POEMAS DEL CHILENO CRISTIÁN GÓMEZ OLIVARES. PARTICIPANTE EN EL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR

 

 

  El poeta chileno Cristián Gómez  Olivares

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar algunos poemas de Cristián Gómez Olivares (Santiago, 1971). Poeta, traductor y profesor universitario en Estados Unidos. Entre sus libros publicados están: Inessa Armand (2003), Pie quebrado (2004), Alfabeto para nadie (2008), La casa de Trotsky (2011), La nieve es nuestra (2012), El libro rojo (2019), Derechos del yo (Antología, 2019) y El hombre de acero (2020). También la traducción de Cosmopolita (2014) y Ciudad modelo (2018), de Donna Stonecipher. Fue miembro del International Writing Program, de la Universidad de Iowa (2002), y escritor en residencia en The Banff Center, en Alberta, Canadá (2013). Co-editó, junto a Germán Carrasco, la antología Al Tiro. Panorama de la nueva poesía chilena (2001), y con Mónica de la Torre la antología Malditos latinos, malditos sudacas. Poesía hispanoamericana made in USA (2009). Es parte del comité editorial de Cardboard House Press.

 

 

 

Gómez Olivares participó en la VII edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’. Su libro presentado estuvo bien valorado por el Comité de Lectura, quedando  ad portas de los 15 trabajos finalistas. Recordemos que se presentaron 1017 libros al concurso. La mayoría de los poemas aquí seleccionados son inéditos y se publican por vez primera en Crear en Salamanca.

 

Lectura de Cristián Gómez Olivares

 

 

EL LIBRO ROJO

 

 

Hay quienes comparan su salud con la de un roble.

Pero un roble es un árbol septentrional de hoja

sinuosa, caduca o marcescente, a veces visible

 

en un clima mediterráneo, apto sin embargo

para crecer en ese frío que obliga a las parejas

a casarse debajo de sus ramas: cargar consigo

 

una bellota es un símbolo de fertilidad, su madera

se utiliza para tratar la disentería y la diarrea

crónica y en torno a ellos las ardillas se empachan

 

con los frutos que acumulan para pasar el invierno.

Yo prefiero comparar mi salud con la del pasto

donde los estudiantes fraguan todavía

 

sus próximas protestas: los libros desparramados

por el suelo no son una metáfora del aprendizaje

ni tampoco un ancla en el pasado: son papeles

 

manchados de tinta, acertijos para ser horizontalmente

interpretados, manifiestos vanguardistas

en bond de 80 gramos,

 

proclamas que uno quisiera haber escrito

para leerlas enfrente de una audiencia

que no tiene por qué saber la verdad:

 

dame un par de nombres propios

para que el nombre científico de los robles

guarde algún sustento y tenga una mínima

 

relación con aquello que estamos por

definir: una silvicultura maoísta, que avance

desde los campos hacia las ciudades

 

y explote los recursos que nos

quedan como un fotógrafo se

detiene a que pase por delante

 

de su objetivo un ciclista al pie

de una escalera: ciertas escuelas

de poesía enfatizan el espiral

 

y la baranda. Para otras

que no se consideran

a sí mismas una escuela

 

lo importante es la identidad

del ciclista, su sombra reflejada

en el pavimento que cobra

 

su cuota de protagonismo

en la fotografía enmarcada

en el museo que estamos

 

contemplando. Dame un par de

entradas para que nosotros

también podamos verla:

 

antes de volarse la tapa de los sesos,

De Rokha decía que estaba enfermo de salud.

Árbol de hoja perenne, lejos de todo bosque:

 

me resigno a escarbar en la basura,

como un zorrillo con sus crías.

 

 

 

 

CREDENCIAL DEL PEREGRINO

 

 

El año en que debutó Khabib Nurmagomedov.

Dónde aparece esa cita de Marx sobre la partera de la Historia.

Cuánto tardan en caerse los árboles que están secos

(y amenazan con partir en dos el techo de mi casa).

Cuál fue el monto que pagó el Chelsea por Gianfranco Zola.

Edad de Wallace Stevens al publicar su primer libro.

Función de los baldaquinos en las iglesias post-románicas.

Año en que fue construido el puente de piedra en Zamora.

Lista de los sonetos dedicados al Duero.

Quién fue Marie von Thurn und Taxis.

Cómo sobrevivirán los libreros de la Plaza Brasil.

Por qué las antologías de poesía mexicana.

Por qué las antologías de poesía italiana contemporánea.

Por qué las de poesía norteamericana. Y por qué, Señor de las piedras

arrojadas en el río cuando queremos demostrarles a nuestras

hijas que también tuvimos infancia, por qué no llegan hasta la otra

orilla donde aún las seguimos esperando y nuestras madres

nos dicen que ya tenemos que partir, hay mucho taco

para entrar por Américo Vespucio a la altura de la cinco norte

(todavía no la han terminado, y los pobladores

utilizan esas piedras para hacer con ellas algo

extraído de libros de Historia que nosotros no

habíamos leído: tomar once y ver la tele,

prender la estufa porque el invierno

y por encima o por debajo de los murales de la Ramona Parra

un corazón liceano con una flecha adolescente

declaran sin embargo la victoria.

 

 

 

 

CAPITAL DE LA GLORIA

 

 

Como cajero en la estación de trenes de Madrid.

Viendo llegar y viendo partir siempre al mismo pasajero.

No importa que sea un hombre, no importa que sea una mujer.

Los boletos los imprime alguna máquina que hace el mismo

ruido que otras máquinas. Atender al público es una cuestión

de principios. La ciudad va a caer siga o no siga en ese puesto.

Los trenes van mucho más allá de cualquier ideología, pero

los comisarios están allí para asegurarse de que los jugadores

lleguen a tiempo a la cita donde nadie les espera.

Los espectadores están sentados en un estadio donde las camas

de los enfermos se acumulan, los soldados los vigilan desde la pista

de recortán y reparten cigarrillos entre aquellos que demuestran

signos indiscutibles de arrepentimiento. Los fanáticos

llegan con las manos en el aire como si estuvieran saliendo

del cine. Un cajero en la estación de trenes de Madrid

sabe lo que significa la palabra lealtad y se niega a abandonar

su puesto. Un cajero en la estación en la estación de trenes

de Madrid sabe que la única capital es aquella que no se rinde.

 

 

 

ANATÓMICA

 

 

Posa para mí sin haberte convertido en un cadáver/

ojalá tampoco en un recuerdo; no es necesario

por ahora que te desvistas, primero quiero imaginar

que tu pronunciación se parece al amanecer

cuando tarda en abrirse paso, entre las nubes aún

cargadas con agua, este día: después discutiremos

la postura, el tiempo que tendrán los estudiantes

para coincidir al menos en una cosa: el uso de ciertos

colores, ciertos trazos que nos permitan pensar

en frases como las que uno pronunciaría si tuviera

delante de sí una de esas imágenes que por estar

colgadas en la pared deben ser una pintura,

una frase endilgada a lo más noble de nuestro

repertorio, pero sacada a relucir en un momento

no sé si oportuno, anacrónico tal vez, optimista

en el peor de los casos. Posa delante de mí sin haberte

convertido en la luz que cae sobre tu cuerpo y los tonos

que intentan retratarla; a lo sumo en su descomposición

sobre la tela, su manera de desdibujarse para que el esbozo

finalmente sea eso: un afán, un anhelo, la única mujer

sacerdotisa de sí misma. Una mujer que tenemos

la obligación de contemplar.

           

Pero de lejos.  

 

 

 

 

LEER A RILKE EN ESTOS TIEMPOS

 

 

Leer a Rilke en estos tiempos es la frase

más reaccionaria que podríamos escuchar en boca

de un hombre de casi cincuenta años, encerrado detrás

 

de esa nieve real e imaginaria que cae junto a los rayos

del sol (no siempre está nublado cuando nos sentamos

a leer a Rilke y sus torsos carentes de lacrimógenas:

 

faltas a la verdad si no recuerdas que el sol también caía

sobre uno de esos cerros de Valparaíso cuyo nombre

desconoces, pero a quién le importa: no había

 

nubes, pero sí comida, había viento, pero estábamos

hablando de la distancia que media entre los cargueros

en la bahía y esa tropa de comensales dedicados intensamente

 

a precisar su tamaño, leer a un poeta alemán del siglo veinte

embelesado por todo lo que todavía nos embelesa

no puede ser retorno sino patadas en la boca

 

del estómago, no puede ser un error

sino un pedazo de pan todavía

sobre la mesa: pásamelo

 

porque las formas de compartirlo

son de mármol, dámelo porque todavía

tengo hambre y las empanadas no han salido

 

del horno y el plural de esa palabra en Alemania

es la única fotografía que no debiéramos

 

tomar.

 

 

 

 

 

RAZONES PARA IR AL ESTADIO

 

 

Parecen fanáticos de un equipo

que aún no ha entrado a la cancha.

Los fotógrafos se acercan para preguntarles

cómo los han tratado. Los conscriptos

 

de vez en cuando les regalan un cigarro.

Hay documentales sobre esto. Libros.

Todo con lujo de detalles. Nombres.

Apellidos. Días. Horas. Para qué

 

entonces saber cuánto mide el pasto.

El número exacto de hinchas

esperando tras las rejas.

Las mujeres preguntando

 

a las puertas del Estadio.

Cuántas mayúsculas tenemos

que poner para iluminarnos

de inmenso. Cuántas cruces

 

en el jardín de nuestro hogar

para amoblar nuestro país.

Cuántos arcoíris tremolar

en otros arcoíris como decía

 

un perdido en la ciudad.

La cifra exacta es un poema

que aún está por escribirse.

Ni archivo ni profecía sino

 

esto: mirando fijo a la cámara

como ave ante la ballesta.

He allí nuestra victoria:

entrar al cine con los ojos vendados.

 

Salir con las manos en alto.

 

 

 

 

 

GUY MONTAG

 

Leo los libros que no ha terminado mi hija.

Farenheit 451, El segundo sexo, La otra historia

de los Estados Unidos. Busco hasta qué página

llegó, me detengo en las frases subrayadas.

Me pregunto a cada instante por qué no los habrá

terminado. Y de ahí me largo: qué va a hacer cuando

salga del colegio, de qué va a vivir, con quién va

a vivir, voy a ser abuelo algún día, tendré

que pagarle el arriendo de una casa

cuando sea ya una mujer adulta (como

lo han hecho, más de alguna vez

mis padres conmigo). Doy vuelta la página

y veo que Ray Bradbury dice que hay un tiempo

de echar abajo y un tiempo de construir.

Un tiempo de guardar silencio. Un tiempo de hablar.

Vuelvo a colocar los libros en su repisa. Salió

con su madre a comprarse ropa para una fiesta.

Hace poco mis padres nos visitaron después

de catorce horas de vuelo. Mi viejo me regaló

una chaqueta y un pantalón porque –según dijo–

lo primero en que se fijan los alumnos, etc.

Este es un tiempo de guardar silencio.

De sacudir el polvo del lomo de esos libros.

Echar abajo es lo mismo que construir.

Una novela de ciencia ficción.

Convertida en un libro de historia.

 

 

Cristián Gómez Olivares (foto de José Amador Martín)

 

 

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario