‘EL CEMENTERIO DE ELEFANTES’, POEMA DEL URUGUAYO WASHINGTON BENAVIDES. FOTOGRAFÍAS DE PABLO BENAVIDES

 

1 El poetaWashington BenavidesEl poetaWashington Benavides

 

Crear en Salamanca vuelve a tener el privilegio de publicar un poema inédito recientemente escrito por el destacado poeta Washington Benavides. Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) es autor de premiada obra (Nacional y Municipal de Poesía), cuyos más de veinte títulos van desde Tata Vizcacha (1955) hasta Como un comanche (2012), pasando por Las Milongas (1965), Hokusai (1975), Murciélagos (1981), El molino y el agua (1991), Canciones de Doña Venus (1998) o Los pies clavados (2000). Ha sido profesor de Literatura en la Universidad de la República, habiendo dirigido, en radio, programas musicales y literarios. Entre los cantantes que han dado voz a sus poemas están Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Raúl Ellwanger, Pablo Estramín, Eduardo Darnauchans o Laura Canoura.

 

 

2 Cementerio de elefantes o Bosque de elefantes, de Óscar DomínguezCementerio de elefantes o Bosque de elefantes, de Óscar Domínguez

 

 

 

EL CEMENTERIO DE ELEFANTES

 

El cementerio de elefantes ha sido
Motivo de ensayos, mitos y leyendas africanas.
Uno de sus estudiosos, Rupert Shadrake, aportó una tesis:
Los elefantes moribundos, buscaban aquel sitio de la naturaleza
Que les fuera más propicio para su agonía: cercano a un cauce de agua, entre grandes árboles.
Lo cierto es que se hallaron múltiples esqueletos junto a ríos africanos.
Todo ello movido, mucho más que por razones
Antropológicas, por la avidez del marfil. Que
Muchos aventureros rastrearon
Por toda el África.
El mito fue aprovechado por el cine, y desde las aventuras de Tarzán
de los Monos, y la Escarpa famosa, y también el cementerio de elefantes. Otras realizaciones cinematográficas
Regresaron al mito del Cementerio.

 

 

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Viajando seguido a La Paz y Las Piedras (Canelones)
por razones de familia,
observamos los nuevos cementerios de elefantes.
Cámbiese elefante por automóvil
(carro, vanfurgón, camioneta, voiturette, etc)
Allí, sorpresivamente, al usuario
del ómnibus, aparecía como una siembra de pesadilla,
el cementerio de automóviles, para decirlo así en adelante.

Amontonados, en filas, dispersos: apuntando sus chasis oxidados
y rotos, sus ausentes focos, pero con su perturbadores huecos de calavera, nos observaban aquellos deshechos
de la Modernidad, aquellas criaturas huérfanas
de una Sociedad de consumo inclemente.

 
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Las marcas, en inquerido consorcio,
se mezclaban: Ford o Chevrolet, Fiat o Peugeot,Volkwagen o Dodges, antiguos Rugbys u Overland, con recientísimos chinos
de variadas estructuras.
El observador, dejaba atrás aquel aquelarre del sistema;
escapaba de su ventanilla,
quedaba atrás entre el polvo remolineante.
Pero el observador, de pronto, volvía a toparse con el Cementerio.
Era otro, tal vez más poblado que el anterior,
levantándose en colinas de fierros y neumáticos podridos.

¿Esperaban esos elefantes modernos, como en la rima becqueriana,
“la mano de nieve que sabe arrancarlas”?
¿Vendrían con sus libretas hombres atareados
y apuradísimos en comprar, parte de algún elefante, su chassis,
su carapacho de tortuga vieja?

Tal vez.
Pero los cementerios de elefantes se multiplican:
La cámara implacable de Pablo Benavidez, nos hunde
en ese ambiente de garaje arruinado, de taller en desuso,
solo vigilado por pareja de teros, señores de los campos,
que también mirarán con recelo aquellos monstruos deteriorados.

 

 

 

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Ese cadillac azul, sin embargo, fue el rey de la calle,
el niño mimado por los jóvenes pitucos y sus princesas;
ese Morris, se bebió los vientos, con alguna Isadora y un Esenin,
o con el pibe estanciero y su querida de turno, un Porsche
como ése, Speedster 356, le quebró el cuello a James Dean.
Ese autito chino Chery QQ, vuelto una pelota de jugar a La Muerte,
ése Volvo, antes tan presuntuoso, ahora roto y descosido
como un cocoliche.

En aquella película de Tarzán-Weissmuller, había algo de misterio
y de atracción, junto a la Escarpa Mutia,
suponer ese lento progreso de elefantes moribundos
hacia un sitio propicio donde abandonar su corpachón sin fuerzas,
sus colmillos preciados…

Estos otros elefantes de fierro y plástico, de acero y cables descontrolados, te hace llevar, aunque no quieras, la mano al corazón.
Que tú sabes, como José Asunción Silva se orientó con su médico amigo, donde se aposenta.
(Washington Benavides obsedido por ese monumento
A la destrucción de la Sociedad de consumo. Set.2015. Montevideo)

 

 

6 Vuelo sobre Manhattan, deTrincado Vuelo sobre Manhattan, deTrincado

 

 

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