“MEMORIA LÍTICA”, DEL COLOMBIANO JUAN MARES. COMENTARIO DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

 

Juan Mares y Pilar Fernández Labrador, con el libro (Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar este comentario escrito por nuestro colaborador Manuel Quiroga Clérigo sobre el poemario ‘Memoria Lítica’ (Salamanca, CEIAS, 2018), del colombiano Juan Mares (Guatapé, Antioquia, 1951. Seudónimo de Juan Carmelo Martínez Restrepo), licenciado en Español y Literatura por la Universidad de Antioquia. Desde 1968 vive en Apartadó, donde fue profesor y director de la Casa de la Cultura. También ha sido profesor de cátedra en la Universidad de Antioquía (Sede Urabá). Entre sus libros publicados están: Poteas y pirontes (1987); Voy a ver pantalla chica (1989); El árbol de la centuria (la ed. 1996, 2a ed. 2004, 3a ed. 2011, 4ª ed. 2016) y Ritmos del equilibrista (2011). Es coautor de Entre la savia y la sangre, recopilación poética de Apartadó (1996), Kalugrafías del instante (2009) y Hojas de caladio (2013). Ha participado en diversos encuentros literarios, como la Feria Internacional del Libro (Bogotá), el III Festival de Poesía Salvador Díaz Mirón (México, 2013), el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Corporación Prometeo (2015) o el XVII, XIX y XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, 2014, 2016 y 2018). Su poesía está incluida en cinco antologías iberoamericanas y nueve colombianas.

 

 

JUAN MARES: “SÍMBOLO DEL TIEMPO

Y PIEDRA VIVA”

 

Seguramente deberíamos aconsejar al autor de “Memoria Lítica” Juan Mares (seudónimo del poeta colombiano de Antioquia Juan Carmelo Martínez Restrepo) un ejemplar de este poemario (casi) enciclopédico al Director del Instituto Geológico y Minero de España. Para ello, incluso, le facilitamos las señas de tan docta institución: C/Ríos Rosas, 23, 28003 Madrid, esquina a Calle de Alenza donde vivieron gran parte de sus vidas nuestros amigos los poetas Francisca Aguirre y Félix Grande.

 

“Cada piedra es una franja en mi bandera” escribe Juan Mares en este libro que, efectivamente, podría ser de mucha utilidad para futuros y actuales geólogos pues, haciendo a la piedra protagonista de mundo geográfico, la convierte en parte de nuestras pasiones, deseos, instigaciones, sentimientos, afectos. No en vano rodea, acoge y delimita nuestra existencia terrena de esa manera atemporal y plácida en que, a veces, se muestra cercana, siendo parte precisa de nuestra vida diaria: sufre nuestras pisadas, edifica las catedrales, sustenta nuestros hogares.

 

En un esclarecedor prólogo Carmen Ruiz Barrionuevo, de la Universidad de Salamanca, advierte que “el poeta busca el asentamiento de su poética en la metáfora misma que despliega en el libro: poesía, piedra, podría, escritura” Y ahí está un sencillo verso: “La piedra ha parido la noche” que  escribe José Ángel Valente como recordatorio de la permanencia de la piedra en el ámbito de los seres humanos…

 

“Memoria Lítica” fue el libro Ganador de la Convocatoria Pública en Cultura y Patrimonio 2017, Antioquia Piensa en Grande la Cultura y el Patrimonio” de Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia-Gobernación de Antioquia y la primera edición apareció en Colombia en noviembre de 2017 en la Colección Urabá Escribe. Ha llegado al lector español gracias al mencionado arriba Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca que lleva el nombre de dos prestigiosos intelectuales ibéricos. Se trata de Federico de Onís (1885-1966) nacido en Salamanca y teniendo como preceptor a Miguel de Unamuno, que le consideraba discípulo predilecto y era amigo del padre de Onís, a la sazón Bibliotecario y encargado del Archivo de la Universidad Salmantina. Onís pese a residir en América y concretamente en Nueva York, donde era Catedrático, se adhirió a la causa republicana al inicio de la guerra civil. Miguel Torga, seudónimo literario de Adolfo Correia da Rocha, (1907-1995) había nacido en Sâo Martinho de Anta, en Tras-os-Montes y falleció en Coimbra donde ejerció su profesión de médico y, a veces, compatibilizando con la de veterinario. Su libro “La creación del mundo”, con recuerdos de infancia y adolescencia y memoria de un viaje por España durante la guerra civil fue considerado por la PIDE filocomunista y secuestrado por orden del dictador Salazar, además de ser encarcelado su autor. Éste libro fue publicado en Alfaguara, gracias al interés que despertaba en Jaime Salinas la literatura portuguesa y de Brasil. También, curiosamente, Torga es autor de un libro de cuentos titulado “Piedras labradas”, con lo cual enlazados con el tomo de casi 300 páginas de Juan Mares.

Juan Mares Leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar)

 

En “Una Explicación por si la Arena”, Mares advierte: “Este poemario se traduce en una pasión para dar testimonio de la piedra como fundamento del hombre en su ascenso y depresión”. Y, aclara, “El texto está dividido en siete partes: la primera se objetiva en la física y química cambiante de la piedra en sus diferentes matices”. Y, enseguida, aparecen esas apreciaciones donde el poeta esgrime su inspiración ante unas cercanías tan concretas y líricas como es la parte más importante del planeta Tierra, después de las aguas del mar y los océanos-. Así tenemos retazos, ya dentro de “I-La piedra espacial” de tanto interés como “La edad de piedra se renueva con su flecha de lítica memoria. En cada mentalidad obnubilada por el azogue que arrastra el áureo empeño”. Páginas y páginas van mostrando la lírica dureza mineral de la piedra y, ocasiones, lo hace con palabras que dignifican un entorno en trance de su propia destrucción: “Cristalizado el pájaro en la piedra es al testimonio de remotas edades” o la cercanía a determinados lugares donde el espacio lítico es principal protagonista como al referiste a las “Piedras Mágicas”, embeleso para geólogos y zahoríes, encantadores, poetas: “Cómo no he de aventurarme a solar la perorata de las piedras mágicas que brillan, perfuman y brindan su energía como panaceas transfiguradas, según temperamento de múltiples egoencias”. Entonces es cuando, como en un alusión, aparecen piedras de un vigor cultural exquisito: ágata, amazonita, aguamarina, aventurina, amatista, Bornita, Calcita, Citrina, cornalina, crisola, cristal de roca, ámbar, cuarzo rosado o ahumado o rutilado, el diamante, la esmeralda, la fluorita, la geoda, la piedra de jade, la howlita azul, las hematíes, el jaspe rojo, la kunzita, el ópalo, la obsidiana, el ónix, turquesa azul, el topacio, la turquesa azul, el zafiro y afirma, por ejemplo, “Toda perla es símbolo de féminas consecuencias de ternura o de caricia con un beso, Fértil gloria que emancipa y da la calma de orbe entre nacares de ostras que se abren como un ofrecimiento, esfera a son de tiempo”. Nos deja un abanico de piedra y memoria capaz de seguir engendrando poemas y de contabilizar la memoria de gran parte de los seres humanos, la piedra sirve para resucitar el amor, para adornar el espacio del deseo, para prestigiar a quien la poesía, para delimitar la vida cotidiana o mejorar la salud o hallar espacios de confort gracias a su valor como indagadora de espacios cerrados, o embellece todavía más a las mujeres, o dar color a cuanto nos rodea. De ello habla Mares, por supuesto. El propio Federico García Lorca habla en “La sangre derramada” de “los toros de
Guisando,/casi muerte y casi piedra”, como dando continuidad a la historia pétrea de España, caluroso refugio de unos versos repletos de humanidad.

 

“La segunda parte,-anota Mares- siendo un poco continuidad de la anterior, es más orgánica con respecto a lo entrañable del ser hecho sentimiento y arena”. Con “II-Río de las Palabras Piedra” los poemas se tornan grandiosos, verdaderas prosas torrenciales en las que una especial música casi etérea dignifica, de nuevo, la cosificación del mineral, por ejemplo en “Piedra Filosofal” escribe: “Piedra de la mansedumbre y la paciencia contra todo mal como elixir que cura todo los del ahora y todo lo del tiempo”, con lo cual está dando valor de sentimental ayuda a esa piedra que, naciendo de los ámbitos de la filosofía, nos puede permitir el sosiego del alma. Es la memoria de la existencia que busca un amparo y lo encuentra en el artificio mineral de la piedra, hermanándose con sus rugosidades o su aspecto de benéfica autoridad moral o metafísica. La profesora toledana María Antonia Ricas, en “La mirada escrita” se refiere a la “la densidad de piedra que adquiere la soledad después de los años” como emparentando la fortaleza de aquello que hace posible la existencia de catedrales, puentes, calzadas romanos o cruceiros y que, a la vez, se mantiene de manera solitaria en la intemperie de ciudades o, en el caso de los seres humanos, siendo parte de una finitud ya programada pese a esa densidad de piedra que puede ser la juventud y que se va tornando temerosa soledad con la vejez. Mares, también, habla de estos finales. Lo hace en su “Piedra de Taudil”: “Piedra de equilibrios del tiempo inmemorial que rueda con una muerte del enamorado vértigo de un vacío rodante hacia el precipicio y quedar en dos mostrando tu corazón en caída de piedra de granito”.

 

Escribimos estas notas, o breves comentarios, a la magistral obra del escritor colombiano mientras, por instigaciones entre republicanas y salvajes, arde Barcelona, se incendian las piedras de los monumentos, las fachadas de las instituciones, los adoquines de las avenidas, las piedras que fueron esplendor y cobijo de los caminantes.

Bien. El autor refiere “La tercera parte, arropa la piedra mística como consecuencia espiritual del hombre”. Y así se titula: “III. Piedra Mística (O de los Poetas Benditos)” dejando interesantes párrafos líricos: “Cómo no he de sentir tu piedra en el vientre como una eliminación sagrada del adviento que brilla en una estrella, de la luz verde en la luciérnaga y de los ojos brillantes en la bestia del agua” para permitirnos el inmenso deleite de asistir a las mínimas geografías de unos personajes que han sido parte de la historia del mundo, de ese misticismo que encierra la piedra que vieron sus ojos: Jesús de Nazaret: “Mago de las alturas por la dignidad del hombre”, Francisco de Asis (“Apacentador de ovejas entre los riscos”, Teresa de Cepeda: “Santa hija de canciones altas”, Fray Luis de León, “Pétreo refugio del íntegro de cuerpo y alma”, Juan de los Poetas: “Es una piedra sacra con movimiento de alas”, Juana de Asbaje o “…la fragancia es incienso de mariposa chamuscada”, William Blake: “Merecen tu verso emancipado una suma de estrofas entre mirtos y hojas de parra…”, Hördelin “Poeta héroe sagrado de sagrado cáliz” “Novalis “Jugando al sortilegio de la primavera” Rilke, muerto por una rosa y “…viento y ahora llama”, o el inefable Karol Vojtila a quien Mares denomina “Gran hacedor del tiempo”:

 

El ejército turco sigue bombardeando a los kurdos, los saudíes asaltan los más pobres enclaves del Yemen y un presidente raro, raro, de Cataluña pide diálogo después de haber alentado una violencia desusada. La piedra se desmorona en el mundo, cerca de nosotros y en las latitudes de gran parte del mundo llamado civilizado. De todas formas Félix Grande nos recomendó: “Aprende el coraje de ser humilde” y humildes hemos de ser ante la grandeza de la piedra, ante la “Memoria Lítica” que ha construido nuestro mundo desde el Paraíso Terrenal o desde los primigenios episodios del Big Bang, la piedra siendo siempre nuestro refugio y sepultura.

Mares, Fernández Labrador, Viloria Vera y Alencart (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

“La cuarta parte”, escribe el autor de este proceloso libro, “es la presencia del ciego como guía del intelecto en el laberinto de las sombras que hablan desde el limbo” y, efectivamente, nos deja suspiros para traer a colación a determinadas figuras. Éstas se encuentran en “IV. Poetas del Limbo” y son Homero, “Singular voz del pasado épico”, John Milton, “Canto nocturno de ojos puros” y Jorge Luis Borges de quien María Kodama nos dijo que era poeta todo el tiempo”, pero que también era, ahora según Mares “negra turmalina, piedra de secreto controlando el genio”. Jaime Sabines, que me recibió en su casa blanca de Coyoacán poco antes de fallecer el 19 de marzo de 1999 dejó escrito en “Horal” “Las piedras mueren de muerte natural” que vendría a emparentarse con el aserto de Carmen Ruíz Barrionuevo cuando decía “La piedra es cambio rodante, deterioro continuo, por eso es inútil buscar en ella lo permanente” y, añade, Mares va acumulando las varias modulaciones de la piedra astral, que procede de la piedra lunar, de los asteroides navegantes, de los aerolitos que engendran otras edades”.

 

Luego añade unos preciosos textos dedicados a “V. Poetas Humanos” que van de Matsuo Basho, Buson, Kobayashi, o Walt Whitman de quien se cumple el segundo centenario de su nacimiento, poeta “para cantar el sueño”, Emily Dickinson  a Fernando Pessoa, “Trotaversos sobre el lomo de un Pegaso”, Kafka, “soporte para domeñar la infamia”, César Vallejo, “Centinela de huesos en la noche”, Vicente Huidobro, “voz de reciedumbre, lumbre, herrubre” que, parado, (de pie) quería contemplar eternamente el Océano Pacífico desde la colina, piedra sobre las alturas de las águilas y el viento, Aurelio Arturo Martínez (“Canto de canciones”), Jaime Jaramillo Escobar, “Son de tambor”, Jenaro Mejía Kintana, “Rostro de corteza de árbol” y el peruano-salmantino de Tejares Alfredo Pérez Alencart a quien Juan Mares denomina o configura como “Letra cabalgante entre páginas de los días litigando entre sueños y alboradas de eventos memorables”.

 

La sexta parte, según Mares, “es la piedra de la ira en sus diferentes volúmenes”. Se titula, un poco reciamente “VI Los Malditos Poetas o de los Poetas Piedraputos” y aquí están coleccionados, efectivamente,, los poetas malditos, los suicidas, los broncos habitantes de un largo poema de soledades y desgracias, la suya la más grave, quienes, sin embargo, para Ruiz Barrionuevo son “objeto de fascinante lectura”. Así que si Mares apunta que Nerval dijo “La ignorancia no puede aprenderse”, Edgar Allan Poe, “Piedra tirada en los caminos”, Charles Baudelaire: “Alma soterrada de la esencia de la hiel coagulada del sapo y de la ortiga”, Paul Vërlaine tan “aferrado a un verso”, el Conde de Lautréamont, “un monte de imaginación, Arthur Rimbaud el poeta loco ”jugando a las vocales, Stéphane Mallarmé “mutante sabia de la tierra oscura” Paul Valéry ”El filósofo del “Cementerio marino” o “vaivén en oleajes de sudores milenarios”, el siempre joven tras su muerte a los 38 años Guillaume Apollinaire “glorioso combatiente en las palabras”, Antonin Artaud, “Grito antojadizo de otros jugos siderales”, Porfirio Barba Jacob, “grito desperdigado por América”, la cándida e inocente Alejandra Pizarnik que gozaba con la amistad de Julio Cortázar y visitó España con la ilusión de un escolar, “piedra de misterio perdida en el foso de tus aguas estancadas”, Dario Lemus, Raúl Gómez Jattin, Guillermo Luque Mesa, Marta Quiñónez de Apartadó, “Pedazo de ónix, pedacito de noche con un sol por dentro”, donde la piedra, en este caso de excelente aprecio literario, vuelve a ocupar las páginas del libro de Juan Mares, tal vez para despreciar el vitriolo del gas radón que amenaza a la piedra, al granito en las canterías en que se extrae la base para elevar hacia el cielo los grandes edificios, los monumentos históricos, la esencia de la civilización, tantas veces destruida por la incultura y la brutalidad humana. A lo peor alguien se acuerda del bombardeo de Guernica o de la estudiada e ignorante destrucción que llevaron a cabo los talibanes
o la heroicidad del Enola Gay enviado por el inefable, y bien considerado por muchos yanquis, Truman que destruyó sin ningún miramiento tres ciudades, Tokio, Hiroshima y Nagasaki, causando la muerte de miles y miles de personas mientras dormían, acumulando piedra sobre piedra con “la buena intención” de terminar una guerra.

 

Juan Mares y Carmen Ruiz Barrionuevo, prologuista del poemario (foto de Jacqueline Alencar)

 

“VII. Piedra Cósmica” contiene 4 delicados textos, con versos nítidos, musicales, leves y oxigenados. Se refiere, pues, Juan Mares a la “música de las esferas y polvo de las estrellas,”, a “poemas como piedras en la playa” o nos aclara: “un poema son unos ojos fijos que miran tu mirada”. Al final una confesión: “Yo quise ser acolito para ser sacerdote y sacerdote para ser santo: llegué a poeta”

La “Ñapa para una Peña Literaria. Versos dedicados a un Poeta de Lepanto” se convierte en poesía y en aventura, se expande hacia los paisajes de la Mancha y se dirige a personas que trabajan por la cultura. Así efectivamente sobrevuelan las últimas páginas el propio Miguel de Cervantes, el inmortal libro, la preferida Salamanca, Pilar Fernández Labrador (“Es emprendedora, lúcida y de alta talla”)u otros héroes (literarios) de una inacabada leyenda y, todo ello, en versos nítidos, elegantes, navegando por las nubes de la primavera o hermanándose con los nenúfares de lagos claros o campos de girasoles y bosques de verdor excelente. En el epílogo Mares toma prestadas unas palabras al cineasta Fellini: “Si esta piedra no tiene un propósito,/entonces nada tiene sentido”. La piedra, según Carmen Ruíz, “es aquí excusa para el ejercicio escritural pero también un gran símbolo para marcar la vida y los destinos humanos”.

 

Que así sea, gracias a Juan Carmelo Martínez Restrepo y todos quienes hicieron posible este libro, incluyendo esa fotografía de la portada de Omar Zangrandi que también es autor de las fotos interiores junto con Martín Chambi, la fotografía del autor de José Amador Martín, el diseñador Javier Torre y quien hizo la diagramación, Florencia Zabala. Mares es Licenciado en Español y Literatura por la Universidad de Antioquia y reside en Apartadó desde 1968.

 

La dedicatoria de su libro nos parece ejemplar: “Al Taller de Escritores Urabá Escribe, de Apartadó, por haberme soportado durante 36 años y en especial a Albeiro Flórez Villa: Gratitud y aprecio”.

 

 

VOZ DE JUAN MARES LEYENDO TRES POEMAS DE ‘MEMORIA LÍTICA’

FONOTECA DE POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA

https://www.youtube.com/watch?v=pweHijxxKGY

 

Manuel Quiroga Clérigo

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