POEMAS DE LA CHILENA ROSA ELENA SÁNCHEZ CRUZ. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

 

1POEMAS DE LA CHILENA ROSA ELENA SÁNCHEZ CRUZ. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

La poeta chilena Rosa Elena Sánchez Cruz

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar cuatro poemas de la escritora chilena Rosa Elena Sánchez Cruz (Santiago de Chile, 1980). Enfermera titulada por la Universidad de Santiago de Chile, también es amante de la música, tocando la batería para canciones de jazz. Tiene publicado otro poemario, Dragón, escorpiones y palomas (2007, conjuntamente con el poeta y juez Victor Ilich).

 

 

2 Portada del poemario

Portada del poemario

 

Los cuatro poemas de marcado anclaje cristiano, han sido seleccionados por el poeta A. P. Alencart de su poemario ‘Cuarenta látigos & una rosa”.

 

 

3 Icthus

 

 

DIOS HA AMANECIDO…

 

Agradecimiento

 

Dios ha amanecido

en un torbellino de gloria amorosa;

 

gracias por tu bendición abierta

y por el cielo que puede cantar,

cada día,

destilando tu poder.

 

Dios ejercitado

en el dolor del amor, gracias

por tus manos acogedoras

y por tu presencia invisible y cándida

que me hace temblar;

 

gracias por tu mano firme

y respuesta sabia

guiando mi paso acelerado

e inexperto;

 

gracias por la palabra,

que oyes y recoges desde el viento;

 

gracias por el lenguaje extendido

que es espejo del alma;

 

gracias por la voz

que inunda nuestro infinito ser

en la hora de nuestra muerte.

 

Amén.

 

 

4

 

 

NO SOLO PEDRO TE HA NEGADO

 

No tan solo ha sido Pedro

el que te ha negado:

en las luces de la envidia,

que ha escondido los vientos

he negado tu nombre.

 

En el bien vestido egoísmo

que cada día golpea mi puerta,

Señor, he negado tu nombre.

 

No sólo Pedro te ha negado

antes de cantar el gallo.

Cuando mis labios han retenido verdad

y el silencio me ha encadenado

en la agradable comodidad,

más de tres veces he negado tu nombre.

 

Al hacer ficción prejuiciosa

con mis lunas y mis estrellas,

del que no está presente en mi juicio,

irremediablemente he negado tu nombre.

 

Con la incredulidad de mis manos,

acortando las riendas de tu amor,

por dios, te he negado y aun a Pedro he juzgado.

 

Pero ya la angustia me embargó

y tu perdón mis venas transformó.

 

Procurare anunciarte cada día con mi canto

y dejar que Pedro descanse.

 

 

 

5

 

 

 

 

LA PRIMERA CENA

 

Qué motivo sideral

te ha llevado a golpear mi puerta,

alma que espera la cena

en una noche abierta.

 

Qué motivo redentor

ha puesto tu mirada en mi miseria,

qué gran porfía del rey, insistir

en una mendiga de palabras de tela.

 

Qué gran honor saber

que sin tener recursos

ni gran oratoria ni gran gracia,

complace a su Señor,

entrar y cenar en intimidad

con una pequeña de ojos grandes

que expectante espera la comunión

del cielo y la tierra.

 

 

 

 6

 

 

 

CUARENTA LÁTIGOS MENOS UNO

 

 

Cuarenta látigos menos uno

fueron pintados en tu espalda

para empobrecer el infierno que nos acechaba.

 

Cuarenta lágrimas menos una he derramado

para ahogar el egoísmo que como lazo

mis vestiduras afirmaba.

 

Cuarenta días de ayuno tuviste que experimentar

para derrotar la maldad

que cada día al mundo nutría.

 

Cuarenta días y cuarenta noches

fueron abiertos los abismos de la tierra

para ahogar el pecado que sobre los montes gobernaba.

7

7ºESTACION

 

Cuarenta látigos menos uno ha recibido el orgullo

que acariciaba mi alma

pero que con milicia fue desalojada.

 

Cuarenta lágrimas menos una he derramado

para lavar tus pies heridos

que aplastaron la serpiente y el escorpión,

que se alimentaban de mi desgano desesperado.

 

Cuarenta látigos menos uno fueron clavados

en tu frente con una corona de espinas

para moldear tu rostro a la misericordia

que ha movido tu perdón por nosotros,

y rectificar mi corazón apagado que cabalgaba

bajo el viento de otoño.

 

8

 

 

Cuarenta lágrimas he derramado

desde que supe que me has perdonado

y que ya no soy esclava del desierto ni del invierno

sino que soy como la dulce palabra que sale de tus labios.

 

Cuarenta años vagaron por el desierto

la incredulidad y la desobediencia,

para abrir las puertas del paraíso que nos alimentaría

de leche y miel reservados a aquel soñado paraíso,

que nos preparaste con anticipo y amor sin hiel.

 

 

 

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