Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar estos poemas de Paulo José Costa (Leiria, 1976). Reside en su ciudad natal, donde ejerce como psicólogo clínico. En poesía ha publicado Sopro da Voz (2011), Vizinhança de Olhares (2014), Casa Alta (2017 – finalista de los Premios Pen Clube Português en la Categoría de Poesía), Se Um Dia Voltares (2019) e Nas Suas Casas os Homens (2021). Su obra está incluida en en diversas antologías poéticas de Portugal, España e Islandia. Forma parte del proyecto poético-musical CASA-NAU, siendo director y co-editor de ACANTO – Revista de Poesía. Tiene colaboraciones poético-musicales y de video-performance con el pianista y compositor André Barros. Fue el creador y ha colaborado en la programación de la Ronda Poética – Festival de Poesía de Leiria desde su edición inaugural en 2015.
ELEVACIÓN
Segura, tienes mi mano:
la que cultiva las semillas
en el extenso territorio de la esperanza, pulsando
y manteniendo el encanto de las cosas sublimes del amor,
entre las huellas profundas de la tierra.
Recoge esa elevación; serás una casa
que acoge en los días fríos
el cuerpo sin retorno,
alentando una vasta sonrisa.
Rehaz la esperanza en mi mundo
tanteando las señales de mi cántico interior,
reflejo profundo en tus ojos plateados
como estrellas gloriosas en la oscuridad.
Y permanece en este lugar
tanto como el cántico en las olas
EL SENTIDO DE LA BELLEZA
Resiste el tiempo y su sudor
en el enfrentamiento diseñado
por el poder domesticado y el ritmo de la vida,
en las leyes supremas de las estaciones.
Un nuevo comienzo de los misterios en la bondad
es siempre es el resurgimiento del miedo.
y el trino despiadado de sus relieves.
Como un bien escaso que se desea,
en una inmersión que se extiende
en brazas definitivas
en el lago de la creación.
Y en los horizontes de la felicidad
sumerge la palabra esencial
esta pureza de un gesto precioso
perpetrando la insulsa isla de la belleza.
SOLFEO DEL VIENTO
Nuestro árbol convocó todas las estaciones.
y dilató su grito de luz
desplegando los sentidos en la suavidad de las ramas
vastos territorios de los que surgieron
los clamores de la infancia.
En el solfeo del viento resonaban débiles alientos
mientras la brisa, una caricia, el letargo, una ola.
Y dentro de cada uno
el relieve de las capas
movimientos de franqueza pronunciados
a pesar de las rápidas manipulaciones de la memoria
que sólo consentimos con el corazón.
Ya sabes, un árbol siempre atrae
al alma incorpórea de los silencios.
HALOS
El tiempo nos empuja
hacia el nivel sucedáneo de las incidencias,
de los enfrentamientos. Hacia el impulso repentino
de las inmersiones en la luz, de los deslices plúmbeos
que nos aquietan el semblante.
Ignoto es el gesto en el que inscribo la latitud de la franqueza,
donde todas las herencias degeneran
del silencio discontinuo que tienen las flores.
Y de un suspiro surge la oportunidad de la firmeza,
el asombro que aumenta la conmocion,
de un grito que solo se desarrolla en las tramas
como si solamente fuera un simulacro de negativas.
Traes un manto de luz sobre tu espalda:
no anheles la quietud
de las estrellas. La noche nos busca
y nos rodea con su velo secreto de asombro,
llanto o amplia constelación, donde los planetas
se perfilan sobre altares de silencio.
Ya sabes, hoy más que nunca,
Escucho del alma un eco-aliento,
un halo que se aloja en la protuberancia abierta
que llamamos el velo pulsátil del fuego.
EN CADA HOMBRE UN FRUTO
En el aire
las alas disputan la luz.
Distrayendo el fulgor
de la mirada, se suspenden
en el trazo lácteo de las nubes.
Y el cuerpo es un instante azul,
una brisa que oculta
el hálito voluptuoso
de la tierra
En cada hombre un fruto,
creciendo
donde el silencio y el polvo
se confunden
(Trad. de A. P. Alencart)
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