EL SILENCIO Y LA FURIA, DE LILLIAM MORO. COMENTARIO DE STEFANIA DI LEO

 

 

1 Lilliam Moro leyendo su poesía en el Teatro Liceo de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

Lilliam Moro leyendo su poesía en el Teatro Liceo de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

 Crear en Salamanca se complace en publicar la reseña escrita por la poeta, profesora e hispanista italiana Stefania Di Leo, en torno al nuevo poemario de la cubano-española Lilliam Moro, premiada en Salamanca con el Premio Internacional Pilar Fernández Labrador, en su IV Edición, celebrada durante el XX Encuentro de Poetas Iberoamericanos, en octubre de 2017.   

 

 

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  EL SILENCIO Y LA FURIA El silencio tiene un sonido especial, -la palabra poética-, y la furia son la fuerza creadora de este nuevo poemario de Lilliam Moro, en donde el tiempo se vuelve circular, marcando la persistencia de lo efímero. Poemario de gran interioridad en donde sobresale el grito humano a favor de la diferencia, y en donde están presentes dos conceptos dicotómicos (el bien y el mal, la justicia y la injusticia). La variedad y la riqueza temática, la eternidad y la celebración de España (Castilla, tierra entrañable para la autora) están presentes en el poema Homenaje al Lazarillo de Tormes, que se convierte en pocas pinceladas en una precisa epopeya del hambre, que recoge en sí muchas metáforas de atmósfera ibérica, poema de profunda sensibilidad en donde los panes robados tienen la cara de Dios. HOMENAJE A LAZARILLO DE TORMES                 (A Carmen Ruiz Barrionuevo) Aprendiste enseguida unos cuantos ardides:a recontar las uvas para engañar al ciego,a robar unos panes con la cara de Dios.Al final, pregonero de tus propias vilezas.Todo menos sentir, una vez más,el hambre de los justosy tu cabeza contra un toro de piedra.

 

Si todo el tiempo está eternamente presente/ todo el tiempo es irredimible. Este concepto temporal enunciado por Eliot se advierte a lo largo de todo el poemario cuyo tono es “Cuidado con la injusticia” es la expresión que más logra condensar la poesía de Lilliam Moro: la condición del hombre, que no es capaz de captar el último secreto de las cosas, se objetiva en una serie de imágenes con un expresionismo poderoso, que universaliza el sentimiento del ego. Los únicos modos de salvación son Vivir de forma plena y En pleno vuelo, apariencias de epifanía y símbolos de la «indiferencia divina» que le dan al hombre un momento de éxtasis desatado por los lazos del Tiempo.

 

Otro tema muy importante de este libro es el tema de la memoria. Muchos intelectuales de este siglo que han marcado la huella de la filosofía y de la literatura mundial han hablado de memoria.

 

3 Alfredo Pérez Alencart, Lilliam Moro, Pilar Fernández Labrador y Carmen Ruiz Barrionuevo (foto de Jacqueline Alencar)

Alfredo Pérez Alencart, Lilliam Moro, Pilar Fernández Labrador y Carmen Ruiz Barrionuevo

(foto de Jacqueline Alencar)

 

Eric Hobsbawm a menudo  dijo: «protesta contra el olvido»; cuyo sentir de Lilliam  Moro se acerca mucho. En su poesía, se aprecia también una gran influencia del escritor Umberto Eco hablando del tema de la memoria y de la existencia: “Memoria e identidad… Nosotros, en lo que podemos decir «yo», somos nuestra memoria. Es decir, la memoria es el alma. Si uno pierde totalmente su memoria, se convierte en un vegetal y ya no tiene el alma. Incluso desde el punto de vista de un creyente, no creo que el infierno tenga sentido si te quedas sin memoria. El sufrimiento se debe al hecho de recordar continuamente el mal que se ha hecho. El Cielo —Dante ya nos lo ha explicado— es el recuerdo de todo, todo se lee, todo se sabe. Somos nuestra memoria. Esto hace que nuestra vida sea fascinante porque con el avance, con el envejecimiento, los recuerdos antiguos se recuperan”.

 

La poeta Lilliam habla de una memoria para el porvenir, y nos lleva hacia la incertidumbre eterna:

 

Hoy por hoy me pesa la memoria:

déjame convivir en paz con los recuerdos

ese montón de nimiedades que se niega a morir

y que perdura hasta el final de los finales.

¿Pero de qué final estoy hablando?

¿Quién puede asegurarnos que hay un término

y no un perseverar enloquecido en otra dimensión

donde continuaremos arrastrando

las miserables pretensiones

que nos trajeron hasta aquí,

a esta pausa engañosa que llamamos la vida?

 

La concepción de la vida, metafóricamente involucrada de amor y de poesía están sintetizadas en el poema “Un libro, una rosa”, el amor se convierte en una forma vital, en energía que se renueva y nunca acaba sino queda pendiente:

 

UN LIBRO, UNA ROSA

 

(En el día de Sant Jordi, Barcelona)

 

                                                 El amor es un libro que siempre releemos

buscando otra verdad escondida entrelíneas;

sobrescribimos cada página impresa,

pulimos frases, añadimos detalles,

eliminamos excesivas anécdotas;

quitamos adjetivos prescindibles,

cambiamos nombres propios,

mantenemos los lugares comunes;

adornamos cada principio de capítulo

y cambiamos la fecha de la nueva edición

que es aumentada

pero no lo suficientemente corregida.

Nunca llegamos a la última página:

esa siempre la dejamos pendiente.

(…)

 

4 Lilliam Moro durante la ceremia de premiación celebrada en Salamanca (Foto de José Amador Martín)

Lilliam Moro durante la ceremia de premiación celebrada en Salamanca (Foto de José Amador Martín)

 

Como en Pirandello, el amor es un eterno flujo que nunca acaba. Imaginemos un flujo infinito al final del tiempo se convierte en una forma, el encenderse de una vid, en el nudo de la existencia. Este cierre puede parecer la muerte, un conjunto de sentidos que cautiva un flujo eterno. Y lo inmóvil, lo silencioso, habla el lenguaje de un nuevo amanecer quizás hacia una nueva vida. Este nudo, estas interrogaciones entre Eros y Thanatos, los contemplamos en el hacerse y deshacerse de la materia, en el porvenir de las primaveras, que han encontrado una posible respuesta en la religión. Lo que más asusta y a la vez fascina a Lilliam Moro es la muerte, con su secreto arcano, que vive en nosotros desde el principio de la existencia. Silencio para la escritora no es solo sinónimo de quietud, paz, sosiego, calma, belleza, sino también es descanso eterno.

 

El tiempo es el hilo conductor del poemario, el tiempo que  pasa, y nos recuerda que vamos y no volvemos. El tiempo pasa  y tenemos que comprender  que el misterio de la vida reside en el valor. Es que todavía no entendemos quién queremos ser, o mejor dicho, para la sociedad, todavía no sabemos quién podemos ser. El tiempo pasa, y con él todos los sueños que son mayores de edad.

 

El tiempo pasa y con él la  energía aumenta, porque él pasa, pero nosotros nos volvemos fuertes.

 

Gran parte del tiempo sabemos que lo hemos perdido, detrás de los temores, de las responsabilidades que tenían nuestro mismo apellido, pero no nuestro nombre.

 

 

AS TIME GOES BY

 

Todavía tiemblan entre mis brazos tus palabras

de medianoche, de media tarde, de media vida

aunque la magia del silencio intenta borrarlas

de una vez por todas.

La vida debió haber acabado después de tanto,

era imposible superar el listón

pero los finales no suelen ser tan fáciles

cuando quedamos detenidos en el tiempo

que se tensa como una soga alrededor del cuello

pero la asfixia es a medias para matarnos sin morir

mientras discurren corazón adentro

los fotogramas de la película que se desvaneció

en la pantalla de una biografía inacabada.

 

No se encendían las luces.

La palabra FIN tardó en aparecer.

 

Tiempo presente y tiempo pasado/ quizás estén ambos presentes en el futuro/y el tiempo futuro está contenido en el tiempo pasado. Hay un tiempo eterno, un ritmo eterno con el que todo hombre, lo sepa o no, quiere estar de acuerdo. Es un deseo de todas las mañanas, de todos los tiempos: al abrir los ojos nos preguntamos sin preguntar cuál es nuestro lugar en el mundo, en qué rincón del día encontraremos la experiencia de la paz. 

Lilliam Moro esboza la condición paradójica que mueve la evolución humana, la condición por la cual, cuanto más el hombre adquiere la capacidad técnica para habitar el mundo, más se arriesga a alejarse de ese sentimiento elemental de sí mismo, de esa experiencia de infinito finito que de su vivir, el mundo intuye y dirige el significado. Aquí, en la mirada de las sucesivas generaciones, el paso de una humanidad asustada por la existencia de las cosas, y por lo tanto dedicada a ellas, a una humanidad tan burlona, tan supuestamente dueña de sí misma y del mundo que vive continuamente para ser tentado, para diseccionarlo y dominarlo. La poeta penetra en lo más profundo del alma humana: bajo la ilusión de la posesión, persiste en cada hombre la percepción de una alteridad inexorable de las cosas, de que se les dé. Incluso si los hombres han elegido olvidar, el dios negro permanece vigilante y esperando, listo para recordarles a su finitud, a la pertenencia a un tiempo y un lugar de los cuales, por mucho que no queramos somos siervos.

 

El Tiempo es la obsesión eterna del hombre; esquivo, revelador, despiadado para aquellos que se ocupan de su propia existencia caduca y mortal.

 

Esta universalidad, documentada empíricamente en El silencio y la furia precisamente mediante la aplicación del método mítico —según la cual mŷthos se convierte en un paradigma para el presente, y se investiga a través de una meditación muy elevada. La vida brinda a la poeta la oportunidad de reflexionar sobre el sentido de la memoria, de la ciclicidad, del concepto de principio que termina interpenetrando con el del fin. No es raro que en este viaje los elementos del paisaje sean figuras de los movimientos del alma, sean paisajes españoles, marcados en lo profundo y conscientes por el paso del tiempo: estos son versos fruto de una edad madura, durante la cual el camino logra suavizar la aspereza de ciertas visiones. Por lo tanto, en un momento de renovada confianza y redescubrimiento del sentido de lo sagrado, los ojos descansan en una primavera invernal arcana, un latido de la vida que aún resiste. El silencio y la furia es una obra cumbre que dejará una huella fuerte para el porvenir y las futuras generaciones poéticas.

 

5 Rodríguez Leytón, Fernández Labrador, António Salvado y Lilliam Moro (foto de Jacqueline Alencar)

Rodríguez Leytón, Fernández Labrador, António Salvado y Lilliam Moro (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

Un comentario
  • Ángel Sánchez
    marzo 2, 2018

    Espléndido poemario el de Lilliam Moro, una lección de vida, de sensibilidad herida por la memoria, en una tierra charra donde la llaga de Aníbal Núñez sigue abierta. Su trayectoria poética, desde los años habaneros es de alta calidad. Me hubiese gustado estar en el Teatro Liceo esa noche, escuchando su entrañable voz,pero estoy lejos, perdido en una isla del Atlántico,rodeado de olas que traen voces invocando a Yemayá, aunque cerca de ella. As times goes by…

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