«UN BESO», IN MEMORIAM DE JOSÉ (PEPE) MUJICA. ARTÍCULO DE ESTEFANÍA DI lEO

«Crear en Salamanca» se hace eco de la muerte de José (Pepe) Mujica, expresidente de Uruguay con este artículo de nuestra colaboradora Estefanía Di Leo, poeta y traductora italiana

 

 

“No venimos al mundo para desarrollarnos económicamente, venimos al mundo para ser felices”

«En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas»

En su discurso de renuncia al cargo de senador. Octubre de 2020.

 

Pepe Mujica es mucho más que un expresidente de un pequeño país del sur de América Latina. Su figura, lejos de reducirse al ámbito institucional, encarna un tipo de liderazgo profundamente humano, ético y filosófico que ha traspasado fronteras, generando admiración incluso en contextos culturales y políticos muy distintos al suyo. Su vida, marcada por la lucha, el sufrimiento, la resistencia y la coherencia, nos deja un legado de enseñanzas que desafían el sentido común contemporáneo, dominado por el consumo, el poder y la vanidad.

Nacido en 1935 en Montevideo, Mujica creció en un ambiente modesto, vinculado al trabajo rural. Durante la década de 1960 se sumó al Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, una organización guerrillera de inspiración marxista que, ante la represión del gobierno uruguayo y la falta de justicia social, buscaba transformar radicalmente la sociedad. Su militancia lo llevó a pasar más de trece años en prisión, muchos de ellos bajo condiciones infrahumanas: aislamiento extremo, tortura psicológica, hambre. Estas experiencias no lo quebraron; por el contrario, templaron su carácter y lo llevaron a una forma de introspección que más tarde se traduciría en un pensamiento político marcado por la compasión, la humildad y el rechazo del odio.

Tras la dictadura, Mujica se integró al sistema democrático sin renunciar a sus ideales. Participó en la fundación del Movimiento de Participación Popular (MPP), dentro del Frente Amplio, y poco a poco ascendió en la vida política institucional: fue diputado, senador, ministro y finalmente presidente de la República Oriental del Uruguay entre 2010 y 2015. Su gobierno estuvo marcado por políticas progresistas y audaces, como la legalización del matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y la regulación estatal del mercado de marihuana. Estas medidas no solo respondían a una visión laica y moderna de los derechos, sino también a una concepción profundamente ética de la libertad, entendida no como privilegio individual, sino como construcción colectiva.

Sin embargo, lo que hizo de Mujica una figura única fue su estilo de vida. Desde su modesta chacra, rodeado de perros y flores, el presidente-poeta condujo su viejo Volkswagen, rechazó lujos, donó gran parte de su salario y vivió sin escoltas ni ceremonias. Esta coherencia entre palabra y acto, rara en la política contemporánea, le otorgó una autoridad moral que pocos líderes del mundo han alcanzado. Su crítica al consumismo y su defensa de la sobriedad no son discursos ideológicos vacíos, sino formas de vida asumidas con sencillez y convicción. En un célebre discurso en la ONU, Mujica denunció el modo de vida capitalista como una forma de esclavitud moderna que nos aleja de la felicidad auténtica y del cuidado del planeta.

No venimos al mundo para desarrollarnos económicamente, venimos al mundo para ser felices”, dijo. Esta frase condensa el núcleo de su pensamiento.

Entre las enseñanzas que nos deja Mujica, destaca en primer lugar la reivindicación de la ética como fundamento de la política. Frente a una práctica política muchas veces corrompida por intereses mezquinos, Mujica propone recuperar el sentido de servicio, de entrega al bien común. En segundo lugar, su vida nos recuerda el valor de la sobriedad voluntaria, no como privación sino como elección consciente frente a una sociedad que mide el éxito por la acumulación de bienes. En tercer lugar, Mujica es un ejemplo de reconciliación y humanidad: nunca llamó al rencor, ni siquiera frente a quienes lo encarcelaron y torturaron. Al contrario, apostó por la convivencia, por el diálogo, por una democracia plural e inclusiva. Finalmente, su defensa de la naturaleza y del tiempo libre como bienes supremos nos invita a repensar las verdaderas prioridades de la vida.

Pepe Mujica no es un hombre perfecto. Como cualquier figura pública, sus decisiones pueden ser debatidas. Pero lo que lo distingue es haber vivido con integridad, haber predicado con el ejemplo y haber recordado al mundo que otro tipo de política —más humana, más justa, más honesta— es posible. En un tiempo de desencanto y cinismo, su figura representa un llamado a la esperanza, a la resistencia ética, y a la construcción de una vida buena no solo para uno mismo, sino para los demás. Como él mismo ha dicho: “Triunfar en la vida no es ganar, es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”.

En definitiva, la vida de Pepe Mujica es una lección viva de que la política no debe ser una carrera hacia el poder, sino un acto de amor a los demás.

La entrevista realizada por Pedro Enríquez, (poeta que ha participado en los ecuentros iberoamericanos en la ciudad dorada )a José Mujica, publicada en la Revista Esfinge bajo el título «La contradicción de nuestro tiempo», ofrece una profunda reflexión sobre diversos temas que han marcado la vida y el pensamiento del expresidente uruguayo.

Mujica resalta la importancia de los vínculos históricos y culturales entre España y América Latina, destacando cómo la migración y el idioma han tejido una identidad compartida. Considera que el idioma es la «sangre de la cultura», transmitiendo no solo palabras, sino también valores y formas de ver el mundo.

El expresidente enfatiza la necesidad de priorizar la educación y la cultura como herramientas fundamentales para el desarrollo humano y social. Advierte sobre los peligros de una sociedad que valora más el consumo que el conocimiento, y aboga por una educación que fomente el pensamiento crítico y la sensibilidad social.

Mujica propone una visión de la libertad centrada en la sobriedad y la simplicidad voluntaria. Critica el modelo de desarrollo basado en el consumo desmedido, argumentando que este estilo de vida roba tiempo y libertad a las personas. Para él, la verdadera libertad radica en tener tiempo para vivir, pensar y disfrutar de las cosas simples.

A pesar de haber pasado doce años encarcelado en condiciones extremas, Mujica afirma no guardar odio hacia nadie. Destaca la importancia de la reconciliación y el respeto mutuo como bases esenciales para una convivencia democrática y pacífica.

En resumen, la entrevista de Pedro Enríquez a Pepe Mujica ofrece una visión profunda y humanista sobre temas fundamentales como la identidad cultural, la educación, la libertad y la reconciliación. Mujica invita a reflexionar sobre el rumbo de nuestras sociedades y la necesidad de construir un futuro más justo y equilibrado.

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