EL AMOR VERDADERO: EROS EN LA POESÍA AMATORIA DE ALFREDO PÉREZ ALENCART. ENSAYO DE AIMÉE G. BOLAÑOS

 

 

1 Alfredo Pérez Alencart con la antología (foto de José da Costa)

Alfredo Pérez Alencart con la antología (foto de José da Costa)

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar, por vez primera, el nutriente ensayo que, sobre la antología ‘Una sola carne’, ha elaborado la escritora  Aimée G. Bolaños (Cuba-Brasil). Escriba y lectora de ficción. Profesora de la Universidad Federal do Rio Grande, Brasil. Profesora adjunta de la Universidad de  Ottawa, Canadá.  Doctora en Ciencias Filosóficas, rama de Literatura Latinoamericana, Universidad de Rostock, Alemania. Posdoctorado en Literatura Comparada, Universidade Federal de Rio Grande do Sul, Brasil. En los últimos años ha publicado numerosos artículos sobre poesía y narrativa cubana trasnacional y poesía iberoamericana, especialmente brasileña. Libros de ensayo: La narrativa de Félix Pita Rodríguez (1985);  Pensar la narrativa (2002); Poesía insular de signo Infinito. Una lectura de poetas cubanas de la diáspora (2008), Oficio de lectora (1916). Ha participado en los libros: Historia de la literatura cubana (2002), Dicionário de Figuras e Mitos Literários das Américas (2007), Dicionário das mobilidades culturais: percursos americanos (2010). En coautoría: Vozes Negras das Américas: diálogos contemporâneos (2012) y Ficções da história: reescrituras latino-americanas (2013).  Entre sus obras de ficción: El Libro de Maat (2002), Las Otras. (Antología mínima del Silencio) (2004), Las palabras viajeras (2010), Escribas (2013), Visiones de mujer con alas (2016). Ha sido traducida a diversas lenguas. Sus poemas aparecen en numerosas antologías, entre ellas, Catedral Sumergida (2013).

 

Las pinturas y dibujos son obra de Miguel Elías, amigo-hermano del poeta.

 

 

2 Portada de la Antología con pintura de Miguel Elías

Portada de la Antología con pintura de Miguel Elías

 

EROS SAGRADO: ORIGINALIDAD Y GENEALOGÍA

 

 El tiempo de Amar precede al tiempo de hablar.

Alfredo Pérez Alencart

 

El amor verdadero ha motivado sostenidamente la escritura y el pensar, tanto referido a la experiencia humana en la inmediatez, como a su dimensión trascendente. Este amor, cuya clave mayor “consiste precisamente en la transformación del apetito de posesión en entrega” (PAZ, 1994, p, 117), recorre la historia de la espiritualidad de oriente a occidente, no circunscrito a geografías históricas o culturas específicas, constante de los grandes metarrelatos –cristiano, judío, islámico–, así como en el polifacético budismo. Presentado con infinitas variaciones en las artes, filosofía, teología, antropología, mitología que encuentran en el tema un caudal inagotable. Religión, metafísica y mística se adentran en el orden de lo erótico sagrado.

 

La poesía acoge al amor verdadero, los amantes se tornan uno, metáfora seminal y símbolo mayor, forma de conocimiento en la invocación de lo indecible, misterio fundador, para configurarlo en su deslumbrante simbiosis de espiritualidad y carnalidad, abolidas las fronteras de la individualidad, los amantes transfigurados en “una sola carne”.   

 

Por motivaciones esenciales, por tanto constitutivas de su poética y ejercicio de la poesía, Alfredo Pérez Alencart escoge este título bíblico para su antología. Una sola carne (1) reúne veinte años de una poesía que reinterpreta el amor verdadero, reconociéndose el poeta en la estela del Cantar de cantares (2), deudor de una tradición, porque “El Cantar de los Cantares se hizo parte de mi respiración.” (p. 157)

 

Encanta, y cada vez más, la sabia lectura de fray Luis de León en su prólogo del Cantar: “Aquí se oye el sonido de los ardientes suspiros, mensajeros del corazón, y de las amorosas quejas y dulces razonamientos”. Agudo y delicado, vivo y acendrado, todo dicho “con el mayor primor de palabras, blandura de requiebros, extrañeza de bellas comparaciones que jamás se escribió ni oyó”, aunque no deje de alertar que la lección del libro es dificultosa a todos “y peligrosa a los mancebos, y a los que aún no están muy adelantados y muy firmes en la virtud; porque en ninguna escritura se exprimió la pasión del amor con más fuerza y sentido que en ésta” (3).

 

Con el primor de las palabras, los dulces razonamientos, la extrañeza de las finas comparaciones, se teje la trama intertextual de una poesía actual de erotismo espiritualizado o espiritualidad erotizada, camino de doble vía que los poemas recorren con originalidad. Y vale recordar que original también significa vuelta a los orígenes, aquí del canto. En este espíritu creativo los tópicos y motivos canónicos se tornan afectos, sensaciones, emociones, conceptos, todo un imaginario propio que participa en una tradición secular.

 

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Diferentes modos compositivos y texturas están presentes en la antología. Se encuentran poemas líricos (epitalamios, odas, himnos, elogios, salmos, no pocos inclasificables) y dramáticos, dialógicos y performáticos, los fragmentos de “Gacela mía” (p. 18), por ejemplo. El poeta explora, además, la prosa poética. “Esquirlas”, última parte del libro, es de naturaleza mayormente reflexivo-imagética, sucinta, fragmentaria o abocetada, con frecuencia a la usanza de antiguos adagios, proverbios y formas epigramáticas.

 

Exuberante, de fogoso barroquismo (sobre todo los poemas de descriptivo erotismo) o sintético, elíptico, elusivo, puede ser el poeta, que la tesitura es amplia e inclusiva. Su poesía evidencia una identidad artística en la interpretación de variaciones del gran tema central –el amor verdadero– y el protagonismo del canto bajo la forma dominante del cántico, acaso bajo continuo de la antología.

 

Con su diversidad tonal y compositiva, el discurso amoroso de Alfredo Pérez Alencart se remite a una red hipertextual en torno al Cantar de cantares. En esta red sobresale la poesía de los místicos –San Juan de la Cruz con su cántico espiritual y Santa Teresa, figuras cimeras– que tiene continuidad en la lírica moderna. A la vez, y retrocediendo en la historia, los cantos atribuidos a Salomón son el resultado de los fecundos trasiegos de voces innominadas, colectivas, cultas y populares –nunca incompatibles o excluyentes en la auténtica poesía–, no limitada a la centralidad europea occidental; voz antigua que ha nombrado el amor en su ascendente espiritualidad: “Tú y yo / subiendo ante Dios, / mistérico anclaje.” (p. 36).

 

Sin pretender el catálogo, estoy pensando, además, en la exquisita lírica persa amatoria que tiene en Rumi un poeta mayor, mas no único, y en los poemas de las colecciones de poesía amatoria hispano-árabes, ejemplar El collar de la paloma, sin olvidar las visiones del alma, el amor cortés de la lírica trovadoresca (4), el amor-pasión de la gnosis cátara, el doce stil novo, Petrarca y Dante poetas mayores, nuestro inagotable Romancero, el Quijote omnipresente:

 

Abro el romancero y me creo un bertoldo,

Abro otros librajos y ya soy amadís o galaor.

Péname mi rostro de quijano si no remiendas tu amor

que me sobreencuerpa para que no grite en otra calle

amándote hasta temblar sin apoltronarme

coronando  cayendo  regenerando lentamente

esta osamenta que me cruje cual penumbrado arcón. (p. 56)

 

Riquísimo acervo discursivo que llega a América, conquistado y transformado en un incesante ir y volver entre continentes culturales, para nutrir un imaginario altamente creativo en el barroco, romanticismo y  modernismo, grandes momentos del continuum poético hispánico.

 

Ciertamente el autor de Una sola carne visita la historia de la poesía al inscribir su amor a una portentosa genealogía que no ha dejado de revitalizarse en el productivo intervalo entre procedencias y emergencias con sus continuas o discontinuas reescrituras, proceso que parece no tener fin.

 

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EROS COGNOSCENTE: SÍMBOLO Y METÁFORA

 

Oh, cuerpo indispensable

en la consumación complementaria

de la visión perfecta.

Oh, cuerpo antecedente y consecuente.

José Lezama Lima  

 

Una sola carne desafía al lector, a la vez que convida y cautiva, con su modo erótico amatorio. Al decir del autor “El Eros forma parte de lo Sagrado. Y antes que algún mojigato se escandalice, recuerde la Biblia y especialmente uno de sus libros más hermosos: El Cantar de los Cantares” (p. 143).

 

Eros sagrado y, a la vez, Eros cognoscente, como alienta en la poética de José Lezama Lima (5), cuando a través de la imaginación simbólico-metafórica vamos al encuentro de un “tercero desconocido”, misterio mayor de la poesía. Entonces el Eros, complementado por el Logos de la función poética, despliega su potencial inagotable al expresar una voracidad indistinta abarcadora del cuerpo y la espiritualidad en la posibilidad del conocimiento, que está en el conocer bíblico. Fruición, expansión, transfiguración de la experiencia erótica en la penetración del mundo. Sabiduría viva que fluye en el conocer fundador. Eros trasmutado en imagen.

 

Este Eros cognoscente alienta en las transferencias analógicas, conexiones, transposiciones,  acercamientos de lo distante, asociaciones insólitas relacionando lo disímil. Sin dudas estamos en el mundo de  la imaginación metafórica.

 

La vigorosa categorización imagética de Pérez Alencart patentiza los vínculos entre imaginación, metáfora y símbolo, distintiva de su poética erótico-amatoria, que amor y erotismo se corresponden, como en la impar metáfora de Octavio Paz de la doble llama: roja del erotismo que sostiene y alza la otra llama azul trémula del amor (PAZ, 1994, p. 7).

 

Se configura un universo ficcional en el que el amor ocupa todos los espacios y tiempos del ser deseante sin enajenarlo del conocimiento participativo en el mundo de la vida, ni de la vibración metafísica. La poesía testimonia la emoción, objetiva la subjetividad, revela concepciones y modos eróticos. El sujeto que ama, “¡Este hombre que suelo ser yo” (p. 48), está constituyéndose en la poiesis. El sujeto autor, yo lírico, discursivo, personaje, generalmente autoficcional –las explícitas marcas autorreferentes, entre ellas el nombre “real” de la Amada–, se autorretrata en sus horizontes cognitivos, en su ser y estar, configurando diversas estancias y temporalidades de la propia historia y de la Historia mayor, cada poema referido al perpetuo presente de los actos del amor.

 

5 A. P. Alencart y Jacqueline Alencar (Foto de José A,mador Martín)

A. P. Alencart y Jacqueline Alencar (Foto de José Amador Martín)

 

El tramado metafórico de la antología produce sentidos expansivos. Como aduce Paul Ricoeur (6), clásico del tema, las metáforas de creación, metáforas vivas, traen consigo, además de la innovación semántica, efectos de resonancia, reverberación, eco.

 

Cuando el yo lírico del “Canto de los cuerpos” dice: “La Amada se encoge en la pulpa de la vida / por fiel mandato de las savias mezcladas / del fondo relevante del amor, de las delicias / invisibles, de los cánticos de un Amado” (p. 26), el poema enuncia algo sustancial relativamente nuevo, pasando de un dominio cognitivo más conocido e inmediato, la naturaleza – pulpas y savias– a otro más complejo y enigmático relativo a la naturaleza del amor, que apela a nuestras experiencias. Y encuentra uno de sus fundamentos en la condición natural y, a la par, cultural del erotismo.

 

Recurre esta transferencia analógica entre naturaleza y amor en toda la historia de la literatura, tópico arcaico de la poesía. Pero la metáfora base cobra nuevas resonancias. La Amada, consustanciada con la pulpa de la vida, hecha ella misma pulpa “se encoge al obedecer un mandato”, gesto inusual que redimensiona la imagen, quién sabe si aludiendo a una matriz donde acontece el milagro de la vida. El enunciado metafórico crea una inusitada pulpa replegada en sí: potens, reservorio del amor, génesis. La enunciación metafórica también categoriza la comunión sexual como trasiego de savias. Y en este tejido poético, como un todo de enlazadas metáforas, alcanza otra significación el cuerpo erótico transfigurado, atributo espiritual: “moldeando nuestra carne / hasta que alguna vez se torne / una sola alma.” (p. 23).

 

Al decir de Jorge Luis Borges, que adelanta argumentos de la poética cognitiva (7), “aunque existan cientos y desde luego, miles de metáforas por descubrir, todas podrían remitirse a unos pocos modelos elementales” (BORGES, 2001, p. 58). En verdad, si las metáforas de base o seminales son contables (aunque ni pretendamos contarlas), sus variaciones resultan innumerables. Los enunciados metafóricos conceptuales renombran, reinventan, tocan sensibilidades y modos de pensar, traducen lo inasible de la emoción que es idea, de la idea que es emoción, para dejarlas volar libremente. En este sistema de referencias, “Déjala ser” resulta un poema memorable por su belleza conceptual y el paradójico juego metapoético: sin metáforas, la Amada se tornará finalmente orquídea entre los tallos secos del laberinto, metáfora de expansivo simbolismo:   

 

Déjala ser

a corazón abierto,

sin metáforas.

 

Que te ame

sabiendo de tus pobres bolsillos

 

y de la espinosa marcha

que emprendiste

tan solo para libar un trago

de luz clarividente.

 

Déjala ser ella misma,

sin que nadie la anuncie.

 

Déjala ser orquídea

entre los tallos secos

 

del laberinto. (p. 33)

 

 

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Ostensivamente el amor se proyecta simbólicamente en Una sola carne. Como Ricoeur afirma, el símbolo da sentido, da “que pensar”, desafía como enigma, remite al conocimiento del ser en el mundo, a sus potencialidades de reconfiguración creativa en la multiplicidad de significados integrados como visión. Es reflexión, flexión sobre sí mismo: un sentido del sentido  (RICOEUR, 2003, p. 283).

 

Los enunciados metafóricos abren el camino para la figuración simbólica que principalmente atañe a la constitución y trascendencia del ser, lo que está muy patente en las reverberaciones místicas de la poética de Alfredo Pérez Alencart: “La razón de tu cuerpo es preparación para que, entre asfixia y asfixia, entable diálogo con Dios.” (p. 158). El proliferante universo simbólico convoca a la interpretación porque “los poetas son artistas del pensamiento” (LAKOFF/TURNER: 1989, p. 215), también del puro deleite de la imaginación sensual.

 

En este orden, destacaría la magistral enunciación de los rituales del amor encarnado que alumbra: “y Dios velozmente iluminando / la espina vertebral ya dichosa, / coronada por su sagrado vencer.” (p. 28). Alusivo, más que expresivo, el poderoso imaginario erótico expone una corporalidad gozosa. De tal modo en el poema “Tibieza”, ligando estratos de significado, el yo enunciativo dialoga consigo y parece interpelar a su otro, quién sabe si lector, descubriendo brechas insospechadas para la imaginación erótica con sus puntos cardinales, pétalos y océanos que confluyen en la rotunda imagen de la espina dorsal orgásmica:

 

Tú eliges la tibieza

de un punto cardinal

 

y ella suspira hondo

cuando empieza

el conocer,

 

alongando el índice

que mima

o busca cauces.

 

Así no quedan pétalos

resecos:

sólo tibios océanos

o la vibrante                                  

espina dorsal de tu

 

elegida. (p. 42)       

 

 

7 La poeta y profesora rumana Carmen Bulzan, antóloga del libro

La poeta y profesora rumana Carmen Bulzan, antóloga del libro

 

La poesía implica una dinámica que va en direcciones diversas y sorprendentes, su verdad rebasa lo fenomenológico, es poética. La visión, anclada en el presente, se torna profética: “Y pisaré otras moradas / en la profundidad / del universo” (p. 38). De modo ostensivo la referencia de primer grado queda suspendida para alcanzar una segunda referencia inherente a la ficción poética; referencia diferida, no necesariamente realista ni irreal, si bien contentiva de “nuestra pertenencia profunda al mundo de la vida”, al manifestar “la ligación ontológica de nuestro ser a los otros seres y al ser” (RICOEUR, 2003, p. 220). 

 

Con sus referencias de segundo grado, Una sola carne escribe su amor y erotismo, indisoluble la poética –modos compositivos– y los sentidos ontológicos, tanto de la inmanencia como metafísicos: “¡Y ten sed del Dios que viaja en nuestro Amor,  aquí / o detrás de la vida!” (p. 51).

 

Nosotros, lectores, asistimos en la intemporalidad de la escritura a una representación lírica y dramática –los ecos del Cantar de cantares–, en la que la Amada, con sus variadas investiduras simbólicas, podrá ser gacela, princesa, varona,  esposa, morena, extranjera, viajera, Corina, Dulcinea, entre otras tantas matizadas nominaciones; y el Amante, ardiente, reflexivo, constante en la devoción y el deseo, privilegiándose la dimensión interior, acentuadas las marcas éticas: “y muestro el yo / sin aureola / blanca, aunque dispuesto / al sacrificio junto / a los desamparados” (p. 43). 

 

Notable apelo tiene la figuración del Amante como transterrado, exiliado (de la historia y la existencia), proveniente de un mundo intocado, ecos del paraíso terrenal bajo la forma de la selva, como leemos en “Hombre-tucán”:

 

Llegará el día

en que me vuelva tucán

y pueda llevar en el pico

a mi compañera

de vida.

 

Volaré y volaré

para atisbar

ríos arriba, ríos abajo

de nuestra selva.

 

¿Seré el hombre-tucán,

el guardián

del verbo herido, el

que ensaliva los árboles?

 

Por la orilla del río

florece una orquídea.

 

Ah, la selva… (p. 78)

 

 

8A. P. Alencart con Una sola carne (foto de José Amador Martín)

A. P. Alencart con Una sola carne (foto de José Amador Martín)

 

 

 

Un germinativo imaginario se hace presente, las metamorfosis recuperan el origen que, lejos de ser un punto extático, se proyecta a un esperanzado porvenir. En la dimensión simbólica se reúnen el tiempo biográfico de la memoria, en el hombre-tucán amazónico, y la eternidad del mito de transmutación fantástica. Como pieza clave de estas de estas transfiguraciones, éxodo tras éxodo, la Amada deviene “Patria”:

 

He llegado a comprender que

–en este mundo–

mi patria verdadera

la encuentro

en el mapa de tu cuerpo.

 

No hay más patria

que tu entrega

ni hay más mundo

que este amor.

 

En la esposa del amor

está la patria. (p. 41)

 

 

De manera fluida la trama amatoria de Una sola carne va de la abstracción del amor a la concreción erótica en el movimiento reversible distintivo de la enunciación simbólica: “Giras. Vuelves. Bajas del aire. Te demoras en el Tiempo. Creas cierta carne verbal con la que cada vez recomienza la vida” (p. 168).  Quien habla es poeta en ejercicio de su arte.

 

 

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EROS DE LA REUNIÓN: ACORDE SIN FINAL

 

                  El Eros fundador envuelve la totalidad del ser

Alfredo Pérez Alencart

 

Leída de conjunto la antología recurren las imágenes de la comunión sexual, exacerbados los sentidos sensuales y la espiritualidad en la visión poética de la carnalidad trascendente. El lector, por su parte, desvela y compone a su manera. La poesía tiene intensas resonancias emocionales e intelectivas. Cada poema, en la interpretación lectora, resulta una pieza clave que se integra a un discurso de esencial unidad: las visiones ontológicas y metapoéticas se identifican.

 

Adán y Eva (explícitos en el homenaje a Durero de la portada del libro), pareja arquetípica primordial, Salomón y su Sulamita traslucen en dimensión simbólica. Únicos y representativos, los amantes de Alfredo Pérez Alencart son traslaticios, aluden a mundos posibles en la busca antropofánica de centro. Amante y Amada figurales (simbólicos y literales), habitando el espacio imantado de los rituales del amor constante; el amor, por su vez, completándolos la plenitud inimaginable de la comunión jubilosa, reunidas las dimensiones humanas y divinas, físicas y gnósticas. 

 

En Una sola carne “El amor es intensidad; no nos regala la eternidad sino la vivacidad, ese minuto en el que se entreabren las puertas del tiempo y del espacio: aquí es allá y ahora es siempre. En el amor todo es dos y todo tiende a ser uno (PAZ: 1885, p. 131). Sin dudas, esta poesía amorosa puede ser armónicamente reunida en Una sola carne porque constituye en sí testimonio poético de la experiencia amatoria unitiva.

 

El Eros del poeta –Sagrado, Cognoscente, Fundador– que traza el camino hacia la unidad primigenia, restaura hierofanías y signos trascendentes en la recreación del lenguaje. Su Eros es punto de llegada y de partida, reunión de lo sensual y el conocimiento en expansión hacia la totalidad y contracción irradiante.

 

El amor verdadero, un solo movimiento del espíritu, se alza como fuerza germinativa cósmica, energía del ser que busca lo inteligible y lo estelar en el impulso poético hacia la unidad original.

 

Eros que fulgura en la poesía.

 

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NOTAS

 

 

(1) Alfredo Pérez Alencart. Una sola carne (Antología amorosa 1996-2016). Salamanca: Ed. de la Diputación de Salamanca, 2017. Todas las citas pertenecen a esta edición.

Vale destacar, según Carmen Bulzan en su introducción, que se recogen poemas de libros publicados, también inéditos (más de la mitad de la muestra). Están agrupados de forma libre, sin orden cronológico. La antología se divide en cuatro partes (Amoris causa, Justamente así, Mujer de la mañana, Esquirlas; además, aparece un poema inicial y otro final), cuyas citas (de Pérez Alencart y bíblicas), al igual que el título de la antología, fueron escogidos por el autor.

 

(2) Alfredo Pérez Alencart tradujo partes del Cantar de Cantares. Su versión castellana (2008) fue hecha a partir de la portuguesa de Antonio Salvado (1962) y en diálogo con la traducción de fray Luis de León, al final explícito, al ofrecer otra versión del fragmento inicial del Cantar. Vale reparar que traducir, lidiar con el texto desde su adentro, implica una inmersión a fondo, otro mirar que complementa y enriquece, permitiendo leer en otra escala.

 

(3) Ver prólogo de Fray Luis de León. Cantar de Cantares de Salomón. Edición de la Fundación biblioteca virtual Miguel de Cervantes.

 

(4) Para Denis de Rougemont, en El amor y Occidente, toda la lírica de Occidente procede del amor cortés y afirma: “A ese origen debe nuestra poesía el lenguaje seudomístico; y a su vocabulario acuden aún los enamorados de hoy, para sacar, con plena conciencia, sus metáforas más corrientes.” (p. 155). Por su parte, Octavio Paz en La doble llama, referencia ineludible sobre amor y erotismo, indica: “A finales del siglo XVII español, lo mismo, en España que en las capitales de los virreinatos de México y Perú, aparece una curiosa costumbre erótica que es la simétrica contrapartida del “amor cortés”, llamada los “galanteos de palacio” (p.120).

 

(5) Ver: José Lezama Lima. Confluencias, de mayor interés en relación al Eros cognoscente el ensayo “Introducción a un sistema poético”.

 

(6) Ver: Paul Ricoeur, La metáfora viva, especialmente el sexto estudio “El trabajo de la semejanza” y el séptimo dedicado a “Metáfora y referencia”. 

 

(7) Me refiero a la teoría de la metáfora poética en Georg Lakoff y Mark Turner.   Ver: More than Cool Reason: A Field Guide to Poetic Metaphor, de particular interés el segundo capítulo: “The Power of Poetics Metaphor”.  

 

 

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

BORGES, Jorge Luis (2001). Arte poética. Barcelona: Ed. Crítica. 

DE LEÓN, fray Luis. Prólogo. Cantar de Cantares de Salomón. Fundación biblioteca virtual Miguel de CervantesConsultado 10 de mayo, 2017:

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cantar-de-cantares-de-salomon–0/html/

LAKOFF, George; TURNER, Mark (1989). More than Cool Reason. A Field Guide to Poetica Metaphor. Chicago: The University of Chigado Press.

LEZAMA LIMA, José (1988) Confluencias. Selección de ensayos y prólogo de Abel Prieto. La Habana: Letras Cubanas.

PAZ, Octavio (1994). Lllama doble Amor y Erotismo. México DF: Seix Barral.

PEREZ ALENCART, Alfredo (2017). Una sola carne. (Antología amorosa 1996-2016). Selección  y notas Carmen Bulzan. Pintura de portada y dibujos de Miguel Elías. Salamanca: Ed. de la Diputación de Salamanca.

RICOER, Paul (1977) La metáfora viva. Buenos Aires, Megápolis-La Aurora.

________  (2001). Del Texto a la Acción II. Fondo de Cultura Económica: México DF.

________ (2003) El conflicto de las interpretaciones: ensayos de hermenéutica. Fondo de Cultura Económica: México DF.

ROUGEMONT, Denis (2006). El amor y Occidente. Barcelona: editorial Kairós.

 

 

 

12 La poeta y profesora cubano-brasileña Aymée G. Bolaños

La poeta y profesora cubano-brasileña Aimée G. Bolaños

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