UNA SALIDA HACIA LA LUZ. RESEÑA DEL POEMARIO SALIR DEL CUERPO, DE NÉSTOR ULLOA. POR MARGARITA LEOZ

 

«Crear en Salamanca» se complace en publicar esta comentario sobre el último poemario del destacado poeta hondureño Néstor Ulloa, escrito por la escritora navarra Margarita Leoz

 

 

El poeta Néstor Ulloa con su libro Salir del cuerpo

 

Salir del cuerpo (Editorial Efímera, Honduras, 2021), el último poemario de Néstor Ulloa (Ojos de Agua, Honduras, 1978), es una memoria sentimental, un recorrido vital autobiográfico cuyo eje central es el amor. El libro parte de la venida al mundo del poeta y concluye con el poema titulado «El amor al final del día», que cierra el volumen y nos sitúa en el tiempo presente, todos los presentes, pues el tiempo en la buena poesía ―y la de Néstor Ulloa lo es― no envejece.

En «Inauguración de las sombras», el poema fundacional, el lector asiste al momento previo al nacimiento del poeta y, por ende, de cualquier persona, pues la voz poética utiliza a conciencia el pronombre indefinido «uno» y no el pronombre personal «yo». En ese instante sin mácula reinan la sencillez y la pureza («Uno viene al mundo sin la patología del miedo / tan simple y tan hermoso / como el amor de la lluvia en los tejados»), representadas a lo largo de todo el libro por elementos naturales (la lluvia, las estrellas, las mariposas o el mar) y contrapuestas a la oscuridad artificiosa y artificial de los límites humanos y de los convencionalismos sociales, encarnados en artefactos que restringen las libertades y atan corto los sueños (cadenas, números, semáforos o grilletes). «¡Ni se te ocurra intentar volar!» exhorta un verso, que mi recuerdo abraza con ese otro de la poeta hondureña Iveth Vega: «Los brazos quieren volar, nunca nadar. Volar, para eso nacieron». Este es, a mi entender, el hilo conductor de Salir del cuerpo: ese reconquistar la pureza primigenia, ese lamerse las heridas y lavarse de los grilletes, ese desear volar de nuevo, un camino de purificación pedregoso, no exento de desesperación y dolor, de culpa y de espinas, de rechazo.

 

Como toda escritura confesional que indague en la desnudez del sujeto que escribe, este poemario muestra sin tapujos un cuerpo plagado de llagas y dudas, pero que no se recrea en la autocompasión ni intenta acicalar el yo con añagazas. Ya solo por eso sería un poemario valiente. No obstante, además, sus poemas navegan por la trayectoria vital y amorosa de un hombre que se reafirma en la legitimidad de su amor homosexual, en un país y en un contexto sociopolítico (de dimensiones planetarias, por desgracia) donde la discordancia es percibida como una amenaza, donde elegir en libertad no es algo que pueda darse por sentado. En esencia, el libro transmite la idea de los versos de la cantante francesa Pomme, cuando canta aquello de «Je veux la liberté d’aimer et d’être qui je suis» («Quiero la libertad de amar y de ser quien soy»). Poemas como «Instrucciones para hacer el amor con otro hombre» o «Erótica gay» o la reelaboración de los amores homosexuales de personajes reales o míticos (Gabriela Mistral, Federico García Lorca, Patroclo) dejan claro que la vía para la liberación ―la imagen del «camino hacia el mar» es recurrente― pasa por el despojamiento, por un mostrar sin corazas, por salir del propio cuerpo con «palabras limpias». Sin dejar de ser una narración vivencial, el poeta construye un texto de primordial cualidad artística.

La poesía de Néstor Ulloa sabe teñirse de destellos de humor, como en ese poema en el que el poeta ama los lunes y odia los viernes, y, tras un desengaño amoroso, vuelve a odiar los lunes. También es capaz de moverse en múltiples registros, como cuando corteja las metáforas de herencia surrealista («la belleza que entraña la agonía de las cigarras»). Sin embargo, su voz se hace realmente grande cuando se empequeñece, cuando se desvela más íntima y personal, cuando se presenta desguarnecida, «con las manos vacías y el pecho abierto»: «Solo unas manos gruesas y toscas como las mías / desgranan en campanadas / la música de este río que me habita».

A pesar de la dureza de la travesía que le ha tocado vivir, la esperanza se eleva: «Pero afuera estaba la lluvia / cubriendo la desnudez de los árboles». La claridad del futuro está de su lado y, por lo tanto, está también de mi lado, del lado de todas las personas: «Hay tantos amaneceres, […] que no es posible detenerlos». Su canto, como el del cenzontle, es un himno a la libertad y a la restitución del amor como el acto más esencial, libre y puro de la humanidad: «El amor es sólo amor / o no es más nada al final del día».

En Néstor Ulloa todo es luz, bondad y belleza; no es extraño que su poesía también participe de estas mismas virtudes.

 

La escritora, poeta y ensayista española Margarita Leoz

 

 

 

 

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