VUELTA A MÉXICO. POEMAS DE A. P. ALENCART PARA LA APERTURA DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA “EN EL LUGAR DE LOS ESCUDOS”

 

El poeta Alfredo Pérez Alencart en Teotihuacán (México, 2007)

 

“Crear en Salamanca” tiene el privilegio de publicar los poemas que Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca y autor traducido a muchos idiomas, ha enviado para el Festival Internacional de poesía En el Lugar de los Escudos, coordinado en el país azteca  por el poeta costarricense Álvaro Mata Guillé. El poeta peruano-salmantino leerá varios de ellos como apertura del mencionado Festival, el próximo 15 de junio, a las 14 horas de México. En el recital también estarán los poetas Talat Shahin (Egipto); Marta Miranda (Argentina); Fernanda Martínez (Chile); Leonardo Nin (República Dominicana), junto a las cantantes Sara y Miriam Sae (Granada, España). Para Alencart esta lectura virtual supone una vuelta a México, donde estuvo el año 2007, invitado especialmente por el Festival Abbapalabra, de San Luis Potosí, entonces coordinado por Mario Alonso y Álvaro Mata Guillé.

 

Cartel de la lectura de A. P. Alencart

 

 

LA CASA DEL PERDÓN

 

 

Oye cómo los odios vociferan contra ti su idioma

de muerte y destrucción.

Oye sus bravíos saltos para hacerse con el cetro de la jauría.

Oye sus pasos salvajes trayendo desolación al inocente

que apenas se mantiene en pie.

Oye sus murmuraciones que les lleva a hirvientes desvaríos.

Oye el triste resonar de sus respuestas adulteradas.

Oye la enumeración de tan malolientes costumbres.

Oye las blasfemias que duelen como mordeduras.

Oye sus amargas maledicencias entretejiéndose pálidamente.

Oye la falta de remordimientos que expresan.

Oye sus palabras impregnadas de fósforo y estiércol.

Oye cómo pregonan su inmisericordioso menester…

 

Óyeles con tu corazón asediado por ese prontuario

de conspiraciones y patrañas.

Óyeles sin retroceder, pues tu poder es el amor

que les resulta inalcanzable.

 

Después de oírles,

enseñarás que la casa del perdón está hecha de amor

y que el amor no es un reino ajeno ni una fría lápida sin epitafio.

 

Darás la paz y el perdón a tus angustiadores

y que ellos escarben en su memoria

el inventario de infamias

o revisen el aceite caliente que irriga sus corazones.

Porque Su amor está contigo

nada entenebrece la convivencia de tu casa.

 

He aquí el testimonio que abre la puerta a vidas deshabitadas,

a hijos pródigos volviendo a la llamada del amor.

 

Álvaro Mata Guillé y Alfredo Pérez Alencart en Teotihuacán (México, 2007)

 

 

FORASTERO

 

 

Tierras duras, ¿dónde un hueco para este paria
que no se resiente ni a la menoscuarto? ¿Dónde
un catre roto para tiritar lento otra amanecida?

¡Aquí acudo, mis murmuradores! ¡Aquí perforo
la tela en pos de trashumancias! ¡Aquí, pisando
cepos, trastabillo y aprieto los dientes y hambreo
hasta roer la piedra! ¡Aquí resiembro espinas
que me torturarán más allá de la extremaunción!

¡Sí, gentes huidizas del abrazo o del desangre,
vine para deambular por el hedor de la basura!
Tierras duras, ¡ni baratijas traigo ni lujos pido
al hosco secano de vuestro corazón! Amados
prójimos, ¿por qué huyen de mi faz mendiga?

¿Mías las fronteras, los visados? ¡Nada es mío
salvo el horizonte boreal no sujeto a la muerte
o la aguja que de continuo taladra el minutero!

Tierras duras, tierras empinadas por los siglos,
¿dónde unos granos de trigo?, ¿dónde el zumo
de dulce viña? ¿Dónde un colchón de paja vieja
para posar mi fatiga sin brecha o mi día cardal?

¡Creo en el maná que veo en la mano del Amor!

 

 

Alfredo Pérez Alencart y Jacqueline Alencar en la Plaza de San Luis Potosí (México, 2007)

 

 

MUJER DE OJOS EXTREMOS

(Jacqueline)

 

 

Mujer de ojos extremos: soy todo convulsión

durando en músculos de flamígero presidio; soy el juzgado

y condenado cuando me ausento a veces por el otro

tiempo de la manzana; soy el ángel rehabilitado

que te sigue con su ala de amor, gentileza

contra los bárbaros; soy el que desdeña pertenencias

que no hacen falta, manos en ardimiento,

violín flotando por aguas amargas, por soles trizados

pero siempre a tu lado, a las veintitrés lunas de tus huesos,

a tus noches henchidas quedándose para que bese

tus sueños y cosquillee tu torso hasta volverte

gacela del Líbano viniéndome cuidadosa.

 

Tú, que tienes de Querubina, alúmbrame con luciérnagas

y cuida mis desgracias, mis espectros de dos lenguas,

mis miradas deshilachadas, mi vida individual

y colectiva: cuídame hasta la última edad, diluvia

en mi fisiología, relaciónate, relígate, ora conmigo ahora

y en la hora del gozo, del llanto de la exacta realidad,

creando a fondo la comunión carnal y los vientos

favorables del espíritu.

 

Yo te necesito, mujer de seda y acero: necesito tus ojos

extremos para crucificarme tan de continuo,

para ser testigo de tus llamas sin corrupción, alimento

para mi supervivencia que ya rectificó su rumbo

y atraviesa tu noche única de prodigios como si hubiese

sido un sueño apretado a nosotros mismos,

en plena acción de tierras y cielos aplicándose

al oído tus susurros y los míos.

 

Mujer: espósame con invocaciones

que nombran lo amado, con emoción continua, con risas

que destellen eternidad y asedio a mis partes mortales,

aisladas por tu respiración en mitad de la almohada:

centro vivo, pulsación que me concierne, cerebro febril

gravitando en la certeza de mis manos, movimiento

libre de tus nervios principales en cuya rotación

nunca quedo a oscuras.

 

Mujer de ojos extremos: te cobijo ahora que sientes frío

y el ruido del mundo atasca historias a la orilla de tu río,

de tu bosque, de tu cielo de tantas estrellas,

allí donde bailé contigo baladas y promesas

hasta hacerse agua nuestra boca tan temprano, juntos los dos

pero distintos a todos, éxodo tras éxodo para gestar

al unigénito portador de todas las sangres

de aquellos forasteros

que nos legaron un corazón alejado del odio.

 

Yo te beso,

mujer madurada bajo el roce íntimo

de mis días vertiginosos.

 

Te beso

porque cabes en mis brazos

y giras tu curva esplendorosa

para que te respire

como a la esposa del amor

que está junto a mí

en todas las resurrecciones.

 

 

Jacqueline Alencar en Teotihuacán (México, 2007)

 

OJALÁ QUE NUNCA TE SUCEDA

 

 

A ti te tocará otra suerte

cuando se aleje la bonanza

y, al mirar en su vientre seco,

querrás ir tras el pan para los tuyos.

 

Serás como el recién llegado

que busca comida en la basura

y debe dormir bajo los puentes

mientras todo brilla por arriba.

 

Tú habías perdido la memoria

de esa pasada ciudadanía

que ataba las hambres a su cuello

y el trabajo a la servidumbre.

 

Pasarás desmedidas privaciones

para lograr empleos miserables

que los jóvenes del lugar no quieren

y tú harás con puntual esmero.

 

Todos viajamos en un mismo barco

que sube y baja con la marea.

Por el oro nunca te envanezcas

pues bien puede faltar mañana.

 

Sí: ojalá que nunca te suceda.

 

 

Jacqueline, José Alfredo y Alfredo Pérez Alencart en Teotihuacán (México, 2007)

 

PRIVILEGIOS DEL CONFUSO

 

 

A veces confundo el mar con el amor

y braceo la noche entera

hasta agotar el agua de tu cuerpo.

 

A veces confundo el amor con las estrellas

y toda la enmelada noche me embarco

en singladuras increíbles por tu cosmos.

 

A veces confundo las estrellas con tus labios

y esa noche deliciosa, bajo las primeras

lavas, muerdo tu abierta boca para siempre.

 

A veces confundo los labios con tu cintura

y a ella me agarro con felicidad tremenda

hasta que resplandezca la noche complaciente.

 

A veces confundo la cintura con tus sentidos

que velan mis armas en apogeo, y saco

brillo a la envolvente noche de los cuerpos.

 

A veces confundo los sentidos que completan

con el eco de tu voz que se enmadeja

en la aurora boreal de mis ofrendas.

 

Tengo el privilegio de gozar de tu íntimo arrullo

para mi confusión tan deslumbrante.

 

Así estoy entre tu carne;

así estoy entre tu espíritu.

 

Los poetas Miguel Aguilar Carrillo, Mario Alonso, A. P. Alencart y José Alfredo Pérez Alencar (San Luis Potosí, 2007)

 

 

HUMILLACIÓN DE LA POBREZA

(Nino de tres años vendiendo chicles)

 

No decir tu nombre. Decir tus ojos reflejando fríos

decir tus manos extendidas; decir que perdiste niñez

porque un remolino de pobreza te estrelló por calles

donde escuchas palabras bruscas y palabras huecas.

No decir tu país o tu ciudad. Decir tu futuro en vilo,

dependiendo de valentías o vergüenzas devoradoras;

decir que subsistes en medio de los días quemados

y que no desfalleces aunque todavía eres vulnerable.

No decir el color de tu piel. Decir que las hambres

te gritan desde que naciste; decir que tu foto no sale

en las páginas sociales; decir que el día te hizo cauto

y que la noche y sus rapaces están ahí para devorarte.

No decir discursos políticos o teológicos. Decir que

nadie remienda tus zapatos; decir que tu desamparo

se debe al orbe asqueroso de la codicia; decir llanto,

injusticia procaz, rabia ciega; decir pan mío para ti.

 

 

 Alfredo Pérez Alencart y Jacqueline Alencar en Ciudad de México (2007)

 

HISTORIA

 

 

Nadie incendie nuestra

historia, su explosión

de verdad

que da algo de envidia.

 

Solo tenemos

la hélice del amor,

necesario para el día

y la noche.

 

También un piso barato

junto al río, un hijo,

un Libro y el pan

para la sobrevivencia.

 

Tenemos,

solo tenemos el amor

que no zozobra.

 

Nadie incendie nuestra

historia.

 

 

  Jacqueline Alencar en Teotihuacán (México, 2007)

 

ANO NUEVO

 

 

La orquídea 
que te ofrezco hoy, 
brotó el año pasado, 
princesa.

 

Es flor cuidada
en el invernadero
de mi corazón.

 

Acéptala.
No importa que otros 
la estimen cosa 
de instantes.

 

También 
la aurora lo es, 
pero renace siempre,

 

como el amor
que te entregué
el siglo pasado,

 

princesa.

 

 

 José Alfredo Pérez Alencar y Alfredo Pérez Alencart con la Piedra del Sol o Calendarios Azteca de México D.F., 2007)

 

 

WARI PACHAKUTEK COSECHA LAS PRIMERAS

PAPAS EN EL VIEJO MUNDO

 

 

Allpapi papaqa / La papa en el suelo

manan sapallanchu wiñan./ no vive sola.

Sumaq waytayuk qurakunapas / Bonitas flores silvestres

papa ukukunapim wiñarin./ crecen en medio de los papales.

 

 

 

Wari me llamaban porque era protegido de los dioses

y creaba alegrías y atizaba el fuego sagrado del Inti.

Así era mi vida en el Cuzco con mi esposa Warasisa,

flor convertida en lucero para que yo viera su rostro.

 

A Castilla me trajeron curtidos marineros de las olas.

Aquí vine subido a wiraqocha, a la espuma del mar,

masticando coca la dura travesía para no llorar sangre

y ser un yawarwaqaq que pierde el alimento de los Andes.

 

Ahora pido que me llamen Pachakutek porque soy quien

cambiará el mundo y por mí comenzará una nueva era.

Meses atrás sembré semillas con brotes en esta ladera

próxima al río, calculando la época de las heladas.

 

Ya están amarillas las flores y han crecido los tubérculos.

Es tiempo de tocar mi quena, danzar con las manos al aire

y luego cantar a los apus mientras comienzo la cosecha:

Tarpuymanta allaykamaqa pichqa-ganchis killanam purin.

 

Los autóctonos se extrañan con este ritual de desentierro

pero pronto vendrán en avalancha a sembrar papa blanca.

Por la meseta y por el mar van sin naufragar mis cánticos

porque necesito vivir revuelto entre el pelo de Warasisa.

 

Yo soy el usuy, el que trae abundancia.

Yo soy el wayra, el veloz como el viento.

Yo soy el llaksa, el que tiene el color del bronce.

Yo soy el huksonjo, el fiel de un sólo corazón.

 

Haré una pachamanca para festejar la cosecha primera

y que coman largamente la gente de esta tierra.

Esto lo hago porque mi nombre desborda libertad

y la vida es un soplo mágico en las orejas del otorongo.

 

Allpapi papaqa

manan sapallanchu wiñan.

Sumaq waytayuk qurakunapas

papa ukukunapim wiñarin.

 

 

 

Álvaro Mata Guillé y A. P. Alencart. Lectura en un colegio público de San Luis Potosí (2007)

 

 

FRAY LUIS ACONSEJA QUE GUARDE MI DESTIERRO

Y ÁLVARO MUTIS CONFIRMA EL FINAL DE LAS SORPRESAS

 

 

Pasa que pernocto en Salamanca solo para que Fray Luis

se me descuelgue desde el recuerdo carnoso de sus liras,

desde su cuaderno de deberes que va cayendo –siemprevivo–

la noche arrugada en que le planto conversa.

 

Libro en mano, como si quisiera poseerlo del todo,

grito hacia su destiempo:

“¡Bájese de las cumbres en las alas de un estornino!

¡Véngase a este reino, don Luisito!”

 

Y…

Ayayay, mi buen Cristo de las justas rebeldías,

aquí mismamente me lo pones igual que cuando era,

me lo acercas desenterrado por mis ganas, lo destacas

como luciérnaga o lazarillo para esta pétrea errancia

que apenitas es dulce conmigo.

 

Hay veces que uno parece ver claramente a los desaparecidos.

Hay veces que uno cree escuchar una voz aleteante

saliendo del fondo del claustro: “Guardad vuestro destierro,

que ya el suelo no puede dar contento al alma mía”.

 

Entonces se presenta Álvaro Mutis

después de haber visto a don Quijote en Peñaranda,

y, al contemplarme orando hacia una esquina del infinito,

me extiende su copa con vino tinto del Duero,

mientras habla como lo hacen los de tierra caliente:

“¡Ay, desterrado! Aquí terminan todas tus sorpresas”.

 

Hay veces que la antigüedad se disfraza de hoy mismo.

Hay veces que el deseo de ver es más forzudo que el alcohol.

Hay veces que Salamanca te rejonea con breves sombras

angelicales.

 

A. P. Alencart en la pirámide de la Luna, en Teotihuacán (México, 2007)

 

 

 

 

 

 

 

 

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