POEMAS DE HILARIO MARTÍNEZ NEBREDA (QUINTANAORTUÑO, BURGOS, 1945 – MADRID, 9 DE ENERO DE 2020)

 

 

El poeta Hilario Martínez Nebreda

 

 

Crear en Salamanca desea no olvidar la obra del poeta Hilario Martínez Nebreda (Quintanaortuño, Burgos, 1945 – Madrid, 2020), quien en vida publicó, entre otros, los siguientes poemarios: Almanaque de piedra (2000), Hombres del esparto y la ballena (2012), Llagas en el mar (2013), Esbozos de Platón en los labios de una musa (2014), Es-cupido de mis cantares (2014), Cantar de mío cantar (2015), Heridas de piedra (2016), Oráculo de Kíos (2017) y El caminante y la luna. Cancionero 1966-2016 (2010), la mayoría de ellos publicados por Vitrubio. En Salamanca fue amigo de Verónica Amat, Francisco Javier Sánchez y Alfredo Pérez Alencart, entre otros. Y aquí varias veces leyó sus versos, la última vez en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo, el 19 de octubre de 2018. Esta selección ha sido hecha por A. P. Alencart.

Fotografía de José Amador Martín

 

 

POÉTICA

 

En el Alfoz de Ubierna, donde recios Murbogos 
pastaron sus ovejas, he visto azul la luz, 
desde la cumbre de los rotos páramos.
“¡Castilla!”… resonaba el eco de una 
voz redonda y dorada como parva. 
Aquel día empecé a pretender 
Evocar a la tierra, la mujer y la casa: 
ser un pastor de la palabra pura. 
Provocar con el viento, que provoca 
en el agua, la mano de los hombres. 
Invocar, reclinado en la piedra ante al ángel 
que pasa por delante de la puerta.
¿Cuándo temblores de garlopa? ¿dónde? 
¿en qué lugar y tiempo?… 
Hacia la proa, en el mástil de un barco, 
contando el corazón de las estrellas.
En mi cuerpo de ciego, 
mazmorra o túnel sórdido. 
Todo como en el aire,
asomado al suspiro del tirso en la cuneta 
y al ¡ay! de la amapola. Y, sin embargo, 
de cal, blanco, a pesar de ser oscuro, 
en la piedra, lugar de mi almanaque.
Me refiero no al tiempo primordial, 
círculo mítico, sino a los días 
donde mi alma registra libre su voz poética.

 

 

Martínez Nebreda en su última lectura en la Sala de la Palabra (2018)

 

 

LA MESA 

La mesa familiar que soñé llena de hijos
está en tu vientre virgen de nogal y de almendro.
Pero dame un rincón, para ver respirar
alegres a tus vivos y rezar por mis muertos. 

(No extrañes hoy mi cuerpo, ayer fuerte, bastón
de desvalidos. Frágil, vara sin flor, se corva
de soledad)… O asiento tan solo en una esquina, 
donde nadie me huela el sudor de las botas. 

Nunca le falte, ¡oh, Dios! el pan de cada día.
Abunde en su despensa el manjar que no tuve
(ocupado en amar olvidé ser amado).
Bendícele la mesa y beba un vino dulce. 

Despiértame, si duermo, con tierna mano, leve,
que me iré a respirar el viento de la mar.

Fotografía de José Amador Martín

 

EL MENDIGO

 

A este pobre mendigo

de corbata planchada,

entre moscas que rutan

salivas en su boca

abierta, le conozco

de siempre, echado aquí, 

en la puerta del Metro

Sur de Carabanchel.

Con ojos de legañas,

semejante a dos grutas

en el mar. Sin los pies,

oquedad como nieblas

que la madre afligida

nos grita en su dolor:

“¡pobre, hijo mío. Rota

parcela… minifundio

de mendrugo de pan!”

No maldice la calle

de señoras ociosas

con sus perros lanudos.

Arácnido de pálida

mudez que no rechista

de verse des-nacido.

 

Fotografía de José Amador Martín

 

 

 

GAUDÍ

Hijo de la tierra, trazado al viento
vertical con hechuras de la llama
de Elías y Moisés en el Tabor…
Por no mirar la tierra ve en un éxtasis
el cielo y los senderos de la luz.

Dijeron: “una máquina le rompe
el corazón”… pero sus ruedas giran,
celebran la ventura de la muerte
como viva aventura era la piedra.

Por él, en Cataluña, el arte, huérfana
el alma, alaba a Dios salmos de gloria.

¡Oh! celestes son la piedra y floresta, 
el sol y el animal, el hombre y su ángel,
como temblor e infierno su demonio.

 

 

 

CANTAR

La lejanía, pudor de la noche nos seduce, 
minero de una sima eflorescente. 
Y la luna mimosa, 
como la mano del pastor al manso. 
¡Oh, amada mía, tan amena y dulce, tan suave! 
¡qué efímeras las horas debeladas al amor! 
Rubio jamelgo de cumbres ignotas 
en nosotros abreva. 

Cohetes y bengalas estallan los efebos 
del jardín y, de pronto, quiebran débiles. 
Nos funden las mejillas a trallazos 
de silencio y de lágrimas. 
¡Milenios! sí. ¿Miríadas? no, nadie. 
Ninguna juventud pudo hacer 
que fuera inmarchitable la fugaz 
elíptica de un astro. 
Igual que Prometeo encadenado, 
la mujer a la vida. 
Atisbar quiso un día los fulgores 
de la felicidad. Pero, si raudo 
el tiempo de la luz, más engañoso. 
Por eso quiero, que en distancia y nube, 
nunca puedan violarte la pureza. 
Obediente a parir, inseminada 
de estrellas, un espacio sideral.

 

Fotografía de José Amador Martín

 

 

 

LA NORIA

 

Curvo con este alicate 

(mi cuerpo) latir de sangre.

Y existo…

                  Pre-ocupado

por un conjunto de risas

necias de barro y de lata

que nos apremia fregar.

Cabalgo un corcel de guerra.

Su lengua lame mis páginas

nunca escritas…

                            Luego soy

de la tierra con perfume

de flor, de piedra y de río.

Recostado en vuestra mesa,

os rogaría tres cántaros

a mi sed, y mano cálida,

antes de venir la nieve.

Al final, nos damos cuenta

de ser un pozo de torpe

noria que gira oxidada

y nos hambrea la vida.

 

 

¡OH, MUJER CANTO!

 

¡Oh, mujer canto, carmen pasajero! 
presente en mi deseo como eterno. 
Por no serlo sufrí la noche, invierno 
en primavera y pájaro de agüero. 

Adiestrado en las mañas del arquero, 
puse freno y olvido al pico tierno 
derribando su vuelo hacia el averno 
con flecha dolorosa, bien certero. 

Todo sombra y de frío, negro raso 
me persigue y las hojas del otoño 
arrastra por las aguas al ocaso. 

Y tan terco el deseo que, en madroño 
ardido por el rayo, hizo vaso 
donde el pájaro bebe, del retoño. 

 

 

Fotografía de José Amador Martín

 

 

 

BRINDIS

A Eduardo Paternina y su esposa,
entrañables riojanos… de cepa madre.

 

1

Vino la mujer en sueños de vino
una tarde en que Adán, solo, dormía.
Miraba en posos de una copa fría
de cristal unas garras con espino.

¿Qué me agarra con uña en remolino
de hechizos, animal de brujería?
Al despertarse, copa y geometría
imaginaba hembra de felino.

¿Qué es esto, preguntaba, si no es tierra
ni viento? Y escuchó, tras una parra:
«vino, en la copa de cristal. Y un sueño. 

Lo que ves que te apresa es una perra
aullando lo infinito y la bizarra
compañía, en un parque de beleño».

 

 

«¡Venid, estoy bebiendo las estrellas!”
dijo un monje francés, alzando copa
de champán, o cava, hasta su boca.
Mujer, quizás, la confundió con ellas.

Pues también con La Cava y sus doncellas
un godo se decía: «el rey enroca
en juego de Ajedrez… que, a la Oca,
siempre gana la hembra sus querellas”.

¡Oh, los vinos!… ¡catadlos en Logroño,
entre aromas y ardores de madroño!
En la Rioja hincó, tras el diluvio,

Noé, un majuelo de vides en retoño.
Aquí, veréis alzarse, sobre un ubio
de estrellas, un parral moreno y rubio.

Fotografía de José Amador Martín

 

ALMANAQUE DE PIEDRA

Percepción del tiempo como piedra, umbilical

 

Omphalos o serpiente 
en cóncavos espejos.
Cimiento de la casa,
piedra a piedra, que en proyecto cobija.
Piedra-casa, de tránsito. Laberinto,
al silencio habitado de la noche.
Tiempo de lo posible. Sitio y suelo 
donde el hombre se encuentra con el ser
que le viene de Otro.
Todo como en el aire… Y de camino,
porque los ojos son mi pasión de vivir.

 

 

 

 

 

 

 

“En tanto que la palabra funda el ser,

me encuentro en la profundidad del ser en esa tarea”

 

HILARIO MARTÍNEZ NEBREDA

 

 

 

 

 

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