POEMAS DEL ARGENTINO HUGO FRANCISCO RIVELLA, FINALISTA DEL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR 2020

 

 

 

El poeta Hugo Francisco Rivella

 

 

Crear en Salamanca se complace en difundir los poemas de Hugo Francisco Rivella (Rosario de la Frontera, Salta, Argentina- 1948) es poeta, músico, cantante, maestro, Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Fue Presidente de Entre Nosotros, Encuentro de Música Popular y la Canción Inédita, Unquillo, Córdoba. Organiza el Encuentro Nacional de Poetas con la Gente, de Cosquín, Argentina, junto a Miguel Vera. Fue Director de Cultura de la municipalidad de Rosario de la Frontera. Obtuvo diversos premios y participó de festivales de poesía. Publicó: Algo de mi Muerte, Rosario de la Frontera, Salta, 1981; Agua de mis manos, con el apoyo del FNA, 1995; Cristales en el Río (cancionero),Vaca Narvaja ed.,1999; Caballos en la Lluvia, FNA, Alción Editora, Córdoba, 2003; Zona de Otros Días, Secretaría de Cultura, Salta, 2007; Yo, el Toro, Alción editora, Córdoba, 2008; Centro de Tormentas, Secretaría de Cultura de Salta, 2010; De Fuego y Sombras, Secretaría de Cultura de Salta, 2010; Putas (La cacería del ángel), Alción editora, Córdoba. 2011; Piedra del Ángel –UNAEMex Toluca – México-2011; Ojo Astillado- Alción editora- Córdoba-Argentina 2013; entre otros. Ha recibido premios de poesía como: los Juegos Florales Centroamericanos 1985, el Internacional Jaime Gil de Biedma, el Premio de Poesía Mística Fernando Rielo 2013, el Internacional de Poesía en Paralelo Cero del 2016, el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2016 o el Premio Leonor de Poesía (Soria, 2019).

 

  Perfil de Salamanca. Foto de José Amador Martín

 

Rivella quedó entre los15 finalistas de la VII edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador. Recordar que a este premio se presentaron 1017 trabajos procedentes de 26 países.  Los poemas aquí publicados son una selección de la obra ya editada por el poeta.

 

 

 

 

LA QUIETUD DEL QUE ESPERA A LA POESÍA

 

 

¿Qué jaguar no la sueña?

¿Qué rama?

¿Qué silencio la ha metido en la boca para que no desangre?

 

Importa el estallido volviéndose relámpago,

el dolor del herido más que la herida misma, la saliva del beso en la piel del amante,

el hilito de sombra en el que se refugia.

Yo me recuesto sobre sus pisadas, las huellas que dejó en otras calaveras,

el buitre en las entrañas del cadáver del ángel que se creyó un pájaro y lo

descuartizaron,

la brújula en la mano del ciego en el espacio,

el tintineo del viento en un árbol lejano.

 

Quizás de tanto amarla,

se rinda

 

y me acaricie

 

 

 

 

 

 

 

CARONTE PASA CON EL CADÁVER DE MI MADRE

 

a mi dolor

 

 

El óbolo bajo la lengua de los muertos no sueña en el avaro,

ni es la llave que abre el corazón de la reina para que Caronte la cruce al Más Allá. 

El río es la furia de dios en manos de un mendigo,

Dolor Odio Fuego Olvido.

Los perros guardianes del infierno velan tiempo y espada,

sus cabezas de fábula mordisquean mis huesos.

Todo es cruel y la noche es una mueca trágica.

Ha muerto mi madre y no tiene una moneda debajo de la lengua, pienso

cuando se agrieta mi ternura.

¿Podrá llegar al Paraíso? Mis ojos están fijos en su cuerpo.

No aletean mariposas sobre sus párpados y el cielo es un espejo de niebla que me

aplasta.

¿Podrá cruzar el límite del tiempo cuando sea sólo polvo su esqueleto?

¿Vendrán caballos a integrar el cortejo?

 

Disimuladamente

me toco la moneda que he puesto debajo de mi lengua para que

 

mi madre no cruce el río solita.

 

 

 

 

ESPEJOS EQUIVOCADOS

 

 

Una y otra vez

me llaman los fantasmas que habitan los espejos,

la mirada torcida del bizco al fondo de mi niñez de barro,

el verde manoseado de los árboles y el silencio que teje la

boca del mudo.

Sortean mis pasos los charcos que la lluvia demora en la

vereda,

el florista encendiendo una rosa,

los estragos del río en el confín del mundo y el corazón

vaciado de la madre que llora.

Se fracturan mis ojos cuando muge la noche.

Por el espejo salgo a desafiar al mundo,

al sueño polimorfo de mi cuerpo en la cruz.

Una y otra vez

me apuñala Dios que secretea sus cuitas a una estatua.

Me importa amarte con todos los tendones, con el

rostro en las manos y la vida disuelta entre los pecadores

vitoreando el lanzazo.

Me abalanzo al espejo para encontrar mi sombra.

 

 

 

 

ALARIDO

 

 

Padre nuestro que estás en silencio como sol o destierro,

perdona estos ojos que no dejan de mirar tu hechura de carbón,

el altar con sus ángeles sapos,

las hojas de madera y la cruz laminada con oro y sangre.

Perdona el recuerdo de la niña violada,

la mujer de espuma con sus pechos al aire,

los arcones con llagas de un sueño inalcanzable.

 

Padre nuestro que estás en la boca del traidor y en su lengua podrida,

perdona esta oración desgarrada, esta fina garúa que entumece la tierra.

Ten piedad de tus ojos. De tus lágrimas.

 

Padre nuestro que estás en la piedra,

resucita.

Ven a gritar conmigo.

No me dejes caer en la tentación de amar lo que no debo.

Los ídolos del agua, la mujer del prójimo,

la flor desmoronada de la muerte en las calles,

el poema que nace con un tiro en la frente.

 

Padre nuestro regresa o inventa otro mundo,

que el que llevo en el alma no resiste más.

 

 

 

 

 

RESPONSO POR LA MUERTE DE  ROSARIO CASTELLANOS

 

 

Estuve en la fila de deudos lacrimosos y las flores de sal de tu mortaja,

entre las cartas de tarot ya sin destinos con el sueño de Arimán

pálido,

solo.

Pude ver tus ojazos casi grises de tantos caracoles y cigarras,

el vendaval del trópico golpeando tu escritura,

el dulzor de tu sangre.

Vi el gato de alabastro sobre el piano que en soledad apenas desbordabas,

los papeles del viento sollozando,

el laberinto de tu calendario con la rosa caída a un  precipicio,

los andenes de marzo en la hojarasca donde el otoño mellaba sus espadas.

Te vi dulce y en ascuas,

destellando la risa de la suerte,

el jardín con las rosas del pasado y el balbuceo de Saint-John Perse en tu lengua.

Caía la lluvia como ha mucho tiempo,

se cansó de caer,

se fue por la fosa que aguardaba a tu cuerpo,

el remezón del pez de un mar sin tiempo y la llama inconclusa del fuego de los días.

Partirás, sin demoras, en el carruaje repleto de flores insoportablemente lilas.

Las huellas del rosario,

que en tus manos parece un alacrán dormido,

solitario,

recordarán las guirnaldas de Comitán,

el musgo que sopla tu hermosura hacia un país ajeno a tanta luz,

inmóvil

como un espejo de piedra incandescente.

Tu cuerpo será de otros paisajes,

lo llorarán los perros que incendian los crepúsculos, lo besará el Eterno mientras raja sus huesos y lo vuelve olvidos de seda  intencionada.

Me reiré del que pasa con sus árboles tristes,

los libros apenas hojeados, el ciempiés que guardabas en un frasco de vidrio.

El corazón de dios atado en tu pañuelo.

 

Los cascos de la noche retumban en mis dientes,

descascaran mi risa.

 

Porque el olvido es un ariete que traspasa los días,

es que espero,

apenas esa pátina del sol que aguarda en cada rosa,

los sitios que he caminado como un  fantasma sin tramas ni relojes.

 

Me he sacado los ojos y un animal sin nombre engulle mi mirada.

 

 

 

AMENAZA

 

 

Un animal feroz  ante la noche hociqueando mi dentro y mi secuestro,

lo que enceniza al tiempo,

la palabra sudada,

la celda en la que soy su prisionero.

Pulsa la sien del verso,

late como un estruendo de cigarras,

el animal acecha mi esqueleto y el hálito de mi último relámpago.

Yo sé que viene a mí, viene y perviene,

o viene de mil formas  con sus garras,

golpea la puerta cuando me descuido y arremete hasta los últimos rincones de la casa.

 

Poesía,

en la garganta como un tajo,

el animal que eres me amenaza.

 

 

 

 

SILVIA PLATH SE ARROJA DEL PLANETA

 

 

 

Silvia Plath clausuró las ventanas,

recostó la cabeza al lado de la luna,

y en la boca del horno se volvió una lámpara que alumbra todavía.

Ted Hugues tambalea,

no sabe si de amor o culpa,

pero siente en su pecho las alamedas de Yorkshire,

la noche en sus dientes, la pequeña fogata desvaneciendo el verso de su lengua.

 

Me di a morir porque se me dio la gana,

-dicen que dijo Plath-

Te condeno a vivir entre tus versos.

 

Ted se puso a escribir cada rocío, cada flor en el patio,

cada nieve en la sombra.

Borró su nombre de la tumba, sepultó el corazón, se acurrucó en el mar.

Habló de sus amores,

de la culpa sinfín,

del infortunio de amar, como los vientos, la distancia.

El cardón arrullado por el viento en el desierto de una gasolinera.

Ya no alcanza el amor, mucho menos el olvido.

La muerte lo tiene prisionero.

 

Pasó el mundo ante mí.

¿Qué estuve haciendo?

 

 

 

CANCIÓN A LA MUCHACHA QUE DUERME

 

 

Kawabata despierta en medio de la noche tan sólo por ver dormir a una muchacha.

La recorre en el sueño y se desangra a orillas de la cama.

¿Quién hilaba la seda en Chijimi?

 

La nieve deshoja a la muchacha, perfuma sus cabellos,

bebe su sexo de cántaro y secreto.

 

Tan sólo por dormir pasa el crepúsculo y se altera en la muerte la rutina del viejo.

El olvido le teme a sus ojos, y en la luz que da al patio,

se desvive entre la furia de su soledad.

El país de la nieve es un eco que se quema en mi sangre

 

Pasó el mundo ante mí.

 

Pasa al galope como un jinete pálido.

 

 

 

 

 

 

CENTRO DE TORMENTAS

 

 

Centro de tormentas

¿Es la palabra el puente por el que cruza el hombre hacia la eternidad?

¿Se pondrá de rodillas mi ternura?

¿Se detendrá el mundo en el círculo del ojo?

¿Las mujeres parirán ríos sin nombres?

¿Caerán los crepúsculos sobre los cielos quietos de la ciudad?

¿Podrán mis manos asir las tuyas y levantar los sueños, la muerte de la rosa, los bejucos,

la cabellera de tu lejanía, el zarpazo del tigre,

la memora del ángel?

Aúlla corazón.

Terca la soledad sobre mis hombros.

Aúlla corazón,

ya no hay remedio ni sombras ojerosas para calmar las aguas de este río,

la garganta soplando un poema infinito mientras Witman se enreda con mi sombra,

la eterna mordedura de la vida me arrincona con su lengua salada.

Aúlla corazón

hasta el último grito porque hay un niño en los cañaverales con los ojos cuajados,

y en él

la memoria del barro va soñando caballos que lo sueñan.

Aúlla corazón

un jinete de azúcar galopa en la galaxia.

 

 

 

 

 

MORIRÉ DE CABALLOS

 

 

 Moriré de caballos, de pedradas azules,

con la patria en mis ojos y la flor enmohecida de todos los fracasos;

en Vallejo trilceando aguaceros temibles…

Cisneros con sus osos mordiendo catedrales,

Boccanera en las bestias de todos los hoteles.

Moriré de luciérnagas y el ruido de la lluvia sobre el techo de chapas de la casa en mi pueblo, Salgari, Sandokán, Kanmamuri y los tughs en la jungla más negra de la tierra:

Joseph Brodsky durmiendo con Donne y los halcones,

Ungaretti volviendo del mar de las serpientes,

la muchacha y sus pechos bordados en mi almohada y Nippur de Lagash galopando.

Moriré de Oesterheld, Eternauta del cielo, los gurbos deletreando la voz del universo,

Francis Ponge y el verso desangrado en la piel memoriosa del cadáver del ángel.

Moriré de Almafuerte, muerto y vociferando, aunque el siglo lo encierre con hordas homicidas, con los valses de Strauss y las zambas del Cuchi ardidas en las siestas del quebracho y las catas, los murales de Orozco, las manos de mi madre, el tapiz memorioso de mi imaginería, Guayasamín, sus lunas de colores en la piel de sus brazos.

Moriré en los ausentes, los que no irán a verme, porque escarbo sus bofes a puñalada limpia,

o irán a mi velorio a saber si estoy muerto, si huelo, si es cierto que en mi cabeza rugen tigres de arena, que emana una vertiente de vinos, y en los ojos titilan sin cesar espejos relucientes;

mi cadáver

irá como la vida

retozando.

 

 

 

JAVIER HERAUD

 

 

                                                  un muerto en el que la muerte me eterniza

 

 

 

Leímos las mismas cosas y soñamos las mismas cosas, pero

hubo algo irreconciliable en lo vivido.

La primera palabra que escribí fue:

– mamá-

él agregó :

– su sonrisa es blanca como la mañana-.

Cuando aprendí a multiplicar llevaba el cantito:

 dos por una dooss, dos por dos cuaaatro, dos por cuatro ochooo

él decía:

-ocho son los compañeros que no vinieron a la escuela porque ha crecido el río-.

Cuando pasó el mendigo del pueblo arrastrando la pobreza como un saurio de plomo,  dije

-pobrecito-

y él recalcó

-empobrecido por dios y por nosotros-.

Lo vi cruzar el río llevándose mis sueños.

 

Yo me quedé con esta muerte viva entre los dientes.

 

 

 

 

 

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