LA ANTOLOGÍA ‘CARNE DEL CIELO’. PRESENTACIÓN DE JUAN CARLOS MARTÍN

 

 

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Juan Carlos Martín, durante su presentación

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar el texto de presentación de la antología‘Carne del Cielo’(Versos de Navidad), que el escritor Juan Carlos Martín Cobano leyó en el marco del XIII Encuentro Los poetas y Dios, celebrado en la localidad leonesa de Toral de los Guzmanes. Martín Cobano, es narrador, poeta, editor, traductor del ingles al español y Secretario de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos de España (ADECE).

La antología ‘Carme del cielo’ puede descargarse libremente en ‘Crear en Salamanca’

 

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A. P. Alencart, Teresa Mata (Subdelegada del Gobierno en León) y Miguel Ángel Fernández (Alcalde de Toral y Diputado de Cultura de la Diputación de León)

 

 

Publicado en Chile, por Hebel Ediciones, coordinado por un teólogo y psicólogo del cono Sur junto con un poeta jurista peruano salmantino, con las ilustraciones de un nuevo castellano del Mediterráneo y los poemas de otros autores en lengua española, salpicados con muy escogidas traducciones de portugués y búlgaro… cabría esperar que estas cuarenta y siete voces tan dispares nos aturdieran al intentar aunarlas, pero el resultado es extrañamente armónico, un collage y a la vez un mosaico, un bosque de exuberancia sin la monotonía de troncos semejantes en rutinaria hilera.

Espigando algunos versos de aquí y allá, podemos encontrar varios temas que, sin pretenderlo, comparten distintos autores. Resuena una y otra vez, al hablar de la Navidad, el hastío de los sucedáneos, la condena de la hipocresía. Como cuando ANTÓNIO SALVADO denuncia que olvidemos al protagonista durante el resto del año: “Tu regreso tras un año de ausencia / Tú que te hiciste puro temblor de frío”. O cuando QUINTÍN GARCÍA se refiere a los oropeles navideños con esta palabras: “… ardiendo ahí fuera los fuegos/de artificio de la Farsa”.

Será fácil encontrar más ejemplos de poetas que no se callan ante la banalización de un recordatorio tan solemne. Pero tampoco hay que caer en un exceso de gravedad. Hay que alegrarse, tañer panderetas, cantar villancicos. Y tenemos verdadera música, en este sentido, en la salmodia de LUIS CARNICERO o la encantadora Décima navideña de MUÑOZ QUIRÓS.

Si hay un concepto teológico indispensable al mencionar el título Carne del cielo y pensar en la Natividad, es el de la encarnación, que, en una de sus principales acepciones, significa identificación con el desvalido. Encontramos en este libro no pocos ejemplos de poetas que ven en el niño de Belén al refugiado, al marginado, al maltratado, al celebrante que vive en una realidad muy distinta a la de nuestro bienestar occidental. Y lo leemos en LUIS GUILLERMO ALONSO cuando pide: “Dios incapaz de propia subsistencia, / mirada suplicante a madre pobre, / besa los límites”; o en la intercesión de HELENA VILLAR JANEIRO: “Míralos. Ve en ellos los hermanos, /las hermanas encintas /que dan a luz cruzando su desierto…”

 

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Y, claro está, la contemplación del Verbo encarnado debe llevar a la adoración, que encontramos en su estado más puro en poemas como los de VERÓNICA AMAT, con palabras como: “Lleven otros la candela, / cuelguen otros el farol, /a mí me basta la llama /de albor que irradia este sol”; o en estos versos del doctor JUAN ÁNGEL TORRES RECHY: “Hemos venido juntos / a adorarte, Niño de la promesa, / Niño de las palomas, / oh, Niño de la estrella”.

Que sintamos el imperativo de la adoración no borra la realidad de la aparente ausencia de Dios en muchos momentos. Por eso, ante la proclamación de Emanuel, Dios con nosotros, el poeta no puede ocultar las contradicciones que todavía encuentra en su fe, o en su deseo de una fe. Por eso duele, con un dolor necesario y saludable, escuchar a JOSÉ ANTONIO SANTANO: “¡Cantemos, cantad sin celo!, / este villancico amargo, / a ver si despierta el cielo /de su infinito letargo”.

O la protesta, o triste constatación no resignada, que no se expresa con el descaro parisino, sino con la insobornable honestidad zamorana, en estos versos de JOSÉ ANTONIO VALLE ALONSO: “Un niño como Tú, como Tú, bueno, / tiene frío de Dios y el frío muerde. / El niño de la guerra… / tiene hambre de Dios y Dios no viene…”.

 

Pero el que se ha encarnado se llama también Verbo de Dios. Es su revelación viva, en carne, hueso, obras, reacciones y entrega. Esa revelación tiene que abrir los ojos al poeta, como confiesan QUINTÍN GARCÍA: “Pero yo creía entonces / que Dios estaba sólo en los belenes, / en la misa de doce / o, al final de la cena, / en el champán de Navidad. / Y allí no encontré a Dios; o nuestro amigo LEOPOLDO L. SAMPRÓN: “Hoy, otra Navidad. / Otra celebración de cumpleaños; / Y ya va siendo hora, /que naciendo tantas veces /te conozcamos un poquito. / Y no es difícil, mi niño, /no es difícil”.

 

 

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 A. P. Alencart y Juan Carlos Martín Cobano, con la antología

 

La revelación es mucho más que iluminación para conocer una verdad: es abrir los ojos al asombro de la gracia, como tan envidiablemente sabe expresar la ecuatoriana ANA CECILIA BLUM, en su poema La lumbre: “Y entre lo que estalla y enfurece, / un gramo de armonía en la pupila, /la lumbre esperando, / desde el fondo, / desde la antesala de todos los asombros /volteamos, nos abraza, / nos envuelve, / somos su calor, sus luces. / Es la lumbre / y nos salva.

 

Aunque no nos demos cuenta, en este poemario viajamos de la encarnación a la revelación. Quien mejor resume este trayecto es quizá el coeditor, LUIS CRUZ-VILLALOBOS. En uno de sus poemas identifica así la revelación y la encarnación

 

Sólo Él

Pudo venir a explicarnos

con su vida

Lo que está detrás de la vida

Sólo su Vida hecha mensaje

Y su mensaje hecho Vida

Solo Él

La Palabra final

acerca de Dios

y del hombre por siempre

Sólo Él

El Verbo aquí.

 

Así es, “el Verbo aquí”, carne del cielo que es Verbo del cielo y se hace carne en la tierra para establecer su morada entre nosotros. Y aquí está este libro, parte de la respuesta de los visitados por la Palabra final, quienes, entre la celebración y el sobrecogimiento, adoran con el regalo del Verbo, con el don de la Palabra.

 

 

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Palacio de los Guzmanes, del siglo XIII, sede del Ayuntamiento de Toral

 

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