‘GLOSAS AL FUEGO’: UNA INICIACIÓN POÉTICA. PRÓLOGO DE LILLIAM MORO PARA EL POEMARIO DE CARMEN PALOMO

 

 

 

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Carmen Palomo leyendo en el Teatro Liceo (foto de José Amador Martín)

Crear en Salamanca tiene especial satisfacción en publicar el prólogo que la destacada poeta cubana Lilliam Moro (La Habana, 1946) escribiera para el libro Glosas al fuego, publicado bajo el sello editorial de Hebel, de Santiago de Chile, y recientemente entregado a Carmen Palomo durante el acto inaugural del XOX Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado el 18 de octubre en el Teatro Liceo de Salamanca. Recordar que un jurado presidido por el poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca, e integrado por los destacados poetas José Mármol (República Dominicana), Lilliam Moro (Cuba), Juan Antonio Massone, Beppe Costa (Italia), Ana Cecilia Blum (Ecuador), Araceli Sagüillo (España) y Stefania Di Leo (Italia), como directora del Il Circolo Letterario Napoletano, entidad convocante, concedió el pasado 21 de mayo el I Premio Internacional ‘Francisco de Aldana’ de Poesía en Lengua Castellana, al libro ‘Glosas al fuego’, de la española Carmen Macarena Palomo Pinel. En el acta del jurado figuraba el siguiente comentario sobre la obra ganadora: “Sobre Glosas al fuego se destaca la fuerza de su expresión a través de unas metáforas perfectamente logradas sin caer en el exceso estilístico. El amor es el fuego que pone en orden un mundo que no se comprende, pero no es el sentimiento que se sublima sino la emoción contenida en los rescoldos. Arte poética exenta de retórica inútil, como si el verso acertado fuera una llamarada que purifica las palabras”. Luego se acordó pedir el prólogo a Lilliam Moro, en representación del Jurado.

 

 

 

 

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Pilar Fernández Labrador, Stefania Di Leo y Carmen Palomo, en el Ayuntamiento de Salamanca

(foto de Jacqueline Alencar)

 

GLOSAS AL FUEGO: UNA INICIACIÓN POÉTICA

 

 

El sugestivo título Glosas al fuego del poemario de Carmen Palomo nos conduce, inevitablemente, a toda la cosmogonía del Fuego Divino, con su vasto trasfondo metafísico y esotérico.

 

Desde la antigüedad griega se ha tratado de concretar la Naturaleza en cuatro elementos esenciales: agua, aire, tierra y fuego. En este principio conceptual que fueron definiendo los filósofos griegos, como Empédocles y Aristóteles, se  fundamentaron las iniciaciones trascendentes. Presente en todas las culturas, se manifestó lo mismo en la zarza ardiente mosaica que en la conservación del fuego sagrado por las vestales en los templos romanos. El misterio ígneo es patrimonio de la divinidad: si Prometeo fue encadenado y condenado al eterno sufrimiento de exponer su hígado a la voracidad de un águila, fue porque ofreció al hombre la posibilidad no solo de calentar su cuerpo con el fuego robado a los dioses, sino de acceder a la divinidad.

 

Presencia fundamental en la Astrología, lo encontramos igualmente en la manifestación de la Iluminación divina en Pentecostés y en la transverberación que en la mística española representa Santa Teresa de Ávila, así como en la Alquimia, en el proceso de depuración de la densidad (simbolizada en el plomo) para alcanzar la pureza sin contaminación (el oro). Mal interpretada la función redentora del fuego, fue el medio de castigo y expiación en las piras de la Inquisición. En las órdenes esotéricas es el más alto nivel de Iniciación, ya mostrado por Mozart en 1784 en La flauta mágica, representación operística de la iniciación masónica.

 

 

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 Carmen Palomo, con el libro premiado (foto de Jacqueline Alencar)

 

Todos estos referentes nos vienen a la memoria cuando leemos Glosas al fuego, de Carmen Palomo, más aun porque desde la noche de los tiempos el descubrimiento del fuego significó el descubrimiento del alma humana. Así, por extensión, el misterio ígneo está representado en la Poesía.

 

En el plano simbólico, el fuego tiene otra faceta además de la emocional: la trascendente, para alcanzar la redención purificadora, que va desde el imparable desastre que recoge la historia: “Vivir sobre la lengua del peligro / que lentamente va pronunciando el mundo”, peligro que representamos incluso a nivel individual: “Como el campo de batalla que escondemos todos bajo las uñas.”

 

Estamos ante unos versos de una sinceridad implacable, pero sin catastrofismos ni admoniciones, porque las cosas son, simplemente, como son: “Un hombre es, ante, todo, sus preguntas” y ese inicio de duda es la inconformidad inherente a la decencia humana. Esa sinceridad se expresa en versos límite: “…Vivir es devorar / y el hambre ciega”, y se repite: “Vivir es devorar. La vida, / un traficar de dientes.”

 

Se nos muestra un mundo en estado deplorable, depauperado: “porque su enfermedad / se llama vida“. “La mirada en el tiempo se llama enfermedad. / Es el beso moroso de un dios también enfermo.”

 

El mal no es solamente lo que sucede, sino lo que no sucede: “La tragedia es que no sucede nada. / La tragedia es siempre que no sucede nada.” O bien: “Mi tiempo, cómo dueles. / Apiádate ya pronto de tus hijos, / varados en un mundo / sin misterios.” Parece que no hay peor forma de soledad que el vacío esencial: “y la vida era sólo el tiempo de estar solo / y esta hambruna.” Sin embargo, el silencio puede ser la posibilidad de encontrar la verdad interior: “que en el silencio estamos a resguardo”.

 

 

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 Libro publicado por Hebel Ediciones, de Santiago de Chile

En este panorama desolador parece que es aconsejable volver a ser como niños:  “Ellos que nada saben ni se saben, / y en su debilidad / se salva el mundo”, porque “ellos son los papiros de Dios”, es decir, la página en blanco disponible para que Dios inscriba su impronta de salvación, versos que expresan la posibilidad de redención. Este poemario, que es una sucesión de poemas sin títulos, nos recuerda a veces esa mezcla de candor, orfandad y dolor humano del poeta César Vallejo.

 

La poética de esta autora se caracteriza por una expresión directa, sin demasiados artificios retóricos, sino con metáforas que estremecen como impactos en el alma, porque la aparente sencillez de los versos son de una crudeza contundente. Incluso echa mano a la reiteración de algunos versos o sustantivos, redundancia que refuerza el mensaje certero. Arden las palabras, como el mar del poeta Pere Gimferrer.

 

¿Y el fuego de este poemario es devastador o regenerador? Creo que las dos cosas: un mundo arrasado por el fuego de la guerra, la frustración y la falta de sentido sólo puede ser redimido por el fuego del amor que, como el ascenso de la energía kundalini, logra la iniciación poética:

 

Germinará una historia cuando la historia no sea ya posible.

Una historia de amor.

Abriremos los ojos y seremos hermosos.

 

 

 

 

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 Lilliam Moro, Alfredo Pérez Alencart y Jacqueline Alencar, en Ávila

 

 

 

LILLIAM MORO

 

Lilliam Moro (La Habana, 1946). Tras salir de Cuba, vivió varios años en España (Madrid y Ávila, principalmente) y ahora reside en Miami. Entre sus poemarios publicados están: La cara de la guerra (1972); Poemas del 42 (1988) y Cuaderno de La Habana (2005). En 2013 publico ‘Obra Poética casi Completa’ (Editorial Silueta, Miami, con prólogo de Carlos Espinosa y nota de contracubierta de Pío E. Serrano). También ha publicado la novela  ‘En la boca del lobo’ (2004), que fue Premio de Novela Corta “Villanueva del Pardillo” en Madrid.

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