POEMAS DEL PANAMEÑO JAVIER ALVARADO

 

 

1 Javier Alvarado leyendo sus versos en el Teatro Liceo de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

Javier Alvarado leyendo sus versos en el Teatro Liceo de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar una muestra de la poesía del panameño Javier Alvarado (Santiago de Veraguas, 1982). Alvarado ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño en los años 2000, 2004, 2007 y 2014. Premio de Poesía Pablo Neruda 2004 y Premio de Poesía Stella Sierra en el 2007. Poeta residente por la Fundación Cove Park, Escocia, Reino Unido 2009. Mención de Honor del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba 2010. Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2011. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío de Nicaragua. Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2012.  En 2014, un jurado conformado por el poeta español Antonio Gamoneda, el peruano Rodolfo Hinostroza y el ecuatoriano Julio Pazos, le otorgó el Premio Medardo Ángel Silva a obra editada por su libro Carta Natal al país de los Locos.  En el 2015 obtuvo el premio Ricardo Miró de poesía, máximo galardón de las letras panameñas. En 2017 obtiene el Premio Hispanoamericano de poesía de San Salvador y en agosto de 2018 se alza con el Premio de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango (Guatemala).

 

 

 

2 Cartel General del XXI Encuentro

  Cartel General del XXI Encuentro

 

 

 

Alvarado participó como poeta invitado en el XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en Salamanca el pasado mes de octubre. Salvo el soneto a Fray Luis, que está en la antología ‘Por ocho centurias’, todos los demás poemas se reproducen por vez primera en Salamanca.

 

 

 

3 Estatua de Fray Luis (foto de José Amador Martín)

 

 Estatua de Fray Luis (foto de José Amador Martín)

 

SONETO A FRAY LUIS DE LEÓN,

CIELO EN SALAMANCA

 

Cuando contemplo el cielo
Fray Luis de León

 

 

Cuando contemplo el cielo en Salamanca,

El verso de Fray Luis junto a la piedra

Demora el colibrí su porción de hiedra

Se muda al olivar que ya me atranca.

 

Desviando el agua, muda en la carlanca

En un cantar de Dios que se despiedra;

Esa su traducción que alumbra, empiedra

El reto del amor que se apalanca.

 

Imagino su luz, allá en su celda,

Esas grandes metáforas de roca

Toda la rima austral de los ungidos;

 

La musicalidad que va en la bielda.

Un regreso universitario, toca

Alejado de mundanales ruido

 

 

 

4 Estatua de Fay Luis y Fachada de la Universidad (apunte de Miguel Elías)

  Estatua de Fay Luis y Fachada de la Universidad (apunte de Miguel Elías)

 

 

5 Cebollas, de D. G. Phelps

Cebollas, de D. G. Phelps

 

 

OFRENDA DE CEBOLLA

 

Not a red rose or a satin heart.

 

I give you an onion…

It promises light

like the careful undressing of love.

Carol Ann Duffy, Valentine

 

 

No me des la rosa

No me des el páramo, las calles.

No me des el tintineo del árbol,

No me des el agua y su cofre de cristales.

No me des las espinas de lo bello,

Dame la cebolla

Esas que se cultivan en Coclé o en otras partes del mundo

Donde su piel es blanca,

Nívea como un pecho de lobezno adolescente

Parda como el plumaje de una tierrerita

Desdoblada sobre la hoja inmóvil.

No me des del labio acuoso

Ni el bosque petrificado que llevas dentro

Como una copa de vino desmadrada

Los dones terrenales y celestiales

Que la creación te fue otorgando

Con las espigas demolidas,

Mejor el cráter nocturno

La cereza pálida

El venado derretido que alza los cuernos

En los festines de la cama

Olorosos como la canela llevada en el desierto

El sexo en el pico del ave

Que va goteando el semen táctil

O la enjundia del misticismo en la semilla.

Prefiero huir de tus reinos

Y dejar el servicio puesto,

Los utensilios, la comida fría

Esa es la comunión de tu cuerpo al pelarte

Al quitar la piel y ser poseso del cuchillo

Y descubrir tu carne en gajos curvilíneos

Que se abren despaciosos como un milagro

O un pacto de Dios en los corderos.

No me des nada,

Solo sembrad una cebolla aquí en mi tierra

Que el tallo vaya creciendo hasta alcanzar

La desmesura del cielo y el juicio de todos los confines.

Yo te dejo una rosa,

Te dejo los vientos, los mares, las residencias

Todo lo palpado, oído, gustado, visto y olfateado.

No me des los dones, no me des el cuerpo.

No me des las estaciones

Ni el abrigo ni el paraguas.

Arrebátame todos los vegetales del mundo

Pero no me dejes en orfandad

Sin la cebolla.

 

 

6 Javier Alvarado en el Instituto Fray Luis de León (Salamanca. Foto de Jacqueline Alencar)

Javier Alvarado en el Instituto Fray Luis de León (Salamanca. Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

7 Lectura en el Fray Luis (Santano, Redondo, Álvarez, Alvarado y Anchía) Foto de J. Alencar

Lectura en el Fray Luis (Santano, Redondo, Álvarez, Alvarado y Anchía) Foto de J. Alencar

 

 

MARCARIA ESPINOZA

 

 

Y en su vientre nos reunimos en un llanto compacto

Eugenio Montejo

A Mamá

 

Todos colocados en la misma escena.

En las esquinas los nietos

Y a los lados los hijos de ella (amortajada como una novia).

Yo estoy en el fondo de su pecho

Naciendo de su cuello como un tumor

O como una prismática vena.

Los poetas nacemos de los torrentes más extraños.

Dicen que el olvido presionará el disparador.

De esta nueva Lumix saldremos todos: la familia que nunca fuimos.

La que se quebró como un espejo y donde se diseminó

Como un río de larvas, la memoria.

Aquí cada uno muestra su mejor sonrisa

Y otros su disimulada alegría, ocultando la más notable decadencia.

Unos tras de otros iremos faltando.

Aquí posamos con su único retrato, el que desconocemos.

 

¿Quién trazó los caminos de la loca?

¿Quién determinó los partos en el aire

Donde cuajaron los átomos de su maternal locura?

¿A dónde ese abuelo perverso que le arrancó

Los llantos, el hambre y la risa opacada de sus hijos?

Ella revolotea por los cielos de Las Minas

Como una cascocha en reposo,

 

Como un vapor de cristal en el arco del sonido.

En todas las aguas ella los busca sin hallar

Todas las teorías que fenecen en los ojos.

¿A dónde vivió?  ¿A dónde fue?  ¿A dónde estuvo?

Caminaba con un palo y terciaba

Las figuras moldeadas por el polvo,

Andaba con un traje limpio y con unas trenzas largas

Tejidas por la nervadura de la noche.

El humo nunca entró en sus ojos

Y se le oía cantar desde los lejos.

Abuela: voy moldeándote en cada paso por estas tierras

Con un cordel de furia

Donde no tengo nariz ni ojos ni manos en la opacidad para palparte

Para ser como el arroz que crece como una mano de pilón que sorbe gritos

Una enjundia de los terneros que tiritan

Acurrucos que danzan en el espacio hasta dominar el frío.

 

Si te he de imaginar entre las sombras

Portando la mortaja del alba en manicomio

Trazando una fábula por ese Matías Hernández en donde te oigo llorar

Como una niña atiborrada de muñecas

Donde hay asfixia y musgo, o campanas sordas atragantadas por el limo

Por una jofaina seca que se revienta en la pubertad del foso

Son estaciones inversas las que encuentro

En tu fervor de remolino.

 

Te da mucho miedo el enfermero negro.

 

No soy un conejo para estar comiendo tantas hojas.

Yo no he de estar aquí, he de estar en una casita de barro

Con la comida caliente y la infancia de mis hijos,

Pobres pero radiantes y mordiendo los tubérculos de la tierra.

Mírenme aquí paciente psiquiátrica

Con expediente desaparecido.

 

¿Quién puede descifrar o imaginar el dolor

Que se postra en el cerebro de los locos?

 

Aquí estuvo y se sentaba a llorarlos en los resfriados

Y febricitancias del día.

Nunca imaginó la barba de sus hijos ni las primeras menstruaciones de mi madre.

La queremos imaginar como era

Alta y bella como la esfinge

O como una diosa del Olimpo o una flor del Espíritu Santo con pollera.

Se fue deslizando en un quejido agrario.

Al Ciprián fue a dar y no sabemos

El secreto de su tumba.

 

Posemos todos. Ella está aquí. 

Tiene el vientre abultado, muy abultado.

Hemos regresado a ella.

Hemos vuelto a su vientre

Con un llanto compacto.

 

8

 

 

9 Sabor a sandía, de B. Reskin

Sabor a sandía, de B. Reskin

 

 

PROCLAMA POR LOS RECOLECTORES DE SANDÍA

 

¡Yo soy el indio de América!
Vengo a reclamar mi heredad.
¡Pachacámac!
Aquí estoy, aquí estamos.
¡Aquí estoy!

César Dávila Andrade

 

 

Y bien, eso es todo, planche esa camisa.  Lave ese pantalón zurcido en la pobreza.

Olvide acomodarse

La patria en el bolsillo.  Súbase a este bus.  Todo puede caber allí, hasta el alma misma

De los que no tienen ojos, invocan a Dios y se beben el agua

Para comunicarse con los muertos.  Les acomodan su río

Para que se desate la luz y la aridez hidráulica.  Ya no tienen cementerio

Para invocar a sus ancestros.  Tú ya no los puedes visitar

En su orfandad de agua. 

Una tumba de indio desconoce de tratados comarcales, de hitos o placas

delimitando las fronteras.

Van arrastrando las piedras y en sus ojos se convoca un arcoiris traslucido en arenal.

No te olvides nunca de invocar sus flores, nuevamente seremos felices

Cuando el huerto retorne con un rostro que no fue el tuyo.

Y descifres en el tronco del árbol el zarpazo del puma y los ecos del pantano.

Aprende que el sonido de las cosas al caer se vuelve a tu existencia

Como una llamada a penetrar a nado el frío de los huesos,

Esa asfixia entre el gas y las piedras pulidas,

Entre los peciolos y las raíces

Y las espinas arbóreas de mundos que nos sucedieron y ese fue el gesto de amor, la corona de espinas y colibríes colocada en las sienes.  

Este es el verso sacramental

Ante tu lápida, el loto que siempre renace ante la ciudad

Y ante la estepa.  Yo voy aquí, maquinando la estrategia,

La demencia del águila que me sube hasta el drenar de la yugular

Y la carótida, cariátide extinta de este tiempo que no vuelve.

 

Invoca esta lluvia donde estamos, esta voz

Que viene de la tregua y la vigilia de la fruta en el campo,

Ahora que se han muerto los trabajadores más paupérrimos

En la zafra de la sandía, los frutos engordan y destilan

La sangre de un pueblo que no conoce el pan

ni tampoco la semilla para el hermano.  Guárdame tierra con este dolor

De indios, con esa temperatura de indios, con esta ignorancia de indios,

Con esta desigualdad latina de los indios.  India mi pena, india mi carne,

Indio mi dolor y mi llanto venidero en este bus de indios.  Hijos de la sandía

Que se fueron para clamar por una familia, por un gesto, una palabra

Que se hizo un diminuto río, un dolor más mestizo para la parcela.

 

 

No tenemos la muerte, no conocemos la beatitud de la ceniza,

Allí hay una ancha linde, un deseo que se prepara para entrar a escena

Con la grupa de un soldado.  Hay caballos estériles en una jarcia amarilla,

Poco a poco entro en los reinos y en las casas de las criaturas

Que espejean como sandías en reconocimiento de su desgracia.   La tierra

Es una sandía, los muertos son sandías reventadas, no alcanzaré entonces a morder

La sandía ausente.

 

10 Alvarado en la recepción del Ayuntamiento, con algunos de los poetas del XXI Encuentro (foto de Jacqueline Alencar)

 Alvarado en la recepción del Ayuntamiento, con algunos de los poetas del XXI Encuentro (foto de Jacqueline Alencar)

 

11 La poeta Marina Tsvetaeva

La poeta Marina Tsvetaeva

 

CARTA 6

 

Marina:

 

¿Por qué usaste la misma soga cuando jugábamos de niñas?

Tú saltabas con esa elegancia de los ciervos cuando huyen

Con el fruto en la boca, yo lo hacía como un reno

Tratando de liberar sus cuernos del arbusto encendido.

Jugábamos de niñas y escribíamos los versos

Más hermosos de este bosque,

Los enterrábamos

Y solían tener memoria de arce, solían agitar sus ramas

Como el abedul de la siembra colectiva.

¿Por qué usaste la soga con la cual colgamos la ropa de nuestras muñecas

Y luego libertábamos al sol nuestras endechas

Esas ganas de tomar la vida y bordar una palabra

O engancharla al cabello como si fuese una maroma

O una mariposa a punto de volver a la crisálida

Y hacerse prosista de versos o hacedora de ríos

Para hondear la tierra?  Escribimos algunas veces los mismos versos

Tuvimos las mismas vidas y los mismos juguetes

Un hambre igual para nuestros platos y cucharas

Trabajos forzados y encarcelaciones para maridos e hijos

Y hermanos que se perdieron como un silbato en la nieve.

Es la hora de aprender estos juegos.  Se aprenden nuevos gestos

Y nos reparamos de la resaca del tiempo,

De la resaca de los primeros y novísimos licores

Que se nos revelan en la lengua.

Un vapor agrio que va despertando a las piedras

Y a las rayuelas extintas,

La mano impúber va resolviendo las líneas con la tiza,

Los números ensartados a tu cuello como cuentas,

Como augures de vidrio

O cuerpos que acuden al homicidio de la piel

A la permanencia del saludo a la hora de surgir

Entre los copos de hierro

O cuando vengas a buscarme con una marcha triunfal

Oxidada en los ojos

Extraviada en sus averías

En sus tuercas sangrantes

En sus tornillos fálicos por la carne resituada.

 

Insiste que hay una fogata en el rastro

Una fata morgana incrustada en la tierra.

Una misericordia azul en los días

Que se destiñen entre afelpadas colmenas.

 

¿Por qué usaste la misma soga que usábamos de niñas?

¿Por qué nunca fuiste mi verdadera compañera de juegos?

Ahora eres mi amiguita, mi amiguita imaginaria

Y detrás de ti la soguita sigue blandiendo mis piernas

Sigue blandiendo mi cuello.

 

La amiguita imaginaria es la muerte.

 

 

12 Alvarado, Olivas, Camargo, Gentile, Santiago, Rozas, Redondo, Álvarez y Gatica (foto de J. Alencar)

  Alvarado, Olivas, Camargo, Gentile, Santiago, Rozas, Redondo, Álvarez y Gatica (foto de J. Alencar)

13

 

 

 

SOGA Y MÁS SOGA CON MARINA TSVATIEVA

 

Bufón: Que me ahorque.  El que en el mundo

está bien ahorcado, no teme ya

a los colores

Shakespeare, Noche de Epifanía

 

Dicen que empiezan a ver colores, que no hay remedio

Para volver a su condición de respirante,

Ese es el augurio y la posesión de ahorcado,

Ahora aquí está ella, con el regazo a oscuras

Y una soga enroscándose a su cuerpo como un arrullo de serpiente,

Ha querido colgarse del Kremlim o de la corona de los zares

Donde el miedo es una hogaza de pan que sigue tiritando en el horno,

Una falsa traqueotomía para la vida, la verdadera conflagración contra ti misma,

Contra tus ojos claros y contra el pelo corto

Desde tu daguerrotipo casi adolescente,

Restañando esa parte del diluvio que se advino contra ti

Como una lanza mortal, contra esa lluvia y sus dardos fetales

Naciendo en el descreimiento de toda ecuación posible.

Nadie bebe de la noche su antagonismo de veneno

Su cráter lunar donde seguro han de estar las poses capitales

Para determinar el horario de las muertes,

Las balas que han de traspasar la boca de tu esposo

Y el recuerdo de tus amantes etéreas que se adormilaron

Con la primera canción de cuna y el hijo acribillado

Por los minerales de la heredad sangrienta, todo eso

Para tomar el cordel y dar la forma del anillo nupcial

Para el pescuezo,

Luego dejarse ir y patalear nuevamente

Como un Dios

En la placenta del aire.

 

 

 

14 Pilar Fernández Labrador, Javier Alvarado y Jacqueline Alencar

 Pilar Fernández Labrador, Javier Alvarado y Jacqueline Alencar

 

 

15

 

 

 

RECUERDO DE MATACHÍN

 

 

Matachín reverbera bajo las aguas

Con su voz ahorcada y su dialecto

Con su rostro de músico y sus dedos embadurnados por azogue;

Es una franja de tierra que no puedo olvidar.  No la ignoro

Y la acaricio,

La huelo como el primer milagro

Que brotó tras el diluvio

Con sus hojas graduales.

Cierro mis puños y los abro tratando de bracear

Sobre este lago

La vendimia del dolor;

Las letras paganas que compusieron su bitácora de viaje;

Sus maletas llenas de suicidios, y de muertes.

De auroras y de pueblos perdidos

 

Matachín regresa a mis salomas

Como una constelación que se recoge,

Como una estrella calcada,

Como un grito hechizado a la intemperie.

 

Aún albergo las ansias de montarme en tren,

De seguir los caminos y los rieles,

Los campos donde se disemina la faena

Donde está Uh Mei con su loto,

Con su estanque de páginas muertas.

 

Me apresuro a llegar hasta la iglesia de La Línea

Donde la campana sigue tañendo

A pesar del peso salobre de las aguas, me apresuro

A dar cuerda a un gran reloj que sigue andando

Nadie sabe la razón, la hora ni el por qué;

En sus péndulos veo parpadear un mundo

Con su cola de tucán, con sus páramos ausentes.

 

En Matachín hay una estación. Móntate.

Algún día llegaremos a la eternidad

En lomo de tren. Aquí yacen los chinos dormidos

Con sus colores y canciones.  El tren inició

Con los colores del suicidio. Ahora todo es el sabor

Del olvido con su locomotora

Y su hierro oxidado

 

Móntate.

Algún día llegaremos a la eternidad

En lomo de tren

 

 

16 Camargo, Alvarado, Gentile, Regalo, Rasteiro y Prada, en el Ayuntamiento (foto de Jacqueline Alencar)

Camargo, Alvarado, Gentile, Regalo, Rasteiro y Prada, en el Ayuntamiento (foto de Jacqueline Alencar)

17 René Char

René Char

 

RENÉ CHAR

 

 

Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.

R.Ch.

 

Tú no has dicho nada, nadie dice nada, todos se callan sus muertes.

Algunos se atreven a marcharse después de mascar tus hojas de hipnos,

Buscando esos utensilios posibles para acumular la vida,

(La cuchara paralítica)                 (El plato ciego)

Y yo penetro en otra hipnosis

Cuando deambulo por tu poesía

En este nuevo espejo que la historia va a desertar;

Amigo en lo improbable,

En el incendio de la tundra donde se aprende a escribir

Y a discrepar contra la cacería furtiva o reglamentada

Cuando un cervatillo riela en la otra orilla,

Elegido por la circunstancia de la presa

Ante el ojo caníbal               ante lo nupcial devastado

Y las noches podían concebirse a través de un prisma,

Leyéndonos a nosotros alguna argumentación por la metáfora o el lenguaje llano;

Ese intangible destierro hacia la originalidad, cuando se empieza a acostar

Tu poema predilecto,

En medio de los niños que ríen de gozo en la primavera de los poetas.

¿Acaso también no habrá un otoño o un invierno o un verano para esos seres

Que desechan el fárrago carnívoro, un arcoiris en el cuello, una rosa que grite de terror al saberse viva,

Tan roja en la alienación de la sangre, tan sanguínea en la prueba de ADN,

Una puerta falsa para esconderse y tiritar de fuego

Cuando nos encontremos              cara a cara              con el sucesor de Ulises

Tocándonos el destino de ser errantes en la condenación de las ínsulas

Y el mar sea ese mensaje cifrado que nos cuesta entender

Muy adentro, muy adentro de la botella rota que es el origen

Cuando nos posesionamos juntos del microbiótico espejo

Y hay una noche que sucede hasta encontrarnos en el vuelo del águila

Y todo sigue siendo noche        más que noche     que agujero negro      que agujero lunar

Y allí estás tú en medio de los polvos cósmicos, en medio de las explosiones de asteroides

Y eres tú

Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.

 

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19 Alvarado con poetas de españa, Colombia, Chile, Venezuela, Argentina y Portugal (foto de J. Alencar)

 Alvarado con poetas de españa, Colombia, Chile, Venezuela, Argentina y Portugal (foto de J. Alencar)

20 Alfredo Pérez Alencart y Javier Alvarado en la entrada al Colegio Fonseca de la Universidad (foto de J. Alencar)

 Alfredo Pérez Alencart y Javier Alvarado en la entrada al Colegio Fonseca de la Universidad (foto de J. Alencar)

 

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