POEMAS INÉDITOS DE LA COLOMBIANA ANGÉLICA HOYOS GUZMÁN, FINALISTA DEL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR

 

La poeta Angélica Hoyos Guzmán

 

“Crear en Salamanca” tiene la satisfacción de publicar estos poemas de Angélica Hoyos Guzmán (Caribe colombiano, 1982). Escritora, docente e investigadora de la Universidad del Magdalena, Santa Marta. Candidata a doctora en Literatura Latinoamericana de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, donde realiza su investigación sobre Poesía testimonial colombiana publicada entre 1980 y 2019. Es magíster en lingüística española, egresada del Instituto Caro y Cuervo y magíster en Literatura colombiana y latinoamericana de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle. También ha sido mencionada como finalista en el Premio de Ensayo Carolo Pereira de la Revista Nexos en 2016, en México; “Hilos sueltos”, su primer poemario, se publicó en Madrid dentro de la Colección Torremozas. Sus poemas y ensayos académicos han sido publicados en revistas científicas y divulgativas en España, Estados Unidos y Latinoamérica.

 

  Perfil de Salamanca. Foto de José Amador Martín

 

 

Hoyos Guzmán quedó entre los finalistas de la VI edición del prestigioso Premio Internacional de Literatura ‘Pilar Fernández Labrador’ (2019), concedido en Salamanca. Recordemos que a dicha convocatoria se presentaron 915 trabajos procedentes de todos los países iberoamericanos, incluidos España y Portugal, además de poemarios enviados desde Estados Unidos, Alemania, Suiza, Canadá, Israel, Francia, Suecia, Italia y Líbano.

 

Estos ocho poemas inéditos forman parte del libro “Este permanecer en la tierra”, de próxima publicación. Agradecemos a la poeta por esta deferencia.

 

  Visita inesperada 1958, de Remedios Varo

 

PUNTOS DE FUGA

[Declaración de amor a Remedios Varo]

 

 

Basta caminar de la única

forma posible:

con el lenguaje de los sueños.

 

Veo los pobres pájaros arrastrando

las plumas pesadas

de la envidia.

 

Al cerrar un ojo

la bruja que soy tejerá el mundo,

el mar será un tapiz finísimo

mi pócima un brillo sobre su piel.

 

Aquí intento mirar con ojos de búho,

ser leopardo, loba y luz de luna.

 

En medio del bosque,

en la negrura más larga,

abro las puertas.

 

 

 Nacer de Nuevo (1960, de Remedios Varo)

 

 

VIDA INTERIOR

 

 

La guerra es en las venas

y la vida cobra sentido

con el susurro del mar.

Afuera es grito, un juicio,

el dedo acusador del dolor.

Afuera flota la amenaza.

Adentro colapsa el mundo,

cae como la torre del tarot,

como las torres gemelas.

Soy la emperatriz

que guarda el huevo, la grávida,

la madre de lo que resta.

Pachamama, llena eres de gracia.

Adentro la sangre se desanuda,

el agujero me habita.

Me cuido,

me arrullo en la guarida,

me nutro,

salgo

como una palabra, diáfana.

 

El flautista (1955), de Remedios Varo

 

 

NÓMADA

 

Los nómadas no tienen historia

solo tienen geografía.

GILLES DELEUZE

 

Mi mapa es el Caribe.

Las olas me acunaron,

las ruinas me hicieron germinar,

la sal reptó en mi cuerpo mientras aprendí el silencio.

Conquisté la sabana con los ojos tristes.

Aullé bajo un trupillo y me hice un padre

y una madre de turno.

Me conmovieron las flores en los árboles más altos.

Mi madre me llevó a su ciudad.

Recuerdo la arena pegándose al cuerpo

amarilla la boca cuando reí,

un vestido de lunares coloridos,

el carrusel en el parque,

un largo callar frente a desconocidos.

Nací también en las montañas,

sola caminé entre los prados y humedales fríos;

hablaba sola y con los perros.

De regreso me hice árbol.

Anidé en esta orilla y en esta luz,

escapé y retorné tantas veces

como marcas de caídas en el cuerpo,

marcas con la rasuradora en las piernas,

marcas en el estómago del hambre y el licor,

marcas de tristeza en los dientes,

marcas en la boca de tanto callar.

No sé cuándo nací exactamente,

sé que pudo ser después y tantas veces.

Mi madre me quiso viva;

un esclavizado la violó,

ahora es blanca y antes ella también fue

un blanco violador de mujeres,

un hacendado español.

Sé que mi madre estuvo sola y tuvo un mapa

en donde dibujó temores y puentes.

La herencia con la que nací ha quedado en otros,

dejé los meridianos y los rastros

para no caer en la ilusión de ser alguien.

He nacido a destiempo,

dejo mi nombre en la fila de mármol

bañada por el rocío y los claveles de la mañana.

 

 

LA HERIDA

 

 

¿Qué puedo hacer con esta raíz flotante

en el humo de las casas donde nací?

Me he encontrado con mujeres

que vienen desde los guayacanes.

En silencio veo lo que me ofrecen,

cómo sobreviven a las jaurías.

La tristeza me abraza y no me suelta.

Necesito ser arroyo abundante

para el jardín que cultivo.

He sido yo quien ha abierto la costra y sangra,

quien pone amor en las suturas,

quien habita la cicatriz cada que renace.

Estoy agotada y quiero desbordarme en vida.

No pido disculpas, cargué demasiadas piedras.

Agua clara que alimenta al sediento,

seguiré rumbo al río desde la entraña.

Bajo el sol como verdugo endemoniado,

entrego al mar el pagamento:

mi sangre corre y pido pertenecer.

 

Papilla Estelar (1958), de Remedios Varo

 

LA ANCHURA DEL MAR

[Encuentro en la costa con Blanca Varela]

 

 

 

Nos sujeta la noche.

Hay una historia en cada ola.

 

Viene la música a borbotones,

en capullos rojos

se van las raíces

hacia el fondo memorioso.

 

Palpitamos en el oleaje.

La sangre nos reclama

su nítida paciencia.

 

Aquí en la arena,

frente a frente

—ella con los pies descalzos,

yo con un vestido amarillo—

hemos venido a reptar,

a moldar el barro,

a ser vasija.

 

Dejamos como huella

una negrura insurgente.

Se sabe escrita la bruma,

la espuma rompe contra las piedras.

 

Vinimos a escuchar la fuerza del mar,

vinimos a nacer de nuevo.

 

 

 

NAVE ESPACIAL

 

A Miguel Ángel

 

La máquina tiene sus engranajes,

siento como se hincha el músculo

después de los golpes.

La mente va a todas las habitaciones

pero la máquina sigue en el sótano.

¿Quién maneja este artificio

entre mis parietales?

Las células viajan y estoy perdida.

Un caudal de ficciones me invade la sangre.

La memoria refleja la máquina,

la claridad es eso,

manejar los cohetes sin trastabillar.

Cenaste pesado y estás enferma.

Dios te inventa un planeta,

pero el cansancio rasguña los labios.

La máquina necesita silencio,

todo lo que eres sucede aquí y ahora.

Mi niño aprende a manejar los cohetes,

abre las puertas mientras canta.

 

 

 

TRÍPTICO DE HADAS

 

                                                           A Adangely

 

No te hablé de la soledad

de la rosa marchita

que expande su aroma.

Tampoco te enseñé

a negar las cadenas,

a gozar de tu existencia

saboreando la luna

balanceada desde la hamaca.

 

Nadie te enseñó

las batallas perdidas.

Nadie te dijo

a la espera de la tarde:

“la voz de tu madre te cubrirá

con su cuerpo,

querrás no repetir el eco,

no sanarás esa herida

sin reconocerla a ella

en tu mirada”.

 

En casa no me hablaron del espejo.

Mi madre no me dijo:

“perdonarte será abrir los brazos

y sentir tu pecho cerca,

juntar el derrumbe

de tu alma de viento y barro”.

 

Nadie escuchó a la madre:

“su silencio amontonado

entre las ruinas,

el ruego y el amor por nosotros,

su cuerpo aun meciéndome,

aun meciéndote,

en una noche de fiebre”. 

 

Las poetas Angelica Hoyos y Clara Shoenborn

 

CARTA DE LA BRUJA

 

Ya que tiene una casa

busque señor una mujer normal

y haga un hijo.

Manifiéstese en el vientre

la alianza nueva y eterna

que su vida necesita, siente cabeza.

Las mujeres como yo amamos mal,

somos resabiadas, salvajes,

no entendemos de cadenas

así haya hijos, compréndalo bien,

no podemos cuidar más que nuestras sombras.

Somos egoístas,

lectoras, implacables con nuestros aprendizajes,

desde niñas desdeñamos convenciones.

Busque una mujer normal,

de las que no cuestionan,

mudan la piel con dibujos nuevos,

y si se los tatúan es para recordar,

no para marcarse como vacas;

de las que no buscan una voz,

ni resuenan en la trashumancia.

Créame, son muchas.

Nosotras también las amamos a ellas,

pero no somos la que usted necesita.

Busque una mujer como la de Lot,

una que acepte el pronombre posesivo

una estatua de piedra.

No a Medea, no a Medusa, no a las brujas,

heredamos magia de nuestras abuelas.

Busque una mujer que no venga de su propio corazón,

que no rechace el misterio del reflejo suyo

engrandecido en el espejo,

que no tenga sed y hambre de vida.

Somos como piedras en el zapato,

hinchamos los dedos,

exigimos amarnos de igual a igual,

pedimos quemar hasta la ceniza como la damos,

somos cíclicas y cambiamos como las fases de la luna;

nos gusta hacer alquimia con el sexo,

amamos cada centímetro del pie

y usted se puede escandalizar con el deseo.

Busque una mujer que sea imposible de conquistar,

no una que lea en su alma

algo más allá del brillo de los ojos,

no una que duerma con usted en la primera cita

conmovida por la música que brota de su pecho.

Ella ve una pirámide que se enciende dentro suyo,

ella sabe que lo ha amado antes

y ahora lo vuelve a conocer.

Busque una mujer

cuyo nombre aparezca al lado suyo en la foto.

No aquellas que preferimos la intimidad

reservada de dos en un par de copas.

Busque una que no tenga preguntas,

que disimuladamente se haga la vida con usted,

como atrás, como esperando el permiso para respirar.

No una compañera para crear en el mundo,

no una para crear el mundo,

no una mujer gozosa y amante del barro,

no una que bebe a sorbos los caminos,

que ama sus demonios,

y los libera a pesar de usted.

Ahora que ya tiene casa

y si el ánimo persiste y las normales no le calzan,

ajústese el cinturón durante el vuelo.

Verá usted valiente,

lo que es amar sin recetas, ni mujeres imaginarias.

Hágase responsable de su propia metamorfosis.

Ahí van dos, que no son uno

sino el múltiplo de lo humano

sobre la tierra nueva, habitando su raíz

según el ritmo del tambor que los lleva.

Si de terco la sigue buscando y se arrepiente,

suelte las plumas y cante clarito

con el sol entre el pico,

que ella también sabrá bailar a solas

o con otras mujeres y hombres salvajes.  

 

 

Detalle de la Plaza mayor de Salamanca. Foto de José Amador Martín

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