‘LA REBELDÍA’, NUEVO POEMARIO DE LA ESPAÑOLA MARÍA ANTONIA ORTEGA. COMENTARIO DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

 

La poeta María Antonia Ortega

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario escrito por nuestro colaborador Manuel Quiroga Clérigo, poeta y ensayista madrileño.

 

 

 

 

‘LA REBELDÍA’, NUEVO POEMARIO

DE MARÍA ANTONIA ORTEGA

 

Hacia 1960 las personas que alcanzaban la cincuentena eran consideradas viejas, mayores, casi ancianas. Y hace menos tiempo comentaban Fernando Savater y Félix Grande que en un país suramericano habían leído en un periódico la siguiente noticia: Fallece un anciano de 46 años en accidente de tráfico.

 

Existe la tendencia, en mujeres y hombres, de ocultar la edad o “quitarse” años, lo cual es algo que tiene poca explicación pues, generalmente, se “adivina” la edad de la persona en cuestión nada más verla, aunque se maquille o se ponga las ropas más modernas.

 

La juventud se lleva en el alma, pero no al estilo religioso sino como norma de conducta, algo que los seres humanos deben cuidar de mantener en su mejor estado de positiva conformidad. Por eso podríamos afirmar que es normal que una persona sea capaz de ejercer la rebeldía sin necesidad de ser joven, de acuerdo con el calendario y con la óptica de los papanatas.

 

La escritora y jurista María Antonia Ortega nacida en Madrid en 1954 y reivindicadora de la existencia armónica ha dado a la imprenta un interesante libro de versos titulado “La rebeldía” (Huerga@Fierro Editores, 2018) que, desde luego, es un ejemplo de la sabia necesidad de seguir siendo joven hasta el final, al menos mentalmente. Autora de numerosos poemarios desde hace más de 30 años, e incluso prosista bien atinada, su obra ha aparecido en varias antologías como muestra de la importancia de su trabajo lírico.

 

Presentación del poemario

 

En este nuevo libro sus versos son algo ácidos, pero siempre constructivos, y emanan de un mundo díscolo, donde corrupciones y anomalías de todo tipo van destruyendo poco a poco el tejido social sin ningún miramiento a los valores humanos y a la necesidad de una convivencia habitable. Ya su primer poema, “Contra natura”, habla de esa anomalía que es el desalojo a que a veces nos obligan personas innobles, circunstancias indeseadas, violencias viles: “Te pondremos un bonito uniforme,/y te concederemos algunos ratos libres/para que puedas salir a pasear/por el jardín./Podrás también escribir poemas,/pero tal vez serás tú también/su única lectora”. Es la incomprensión acorralándonos, arrojándonos fuera del paraíso de “nuestra” realidad. Y, así, nos encontramos con la vida en “Sorge”, con la naturaleza en “De natura” y ese entorno a veces viciado por negativas situaciones: “…la Sociedad/sentando unas veces la desigualdad/y otras la igualdad/se equivoca siempre”, aunque permanezca en la autora algún deseo concreto, como este: “Yo hago a todos los seres/nacidos de mí,/a todas las cosas,/iguales en su desigualdad”.

 

Hay un texto, “El poema de la desigualdad”, espléndido que comienza diciendo: “No Vida,/no Naturaleza:/digas lo que digas/no me convences”. Y es que el convencimiento, tal vez, ha de nacer de la capacidad de ver mundos iguales con actos iguales, justicia donde existen los justos, serenidad donde reina la alegría. La autora está hablando de mujeres, de seres humanos, entregados a su propia desolación, a un entorno viciado por la vileza, ajeno a la verdad que hace posible el bienestar entre todos. “Mas también hay a veces en las aglomeraciones/mucha soledad”, recuerda. Y, luego, afirma: “Así cantan,/unos dicen a otros/codeándose:/Yo te doy la vida./Y los demás contestan:/Yo también te la doy/o te la devuelvo.”  Es como si quisiéramos recordar a nuestro primer latido, al nacimiento a la vida donde alguien, seguramente, quiso que fuéramos felices y, de ahí nace la idea de recibir la vida y de devolverla, de entregársela a los demás para hacer posible esa necesaria convivencia de los afectos y la realidad.

 

 

Otro momento de la presentación

 

 

 

En “Voix vives” leemos: “No abandones tu equipo,/no cambies de lugar,/sé fiel”. Es decir, sé fiel rebelándote ante las injusticias, las indecisiones, las violencias que nos acecha. Esa es la perfecta rebeldía, la de mantener fidelidad a nuestros propios principios. Un solo verso, “¡Es la vida la que es santa! Pruébame la felicidad” es la “Primera exclamación de júbilo”, la segunda dice: “¡No importa lo que sufras con tal de que tu canto quede intacto!”.

 

A veces, sin embargo, el libro nos lleva a los delicados terrenos de la fantasía: “Nos preparamos ya para la Noche de la Luna Llena/que a nadie sabrá dejar indiferente”. Y es que la ilusión también suele invadir los corazones de quienes escriben versos, de quienes viven cercanos a la rebeldía pero esperando unos mundos diferentes para ver realizados todos o parte de sus sueños. “En este trance-continúa la autora- todo será transfigurado según nuestros deseos./Unos rejuvenecerán como la naturaleza en Primavera,/o quizá antes cuando florece el almendro”. Hay un especial romanticismo en esta inclinación a habitar los espacios del la natural realidad. “Otros pedirán envejecer para ser embellecidos/como los árboles del Otoño”. Es lo que indica que ser rebelde no significa vivir fuera de los ámbitos de ese universo donde, dice, María Antonia, “Algunos cumplirán su deseo de regresar al momento de sus vidas en que fueron más felices/para permanecer siempre allí”. Es la existencia buscando nuevos derroteros, los de la luna llena o los del amor compartido. “Incluso será concedido buscar una felicidad todavía mayor/aún a riesgo de perderla ya conseguida./Algunos preferirán la Noche de la Luna Llena de Mayo/en el paisaje Ideal/seguir siendo como siempre ha sido/pero sin miedo al dolor, a la vejez y a la muerte”.

 

Cuando titula a sus versos “La Poesía” llegamos a una confesión tal vez extrema y vital, parte de esa rebeldía que consiste en ser uno mismo y, desde luego, buscar un refugio seguro: “Estoy a salvo/guardado en ti./Todo cuanto ya has vivido/Tú ya lo has vivido;/y hasta lo que todavía no he vivido/tú estarías dispuesta a vivirlo./Ninguno de mis dolores te es/o te será ajeno”. Es que a veces los creadores y creadoras líricos buscan una salida a ciertas insatisfacciones, a la posibilidad de vivir en un mundo distinto.

 

 

 

Tal vez su profesión de abogada en ejercicio permite a María Antonia Ortega situarnos en los apetecidos territorios de la libertad, pero libertad para todos y dentro de un orden, digamos social, ese ideal que suele aprisionar a los poetas nobles, a los seres humanos racionales. En la contraportada de este libro leemos: “Sólo me satisfaría/que mi palabra y mis poemas,/quedaran un momento,/como una flecha,/temblando en el aire,/como si este fuera su destino/y no diana”, la libertad, lejos de la irracionalidad de la represión a que nos someten los ignorantes, los violentos, los seres asociales.

 

En la plaquette “Poetas del Mundo en Madrid” (Colección Búho Búcaro Poesía. Madrid 2019) se incluye el poema titulado “Boda de luz” donde Ortega comienza diciendo: “Yo soy la esposa/de un rayo de luz./Solamente de él/no puedo escapar./Me sigue como la luz/de una linterna el bosque”. Y es esa manera de enfrentar la existencia lo que deja en la creadora lírica la señal de saber elevarse por encima de sus adversas circunstancias y, con ello, alcanzar ese reposado estado de reposo aunque, luego, sabemos que cualquier momento nos puede llevar a la impaciencia, a las peores situaciones de innecesaria intranquilidad pues, mortales al fin, no estamos libres de ninguno de los peligros que nos depara la existencia: la enfermedad, los accidentes, las controversias, la falta de amor o amistad en nuestras relaciones con los demás.

 

“Vida de rebelde” encierra versos definitivos. Reseñamos el poema completo. “Mi dolor se estremece, cruje/en las ramas./Es a la vez mío y de los demás./Se oye como un pájaro apresado en la enredadera,/y cuando por fin se desprende como el alma del cuerpo/mi dolor se hace más grande, más alto/como el fruto o el nido:/Me proyecta como una sombra en color, nueva, viva;/huele como un hogar a mediodía,/como una despensa, como una orza, como un puerto/a salazón./Está vivo./Es un dolor como el de los adolescentes al crecer los huesos./Es un dolor de abajo a arriba./Todavía es rebeldía./Trae fuerza”. Así que si la rebeldía nos aparta de la soledad puede conducirnos al dolor.

 

De eso, creemos, habla María Antonia.

 

 

Manuel Quiroga Clérigo y María Antonia Ortega

 

 

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