey, mi cuerpo sigue enredado en tus sábanas, el olor a sal me persigue, amargo como tu silla, un duende ronronea en mi oído, mis piernas son sordas y aun así alcanzan la gloria, mi golondrina deletrea tu lamento gregoriano, un pájaro rojo me desnuda y rompe la coraza del miedo, el gusto por lo prohibido marca la diferencia.

 

 

EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y EL MIO

 

 

Las lágrimas corren por la entrepierna, abren la herida, la sal galopa en mil hostias teñidas de púrpura, en el nombre del padre, del hijo, de este ser que calcina el fuego, de este ser agobiado por la muerte. Un témpano rojo tiñe la alfombra marina, no alcanzaron a llegar, la sangre aún corre por las bananeras, la suela se pintó de linfa, el abismo cercó los surcos, los caballos galoparon en la noche sin nombre, más de treinta mil almas ahogaron el grito de la rebeldía, sus huesos reposan en insignias, en esculturas, en el nombre del padre, del hijo. El grito de auxilio retumba en la Ciénaga.

 

 

 

RECUERDOS SIN PIEL

 

 

Mi sueño no tiene nombre, reposa en mi lecho, se escapa por los poros de mi piel y vive, respira la enjundia de todas las noches en que me acurrucaba detrás de tu puerta. Miraba tus botas llenas de arena, de sal, te acechaba, miraba tus alas noctámbulas. Arropas mis ganas, tropiezo con mi verdugo. Tu candor, ángel negro, es sal para mi herida.

 

 

 

MUJER, SÁLVATE.

 

Dios te salve María,

Helena,

Magdalena,

Rosa,

mujer campesina,

mujer obrera, estudiante,

mujer madre,

mujer padre,

mujer niña,

mujer, mujer,

Dios te salve mujer de lumbre,

de polvo, de manos agrietadas por la tierra,

de cosechas sin fruto,

de vientres marchitos,

Dios te salve mujer hacendosa,

frondosa,

vaporosa,

asexuada,

incrédula,

dominante,

¿Y quién es tu Dios para salvar a María?

María Magdalena,

María madre

María meretriz,       prostituée

María inmaculada,

el lobo acecha tus labios,

tu piel y entra en tu mundo sin permiso,

María, sigues de pie, sin fe,

María solo tu lucha puede salvarte,

María tu niña interior descansa en el averno.

 

 

MUJER DE BARRO

 

 

Otro día sin mañana, el gallo canta a la misma hora, dos de la mañana, sola, en mi cama, como siempre, esperando al que no ha de venir, una lagrima dibuja mi rostro de piedra, dos piernas largas mi sombra, un vestido rojo dejaba ver mis curvas. Mis manos acarician ese pasado, un infierno sin nombre me visita, hace doce años mi flor dio fruto, uno tras otro, dolor y un goce, he parido tres hijos con aullidos de loba herida. Me siento amenazada por un cordero, delirios de grandeza, aquel que me sonrió por primera vez, el que con palabras endulzo mi oído, el que prometió un jardín, hoy lo recuerdo, en mi cama, sola, y añoro ese pasado. No sé si algún día fui feliz, no lo recuerdo. Hoy mi nido está vacío, una escoba detrás de la puerta guarda el polvo de invierno, golpes y más, moretones, heridas que no sangran, mi piel se desvanece y mis ojos son dos lagos.

 

 

 

PIES DE BARRO COCIDOS CON NIEVE

 

 

Mis pies me llevan de vuelta a mis alas rotas, recuerdo la cena, el cuido de los niños, el llanto, la noche, el día, el desayuno con un pedazo de pan duro, quieto, no coja, no mire, no desee. La carne es para su padre, él que se muele los huesos para traer dos migajas de miel, no toques, no hagas, no entres, trabaje, trabaje, cumpla con sus deberes de esposa, usted no hace nada, usted es un cero a la izquierda. Y mis oídos revientan, el olor azufre se ha vuelto una constante en mi vida, un soplo divino llena a mí, una carcajada me devuelve a mi mundo, el fuego atiza mis pies de nieve cocidos con barro de invierno.

 

 

TRABALENGUAS

 

 

Me he asentado en uno de tus estómagos, ahí me siento cómoda, ahí anidas mis miedos, mis manos, mi prisa, mi frío, mis letras, mi boca, mis dedos, el cabello qué cuido cómo un grano de arena en el fondo del mar, mis líneas, el rincón donde te he instalado, y río porque eres tú el que aparece en mi mente al despuntar el Alba, y miro un cordel atado a un becerro, a la pata de una gallina, al cuento, a la certidumbre, a tu boca, a tu pelo, a tus miedos, a mis miedos, a estas ganas de seguir comiéndome el mundo. En mi piel, te has instalado león herido, y me gusta verte en mí, en ti, en este señuelo que nos envuelve en sus redes. Mis letras tienen imanes y se escurren hasta tu sexo, hasta tu nido. Sin fecha de vencimiento, seguiré zurciendo y des zurciendo, tejiendo y destejiendo, soñando y llorando, sin pelos en la lengua.

 

 

 

PECADO

 

 

Cuantas noches encorvado en las ramas secas, con tu casaca pintada de soles, de insignias. Tus ojos no olvidan el fulgor mortal, no llores sobre mis hombros, no resisten el caudal de tus sombras. Me miras de reojo y frunces el ceño, no me mires, la culpa es un demonio, no me mires, el fusil arrastra los harapos de tu indiferencia, no me mires, el proyectil de hielo desgarró mi memoria.

 

HOGUERA

 

 

Me abandono a la diáfana cabellera que cuelga del mar. Sigues efímera y tu silueta es la de un espantapájaros enterrado entre bodegas y pastizales azules. La hoguera se enciende con tu aliento salado, indómito en la negrura, las medusas se aferran a tus largas piernas sibilantes buscando el tatuaje, la marca sagrada que fosforece en la noche de tus escamas. El camino de una horca se desvía por las arterias de un paisaje antiguo con nombre griego. Aun respiras en el follaje, aun tu aliento absorbe el caudal de mi memoria. El filo de la navaja hiere el horizonte. La cordillera acostada en tu vientre es un mapa donde se pierden los peregrinos.

 

 

INVIERNO

 

 

El tiempo me visita sin permiso. La cama pulida por el brillo de tus escamas en la sombra cruje como un mar desbordado. La tinta seca por el afán de volar como sinsonte se anida en la caracola y se enciende una sílaba. El ángel deja su canción en mi pecho y su invierno me congela. Todo es un juego sagrado. Las fichas corren por debajo de las sábanas de seda y en lugar del alfil tengo una serpiente con cara de pájaro que deja huellas en mi piel cuando despierto.

 

 

 

CESÁREA

 

 

I.

 

Mi piel se cubre de un calor étnico, el rio de chacras desborda mi miedo, la sangre galopa en mi osamenta, el fluido viscoso corre por mi entrepierna, se derrama la vida, y tú, me miras, alzas los ojos al viento y gritas. Tu cuerpo formó una línea horizontal con tu alimento, la savia que llenó tu enjundia te azota, la línea perpendicular no cruzó la frontera.

 

 

II.

 

El pánico se apodera de m i piel, la lucidez pierde media cara, el filo del escalpelo tiembla en las manos de un hombre sin ganas, la tortura no es para mí, el grito ahogado por sales marinas inyecta mi aliento, no quiero perderte, y resisto, y sueño con tenerte en mis brazos, delgado y sensible a los astros marrones, el pájaro sin piel deja su nido, su caparazón calza las botas de siete leguas y danza en mi herida.

 

III.

 

Te parí con gritos de ahogo, mi cuerpo aun siente la tibieza de la sal, la cruz de mi vientre te mira y sonríe. Antes de ti, el silencio dejó huella en tu nacimiento, el trueno forjó tu carácter indómito, el lobo se hincó en tus cordilleras. La luna es tu centinela, estrellas con uñas en la lengua definen tu oído, el verbo reclama su huella y se aferra a tus pies descalzos.

 

 

 

ACRÓSTICO LUNAR

 

 

La huida es mi marca, mis pasos me llevan a la tumba de mil alacranes que se encorvan y muerden mi orgullo, cercenan mis alas y vomitan pedazos de lumbre. Siempre es lo mismo, la sal no se cuece en dos hervores. El lavatorio de mis pies se enreda en las ganas de tu piel, no eres mío, no serás mío, no seré tuya. El ángel caído, gano la partida, mi huida deja el alma en asombre, no puedo querer sin herir, es mi signo, mi muerte, mis ganas superan el miedo.

 

 

 

 

 

 

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