LA SÁTIRA CONTRACULTURAL DE JUAN CARLOS ELIJAS. CRÍTICA DE JOSÉ MARÍA BALCELLS DOMÉNECH

 

 

      «Crear en Salamanca» se complace en presentar una nueva crítica de José María Balcells Doménech, catedrático de Literatura española de la Universidad de León

 

 

Juan Carlos Elijas, Padre polvo, Madrid, Huerga y Fierro editores, 2021, 154 pp.  

 

            El hasta ahora último libro de poemas de Juan Carlos Elijas (Tarragona, 1966), titulado Padre polvo, aparecido en 2021, hace bien explícita una de las principales características de su práctica poética, la carnavalización con fines satíricos, pero también el gran influjo de poetas americanos, tanto de los Estados Unidos como de Sudamérica, que gravitan en sus versos.

            En este libro, en el que resuena Rubén Darío de vez en vez, el lector atento percibe sobre todo el influjo de César Vallejo, y desde su propio título, pues trae a la memoria aquel poema del peruano titulado “Redoble fúnebre a los escombros de Durango” que escribió en el período de la guerra española del 36. Dicho poema comienza con el verso “Padre polvo que subes de España”, reiterándose la expresión “Padre polvo” en todas las estrofas del texto de manera anafórica, un recurso retórico al que Juan Carlos Elijas también suele acudir en no pocas composiciones de Padre polvo, pero también de conjuntos anteriores.  

Esas remisiones al poeta sudamericano subrayan su importancia como referente en sesgos oblicuos fundamentales y de especial rareza en la escritura de Juan Carlos Elijas, y no solo en la de Padre Polvo, en uno de cuyos textos, el titulado “Lo que es del César-Himno”, el enunciador se auto retrata “vallejeando”. Y lo cierto es que vallejea por momentos. Una prueba podrían ser estos versos culminantes de la antedicha composición, en la que se reconocen expresiones que señalan al poeta andino como la ya referida “padre polvo”, o el neologismo en superlativo “trilcísimo”, alusiva al conocido libro que publicó en 1922 en Lima con el título atrabiliario de Trilce. Y todavía podríamos añadir que la expresión “su carne en llamas” de este poema de influjo vallejiano ha sido utilizada también como título de la parte tercera del libro, refrendando el homenaje al poeta de Versos humanos:

            y Dios acude cabizbajo, grave

            a una larga sesión de quimio,

            padre polvo, epopéyico, trilcísimo,

            con su vestido azul, su carne en llamas,

            para por fin nacernos con su amorosa arcilla. (147)

           

Conforme a su índice, el libro consta de sesenta y dos composiciones poéticas que se agrupan en tres partes. Los textos de la última, “Su carne en llamas”, son principalmente de índole metapoética, si bien esta faceta ya se había explicitado en otros poemas del conjunto y desde su parte primera, donde la poesía parece que brota de la repercusión del paisaje en quien lo contempla. Y tampoco falta la reflexión y el sentimiento de la palabra poética en la parte central, sobre todo en la zona titulada en guiño paronomásico Ortus conclusus, de modo que pudiera decirse incluso que Padre polvo es sobre todo una obra metapoética.

En la sección que hace tres lo que se poetiza son variaciones diversas inspiradas en componentes de la poesía tales como la palabra, el ritmo, el sentimiento, algunas cuestiones metafísicas, y el diálogo del hablante con las cosas o consigo mismo a través de hibridaciones con ellas cuando no merced a la búsqueda de un posible autoconocerse. Queda bien clara en esta sección que el enunciador siente la escritura desde dentro de la textualidad misma, lo que no obsta para que pueda distanciarse de ella y parodiar bufonescamente lo que considera el estado actual de la poesía instituida en el panorama literario que desde hace décadas se ha ido estableciendo en España.    

Copiaré enseguida un dardo textual dirigido contra varias de sus manifestaciones más consagradas en la literatura como institución societaria veneranda en el poema “Realismo mugriento-Sátira”, donde se ponen en solfa los tópicos valorativos más aceptados por la crítica, por los docentes, y por los propios escritores como justificación y avales poéticos:

           

Apestar a literatura

            no debe ser bueno: tradición

            relamida, el gusto endulcorado

            por la belleza es una estafa, una

            estolidez supina, un homenaje

            al tufo lírico del siglo de oro,

            del misterio que el poema encierra,

            de la salvación órfica,

            del poeta sagrado y visionario… (141)    

Se puede decir con más énfasis, pero no más claramente, que el tarraconense fustiga a los poetas que se ufanan al sostener que su palabra se fundamenta en la mejor tradición lírica áurea peninsular, la de Garcilaso, Góngora, San Juan de la Cruz, o a los que pretenden que florezca en sus versos el misterio, o a los que se obsesionan con rendir culto a la belleza y tratan de plasmarla. Tampoco escapan a su sátira los poetas considerados órficos, o los que conciben la poesía a partir de la sacralidad del mundo.

En cualquier supuesto, un poema como el suyo no equivale a un estudio detallado de tendencias, y por tanto quedan al margen de ser aludidas varias que pudieran haber tenido cabida en la sátira, como por ejemplo las poéticas minimalistas, herméticas, conceptualistas, neosurrealistas, metafísicas, del silencio, y tantas otras que pudieran distinguirse. Más adelante acaso la emprende Elijas paródicamente con derivados de poéticas urbanitas de la experiencia en este pasaje:

            el compromiso, la denuncia

            social se difumina en el ruin egoísmo

            de son las tantas, me levanto,

            la cama por hacer, no tengo un pavo, enciendo

            la tele, la apago, no como,

            dos cartones de Camel, no hay más birra… (142)

En las fases finales del poema “Realismo mugriento-Sátira” se hace mención al poeta maldito Charles Bukovski, y también a William Burroughs, escritores los dos de la llamada generación beat de los cincuenta del pasado siglo en los Estados Unidos, y caracterizados por sus propuestas contraculturales. Bajo esa óptica habría que leer este texto de Juan Carlos Elijas y tantos otros de su autoría como figuran en sus libros. Justo en uno de ellos, el de 2011 Último aullido para Alain Ginsberg, se inspira en gran medida en otro de los escritores de la antecitada leva estadounidense, autor también recordado en el poema de Padre polvo “Con unas violetas”, que comienza así: “Entre la niebla falta tu sombra acorde, A.G.” (129).   

 

  

           

                       

 

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario