ANTOLOGÍA POÉTICA DE LA ITALIANA ALDA MERINI. TRADUCCIONES DE JEANNETTE L. CLARIOND

 

1 La poeta italiana Alda Merini

La poeta italiana Alda Merini

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar esta selección poética de la italiana Alda Merini, espigada y traducida por Jeannette L. Clariond (Chihuahua, México, 1949). Poeta, traductora y editora. Es licenciada en Filosofía, Maestra en Metodología de la Ciencia y Maestra en Letras Españolas. Su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones: Mujer dando la espalda (1992); Desierta memoria (1996); Newaráriame (1997); Todo antes de la noche (2003); Amonites (2003); Siete visiones (2004, con Gonzalo Rojas); Nombrar en vano (2004); Los momentos del agua (2006); Leve Sangre (2007). Entre los premios obtenidos sobresalen el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde (1992), el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta (1996) y el Premio Gonzalo Rojas (2001). Es antóloga y traductora de Roberto Carini, Alda Merini, W. S. Merwin, Primo Levi y Charles Wright, entre otros. Publicó recientemente una antología traducida de poetas norteamericanos, en colaboración con Harold Bloom.

 

2 Jeannette L. Clariond, por Miguel Elías

  Jeannette L. Clariond, por Miguel Elías

 

Jeannette L. Clariond participó en el  XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos y una muestra de su poesía se encuentra en la antología “Palabras del Inocente”, realizada por Alfredo Pérez Alencart para Editorial Edifsa y la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes.

 

Estos poemas, que forman parte de un recital poético ofrecido por Jeannette L. Clariond, han sido tomados de los siguientes libros: Cuerpo de amor, un encuentro con Jesús; Magnificat, un encuentro con María; La carne de los ángeles; La tierra santa; Padre Mío; publicados por Vaso Roto Ediciones.

 

 

3

 

 

ALDA MERINI.

RECITAL POÉTICO

 

 

En todas partes,

aun si estuvieras completamente desnudo

o completamente cubierto

o completamente loco,

te veía ascender las colinas de mi origen

y no sé

tan enamorada como estoy

cómo hiciste para conocerme

y quién te hizo entrar en mí.

Eres una hoja,

un trazo abstracto

que se eleva como una cometa

que arroja puñados de sal

en mis heridas abiertas,

mas no importa:

es siempre salsedumbre de aquella mar

llena de corales, peces,

tal vez de muertos e infinitos submarinos.

Lo que me dices no tiene importancia,

ninguno de los dos nos escuchamos

pues nuestras peticiones descendieron a un mundo

donde vivíamos sólo tú y yo

en compañía de un amor

que jamás cuestionarán

pues con nadie lo hemos hablado.

 

 

4

 

 

 

Nosotros gozamos de pequeñas ventajas: por ejemplo, yo te amo y desearía que me miraras a los ojos, pero llevo gafas de sol para que no puedas ver mis ojos pues entrarías en mi alma con tus manos y sentirías latir mi corazón en una sola dirección, por ello, mejor pretendo no ver.

De hecho no observo lo que me rodea pero observo lo que sucede dentro de mí, y para sentirlo no se necesitan ojos, para sentirlo no se necesitan labios, para sentir lo que sucede dentro de mí sólo necesito una manifestación tuya de carne, verte por un segundo para hablar de ti a través de los siglos.

Para sentir el abrazo del dolor es necesario orar para que el dolor no destruya nuestras pobres fuerzas, para que la carne terrena como la muerte no se transforme en un perro callejero devorado por mil lobos.

Así se es eterno, vistiendo la propia carne de la miseria y guardando para sí ese conocimiento del amor que es privilegio tan sólo de santos y profetas.

Toda cosa bella se vuelve pasajera en las manos de los hombres, pero toda cosa bella besada por Dios se vuelve una rosa roja llena de sangre.

 

 

 

Quisiera ir hacia ti

porque he descubierto

algo que permanece demasiado terrenal

en mi corazón:

el corazón de mi madre,

su nacimiento, sus límites, su amor,

todo lo que me ha enseñado

a comprender,

cuando me presentaba las flores del durazno

y me decía:

niña mía, esta es la imagen

del Señor,

una floración continua,

una floración primaveral,

un almendro en flor.

Esta es la imagen de tu Jesús,

ese a quien tú amas.

Y yo comía aquellas flores

como si fueran las manos de Dios.

Puedo asegurarte que ninguna niña

tuvo tal sed de Dios como yo,

que jamás mujer alguna pudo hacer el amor

con una flor de durazno

sin raíces,

que volaba en el aire como una enorme cometa.

 

 

 

5

 

 

La isla desierta que tú y yo, Señor,

habíamos habitado desnudos y solos

como Adán y Eva

en su principio,

la isla desierta que no necesitaba

los ropajes de la carne

sino tan sólo de la transparencia

de un pensamiento iluminado,

la isla de carne y materia,

la isla de nuestros besos.

Si tú supieras, Dios,

que para conocer a una mujer

hay que amarla,

hay que penetrar en sus entrañas

y sentir el calor de sus gemidos,

entenderías qué es la pasión humana

que muere de amor

y se pierde porque quiere la muerte.

Y explícame Jesús

por qué el enamorado en ti busca su redención

y explícame entonces Jesús

por qué no alejaste de tu costado

ni a los amantes

ni sus pensamientos.

Los otros castigan el silencio del amor

con fiestas y tripudios y oropeles varios,

pero aquella que te ama

se viste de nada

y repudia incluso las palabras.

 

 

 

 

6

 

 

Jesús,

por los que han perdido la mente

y los principios de la razón,

por los oprimidos

bajo el duro silencio de los mártires,

por los que no saben gritar

porque nadie los escucha,

por los que no encuentran otra solución

al grito sino la palabra,

por los que suplican al mundo

que no los devaste más,

por los que aguardan una señal de amor

que nunca llega,

por los que erróneamente

dejan que muera la carne

para ya no sentir esa alma.

En suma,

por los que mueren en tu nombre,

abre las anchas puertas del Paraíso

y muéstrales

que tu mano

era fresca y tersa,

tersa y fresca

como la flor,

y que quizá por ser demasiado audaces

nunca entendieron que el silencio era Dios

y sintieron el peso opresor

de este silencio

que sólo era una nube de canto.

 

 

 

 

 

Los ángeles curan las llagas de quien cae

e inconscientemente se lastima por amor

pues el amor, que es la tragedia del hombre,

es también la tragedia divina,

cuando en un ímpetu de violencia

Dios creó no tanto el amor

sino la locura del amor.

 

 

 

7

 

 

Aquí también cambiaron el curso de las plantas, equivocaron el curso de la magia divina, y de pronto la tierra perdió su esplendor: el hombre penetró las entrañas de la tierra y usurpó la benigna maternidad de lo creado convirtiéndola en demonio del dolor.

El verdadero demonio es el mal cuando se comete por quien no comprende ni quiere comprender que el hombre ha sido creado para la dicha y la grandeza del mundo.

Por ello la esperanza de poder hablar de vosotros, ángeles, es igual a la esperanza de poder correr y salvarse de esta maldad inminente que Cristo descubrió al morir por nuestros dolores. María era una mujer que llevaba en el alma la poesía: para ella un ángel podía ser una visita cotidiana.

También el pensamiento de María era angelical, y no vaciló en decir su sí, en manifestar su obediencia.

La obediencia no teme la muerte ni el sufrimiento, quien obedece recorre muchísimos caminos y nunca está solo.

Obedecer a Dios era como obedecer al universo.

 

 

 

 

La isla desierta que tú y yo, Señor,

habíamos habitado desnudos y solos

como Adán y Eva

en su principio,

la isla desierta que no necesitaba

los ropajes de la carne

sino tan sólo de la transparencia

de un pensamiento iluminado,

la isla de carne y materia,

la isla de nuestros besos.

Si tú supieras, Dios,

que para conocer a una mujer

hay que amarla,

hay que penetrar en sus entrañas

y sentir el calor de sus gemidos,

entenderías qué es la pasión humana

que muere de amor

y se pierde porque quiere la muerte.

Y explícame Jesús

por qué el enamorado en ti busca su redención

y explícame entonces Jesús

por qué no alejaste de tu costado

ni a los amantes

ni sus pensamientos.

Los otros castigan el silencio del amor

con fiestas y tripudios y oropeles varios,

pero aquella que te ama

se viste de nada

y repudia incluso las palabras.

 

 

 

8 Alda de joven

 Alda de joven

 

El sueño de Cristo es la sangre de todos aquellos que han sido martirizados por nada, por causas impías, y han entrado en enormes báratros de infortunio.

Cristo abre las tumbas de estas maldiciones terrenas y hace surgir el árbol.

El árbol echa sus raíces en el miedo y la semilla antes de crecer aprende a morir.

 

 

 

La belleza sólo es el desvelamiento de una tiniebla caída y de la luz que de ella emanó.

Así es la resurrección, así es el milagro de un Dios que permanece en nosotros, y cada día vivimos porque junto a nuestra ala se eleva la tiniebla del cuerpo, aquella tiniebla del cuerpo que es la casa del alma, nuestra casa tenebrosa, nuestra casa que no está abierta a nadie.

 

 

Antes que nada,

Señor,

debes devolverme lo que te he dado:

mi dimensión de mujer,

mi desconfianza.

He vuelto a trabajar mi tierra

con la ayuda de un campesino

que ara en silencio y sereno

las colinas de la desesperación,

y al fin surgieron mil jardines,

y estalló la primavera.

La primavera del canto es como la poesía

pero dentro lleva una semilla de amor

que es tu complacencia.

No puede decirse que la poesía es un cuerpo abstracto

si se hace una abstracción de esa carne divina

que entra en nuestra carne.

En el fondo soy una mujer casta

porque cada hombre que he encontrado

sólo era una sombra

comparado con tu luz

y eclipsaba tu rostro.

Y como es posible conocer tu rostro

yo te lo explico:

basta ver alguna cosa

que lleve tu impronta.

Y nosotros estamos llenos de tus improntas,

como si hubieses entrado en cada casa

para dejar las huellas visibles

de tu poder.

 

9

 

 

 

 

Y así nacen los libros, en el amor, y así nacen los libros que nadie nunca lee, y así, antes de que el libro nazca, Dios lo deposita en ti como un puñado de barro que se hace luz.

Todos preguntan cómo escribir un libro: uno se acerca a Dios y le pide: fecunda mi mente, entra en mi corazón y llévame lejos de los demás, ráptame.

Así nacen los libros, así nacen los poetas.

 

 

 

María quiere decir tránsito,

escucha, pie leve y veloz,

ala que purifica el tiempo.

María quiere decir algo que vuela

y se pierde en el cielo.

 

 

 

 

En estas frágiles cadencias

que son nuestros días maravillosos

hechos de poquísimas cosas,

de pequeños conventos de suspiro,

estos días maravillosos

en los que niego toda presencia, aun la de Dios,

para no sentirme obligada a amarlo.

En estos días veo el sol

por todas partes

mas no logro ver a Dios,

único candor de mi vida.

Y luego detrás de él

hay otro hombre

más grande,

más severo,

más poderoso,

un hombre que me enseña

el alivio del alma.

Pero no creo que mi alma esté enferma

si todavía puede llorar,

sonreír,

traspasar el umbral de esta casa.

Jesús,

eres en verdad un manto poderoso,

eres una playa inmensa,

eres un prado que nunca agoniza,

eres una flor que despierta cada mañana,

eres un canto,

eres mi propia mirada.

Muchos me miran a los ojos

y quedan extasiados

porque saben que te he visto,

que te he sentido,

o que por lo menos alguna vez

también te he traicionado.

 

 

10

 

 

 

Oh Dios, lleno de gracia,

que tiemblas entre los dedos de las mujeres,

oh Dios tremendo que besas el sol,

que te conviertes en rocío,

oh Dios de Dios,

que separas los labios

y los unes en la oración,

Dios que abres el corazón

y después lo cierras de nuevo.

Tumba de dicha y tumba de salud,

Dios de granito que desapareces y apareces,

Dios que de sus éxtasis

tiene una sola memoria

y que baña el río del poeta.

 

 

 

El ángel es la plegaria del universo, y cuántas noches el universo se arrodilla ante Dios en plena noche o cuando vuelve la luna, y cuántas veces el hombre aridece y resurge en el transcurso de su vida.

 

 

 

Esta noche soñé el amor:

era tierno como vosotros y sin carne,

mas su respiro ha colmado mis noches

de desesperación y canto.

Así es vuestra mano que acaricia a los humildes

y los hace callados como los que aun sufriendo

todavía no logran morir.

¿Pero qué es la muerte

si no un árbol enorme lleno de canto?

Yo soñé un hombre

pero este hombre estaba todo moldeado por Dios.

Una parte de este hombre estaba en vuestra boca.

Y todos los hombres han sido amados y devorados por los ángeles

en su inmenso amor.

 

11

 

 

La pasión es un invierno.

Deseas una caricia

pero cae sobre ti

una mano llena de espinas,

una mano vulgar y despistada

que te habla de muerte,

de abandono,

de espacios cerrados.

El miedo de que el hombre o el pensamiento

enturbien los torrentes de tu infancia

deviene entonces plegaria fervorosa,

una botella que lanzas al agua

deseando que la recojan los ángeles.

 

 

 

 

Invisibles, giran en el aire las máscaras: me habría gustado hacer teatro, que el mundo oyera la potencia de mi voz.

Así nací: seductora y distraída, capaz de desvestirme y vestirme en un instante.

Lo que importa es la escena, el espectáculo, la apoteosis.

Sí, he podido comprender que el hombre se deja burlar y que busca ser objeto de burla, pero un exceso de amor puede matarte de risa.

Rara vez se cree en el amor, y con frecuencia se cree en la farsa.

El hombre ha aprendido que para hacer reír debe antes saber llorar.

 

12

 

 

La sombra de tus manos,

padre,

es como un barco

que transita sobre mi cuerpo,

que es tierra,

tierra extenuada.

 

 

 

 

El dolor del viento que entra en las palabras

es parecido a la ausencia de tu mirada.

Son miradas que crean la paz de los fieles

quienes no sólo poseen sentimientos de amor.

Así la gran guerra

que sentimos tras nosotros

la hacen también las miradas

de tantos enamorados.

 

 

 

Cuando te sueño me pongo pálida como la muerte.

¿Qué prodigio es este

de estar tú y yo en otra parte

guiados por las manos de Dios?

¿Por qué somos dos manos tan dóciles

que cualquier ídolo puede llevarnos tan lejos?

¿Qué éramos antes?

¿Qué seremos después?

Cada noche me pongo mi ropa más bella

y tú me la quitas,

pero nunca lograrás hacer de mí una esclava.

También desnuda visto como reina

porque tú y yo nunca pecamos,

porque tú y yo nunca nos vimos.

Sin embargo nos vemos cada día,

sin embargo somos tan pobres

que ni siquiera tenemos que comprar la muerte

porque la vida nos la regala.

 

13

 

 

Jesús fue prenunciado también por los elementos; los profetas fueron sólo formas custodias de la sombra de esta gran catástrofe llamada Jesús.

La gran catástrofe de Jesús fue el acercarnos los unos a los otros.

Después de la llegada de Jesús alguien aprendió a mirarse a los ojos, a formularse preguntas, a entender que los demás no eran sólo mercancía.

Se descubrió el pensamiento y el hombre advirtió que sus semejantes pensaban, y que podía leer su pensamiento.

El miedo mayor es saber qué piensan los otros con sólo mirarlos a los ojos, es la razón por la que se mataba a los esclavos.

El gran miedo del hombre es saber que su compañero conozca lo que piensas y la dicha que llega al corazón del hombre cuando ama.

Cuando se habla de Dios como de un amor, es cuando se piensa en este fenómeno, y que Dios puso en nuestras manos una criatura viva, libre, tiernísima, que es el pensamiento del hombre, tan lábil, tan pequeña, pero capaz de convertirse en un

 

14

 

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario