Alma Afligida, del brasileño Álvaro Alves de Faria. Ensayo de Luis Frayle Delgado

Alma Afligida (Trilce Ediciones, Salamanca, 2013.

Traducción de Alfredo Pérez Alencart)


 

      El reconocido humanista salmantino Luis Frayle Delgado, catedrático de Latín, filósofo, poeta, narrador y traductor, además de director de la revista “Los papeles del martes”, ha sido el encargado de presentar –en el Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Salamanca – el libro del reconocido poeta Álvaro Alves de Faria.


  

Alfredo P. Alencart, Álvaro Alves de Faria y  Luis Frayle Delgado (Foto de Pablo Rodríguez Fernández. )

 

 

¿LA VIDA ES UN SUEÑO?

 

“Ser o no ser, esta es la cuestión”.

¡He aquí el problema!¿ Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos y la insultante Fortuna o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir…dormir, no más!¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir, dormir! ¡Dormir! ¡Tal vez soñar!” (Hamlet, Acto III, escena I).

 

Sin duda este es el problema que se ha planteado el poeta Álvaro Alves de Faría en su frágil poemario Alma afligida. Tan frágil, tan escueto, tan real a la vez y lleno de fantasías como la vida misma. Los mil naturales conflictos, herencia de la carne están aquí en esta “alma afligida” del poeta, que, dice, no ha podido escribir hasta haber cumplido 60 años: símbolo de haber vivido. Naturalmente se escribe sobre la vida después de haber vivido.

 

“Conflictos”. Tiene su raíz esta palabra en confligo: contrastar, encontrarse en lucha; de la misma raíz que affligo, que produce la aflicción y esta es fruto del conflicto que sostiene todo ser humano, más o menos concientemente afectado en y por su propia existencia. Por eso este poeta lleva consigo la carga de “un alma afligida”, porque le afecta el problema de existir sin saber cómo ni por qué: ¿existo, soy, o no soy nada, o no soy lo que parezco, o lo que aparece?

 

Este es el problema que se plantea todo hombre que piensa y que siente, es decir que es consciente de sí mismo. Dice Leibniz que los filósofos, yo diría los pensadores, no ven cosas distintas de las que ve el vulgo, pero las ven de distinta manera. (Cf. Gottfried Wilhelm Leibniz; Disertación sobre el estilo filosófico de Nizolio, Estudio Introductorio y traducción de Luis Frayle Delgado, Tecnos, Madrid, 1993, pág. 37.) El pensador que ve las cosas, duda de si eso que ve o que conoce es la realidad, y quiere descubrir la verdad de esa realidad. La filosofía se ha planteado el problema de si la realidad es lo que aparece, o lo que aparece no es más que el “fenómeno” (eso mismo significa fenómeno, de φαίνω, aparecer) que puede ser una creación de nuestra mente, como lo son los fantasmas.

 

 

Álvaro Alves de Faria y  Luis Frayle Delgado (Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

Una filosofía crucial de la duda en la época moderna es la de Descartes, quien basa su sistema de pensamiento en la “duda metódica”. Para comprender mejor lo dicho hasta aquí podríamos distinguir con Ferrater Mora tres clases de duda (Diccionario de Filosofía I, Duda, pg. 486). 1ª. La duda “como actitud”: es la duda de los escépticos, muy frecuente entre los griegos y los renacentistas, y siempre y en la actualidad entre los que no encuentran razones para aceptar una convicción absoluta.  2ª. La duda “como método” de la búsqueda de la verdad. Históricamente ha sido muy empleada por pensadores e investigadores. Recordemos a San Agustín: Si Fallor, sum (si yerro es que existo); y al filósofo francés, antes citado, Descartes: cuyo principio es Cogito, ergo sum (pienso, luego existo). 3ª. la tercera clase es la duda como “elemento necesario para la fe”. La fe autentica no es un mero creer en algo a ojos cerrados, sino un creer partiendo de la reflexión y la duda. Por poner un ejemplo, suele incluirse en este tipo de duda la preparación, por medio de su reflexión y su rechazo del racionalismo, que precede a la fe de Miguel de Unamuno.

 

Estas afirmaciones pueden sorprender a personas pacatas y superficiales y para salir al paso de esa sorpresa he de advertir que hablamos aquí de la duda del pensamiento racional y no entramos en otros caminos, como puede ser la reflexión teológica en las distintas religiones.

 

Además, nosotros incluso podemos poner en duda el mismo método o camino de la duda para llegar a la verdad, y plantear la posibilidad de otras vías de conocimiento, que están fuera o exceden los métodos racionales, para llegar a la verdad del ser real. Estos métodos que con frecuencia a través de la historia de la filosofía han sido rechazados por los sistemas tradicionales, llamémoslos racionalistas, idealistas o empiristas, se plantean el problema de si se puede llegar a la verdad del ser por otras vías, es decir por medio de otras facultades, (como puede ser la “intuición”), del ser humano que se ha llamado “hombre total”, que no sólo es un ser racional sino mucho más por esas mismas facultades que posee. En consecuencia podemos admitir otras vías del conocimiento por las que podemos llegar a la verdad del ser. Algunas podemos denominarlas, con la filósofa alemana Edith Stein “caminos del corazón”. De estas vías aquí voy a señalar sólo dos: la poesía y la mística. A veces las dos se funden en una sola, la poesía mística, que es la vía que han practicado algunos grandes poetas, como el Autor del Cantar de los Cantares, Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual  y otros poemas, el Maestro León en algunos momentos cumbres de su obra tanto en prosa como en verso, Teresa de Cepeda en muchos de sus escritos biográficos y místicos; y finalmente, a un poeta dramático como Calderón de la Barca, en sus grandes dramas: como La vida es sueño, y en sus autos sacramentales. Por eso se ha dicho que en España, “nuestros filósofos son los místicos”.

 

Alma afligida es una sencilla y a la vez profunda obra poética que, partiendo de la duda, pretende plantear, no digo ya solucionar, el gravísimo y último problema del ser, es decir de la existencia real. En este poemario, digo, pero no solo en este, ya que Alma Afligida sigue la estela en la búsqueda del ser en la vida real de cada día que encontramos en muchos poemas del autor en Habitación de olvidos (Cf. Habitación de olvidos; Antología homenaje a Álvaro, Alves de Faría, X Encuentro de poetas hispano americanos. Edifsa, Salamanca, 2007). Pienso que la duda plasmada en los versos de este poemario no es la de un escéptico, sino la de un poeta que cree en la vida y la disfruta, una duda metódica con referencia a su propia existencia, que podemos universalizar desde la poesía a toda la realidad humana. Es una búsqueda de la verdad de un alma en conflicto, una existencia afligida. Ese conflicto entre lo que es y lo que no es se encuentra prácticamente en todos los poemas de este poemario, y consiguientemente  la “duda existencial” es el tema del mismo.

 

El poeta Álvaro Alves de Faria afirma en sentido muy personal: nunca tuve la verdad absoluta porque soy un extraño de mi. (Habitación de olvidos, o. cit. pág.  24) Incluso encontramos en la misma Antología varios poemas con referencia a la muerte en sentido total, la negación absoluta de la existencia, y a la afirmación de la nada, que nos puede llevar  a pensar en el nihilismo, por ejemplo en el poema Último viaje a la nada (Ibíd., pág. 47 ss) y en Inventario ( Ibíd, pág. 52 ss.)

 

Pero centrándonos en Alma Afligida podemos observar una negación de la existencia que no se hace definitiva porque el poeta existe y vive con intensidad para poder proclamar su duda.

 

En el poema Aquel hombre el poeta es un “hombre perdido”, sin identidad,  porque “no supo”, porque “desapareció de sí mismo”, “vivió el vació absoluto”. “Había sido expulsado de mí”, dice, y se vio del revés en el espejo como un hombre de porcelana que ama a una mujer de porcelana. Se ve como un fantasma, como un “fenómeno” (en el sentido dicho: lo que aparece).

 

Otro es un poema de la negatividad expresa: la negación del hombre real: “no soy yo, como si fuese otro que no existe, pero que me hace vivir la vida”. El poeta duda de que pueda ser él mismo desde la negación plasmada en la letra del poema catorce veces, en catorce noes en veintinueve descarnados versos.

 

En Pájaro un pájaro muerto es un símbolo de la insignificancia del ser, que se trasmite al hombre que lo tiene en su mano. La palabra muerte, con sentido totalizador, aparece insistente en este poema.

 

El Poeta es el hombre de la duda. Es un poema dubitativo: “aunque murió el poeta en mí, cuando regresa tiene los bolsillos llenos de estrellas.” “Perdura en mi memoria la memoria del hombre y así perdura la vida”. Por tanto aquí la memoria es vivencia; sin embargo en otros poemas la memoria es el pasado que no existe (Cf. Habitación de olvidos, o. cit.  pág. 40). Pero aquí el poeta vive escondido en una maceta de su jardín; en la memoria. Esta es la contradicción, o el dilema: ¿tenemos memoria de haber existido o no hemos existido porque el pasado no existe?

 

En Se busca el poeta busca al hombre. Cuando buscamos es porque dudamos de si algo existe, o no sabemos dónde está, o qué es, o cómo es. Aquí para el poeta el hombre ha desaparecido “con dos estrellas muertas en el bolsillo de su camisa”.

 

En Mano izquierda el poeta es expoeta porque no tiene memoria. Antes la removía con la mano izquierda, pero se la cortaron y la lanzó por la ventana con la derecha. Aunque vive oculto en el pasado: “nunca sabe de cierto lo que desea de la vida”.

 

En Deshecho el poeta se deshace: “me deshago de mí”. Trozo a trozo. ¿Queda algo del hombre? Sí, los pies. Pero ¿para qué? “no saben para dónde seguir. E l hombre no sabe qué es ni adónde va.

 

El poeta en Al revés anda de espaldas. Las cosas y la vida van hacia atrás: los relojes, los días, todo anda hacia atrás. “Hasta el Dios que me esperaba se había marchado”, dice. Él mismo poeta desapareció en 1652, el día 25 de abril, que aún no había llegado. “Desaparecí con mi chaqueta abotonada en la espalda”. Podemos preguntarle: ¿tu mundo es este mundo o es otro que no se ve?.

 

El poeta que escribe Destino nunca tuvo la verdad absoluta y afirma que su poesía fue realmente un equívoco y su destino “morir en 90 días”. Si mira su rostro no se reconoce, porque- dice: “soy un extraño de mi”… “Consumió el alma que ya fue”. Ya no es, no existe.

 

Los Héroes de este poeta “aunque viven todavía… están todos muertos”. Ya ni siquiera son personas, ni siquiera son: no existen. Nada es lo que parece: ni siquiera los héroes.

 

Portada del libro

 

 

 

El Enemigo le quiere quitar el ser al poeta. Primero la mano izquierda, luego la derecha. Pero le queda otra mano oculta en el bolsillo de la chaqueta. Este es un poema contra el no ser. El enemigo no sabe que al poeta le quedan los pies, los ojos, “el corazón que le hace sentir”. No sabe que hay otra vía para la verdad de ser: el sentimiento, el amor. Su duda: me cortan las manos, luego existo:  siento luego existo.

 

La Mujer que ve el poeta tiene dos caras, dos almas, dos primaveras, dos vidas, ¿cuál es la verdadera vida, cuál la verdadera existencia? Este es el problema: ¿”la que vive y se duerme / o la que dormida, / en su alma teje la vida”?

 

En Hombre del paraguas el poeta se plantea de nuevo  expresamente el problema del “ser o no ser”: El hombre que camina con el paraguas no  soy yo. No obstante, soy yo el hombre que camina con ese paraguas. La duda: soy yo, aunque yo no lo sepa, y mi yo esté escondido.

 

Alivio es un poema enigmático. Aquí la solución a la duda existencial es el suicidio. El escenario está preparado para el banquete. Sólo le falta un jarrón de crisantemos en la ventana de mi “olvidada habitación”. (vuelve el poeta al símbolo de la no existencia). “Resulta un alivio para mi suerte/ ser expulsado de mi mismo, /el país de mi propia muerte.

 

En el  poema 37 años parece que el poeta se planteó la duda existencial a los 37 años, o quizá comenzó a ser poeta a los 37; desde entonces “anda perdido”, vive de la “memoria inmemorial”, “como si ya nunca existiera”. Desde entonces, a pesar de que vivió intensamente haciendo muchas cosas, “poca cosa sucedió”. Todo inútil, “debí haberme matado a los 37”. ¿Este andar perdido es el no existir?

 

Vemos, pues, en esta serie de poemas de Álvaro Alves de Faria, que el problema del ser está más allá del problema identitario.  No solo no sabe quién es sino que no sabe si existe. Se pregunta por el fundamento de la existencia: soy o no soy. Y como consecuencia: ¿soy un ser permanente, quizá transcendente?, ¿o soy la nada?, ¿está presente el nihilismo? ¿Somos un ser real, o solo existe el sueño de la razón?

 

En relación a este posible sueño, Calderón de la Barca también puede darnos su respuesta; dice Segismundo:

 

pues estamos

     en un mundo tan singular,

     que el vivir sólo es soñar…

     Sueña el Rey que es Rey…

     Sueña el rico que es rico…

 

     Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí,

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción ,

y el mayor bien es pequeño,

que toda la vida es sueño

y los sueños sueños son.

 

                                   (La vida es sueño. Jornada segunda, escena XIX)

                                   Salamanca, 2  de octubre,  2013

Sala donde se hizo el acto (Foto de Jacqueline Alencar)

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