EL PLACER DE NOMBRAR EN ‘EL TÓRAX DE TUS OJOS’, DE IVONNE GORDON. COMENTARIO DE DAVID CORTÉS CABÁN

 

 

 

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Lapoeta Ivonne Gordon

 

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar el comentario que, para nuestra revista, ha preparado el poeta y ensayista puertorriqueño en torno al ultimo poemario de Ivonne Gordon Carrera Andrade (Quito, Ecuador) es poeta, ensayista, crítica literaria, traductora y catedrática; Doctora en Filología Hispánica, ejerce como catedrática de literatura latinoamericana en los Estados Unidos. En la poesía es una voz importante dentro del marco ecuatoriano e internacional. Su obra consta en importantes antologías internacionales. Obtuvo diversos premios y participó en festivales de poesía. Su poesía aparece en inglés, griego, rumano, y polaco. Publicó: La femineidad como máscara en la obra de Gabriela Mistral, Irvine, 1991; tiene una decena de poemarios editados. Entre los últimos y por salir se destacan: Barro blasfemo, Madrid,  2010; Meditar de sirenas, Suecia, Chile, 2013-2014; Danza inoportuna, Ecuador, 2016; Ocurrencias del porvenir, Argentina, 2018; El tórax de tus ojos, Madrid, 2018. De próxima publicación: Diosas prestadas, Madrid, En nombre del silencio, Chile; entre otros.

 

 

 

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EL PLACER DE NOMBRAR EN ‘EL TÓRAX DE TUS OJOS’,

DE IVONNE GORDON.

 

 

                                                                                                cada vez es más difícil

                                                                                                nombrar lo perdurable

Ivon G.

 

 

 

Nombrar, ver el mundo a través de la mirada poética, buscar la palabra rica en insinuaciones que hacen de la realidad un mundo de incitaciones es la experiencia que provoca el más reciente libro de la reconocida poeta ecuatoriana Ivonne Gordon, El tórax de tus ojos. Las experiencias, las que nacen de lo íntimo o crea el lenguaje como súbita expresión de la vida son las que a manera de visión de mundo forman el paisaje lírico de estos poemas. Un paisaje que enriquece a los que se acercan para escuchar el cántico tembloroso de una voz que plasma emocionadamente, un pensamiento libre de hermetismos y de fingidas emociones en una poesía que se corresponde siempre con lo más profundo del ser.

 

El tórax de tus ojos hace del cuerpo la esencia de un sentimiento que busca en el lenguaje el contorno de las cosas que afirman la vida. No sólo de aquellas que tienen que ver con nuestro paso por el mundo, sino también las de esas emociones que entran involuntariamente como los recuerdos que nos inquietan y cuya razón apenas podemos comprender. Los poemas mismos nos abrirán las puertas a un paisaje de continuas impresiones, un paisaje cuya realidad insinúa siempre otro horizonte más profundo como el que sustenta la geografía de estos versos. Esto es lo que refleja el mundo interior de este libro. La confesión de ese vivir que conscientemente intuye distintas formas de comprender la realidad, de expresar esas experiencias de la vida que por dolorosas que sean puedan ayudarnos a comprender el verdadero sentido de nuestro ser. Esta es una de las coordenadas que de esta poesía, y lo que enfrenta el espíritu de la poeta buscando en las palabras la naturaleza de todo lo creado: “…no somos más que una ilusión perdida / entre las palabras irreales / entre las meditaciones de un alfabeto / que nos nombra”. (11). Así estos versos buscan comprender no sólo el sentido de aquello que nombramos y se despliega silenciosamente en la mirada, sino también lo oculto detrás de cada gesto como si la realidad de lo nombrado emergiera de un mundo de abstracciones. 

 

 

3 Fotografía de José Amador Martín

Fotografía de José Amador Martín

 

 

 

Pero la visión de mundo de Ivonne Gordon no busca ignorar la realidad, ni tampoco evadir esa honda inquietud que penetra sus versos impregnándolos de un matiz de hondura universal. Por eso los motivos que plasman estos textos surgen de esas experiencias que por dolorosas que sean dejan ver sobre la superficie la esencia espiritual que les dio vida. Lo simple y profundo arroja un nuevo esplendor sobre las cosas que retiene el lenguaje. No sólo el de las experiencias que ratifican el sentido de los textos, sino también el sentido de nuestro caminar por el mundo. O como bien dicen estos versos: “para que el día se despeje / del musgo amoratado / de lugares que nunca existieron” (20). Y, en cierto modo, esos lugares que nunca existieron son precisamente los que confluyen en estos poemas revelando la intención que los habita: el azar, los pájaros, los viajes, los caminos, el pasado, el amor, la ausencia, los recuerdos trazarán juntamente la eficacia de la palabra para ir señalado lo íntimo y lejano. Lo que la vida misma pone a prueba cuando el corazón reconoce las distancias y el olvido. Esto lo sabe la poeta Ivonne Gordon y lo expresa con la hondura que la caracteriza: “te perdí / porque siempre se pierde lo que se encuentra al azar…” (22). Y es que las pérdidas, aunque aceptadas, dejan siempre un sentimiento que no puede desprenderse totalmente del espíritu, ni de la amorosa concepción humana que una vez les dio vida. Se presentan en el pensamiento como una señal de que el pasado aún es parte de la realidad. En otras palabras, el pasado también le permite al poeta interrogar la soledad y el desamor, el exilio y la distancia que van, aunque parezca contradictorio, evocando un sentimiento que tampoco puede dejar de ignorar los recuerdos: “nada te haría regresar al ayer / te tiendes sobre la cama / y te reconcilias con tu exilio / con tu distancia errante / de tierra vacía y vacua” (25). Ese ayer poblado de recuerdos pretende también revivir la presencia de los seres y las cosas que durante momentos de soledad sostienen la frágil realidad de la vida. El instante en que la palabra retiene sutilmente ese ayer que sólo puede nombrarse a través del silencio o en la soledad de esos cuerpos que al final del amor reconocen que sólo les aguarda la distancia o el olvido:

 

                                           vuelve

 

                                           siempre vigilante

 

                                           siempre vuelve

 

                                           mientras tú y yo

                                           nos plegamos entre las sábanas

 

                                           para palpar entre la oscuridad la sombra distendida

                                           que se cubre de blanco

                                           para ocultar tu cuerpo entre mis pupilas vigilantes

                                           y juntos esperamos

 

                                           el tren de lluvia

                                           que va llegando a la estación

 

                                           de vidas pasadas

                                                                                                    (“Sábanas”, 38)

 

 

 

 

4 Fotografía de José Amador Martín

Fotografía de José Amador Martín

 

 

 

        La acción de volver, la insinuación de esa habitación desolada, la oscuridad, la lluvia y el tren que regresa trazan la impresión de nostalgia que recoge el poema. La extrañeza misma de una relación que coincide con la imagen de la lluvia y la espera de ese tren que evoca las distancias.  Esas distancias que se desprenden de la mirada para convertirse en una emoción que regresa y nos muestra esas zonas de la memoria que preservan las vivencias del pasado. Un pasado que, sin ignorar ni desatender el presente, permite al yo lírico evocar aquellas emociones que brindaron una particular riqueza a la vida. Un pasado que significa tanto para la poeta como el mismo presente donde se expresan los rasgos definidores de aquella lejana realidad como revelan, por ejemplo, los poemas más significativos del libro: “Te fuiste antes que pudiera abrir los ojos”, “Nunca escribí esa carta sin buzón”, “En el precipicio del amanecer”, “Caminar por el cementerio”, “Las cabras vagan”, “Imaginario”.  Hay que observar, por supuesto, que no se trata aquí de reconciliar el presente con aquellas experiencias de la vida, se trata más bien de verlo todo desde una zona abierta a la reflexión y sentida no como una queja, sino como una vivencia que no puede dejar ya ninguna herida sobre el alma: “Todo dejó de ser nuestro. / Todo. / Todo desapareció / hasta la geografía de nuestros encuentros” (47), dice en estos versos. Ciertamente existe una conciencia de esa pérdida pero también una mayor comprensión de la vida. Y aunque esas secretas ilusiones sean dolorosas, siempre la poeta sacará fuerzas de su espíritu para equilibrar aquellas lejanas experiencias con los caminos que le impone su poesía. Por eso observará desde la altura del conocimiento las claridades y las sombras de la vida, dejando entrar la luz que fortalece su espíritu a través de un lenguaje de una delicada afirmación existencial: “y poco a poco / fui acumulando fechas, días, horas, / memorias, pruebas de fuego / y fui aprendiendo a resistir…” (50). Palabras templadas y reflexivas que encierran todo el sentido de la existencia y de ese caminar que va matizando de íntimas razones y nuevas experiencias el fluir de la vida. La poeta Ivonne Gordon no desconoce esta realidad. Contempla desde la lejanía el pasado, la nostalgia y a veces también la dura realidad de aquel vivir. Pero el pasado que aparece en sus versos no demanda ninguna pretensión de grandeza, es decir, existe como reflexión de aquella estación de la vida ya lejana en el tiempo: “Nunca pensé que mirar el tiempo sería eso / mirar / mirar la suela / la piel / los ojos…” (67).  Y es que este mirar el tiempo nos coloca frente al sentimiento de transitoriedad que proyecta la realidad del mundo personal del hablante. Por eso, esta visión del pasado reflejado poéticamente en El tórax de tus ojos nos permite comprender los motivos de esta poesía. Lo íntimo desbordándose emocionadamente sobre la superficie de los textos, aunque como dice uno de estos versos: no todo mar es mar / cada orilla es diferente (75). Así otra vez Ivonne Gordon nos convida a la reflexión sobre la profundidad de la vida utilizando el mar (“Te echan del balcón”, 75) como un fondo de correspondencias con lo mutable y temporal, con el sentido del oleaje y la incertidumbre de aquel azul que se evoca desde la soledad de alguna casa o algún hotel desconocido.

 

 

 

 

5 Fotografía de José Amador Martín

 

Fotografía de José Amador Martín

 

 

         En “Memoria irrevocable” otra vez la poeta recogerá en la mirada esa relación que coincide con el paisaje, el mar, la lejanía y el tiempo. Todo como si la realidad misma de ese vivir se grabara en el ojo del pájaro que observa indiferentemente (102). Y será preciso entonces señalar también la estructura de estos textos y la integración de sus títulos con el sentido que los sostiene. Los títulos ejercen un sistema de correspondencias que nos avisa de los motivos que allí radican. O sea, los títulos mismos se convierten en puentes simbólicos que nos guían hacia los distintos niveles que describen el mensaje del texto. Es decir, la relación emotiva entre lo que encierra el título y lo que el sentido del poema resguarda esperando que el lector descifre sus claves. Pero en verdad, estas claves se abren a la franca comunicación que rehúye de todo artificio verbal. Quizás sea por esta razón que nos acercamos a este libro sin sentir el peso de inútiles advertencias. Y es que el camino literario que se ha impuesto Ivonne Gordon explora lo más íntimo del ser sin alardes o falsas pretensiones. Eso sí, camina con la certeza de nunca renunciar a la verdad interior que la sostiene, a la realidad que concreta las experiencias de la vida en una poesía de un estilo sobrio y elegante. Una poesía que cifra su contenido no en lo temporal, sino en el equilibrio de esa visión de mundo impregnada de dolor, pero también de belleza y del esplendor de una palabra que parece proyectar el tiempo a la sombra de un árbol /  (que)

                                                  se vuelve pájaro

                                                  se vuelve mano

                                                  se vuelve escalera

                                                  para poder subir al río

 

                                                  que será mañana.  

                                                                                          (128)

 

                                                                                                                    Otoño,

                                                                                                                    Nueva York

                                                                                         

 

      

 

        6 Fotografía de José Amador Martín

 Fotografía de José Amador Martín

 

 

David Cortés Cabán (Arecibo, Puerto Rico, 1952). Cortés Cabán posee una Maestría en Literatura Española e Hispanoamericana de The City College (CUNY). Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College of the City University of New York. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (2004), Islas (2011) y Lugar sin fin (2017). Sus poemas y reseñas literarias han aparecido en revistas de Puerto Rico, Estados Unidos, Latinoamérica y España. En 2006 fue invitado al III Festival Mundial de Poesía de Venezuela, y en 2015 a la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), dedicada a Puerto Rico. Ha participado en los Festivales Internacionales de Poesía de Cali, Colombia  (2013), y de Managua, Nicaragua (2014). En 2014 fue invitado a presentar “Noche de Juglaría, cinco poetas venezolanos”, en Berna y Ginebra, Suiza. Ese mismo año la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en el Festival Internacional de Poesía. Reside en la ciudad de Nueva York desde 1973.

 

 

 

7 El poeta y ensayista David Cortés Cabán

  El poeta y ensayista David Cortés Cabán

 

 

     

 

     

 

 

 

 

 

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