EL CUENTO ERRÓTICO. COMENTARIO DE MANUEL GAYOL MECÍAS

 

 

1EL CUENTO ERRÓTICO,. COMENTARIO DE MANUEL GAYOL MECÍAS

 

Portada de cuentos erróticos

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario, leído el día de la presentación del libro Cuentos erróticos en el Festival Vista de Miami. Manuel Gayol Mecías es director y editor de Palabra Abierta. Graduado de licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas, en la Universidad de La Habana en 1979. Ha obtenido varios premios literarios, entre ellos, el Premio Nacional de Cuento de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1992 y el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano, de Nueva York, en 2004. Ha publicado una docena de libros entre novelas, cuentos, poesía y ensayos. Entre estos se destacan Retorno de la duda (Poesía), El jaguar es un sueño de ámbar (Cuentos) Los artificios del fuego (Cuentos), Marja y el ojo del Hacedor (Novela), y 1959: Cuba, el ser diverso y la isla imaginada (Ensayo). Es miembro del PEN Club Cubano de Escritores y de la Academia de Historia de Cuba en el Exilio.

 

 

2 Los escritores Gayol y Sambra

Los escritores Gayol y Sambra

EL CUENTO ERRÓTICO,

COMUNICACIÓN Y APRECIACIÓN QUE ENRIQUECEN

 

 

El erotismo como tal tiene su fin en sí mismo. Es distinto a la sexualidad, que apunta más que todo a la reproducción, por un lado, y, por otro, puede dar lugar a la pornografía. En el prólogo a nuestro libro hemos tratado de dejar bien claro la diferencia profunda entre la pornografía y el erotismo. Podemos, incluso, ahora, remitir al lector a Octavio Paz, quien en su bello libro La llama doble ha definido muy poéticamente la importancia y esencialidad del erotismo a diferencia de la pornografía.

 

Cuando el escritor Ismael Sambra me propuso hacer la compilación de este libro con el extraño título de Cuentos erróticos, me quedé, de pronto, un tanto incrédulo porque pensé que se refería a cuentos que no llegaban a ser tales, debido a que estaban plagados de errores. Pero cuando él me explicó las potencialidades que tenía el erotismo, de convertirse en un excelente vehículo que transporta un drama humano, entonces fui cayendo en cuenta de la potencialidad que encerraba lo errótico, ya no solo como metáfora de sensualidad y amor, sino además como un hecho de connotación otra que podía entenderse no como “error”, y sí al modo de una “variante” sensible de asuntos o problemas humanos que tuvieran la misma importancia, incluso, hasta más que la relación sensual entre una pareja.

 

     Indiscutiblemente que el erotismo, en sí mismo, es un gran aliciente, puesto que conforma una de las relaciones más importantes entre dos personas. Es decir, funciona asimismo como placer carnal, de belleza y sensaciones. Pero pocas veces, pienso, se ha escrito sobre la antigua funcionalidad del erotismo en lo que sería su relación con el aspecto del drama humano. Y es aquí cuando me sentí inspirado por la proposición de mi amigo Sambra, quien me estaba haciendo vislumbrar, con su agudeza conceptual, la posibilidad de descubrir una nueva valoración para cruciales posturas sentimentales del ser humano.

 

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     En la medida en que íbamos leyendo cuentos, de los que nos llegaban, o de los que nosotros mismos encontrábamos, me fui dando cuenta de que en los distintos temas que se desarrollaban a través de una aparente plataforma de fuerte o moderada sensualidad, se iba perfilando, en mi criterio, una nueva función erótica, y era la de una comunicación natural no solo entre las personas que estuvieran realizando ese acto de belleza, sino además la comunicación entre el autor y el lector, y este último era quien se beneficiaba del entretenimiento y del placer, de la apreciación poética y de la sensibilidad humana.

 

     En realidad, todos sabemos la gran necesidad de comunicación que tenemos porque somos seres gregarios y porque en nuestra interrelación oral y escrita logramos avanzar, de una manera u otra, en nuestra evolución. Es entonces la comunicación una de nuestras fuerzas como humanidad. De modo que la circunstancia de que lo erótico se desplace hacia el errotismo es un asunto también de comunicación, en la que el trance sensual entre personas puede llenarse de conceptos, de valores y de sensibilidades. Y el hecho de que estas consideraciones pasen de un autor a personajes imaginarios, y de estos a un lector interesado, es un fenómeno en mi criterio importante porque tiene que ver asimismo con el trato, la interrelación, el intercambio y la conexión entre las personas.

 

     De aquí que esta nueva función comunicativa nos lleve a considerar un beneficio más, y es la apreciación. Con el errotismo, por tanto, podemos discernir valores y asimismo analizar y descubrir nuevas situaciones, conocer nuevos criterios. Mientras que —como lectores—sentimos el placer de la relación sensual al disfrutar el ambiente y el arte de la palabra, aprendemos ese sentido humano que muchos autores nos proyectan en sus relatos. Es un enriquecimiento ideoestético que nos va ayudando a acendrar el gusto y a conjugar pasión con inteligencia.

 

 

     Logramos así visualizar, y al mismo tiempo sentir, una situación fantástica, o un cambio de funcionalidad biológica, como podría pasar en la transformación de la niñez a la adolescencia al leer la narración de “Insomnios”, de Omar Cerit Beltrán (o también al encontrarnos con el relato de Rafael Cerrato: “El despertar”), por ejemplo, o la obsesión psicológica y la desilusión, en la exquisita manera en que el relato del mismo Sambra, “La fractura del espejo”, nos propone toda una atmósfera de tensión para terminar en un rotundo asombro de contrariedad, en el que la atmósfera mágica de la historia termina siendo una realidad más impresionante que la misma ficción sexual; o la situación apresurada de una evacuación acompañada del deseo imaginario de unas féminas peculiares, al decir de la narración de Armando Añel, “Al calor de las mujeres largas”.

 

     De hecho, en el libro, hay un fluir de novedosas imágenes, de temas sorprendentes cuando toman lugar relatos tan poéticos como “El verbo”, de Laura Fernández Campillo o “Último tango en La Habana”, de Ingrid Brioso-Rieumont. En ambos relatos, el erotismo vibra en las palabras de un discurso dirigido hacia una intriga sexual. ¡Qué decir, entonces, de un sueño encandilado!, en el que la realidad y lo imaginario se mezclan como una dimensión de umbral cortaziano en el cuento “Distancias”, de José M. Fernández Pequeño: un umbral que va de lo corpóreo a la pesadilla y viceversa; o el formidable discurrir de una casa que se va vaciando, de una relación amorosa que se va reduciendo a una decisión definitiva, en el cuento de Lilo Vilaplana, “La casa vacía”: un accionar de suspenso y un tema muy simbólico de la malsana realidad cubana.

 

4 Ismael Sambra presentando uno de sus libros en Salamanca (1999, foto de Luis Monzón)

Ismael Sambra presentando uno de sus libros en Salamanca (1999, foto de Luis Monzón)

 

     Por otra parte, “Suéter verde, falda plisada”, de Gerardo Cárdenas, sobresale por la retrospectiva de un pasado en una historia que, además del deseo y de lo erótico, habla de una coincidencia en el tiempo como si se tratara de un reencuentro misterioso que nos trae el destino. O también tenemos la relación, profundamente humana, de un condenado en prisión con un convicto homosexual que le ayuda a sobrevivir, en un cuento titulado “La Perra”, de Ángel Santiesteban-Prats; historia que alcanza altos niveles de sensibilidad y solidaridad. De otra manera, hallamos la narración de Félix Luis Viera, “Señora Equis”, en la que paso a paso se nos va armando una excitante historia de posibilidades que parten de la afiebrada mente del protagonista-narrador, en cuanto a la mujer de una pareja que está comprando en la misma tienda en que se encuentra asimismo el personaje que cuenta.

 

     Más adelante encontramos un cuento muy a tono con los hechos de acoso sexual de hoy en día, en las situaciones laborales: “Manojillo de escarcha”, de Claudio Rodríguez Morales, que demuestra que no es solo el abuso del poder como asimismo lo es la indignidad de permitirlo. O la violencia contra la mujer, en la narración de “Boca amarga”, de Rosa Marina González-Quevedo; una infame vinculación, tan despiadada como denigrante, por parte del hombre, cuando este —todavía en la actualidad— ve en su pareja el juguete sexual que le sirve para saciar sus deseos. En otro sentido, la fábula “Fantasía de un alacrán”, de Erwin Dorado, breve pero sólida conseja que, a través de un sexo instintivo, te puede querer decir que “no le hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”. O, entre tantos cuentos, ese que se titula “El hueco”, de Raúl Ortega Alfonso, en el que un agujero de la cueva de un ratón —por la imaginación del narrador— se convierte en un recurso fantástico para realizar las más increíbles ocurrencias de un personaje.

 

     Por último, en lo personal, pienso que una compilación de cuentos como esta —con la calidad que aquí se reproduce y desde la perspectiva de lo errótico— nos da la posibilidad de ampliar el diapasón conceptual del erotismo. Eso de encontrar así nuevos cauces de comunicación y de apreciación entre los autores —conscientes de la belleza y los valores humanos— y de aquellos lectores que buscan un mejor camino de enriquecimiento intelectual.

 

 

5 El escritor Manuel Gayol (foto Neo Club Press)

El escritor Manuel Gayol (foto Neo Club Press)

 

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