Dibujar, pensar y sentir: Carta a un alumno de dibujo

“Al dibujar el mundo, aprendemos a observarlo. Al usar la
Imaginación, aprendemos a sentirnos vivos. Combine
Ambos cosas y las posibilidades serán infinitas”

Sarah Simblet
Cuaderno de dibujo

Aún aprendo. Francisco de Goya

Hoy he decidido saltarme la máxima que debe primar a quien dibuja y que Matisse acuñó: “Quien quiera ser pintor debe cortarse la lengua”.
Quizá tú que comenzaste a dar tus primeros pasos, jugando con trazos torpes pero frescos y peleando por atrapar luces y sombras necesites oír estas meditaciones sobre el arte de aprender a dibujar.
Muchos años, muchas horas a solas consigo mismo frente a un papel o a un cuaderno de apuntes, invitan a reflexionar sobre el sentido de lo que uno hace y como y por qué lo hace.
No olvides, tú que ahora comienzas, que todo dibujo para quien dibuja es un descubrimiento; y en ese descubrir poco a poco como quien duda pero avanza se va pasando progresivamente de un mirar silencioso a un ver.
En el ver, imaginación y observaciones pasadas se funden dando paso del ver al contemplar.
Quizá esta experiencia fue la que me animo a compartir mi hacer como pintor  a enseñar, enseñar a dibujar, a mirar.
Cada dibujo no es más que una eterna búsqueda, donde trazo a trazo uno se da cuenta que lo que busca es a uno mismo. Difícil tarea. Y cuando iniciamos este camino, cada dibujo va conformando nuestro diario, nuestro vivir, trazo a trazo vamos dibujando nuestra vida.
Quizá los niños en la escuela deban seguir aprendiendo matemáticas, lengua, etc., pero cada día  estoy mas convencido de que deben aprender a dibujar,  y no sólo porque  expresarse es necesario como el respirar para nuestra especie, sino para prepararlos para la vida.
El dibujar nos enseña continuamente a tomar decisiones. Y quizá en la vida sea eso lo que más necesitemos que nos enseñen en la escuela.
Necesitamos aprender a escribir, sí, pero también necesitamos aprender a escribir silenciosamente, que es dibujar, escritura silenciosa.
También la escuela debe enseñarnos a amar lo que tenemos frente a nosotros y en el dibujo uno se va dando cuenta que sino ama lo que tiene delante nunca logra dibujarlo con verdad.
Acariciar, tocar todo lo que veo con los ojos para dibujarlo, para conocerlo y aprender. Sólo así tus dibujos revelaran siempre observación, que es conocimiento y sensibilidad, que es sentimiento.
Aprender a dibujar como un científico que siempre pregunta y cuestiona. Aprender a dibujar como un periodista que necesita comunicar lo descubierto y gritar la verdad en trazos. Aprender a dibujar como quien recuerda y dibuja en la memoria.

Dibujar,… siempre dibujar.

Dibujar y dibujar cuestionando siempre el objeto que uno tiene delante, para huir de su apariencia y trazar su alma.
Dibujar para sentir como miles de sensaciones pasan por la mano para quedarse en cada papel. Dibujar la vida del natural para disfrutar del aquí y del ahora. Y nunca olvidar en cada trazo, en cada sombra que es en el aquí y el ahora donde esta el mañana.
Dibujar y en cada trazo cuestionar y cuestionarnos, para pasar de lo aparente a lo real y así lograr triunfar sobre el olvido.
Y lo más importante dejar la huella para que el contemplador aprecie la mirada interior que toda obra de arte debe tener.
Todo trazo así concebido contiene todo el tiempo, presente, pasado y futuro.
Quizá por eso nunca aprendamos del todo a dibujar y sigamos durante toda nuestra vida aprendiendo a dibujar. Y dibujemos y sigamos dibujando para interrogarnos cada mañana ante las apariencias, ante las sombras de la caverna de la vida.
Y sigamos dibujando para recibir de la vida más de lo que damos en este acto que arrancó en las cavernas. Y en silencio, siempre en silencio.
Gauguin, escribió que “los dibujos son los secretos de los pintores”, y yo me atrevo añadir que los dibujos son su vida.
Ahora acaricio entre mis manos el dibujo de Francisco de Goya donde se representa como un anciano de barba larga y blanca y bajo su imagen magistral una leyenda “aún aprendo”. Dibujar para seguir viviendo y en el vivir, aprender día a día, minuto a minuto y siempre con los ojos y el corazón del niño que asiste por primera vez a la escuela.

 

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