POEMAS DE LUIS FRAYLE DELGADO (ESPAÑA), REINALDO GARCÍA RAMOS (CUBA) Y ENRIQUE VILORIA VERA (VENEZUELA). XVII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

Crear en Salamanca presenta tres poemas dedicados a Gastón Baquero, extraídos del volumen titulado Palabras del Inocente, antología del XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, coordinada por el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Usal y director del Encuentro.

 

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Luis Frayle Delgado (Valverdón, Salamanca, 1931), es filósofo, poeta, ensayista y traductor. Licenciado en Filosofía y Teología y bachiller en Lenguas clásicas; Catedrático de Latín, se ha especializado en la traducción de obras latinas de Pensadores universales, especialmente del Renacimiento y el Humanismo: ha traducido obras latinas de Dante Alighieri, G. W. Leibniz, Francisco de Vitoria, Juan Luis Vives, Leonhard Euler, Erasmo de Rotterdam y Cicerón. Es miembro de la Sociedad Española Leibniz y colabora en la obra Leibniz en Español (19 tomos). Autor polígrafo, ha publicado una treintena de libros y numerosos ensayos sobre temas filosóficos y literarios en libros realizados en colaboración y en revistas. Y muchos artículos periodísticos.
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TE AMO, CIUDAD

 

 

Quisiera ser mañana entre tus calles
una sombra cualquiera, un objeto, una estrella.
(Gastón Baquero. Testamento del pez)

 
Cuando volví te encontré renacida y joven,
eras mi ciudad.
Yo te había hecho lejana por tantos tiempos y suspiros
y tenía otro mundo en mis pupilas.

Han vuelto los fantasmas
que quedaron colgados de los garfios
que sostenían las farolas
clavados en las piedras de mi olvido
y volví a amarte, ciudad.

Tú, la del corazón adolescente en la garganta
cuando se me helaba el frío en los jarrones de hojalata.
La niebla cubría tus rubores y los míos
y al levantarse pesadamente me dejaba ver las cúpulas
y escuchar el rojo grito de algunos arcángeles.

Te amo, ciudad,
y me he puesto a beber por los rincones los amores abandonados,
a cobijarme bajo el manto abierto de tus muros.
Camino lento por tus calles sabias
porque me miran los ojos vivos de tu alma
y mi alma se abre a la luz lenta de tus rúas.

Te amo, ciudad.
Por tantos papeles en mi mesa
y tanta llamadas amorosas que me despiertan tan temprano
y los mensajes desde los cielos.
Agarrado a las manos y los besos que encontré en el autobús,
y han traspasado las ausencias.
Estoy echando el ancla en el pasado efímero
mirando por los resquicios de mi propio misterio.
Déjame, ciudad, quedarme en tu regazo
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Reinaldo García Ramos (Cienfuegos, 1944). Licenciado en Lengua y Literatura Francesas por la Universidad de La Habana. Exiliado en Estados Unidos desde 1980, donde trabajó para la agencia The Associated Press; en 2001 se jubiló de su cargo de traductor de naciones Unidas. Sus libros de poesía son: Acta (1962), El buen peligro (1987), Caverna fiel (1993), En la llanura (2001), Únicas ofrendas, cinco poemas (2004), Obra del fugitivo (2006, XI Premio Internacional de Poesía ‘Luys Santamarina-Ciudad de Cieza, otorgado en la Universidad de Murcia) y El ánimo animal (2008). Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas, entre ellos el inglés, el francés y el húngaro, y se han incluido en numerosas antologías, entre ellas Poesía cubana de la revolución, selección de Ernesto Cardenal (México, 1976); La isla en su tinta, selección de Francisco Morán (Madrid, 2000); Las palabras son islas, panorama de la poesía cubana, siglo XX, selección de Jorge Luis Arcos (La Habana, 1999); Poesía cubana del siglo XX, selección de Jesús J. Barquet y Norberto Codina (México, 2002) y Antología de la poesía cubana, selección de Ángel Esteban y Álvaro Salvador (Madrid, 2002).

 

 

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DESPUÉS DE LA BATALLA

Recordando a Gastón Baquero

 
No estábamos seguros todavía
de que hubieran cesado el fragor y el peligro,
pero fuimos saliendo lentamente
de las penosas madrigueras,
andando con torpeza, entumecidos,
parpadeando de asombro ante el súbito sol.

Pasamos un buen rato sin hablar,
esperando que el fresco remediara
la vieja sequedad de nuestros labios.

Muy despacio nos fuimos serenando;
cada pequeño gesto era difícil
en la nueva amplitud, tras tanto tiempo.

Al cabo de unas horas reconocimos el entorno
y fijamos segmentos, zonas presentidas,
para sentarnos al final a repasar recuerdos,
melodías, relatos sagaces y confusos.

En el atardecer se levantaron las cercas necesarias
y hubo seres robustos que mostraron
sus monedas perfectas.

Cuando ya oscurecía, en torno a la fogata,
se escucharon leyendas delirantes,
frases de amor y miedo,
pero todos pedimos que la inminente noche
borrara de los rostros las marcas del delirio.

Al llegar luego el sueño
ya estaban en su puesto los sabios centinelas,
y los adolescentes, por parejas,
se perdieron entre negros arbustos.

Mientras tanto, los más desesperados
compusieron figuras coloreadas
en las paredes oscuras de la cueva.
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Enrique Viloria Vera (Caracas, 1950). Polígrafo, abogado por la Universidad Católica “Andrés Bello” (Caracas, 1970), posee una maestría del Instituto Internacional de Administración Pública (Paris, 1972) y un doctorado en Derecho de la Universidad de Paris (1979). Actualmente, es profesor titular de la Universidad Metropolitana e investigador permanente del Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca (CEIAS). Igualmente, fue profesor de la Universidad Simón Bolívar, del Instituto de Estudios Superiores de Administración, de la Universidad Nacional Abierta, de la Universidad Central de Venezuela, de la Escuela Nacional de Administración y Hacienda Pública, y de la Universidad Simón Rodríguez. En la Universidad Metropolitana desempeñó los cargos de Decano de Economía y Ciencias Sociales, y Decano de Estudios de Postgrado, así como el de Director fundador del Centro de Estudios Latinoamericanos “Arturo Uslar Pietri”. Ha sido profesor invitado por las Universidades de Oxford, St. Antony’s College, Cátedra Andrés Bello, (Inglaterra 1990-1991) y por la Universidad de Laval (Canadá 2002).
Es autor y coautor de más de cien libros sobre temas diversos: gerencia, administración pública, ciencias políticas, poesía, artes visuales y humorismo. Su obra escrita ha sido distinguida con el Premio de la Academia Venezolana de Ciencias Políticas y Sociales, y con Menciones de Honor en el Premio Municipal de Literatura (Mención Poesía) de Caracas y en la Bienal Augusto Padrón del Estado Aragua. Recibió la Orden Andrés Bello (Banda de Honor) y el Gran Cordón de la Ciudad de Caracas.

 

 

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GASTÓN Y BAQUERO

 
Desde Barlovento arriba la calima tropical.
En medio de nieblas y brumas irrumpe un eterno poeta niño.
Ingenuo e indefenso
nuestro Gastón
huyendo de la vejez y de la muerte
inútil
se disimula detrás de escogidos seudónimos
Nicanor, Adrián, Cristóbal, Melitón, Alejandro, Filemón.

Sin alas se desplaza por espacios de sueño
a Ceilán y la India
cabalga en lomo de tigres grises y elefantes rayados
como preciosa seda retorna
ave del paraíso ébano brillante sándalo perfumado
en un severo Galeón de piedra llamado Manila o Acapulco.

Se le ha visto también en Segovia, Villalba, Madrid y Toledo.
En El Escorial saborea un cordial chocolate indiano
con su Rey llamado Felipe
Boquiabiertos y solemnes
registran los inauditos límites de un reino siempre iluminado.
Domestica abejas para alivio de napoleones y Carlos Magnos.
Almuerza con rodajas de sol
Merienda rosas en tardes tontonas, tetonas y testarudas
Cena cielos y estrellas a la luz de la Luna.

Baila el rigodón con libertadores y libertadoras.
Aconseja a Juan Sebastián, Schubert y Mozart.
Se mueve a ritmo de valses y barcarolas
¡Nureyev de las Antillas!
Echa un pie en el frenético bululú de sus orígenes.
Taconea al ritmo de negros y gitanos
que sin distingos lleva Baquero en su apellido de tres mundos.

Una niña y su muñeco de nieve
urgidos de palabras
demandan un poema al trovador del Caribe.

Gastón consulta con Baquero
Y al unísono responden:

“No puedo darte un poema,
ni soñar en hacerlo todo el día. Pero toma;
toma esta rosa, llévala a aquel vaso que está en el fondo,
colócala allá cuidadosamente, para que mañana
siga siendo tuya todo el día”

La niña tomó la rosa, la colocó en el vaso
y en la noche
súbito repentino inesperado
brotó el imposible poema de Gastón y Baquero.

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