‘EL COMPAÑERO DE LA BERLINA’ POEMA DEL URUGUAYO WASHINGTON BENAVIDES EN HOMENAJE A EDGAR ALLAN POE.

 

1 Washington Benavides y José Mujica Washington Benavides y José Mujica

 

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar el poema inédito escrito recientemente por el destacado poeta Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930). Benavides es poeta de premiada obra (Nacional y Municipal de Poesía), cuyos veinte títulos van desde Tata Vizcacha (1955) hasta Los pies clavados (2000), pasando por Las Milongas (1965), Hokusai (1975), Murciélagos (1981), El molino y el agua (1991) o Canciones de Doña Venus (1998). Ha sido profesor de Literatura en la Universidad de la República, habiendo dirigido, en radio, programas musicales y literarios. Entre los cantantes que han dado voz a sus poemas están Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Raúl Ellwanger, Pablo Estramín, Eduardo Darnauchans o Laura Canoura.

 

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EL COMPAÑERO DE LA BERLINA

En la berlina ruidosa y desvencijada
que nos acercaba a Boston,
miré (de través) mi compañero
de sufrimiento:
Era un tipo delgado. Su ropaje
era de calidad, pero descuidado.

Sobre su noble camisa de cuello Byron,
estallaba un manchón significativo:
era de vino.

Su cabeza airosa, de cabellera ondulada
sobre una frente amplísima,
que resaltaba con su palidez de mármol.
Sus ojos entrecerrados, sus rasgos finos,
nariz, labios, mentón,
completaban un rostro de aristócrata bostoniano
venido a menos.

 

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En su mundo, no miraba por la sucia ventanilla
los viales de olmos, las grises
y fantasmales hileras de abedules,
los campesinos que paraban el rastrillo
para saludar la berlina polvorienta…

Inmóvil, pese a los sobresaltos del camino
y su contacto con la desacatada berlina
que lo transportaba. Como un muerto
casi. Pero alguien que recurría
(y ahí volvía a ser animado), por una mano pálida
que extraía, del bolsillo interior de su casaca,
una delgada petaca que llevaba prestamente
a unos labios anhelantes.

 

 

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Después volvía ser un ser momificado.
Sobresalían en uno de los grandes bolsillos externos
de la casaca azul oscura,
papeles manuscritos, con una letra
impecable. Debía ser un actuario, o un escribano,
o un periodista tal vez…

De pronto, de sus labios descoloridos
escaparon palabras sorpresivas:
“Mas ya quien la visite advertiría
la inquietud de ese valle melancólico.
No hay en él nada quieto,
sino el aire, que ampara
aquella soledad de maravilla”…

Refunfuñé, como un niño que despierta
de un sueño grato,
su mano pálida volvió a la petaca
y sus labios sorbieron su nepente…

Tipo raro mi acompañante.
Pero desprendía un aura, debo llamarla así,
una atmósfera inquietante,
tanto como el vuelo de cuervos que sobrevolaban
La berlina claudicante…

Me adormilé.
Y en mi sueño se posó the raven,
pero nada dijo…

 

 

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(Washington Benavides soñó este viaje con tan ilustre compañero.
Setiembre 3 del 2015. Montevideo)

 

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