Rasgos de la nueva poesía ecuatorial (I)

 


Existen rasgos característicos generales, sin embargo, del evidente sello de cada poeta. Esto considerando que la proyección de un análisis del grupo lírico actual propenderá a niveles subjetivos de valoración, en referencia a la selección de los vates. El poeta, en criterio habitual, construye una atmósfera poética propicia para el acto creativo. Es el anhelo de la soledad en su máxima búsqueda.
Partiendo de un serio estudio de Xavier Oquendo Troncoso se colige como un primer signo que deviene de los tiempos contemporáneos la disgregación territorial, la misma que origina el fortalecimiento de nexos comunicacionales, pese a la avalancha tecnológica. Se observan, sin embargo, síntomas de agrupamiento a partir de objetivos editoriales, formación literaria y eventos afines. Lo destacable es la presencia de escritores a lo largo y ancho del país.
El influjo recibido es variado, pero en dato referencial de nuestra patria, debemos considerar los aportes lúcidos de Medardo Ángel Silva, Hugo Mayo, Jorge Enrique Adoum, Efraín Jara Idrovo, César Dávila Andrade, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, Rafael Larrea, Miguel Donoso Pareja, Antonio Preciado, Euler Granda, entre otros/as.
La construcción del estilo propio se entremezcla con la voz expresiva individual. Es así que las particularidades abundan en la producción literaria. El fenómeno prevaleciente es la conducta contraída del yo interno. Aunque, desde las excepciones, también se visualizan parámetros de descontento social y una punzante metáfora en contra del sistema predominante, alejado eso sí, de un matiz ideológico-político. Existen poetas paridos de las dinámicas de talleres, aunque hay quienes emergen desde el trabajo riguroso de lecturas y aprendizajes íntimos.
Entre los ejes temáticos, irrumpe la urbe como eje verbal, comprendiendo las complejidades de aquel espacio de convivencia cotidiana. Hay una actitud universal, que supera los localismos, sin que esto implique invisibilizar las identidades desde los efectos de la territorialidad. Hay un sentido de pertenencia en más de un texto con propensión telúrica.
El erotismo marca una huella recurrente, tanto en hombres como en mujeres. El corpus poético trasciende lo lingüístico junto con lo descriptivo, en una lúdica configuración de imágenes. El erotismo tiene un tratamiento que va de la mano con la conducta amatoria del ser. Entonces la relación de pareja se replantea con especial connotación, aludiendo a la sexualidad y al deseo corporal. El amor y el desamor tienen espacio genuino en esta ruta destinada al cántico derramado en las sábanas furtivas.

Diario El Telégrafo / 10 Jul 2013

 

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