«LA RAZA COMO EJE CONSTITUTIVO DE UNA TRADICIÓN SOCIO-CULTURAL». ARTÍCULO DE LEONAM CUNHA

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este artículo escrito por Leonam Cunha (Areia Branca, Río Grande del Norte, Brasil), abogado, quien estudió Derecho en la Universidad Federal de Río Grande del Norte (UFRN, Brasil) y es Máster en Estudios Interdisciplinares de Género en la Universidad de Salamanca, donde ahora está realizando su doctorado.  En 2012, publicó “Gênese”, su primer poemario. Luego, “Dissonante” (Sarau das Letras, 2014), “Condutor de tempestades” (Sarau das Letras, 2016) y “Para tempos suspensos: poemas selecionados & avulsos” (Sarau das Letras, 2020). Ha publicado textos en varias antologías, aparecidas en Brasil y España, entre las que se pueden citar: “Coletânea de Poesia da União Brasileira de Escritores – UBE” (2015), “Explicación de la derrota – Antología del XX Encuentro de Poetas Iberoamericanos en homenaje a Aníbal Núñez” (2017), “Por ocho centurias – XXI Encuentro de poetas iberoamericanos” (2018), “Eunice, cien veces cien – Antología para Eunice Odio” (2019) y “Antologia Poética Quarenta em Quarentena” (2020). Ha integrado los grupos de poesía “Insurgências poéticas” y “Saliva”. Como académico, ha publicado artículos en diferentes revistas científicas y ha colaborado con capítulos en los libros “Retos actuales para la erradicación de la desigualdad y violencia de género” (Tirant lo Blanch, 2019), “Derechos humanos ante los nuevos desafíos de la globalización” (Dyckinson, 2020) y “Estudios Interdisciplinares de Género” (Tirant lo Blanch, 2020). Como traductor de poesía, ha trasvasado al portugués varios de los libros ganadores del prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, entre ellos los poemarios de Lilliam Moro (Cuba), Juan Carlos Olivas (Costa Rica), Dennis Ávila Vargas (Honduras) o Luis Borja (El Salvador).

 

Pintura de Dora Alis Mera

 

 

HAGAMOS SILENCIO. LA BLANQUITUD

QUIERE EXPIAR SUS PECADOS

La semana pasada se hizo viral en las redes sociales un retazo del programa “Ya es mediodía”, en el que Sofía Suescun (personaje televisivo de la farándula española) afirma que le encantaría “adoptar algún negrito”, que es su sueño y, según sus propias palabras, así como con los animales, le gustaría ayudarlos. Muchas piedras le han lanzado y ya no vale con simplemente adjudicarle el adjetivo “racista”, sino que se hace preciso reflexionar realmente sobre ese tipo de discurso. Denunciar posturas o comentarios que están sostenidos por el racismo es importante para que el tema salga a la luz y para que se active el “hacer hablar” sobre raza y procesos de racialización. Sin embargo, aún más importante es acercarnos a este discurso y analizarlo con las herramientas proporcionadas por una base teórica sólida, dándole realmente las dimensiones de complejidad que tiene.

 

Lo primero que hay que puntualizar es que el término usado por Sofía (“negrito”, que casi siempre viene acompañado de un sentido peyorativo o estigmatizante) delata la distancia que hay entre su mundo y el de las personas racializadas. La raza, desde una de sus múltiples lecturas, es una etiqueta sociocultural que funciona a través de esquemas de catalogación y diferenciación en base a un patrón; en ese caso, un patrón blanco europeo. Así, no significa que las características físicas, como el color de piel u otros rasgos, lleven en sí mismas alguna verdad o significado dados, sino que esas características físicas son manipuladas por las culturas para enmarcar diferencias de poder dentro del seno social. De esa forma, las características físicas solo ganan posibilidades de interpretación e inteligibilidad a raíz del contexto cultural.

 

Por tanto, no nos deberían servir sentencias fáciles como “Sofía es un monstruo racista”. Sofía es, más bien, heredera de una tradición sociocultural estructurada, también, en términos de raza. Como bien expuso bell hooks, “las interacciones antirracistas son difíciles en una sociedad que permanece segregada por cuestiones de raza. A pesar de la diversidad de los entornos […], la gran mayoría de las personas se siguen socializando únicamente con otras de su mismo grupo”[1]. Con esto no se quiere decir que los sujetos individuales no sean en alguna medida responsables por el mantenimiento del racismo, sino que este debate nunca puede darse de manera meramente individualizada, porque la cuestión trasciende los límites del espacio individual. No será Sofía sola la que, con su discurso, sostendrá las estructuras racistas; somos todos nosotros, como ser social asentado en una lógica económica dominada por la blanquitud, los que producimos y reproducimos dichas estructuras.

 

La segunda cuestión a señalar es que la terrible alusión comparativa a los animales es una herramienta discursiva clara de la supremacía blanca. A través de esas construcciones discursivas (aparentemente sin pretensión), lo que se hace es retirar las personas racializadas de lo que demarcamos como “humanidad”. Es como si esas personas no compartiesen, en razón de una norma racial, el espacio común de lo humano, como si ellas no se incluyeran ecuánimemente en un sentimiento general de humanidad. Se establece una especie de “exclusión constitutiva” (recuperando nociones de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau[2]) cuando se habla de humanidad en términos raciales. La noción de humanidad, pues, va a constituirse por medio de una lógica de exclusión.

 

Pintura de Miguel Elías

 

 

En el discurso de Sofía también aparece un elemento de universalización de las personas racializadas. Es decir, parece que todas las personas negras no pueden ser otra cosa más allá de sujetos que necesitan ser mirados desde la pena y la caridad, que necesitan ser salvados. Cuando, en realidad, por nuestra condición humana de precariedad, necesitan ser mirados desde una indignación que demanda unas condiciones básicas de justicia social. No es que la caridad, en este contexto, no sea necesaria y ayude a muchas personas, sino que la caridad no es la que va a transformar definitivamente la vida de estas. Va a mantenerlas en menores condiciones de desigualdad, es cierto, pero dentro del mismo territorio de la desigualdad, dentro de los márgenes destinados a los eternamente “desiguales”.

 

Parece que el discurso de Sofía es una recreación de los “viejos” discursos abiertamente racistas. Es el discurso del racista arrepentido pero que no se ha vuelto antirracista todavía. ¿Por falta de interés? ¿O por que ese es el nivel de debate establecido que generalmente hay en España cuando se habla de raza?

 

En ese sentido, Sofía quiere “ayudar” las personas racializadas. Hay, sin embargo, una romantización flagrante en el discurso de la “ayuda”, que hace parecer, como se ha dicho, que la caridad es suficiente y además es revolucionaria. Pero hagamos silencio, pues la blanquitud quiere expiar sus pecados…

 

La blanquitud, es decir, ese complejo elemento que deviene de la construcción cultural de un corpus social ligado y establecido en base a la identidad blanca, en los tiempos actuales, se ve a veces empujada hacia una necesidad de “pedir perdón”. Situación que se da porque, obviamente, las personas blancas en general no distinguen las dimensiones macros del problema del racismo cuando se ven enfrentadas a ello. Parece, pues, que quieren hacer un ejercicio casi cristiano de expiación de sus pecados… Y en vez de buscar informarse, tener a personas racializadas como amigas, leer literatura escrita por gente racializada en relación a las cuestiones de raza, es decir, en vez de formarse para ser antirracistas[3], prefieren expiar sus pecados de manera más cómoda, esto es, reproduciendo estructuras discursivas – también – racistas que han interiorizado y naturalizado. Les disminuye la culpa que sienten, claro, les alienta el ego, pero no contribuye en nada.

 

Leonam Cunha (foto de José Amador Martín)

 

 

[1] Hooks, b. (2017). El feminismo es para todo el mundo. Traficantes de sueños, Madrid.

[2] Mouffe, C. & Laclau, E. (1986). Hegemony and Socialist Strategy. Verso, Londres.

[3] Aquí, hago referencia (y reverencia) a la filósofa Angela Davis y su famosa frase.

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