“EL SUECO”: CUENTO ÚNICO DE ERNESTO CARDENAL. COMENTARIO DE JORGE EDUARDO ARELLANO

 

 

 

El nicaragüense Jorge Eduardo Arellano

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario de Jorge Eduardo Arellano Sandino (Granada, 1946), Director de la Academia Nicaragüense de la Lengua y Secretario de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. Arellano tiene una amplia trayectoria como investigador, escritor, poeta, historiador, cronista, bibliógrafo y editor.  Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, se especializo en Lexicografía Hispanoamericana en la Universidad de Augsburgo, Alemania. Fue embajador de Nicaragua en Chile (marzo, 1997 – febrero, 1999). Dirige la revista Lengua y el Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación (Biblioteca, Banco Central de Nicaragua). Ha obtenido diez premios, entre ellos el “Nacional Rubén Darío” (1976 y 1996), el de la mejor tesis para graduados hispanoamericanos en España (1986) y el convocado por la Organización de Estados Americanos (OEA, 1988), con motivo del centenario de “AZUL” de Rubén Darío. Su poemario ‘La camisa férrea de mil puntas cruentas’ mereció en 2003 el Premio Nacional Rubén Darío.

 

Este comentario ha sido publicado recientemente en la Revista de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua (Tomo 86, segunda época, Managua agosto de 2020), que incorpora un dossier sobre Ernesto Cardenal.

 

 

 

“EL SUECO”: CUENTO ÚNICO DE CARDENAL

 

El tema político se halla presente en “El Sueco”, único cuento de Ernesto Cardenal, escrito en 1955; pero tuvo la iniciativa de escribir otro cuento, emparentado al primero: “El Partido”. Trataba de “un hombre con aspecto de vagabundo o pordiosero, sentado en la banca de un parque, y a su lado un periódico con el nombre del partido del gobierno en grandes letras, y está diciendo a un extranjero que todo ese poderoso partido es una ficción que él había creado a base de artículos a favor y en contra, y que otros después se apoderaron del partido y lo expulsaron a él; y el extranjero que le escucha su historia no sabe si lo que el hombre está diciendo es verdad o son locuras” [La revolución perdida (2013), op. cit., p. 10].

 

Con “El Sueco”, Cardenal figura en la historia de la narrativa breve nicaragüense. Desde luego, no ha faltado en casi todas las antologías, comenzando por la del Festival del Libro Centroamericano (1960). Fue incluido, por ejemplo, en la primera entrega de la revista El Pez y la Serpiente (enero, 1965), en las dos nicaragüenses de Sergio Ramírez (1969 y 1976) y sus reediciones; en la de Franco Cerutti (1978), editada en Milán; en la de Julio Valle-Castillo (1998) y sus reediciones; y en la del mismo Valle-Castillo con Max L. Lacayo y Lourdes Chamorro César (2014). También se incorporó a la miniantologíaPura invención (México D.F., Proyecto Víctor, 2005, pp. 42-49) de Benjamín Monge y Celia Beltrán Urquiza, prologada por el nicaragüense Moisés Elías Fuentes.

 

La novedad permanente de esta pieza radica en su temática: la narrativa del dictador, de amplio cultivo literario en Latinoamérica a partir de El Señor Presidente (1946) de Miguel Ángel Asturias (1899-1974). Ningún otro cuento escrito en Nicaragua contiene el trasfondo político de “El Sueco”, el interés mantenido por su anécdota amorosa y el carácter absurdo de su argumento, calificable de kafkiano. Un estudioso genovés le dedicó las siguientes líneas, tras considerarlo un “clásico” de nuestra literatura contemporánea:

 

Si tratta di un curioso e suggestivo racconto che nasconde, dietro apparenza paradossali ed ingegnose, una realtá inconcepibile forse per il lettore europeo, ma tristemente familiare al centroamericano. Questa allucinante storia di iniquitá; sopraffazioni, abusi d’ogni genere, corrisponde, piú o meno fedelmente, alla prassi dei regimi di alcuni uomini ben notinel contesto della storia centroamericana: Rafael Carrera, Justo Rufino Barrios, Manuel Estrada Cabrera, José Santos Zelaya, Rafael Ubico, Anastasio Somoza García, etc. [Franco Cerutti: “Introduzione”, en Sei racconti nicaragüense. Milano, Casalpino-Goliardina, 1978, pp. 29-30].

 

 

 

Pero un crítico nicaragüense resumió su trama: “relata la historia de un ciudadano sueco que al llegar a Nicaragua es puesto en prisión. Cinco años más tarde es llevado frente al presidente de la república para que traduzca una carta escrita en sueco. Empieza así un triángulo amoroso por correspondencia, en la que el sueco cambia el texto de las cartas que le dicta el presidente e inventa la traducción de las cartas que recibe”. Y comenta:

 

Como será una constante en la obra de Cardenal, amor y política se entremezclan formando casi un mismo plano semántico. Aunque su obra poética es eminentemente narrativa, “El Sueco” es el único ejemplo existente de su cuentística [Nicasio Urbina: “El cuento en Nicaragua”. El Pez y la Serpiente, núm. 30, julio-agosto, 1999, p. 140].

 

Franklin Caldera lo ha estudiado a fondo, considerándolo un “boccato di cardinale”: “El cuento de Cardenal —supuestamente un manuscrito encontrado por un preso debajo de un ladrillo—, se compone de párrafos largos, careciendo totalmente de diálogos (Nabokov decía que la calidad de una novela es inversamente proporcional a la cantidad de diálogos que contiene). La trama, fruto de la imaginación del autor, se puede insertar dentro del género policial, y los continuos giros de la intriga son dignos de lo mejor de O. Henry [1862-1910] o de Jorge Luis Borges [1899-1986]. El protagonista narrador es un sueco zoólogo, arrestado en las montañas de Nicaragua por sospechas de participar en actividades subversivas. Después de un tiempo largo en prisión (sin que le formulasen cargos), el dictador del país solicita los servicios del prisionero para que la traduzca al español una carta que le fue enviada por una sueca admiradora desde el exterior.” Y continúa Franklin:

 

La foto enviada por la mujer despierta el interés del dictador, que decide contestar la carta con su correspondiente traducción. El protagonista aprovecha la oportunidad para exponer su caso a su compatriota y pedirle ayuda. El intercambio de misivas continúa, lo que prolonga los contactos entre el dictador y el prisionero.

 

El suspense surge de la necesidad imperiosa del protagonista de ejercitar tanto su imaginación como su memoria, pues ninguna de las cartas que escribe a la mujer (supuestamente dictadas por el mandatario) ni las que recibe el dictador de esta, tienen que ver con el supuesto romance. A veces el dictador le pide a su traductor que le vuelva a leer frases o párrafos que este acaba de inventar.

 

La angustia (tanto del sueco como del lector) se acentúa cuando el protagonista comienza a darse cuenta de que el dictador va perdiendo interés en la mujer y esta no logra tener éxito en sus gestiones para liberar a su compatriota.

 

La pieza narrativa es un ejemplo magistral de desarrollo de personajes. El autor adopta una posición de distanciamiento y no convierte al dictador en un villano de folletín ni al protagonista en un héroe sin fusil. Todo buen narrador debe amar a sus personajes como personajes, aunque los deteste como seres humanos.

 

Y si bien el cuento avanza en función de estos mismos personajes, estos no deambulan en el vacío, sino que son elementos fundamentales de una trama intrincada magistralmente entretejida, que el autor aprovecha para intercalar, por boca del protagonista-narrador, comentarios sobre la situación política del país. La acción parece desarrollarse en los años cincuenta, en tiempos de Somoza García [Franklin Caldera: “Boccato di Cardinali: ‘El Sueco’, de Ernesto Cardenal”, en El Hilo Azul/ Revista Literaria del Centro Nicaragüense de Escritores/ Homenaje a Ernesto Cardenal, 2013, pp. 76-77].

 

 

 

En su momento, “El Sueco” se tradujo a dos idiomas. Primero al alemán en dos ediciones: una de 1969, vertida del español por Helga Castellanos, dentro de una antología de narradores centroamericanos y la otra, de 1970, en folleto aparte [“The Schwede”, pp. 217-224 de la obra Die Sonnenfinsternis und andere Erzählungen aus Mittelamerika (Tubingen and Basel, Horst Erdman Verlag, 1969) y Die Räfselhafte Gefängnies Geschihte des Schweden Erik Hjalmar Ossiannilsson. Wuppertal, Jugenndienst, 1970. 31 p]. Y segundo al ruso por Nicolái Lopatenko, publicado en el tercer número de América Latina: Almanaque Literario (1985) y encabezando una selección de cuentitas nicaragüenses, seguido por una pieza de Fernando Silva dos de Fernando Centeno Zapata y una de Adolfo Calero Orozco [Helena Ramos: “Ernesto Cardenal en ruso: altibajos poético-politus”, inédito].

 

Para entonces ya había figurado en la antología Panorama del cuento nicaragüense. Prólogo de Heber Raviolo (Montevideo, Ediciones de La Banda Oriental, 1984, pp. 47-54). En cuanto a la más reciente publicación de “El Sueco”, se le debe a Sergio Ramírez, compilador de Puertas abiertas/ Antología del cuento centroamericano (México, Fondo de Cultura Económica, 2011, pp. 255-264).

 

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