¿QUIÉN ES EL POETA? ENSAYO DEL ECUATORIANO GEORGE REYES

 

 

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Unamuno , de Miguel Elías

 

Crear en Salamanca se complace en publicar un breve ensayo de George Reyes (Los Ríos, Ecuador, 1960), poeta, ensayista y teólogo, residente en la Ciudad de México. Posee un bachillerato, una licenciatura y dos maestrías en Teología, y es candidato a un PhD en Teología. Ha publicado poesía y ensayos literarios y teológicos. Su poesía ha recibido reconocimientos y  ha sido  incluida  en antologías internacionales impresas y virtuales. Es miembro del Movimiento Poetas del Mundo, entre otros. Es editor de  la antología poética Nuestra Voz (Buenos Aires, Argentina: Editorial Tersites, 2015). Ha publicado el poemario El azul de la tarde & Dama3Lunas (Santiago de Chile, Chile: Apóstrophes Ediciones, 2015). Consta en la Enciclopedia de la Literatura en México, FLM-Conaculta.

 

 

¿QUIÉN ES EL POETA? SOLO UN SER HUMANO Y LA

CAUSA EFICIENTE Y HUMILDE DEL VERSO LIRICO

 

 

Debo clarificar de entrada que mi teoría sobre la identidad del poeta está lejos de ser  académica que intente penetrar en el laberinto filosófico heideggeriano en torno al ser. Mi objetivo es más modesto: entender quién es el poeta a partir de su tarea operatoria  intelectiva y emotiva (1) sobre el texto, basado en  lo que considero constituyen los  componentes  de la literatura, esto es, autor, texto y lector; todo ello, en contraposición con las teorías literarias ablativas contemporáneas que tienden a sobredimensionar y a la vez mutilar algunos de esos componentes como, por ejemplo, al autor (el poeta), disociándolo así de su obra y hasta construyéndole un epitafio en ella. (2) De ahí que de entrada deba clarificar también que mi perspectiva breve sobre este tema tan trillado es  una toma de posición frente a esas tendencias. Para el efecto, relato primeramente  apenas unas maneras de concebir al poeta de las múltiples que proliferan hoy sobre él desde diferentes posiciones teórico-filosóficas. Posteriormente, resumo mi toma de posición.

 

Después de una breve descripción sobre lo que él denomina “el misterio de la poesía”, en un ensayo Andrés Téllez Parra  ―exprofesor de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México―  se pregunta quién es el poeta;  y  responde: “El poeta es nadie, nadie es el poeta. El poeta es la suma de voces en una voz única y que por esa misma razón no es suya, ni tuya, ni mía: es de nadie y a nadie pertenece”. Acto seguido, agrega: “El poeta es, en todo caso, un nombre que nombra, y al nombrar, se nombra a sí mismo, un sí mismo que en realidad es siempre un ‘ahí’: yecto, siendo en el mundo, nombrarse es nombrar lo abierto, nombrar el tiempo y detenerlo en una palabra…para que sus palabras sean poesía, el destino del poeta es desaparecer”.

 

 

 

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 El poeta, de Miguel Elías

 

Ya que la insolencia, piensa Margarita Carrera  ―poeta y ensayista guatemalteca―  es el despilfarro del buen humor, el repudio audaz de lo serio y sentencioso, a la lógica ecuánime, que resguarda, en sus recónditos confines, la iniquidad y la cobardía, hay quienes piensan que los grandes insolentes son los excelsos poetas, hermanos gemelos de los sublimes locos, pero con la salvedad de que, más afortunados que estos últimos, no adolecen, en igual medida, del peso del sufrimiento humano. Transforman, en cambio, el dolor en sana carcajada. Solo así, concluye Carrera, se goza de la insolencia poética, alcanzada a través de las palabras (en términos morales, “malas palabras”), que cayendo en el oportuno momento inesperado, desbaratan nuestra habitual seriedad.

 

Por su parte, Octavio Paz opina que la lectura del poema ostenta una semejanza con la creación poética; el poeta, entonces, es quien crea imágenes; y el poema hace del lector imagen, poesía. Paz piensa también que el poeta no se sirve de las palabras. Es su servidor; al servirlas, las devuelve a su plena naturaleza, les hace recobrar su ser. Es más, para Paz el poeta es también quien puede y debe decir lo que se le antoja, lo que le dicte su conciencia, su gusto su pasión o su capricho, pero deberá contar con un público, aunque sea reducido.

 

Según Marina Tsvetaeva, el poeta es aquel que “no vive para escribir, escribe para vivir. [Los poetas] son los que usan una voz gramatical, ortográfica, muerta. El academismo mata a la poesía”. Otros autores declaran cierto escepticismo sobre la identidad del poeta porque, según se alega, además de ser un artista, es un ser humano y puede ser mejor o peor que su obra; es el caso del poeta guatemalteco Carlos López, quien, en palabras de Emilio Adolfo Westphalen,  opina que: «Fueron y son muy pocos los autores a quienes no quede holgado el nombre de poeta. No es suficiente haber escrito algunos o muchos poemas (incluso excelentes), hay que considerar —además de la obra— el género de vida que llevaron. El poeta digno de ser así llamado es el que está siempre al atisbo del misterio (porque el misterio es cotidiano), dedicado a acechar y a rastrear la huraña corriente poética. Por ello asumen una actitud vital diferente —adquieren ademanes, costumbres, reacciones—, se hacen de una idiosincrasia que los aparta de los demás mortales (sin que ellos mismos se den cuenta) y los vuelve inconfundibles en el trato diario doméstico». El poeta, prosigue López, es un revelador,  que dice verdades y por eso se merece que lo tengan a distancia; no es solo el amanuense, el escriba; puede llegar a ser la voz, la conciencia de muchos.

 

En fin, como ya vimos con Carrera, al poeta a menudo se lo cataloga de loco, vicioso, bohemio, incoherente, cosa que no puede ser en todos los casos.  Y así podríamos seguir con infinidades de concepciones del poeta, incluso de ser un vidente (Rimbaud). No cabe duda, que habría mucho de razón en la mayoría de tales concepciones que no quiero repetir aquí; es que cada autor tiene una visión distinta no solo sobre la poesía y cómo esta debe ser escrita, sino también sobre el poeta, aunque en los matices se pueda coincidir, teniendo eso sí presente  que en poesía lírica, dominio de la subjetividad, no hay quien tenga la última palabra. Pero esto no impide que algunas de ellas sean más viables que otras.

 

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 Poeta, de Miguel Elías

 

Hablar sobre quién es el poeta es hablar de verso lírico con autor. Esto es porque, contrario a las teorías vanguardistas ablativas,(3) el autor es la causa eficiente del poema; el artífice de las ideas objetivadas en el verso; un ser humano operatorio no una entidad lingüística ni, mucho menos, divina; es alguien quien construye material, verbal y racionalmente obras poéticas para ponerla en circulación; él posee  ―hay que reconocerlo―  conocimiento y capacidad tecnológica, es decir, capacidad para construir  material y formalmente obras poéticas artísticas e imprimirles de un contenido  y experiencia sicológica transmisibles a los lectores, a fin de  que estos encuentren algo en ellas. En este sentido, hablar de poema es hablar de un sistema de ideas tocante a la realidad, aunque estas sean comunicadas no directamente.  Hablar de poemas sin autor, como alguien lo ha dicho, es como hablar de una medicina sin pacientes.

 

 Así, siendo el poeta la causa eficiente del verso lírico, el artífice de las ideas objetivadas  en el mismo,  este último, además de ser  un sistema de ideas comunicadas oblicuamente,4  le sigue perteneciendo al poeta, su autor,  una verdad corroborada también en el campo académico por el filósofo francés Paul Ricoeur y el filósofo mexicano Mauricio Beuchot y otros.  Es más, siendo el poeta un ser humano y la causa eficiente mencionada, todo poema, incluyendo el más perfecto —si lo hubiese y como afirma el mismo Paz—, es apenas el borrador de otro jamás escrito; de esa cuenta, se yergue sobre el poeta la responsabilidad de una virtud  moral desafortunadamente ausente y mal percibida la mayoría de las veces en la lírica contemporánea, pero que ni aun la perspectiva anárquica más rebelde podría negar el efecto poderoso sobre los lectores, aunque el verso lírico pueda ser también exaltación del individuo: la humildad.

 

El poeta es, pues, en suma, solo un ser humano y la causa eficiente y humilde del verso lírico.

 

 

NOTAS

 

  • (1)   Como ya lo he argumentado en otros ensayos, en el trabajo poético estos  dos  ingredientes, el intelecto y la emoción, van íntimamente relacionados y en equilibrio analógico: el poema no es una creación estética enteramente intelectual  (ensayo disfrazado), ni enteramente emocional o antirracional.  

 

  •  (2) Estas “vanguardias” contemporáneas tienden también a separar la poesía  de la forma del poema, porque el academismo  ―la correcta escritura―  mata la poesía; no obstante,  se olvida que la estética del poema debe ser total para que alcance sus objetivos poéticos en los lectores. ¿Cómo lo lograría si contiene errores ortográficos,  irrespetando con ello a sus mismos lectores?

 

  •  (3) Con el fin quizás de negar los derechos de autoría y que el lector o crítico ocupe su lugar.

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