ALENCART Y SU POESÍA PARA UN CABALLERO ANDANTE. ENSAYO DE GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN

 

 

Alfredo Pérez Alencart con su libro El pie en el estribo (foto de José Amador Martín)

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar este ensayo firmado por Gabriel Jiménez Emán (Caracas, Venezuela, 1950). Escritor, ensayista, poeta, traductor y compilador. Entre los reconocimientos recibidos están el Premio Monte Ávila de Poesía (1983); y el Premio Nacional de Literatura (2019). Ejerció el cargo de Director en las siguientes revistas: Imagen; y la Revista latinoamericana de Cultura. Traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Autor de los siguientes libros: narrativa, La isla del otro (1979); Una fiesta memorable (1991); Mercurial (1994); Paisaje con ángel caído (2004); Sueños y guerras del Mariscal (2007); Averno (2007); y Hombre mirando al sur. Tributo al jazz (2014); cuento, Los dientes de Raquel (1973); Saltos sobre la soga (1975); Los 1001 cuentos de 1 línea (1980); Relatos de otro mundo (1988); Tramas imaginarias (1990); Biografías grotescas (1997); La gran jaqueca y otros cuentos crueles (2002); El hombre de los pies perdidos (2005); La taberna de Vermeer y otras ficciones (2005); Había una vez…101 fábulas posmodernas (2009); Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (2011); Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (2012); y Cuentos y microrrelatos (2013); ensayo, Diálogos con la página (1984); Provincias de la palabra (1995); Espectros del cine (1998); Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (2004); El espejo de tinta (2007); El contraescritor (2008); e Impreso en la retina. Crónicas de un adicto fílmico (2010); poesía, Narración del doble (1978); Materias de sombra (1983); Baladas profanas (1993); Proso estos versos (1998); Historias de Nairamá (2007); y la Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006 (2010); y la antología, El ensayo literario en Venezuela (1988); Relatos venezolanos del siglo XX (1989); Mares. El mar como tema en la poesía venezolana (1990); Ficción Mínima. Muestra del cuento breve en América (1996); Noticias del futuro. Clásicos literarios de la ciencia ficción (2010); y En Micro. Antología del microrrelato venezolano (2010).

 

Alencart dedicado un ejemplar del poemario (foto de Jacqueline Alencar)

 

ALENCART Y SU POESÍA PARA UN CABALLERO ANDANTE

 

Es posible que la perennidad de la palabra radique no sólo en su efectividad expresiva, en su manera de encantar por el lenguaje, sino también por su capacidad de acuñarse como imagen de un tiempo o una época. Es curioso que en Occidente, desde el siglo XIV, un poeta como el Dante ya nos estaba preparando a las arduas aventuras del espíritu, a futuros infiernos y paraísos que habitarían en nosotros; mientras en el siglo siguiente los cuentos del italiano Giovanni Bocaccio y los del británico Geoffrey Chaucer dieron rienda suelta a su genio cómico para salirle al paso a las contrariedades e injusticias de la vida, que luego Shakespeare lograría para sus comedias y Cervantes para sus cuentos y novelas. Todos ellos pertenecen a una tradición trágico-cómica que de algún modo nos funda. En siglos posteriores, dramaturgos como Moliére, Pirandello, Ibsen, Wilde o Chéjov nos siguen diciendo que la vida se mantiene al borde de ese hilo donde tragedia y comedia comparten espacio.

 

En el caso de Cervantes vemos cómo su capacidad humorística, su burla paródica y sus juegos apócrifos se convierten en los antídotos más eficaces para hacer la crítica de las novelas tediosas y reiterativas del Medioevo, y abrir un compás distinto en las narrativas del romanticismo y del naturalismo (desde las hermanas Bronte hasta Zola) alcanzando por igual al realismo fantástico o al realismo mágico, y ceden el paso a poetas y narradores de Norte y Sur América para que éstos hagan sus respectivas requisitorias sobre el siglo XX, siglo donde se produce una deslumbrante ruptura con los patrones clásicos de la novela y el relato (donde la presencia de la poesía es un elemento de primera importancia), desde narradores como Joyce, Faulkner, Proust, Hesse, Stendhal o Hemingway hasta llegar a América Latina en novelistas como Carpentier, Rulfo, García Márquez o Fuentes. Por ello, es perfectamente posible que un colombiano como García Márquez o un peruano como Bryce Echenique sean deudos de Cervantes, y que otro peruano como Alfredo Pérez Alencart pueda compartir su espíritu en Salamanca sin dejar de ser profundamente americano, tal lo ha probado en una estadía de  más de un cuarto de siglo en la hermosa ciudad castellana. La prueba de ello es su loable dedicación a la poesía, la enseñanza, la edición, la divulgación y valoración de la poesía iberoamericana, con un entusiasmo que sólo es posible calificar de admirable.

Alfredo Pérez Alencart con un ejemplar de El pie en el estribo (foto de José Amador Martín)

 

En esta oportunidad, Pérez Alencart nos da muestras de su poder creador, al acercarse, mediante el instrumento de lo poético, a la figura –o más que a la figura, a su legado cultural y espiritual– del hidalgo castellano en su libro El pie en el estribo (2016), donde realiza un extraordinario ejercicio no sólo en homenaje al célebre caballero manchego, sino al propio lenguaje de la poesía, merced a una opción bicéfala en la estructura de la obra, al presentarnos una doble vertiente expresiva en los textos, dispuestas en las páginas impares y pares: la una, ordenada de modo alfabético en versos magros y diáfanos; en la otra, la frondosidad verbal de lo americano arropa el texto y lo hace oler a arbusto salvaje, a agua desbordada, firmamento despejado, luz incandescente.

 

Algo destacable en estos textos es el tipo de forma que ostentan en las páginas impares, una forma altamente experimental; no son poemas en prosa en cuanto tales, pues su ritmo no es el de la prosa, ni tampoco pudiéramos calificarlos de versos libres. Se trata de una forma intermedia de prosa torrencial, encabalgada a manera de aluvión, que va expresando a su paso, con toda autonomía, los elementos que puede aprehender, desde las sensaciones y experiencias externas, hasta las latencias internas que los mueven; los recorridos que realiza por el espíritu del hablante, pues intenta hacerse eco de una experiencia íntimamente ligada al viaje por una o varias geografías, y a la vez describir el periplo íntimo al amparo de la figura central de Don Quijote de la Mancha, que no funciona aquí como una figura dada, puesta en un pedestal para rendirle tributo, sino para tomarla como acicate de ese periplo. En efecto, la expresión pie en el estribo remite a la inminencia, a la preparación del viaje. El poeta aún no se ha montado en el caballo, está en vías de hacerlo: la aventura se mantiene en vilo, la sensación del nuevo viaje se conserva a lo largo de todo el texto. Así lo hace, por ejemplo, nuestro Víctor Valera Mora en un sentido distinto, desde su perspectiva y su lenguaje, en un libro con un título similar (Con un pie en el estribo), cuando se prepara a emprender un viaje –sentimental, existencial, de iniciación política— por su país, Venezuela. Mientras que, por contraste, los poemas apreciables en las páginas pares del libro de Pérez Alencart más bien pudieran enmarcarse en una tradición del despojamiento y de la claridad castiza del español, donde cabría citar perfectamente en el siglo XX, a los poemas de Jorge Guillén.

 

El poeta aún no se ha montado en el caballo, está en vías de hacerlo, la aventura se mantiene en vilo a lo largo de todo el texto. Por ello, aquí el Quijote no es una figura sólo para ser alabada o elogiada, más bien se convierte en un móvil interno de esa aventura, en un reto para el lector, en un símbolo, si se quiere, de esa resistencia al vasallaje de la razón, de los usos oscuros de dominación y de poder que han sido letales a lo largo de nuestra historia, tanto en América, como en Europa. En este sentido, el Quijote se vuelve también un símbolo de liberación, imaginación y humor.

 

Portada de El pie en el estribo (Fotografía de José Amador Martín)

 

 

En este ámbito de contrastes, Pérez Alencart logra comunicarnos a través de un poderoso despliegue verbal, un conjunto de imágenes conjugadas en lo sensorial, guiadas hacia un estremecimiento mediante el cual nos siembra en el paisaje americano, pero también nos lleva a cotejar posiciones filosóficas, concepciones del mundo, pulsiones e irrigaciones que nos ponen frente a un copioso arsenal de imágenes mezcladas, donde el encantamiento del verbo puede ser el vehículo principal. Pudiera hablarse de un barroco, quizá, de una forma de manierismo a lo americano, o de un procedimiento sinestésico, de un engaste verbal que nos dialoga desde el centro de cada texto:

 

No se agota la tinta de los quijotes  seámoslo hasta agotar la paciencia de quienes cortan el cuello a los inocentes    seámoslo sílaba tras sílaba sin la lengua anudada     seámoslo hasta llegar hasta las playas litorales     hasta selvas que me crecen dentro (…)

 

Se trata de un fluir torrencial, de textos frondosos que no se cortan con el verso tradicional sino que van encabalgados, brotando de modo natural (es decir, imbuido de naturaleza) y se nos ofrece prístino, retador:

 

Pongo mi oído en la canícula de las resurrecciones / al borde del amor de viejos siglos / aunque me duelen los huesos que exigen futuro o enjalbeguen mi piel con una armadura / por donde giran locamente los relojes (…)

Las alusiones concretas (y oblicuas) al hidalgo son numerosas, cuesta seleccionar una sola, todas ellas guardan un sentido de correspondencia interna, de coherencia con la visión total de la obra.

 

Heme aquí sancho        a veces quijote siempre con todos sus sinónimos siempre sacrificado para aliviar ponzoñas     Ulises paralelo recogiendo botellas lanzadas por los escribas que pagaron con su vida      quijote siempre sancho velando los sueños (…)

Alfredo Pérez Alencart dedicando el libro a Pilar Fernández Labrador

 

Mientras, en los poemas breves de las páginas impares, como hemos referido, la desnudez formal pastorea el aforismo, el dicho, la reflexión estoica:

 

Caminar como un resucitado

meseta adentro

hasta el triángulo ciego;

 

Caminar ágilmente

para que no se congele

tu desesperación…

 

Así, hasta que no te persigas

a ti mismo.

 

Leer este libro de Pérez Alencart es degustar el idioma castellano en dos vertientes, asomarse al vértigo y, simultáneamente, a la quietud (una quietud dinámica), como si degustáramos primero el fuerte licor de lo feraz, para amansarnos luego en el frescor de un agua meditante.

Celebramos este logrado ejercicio del poeta peruano, quien ha hecho de Salamanca su tierra de luchas en su tributo a Castilla y España, pero también a América y al idioma que brilla a ambos lados del océano, como nos lo anuncia en ése, su mordisco para una resurrección:

 

Tibio paraíso para escuchar chirimías

Pasiones siempre bienvenidas

 

Y también, como él mismo nos lo dice, en versos culminantes de este cuerpo a cuerpo con el lenguaje y los lenguajes:

 

Somos arpas para no dormir   metamorfosis de un temblor que no envejece.

 

El escritor Gabriel Jiménez Emán en Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

 

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