MANUEL QUIROGA CLÉRIGO. LECTURA EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL

 

 

 

Manuel Quiroga Clérigo e Isabel Díez Serrano

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar la reseña, enviada desde el Ateneo Escurialense, en torno al libro que dio lugar a la lectura que Manuel Quiroga Clérigo realizara el pasado 26 de noviembre en la Casa de Cultura de dicha localidad madrileña. Allí presentó su libro “Crucero cisnes trópico castillos” (Endymion poesía, Madrid, 2018), acompañado de la poeta Isabel Díez Serrano, fundadora de la tertulia-taller de poesía “Príncipe de Asturias”, directora de la revista “Oriflama” y presidenta del foro de las letras en el Ateneo escurialense, además de Premio Internacional “José Vasconcelos 2015”, concedido por el Frente de Afirmación Hispanista de México.

 

 

San Lorenzo de El Escorial

 

LECTURA EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL

 

 

El poemario se compone de las cuatro partes que indica el título, el primero, “Crucero”, fechado entre el 11 y el 18 de junio de 2013, contiene 909 versos en los cuales se da cuenta del recorrido desde Atalaya del Cañavate (Cuenca) y Valencia por el Mediterráneo europeo, aunque la primera escala sea en Túnez con visita a Cartago y las Termas de Antonino. Después las singladuras son por al Mar Tirreno hasta llegar a Roma y visitar profusamente la Ciudad Eterna, con pizza incluida, y una historia de trenes en Civitavecchia. De Roma a Génova y de Portofino a Génova nos encontramos con el Mar de Liguria de “calma permanente”, azul y portentoso: “. En Génova aparece la imagen delicada y erótica de Mónica Bellucci, “Fémina transparente de brillo incalculable,/belleza inusitada con sus ojos de lago,/mar de luces diurnas, conocida, insistente” y más tarde es Marsella “junto a buques anónimos”, con ese puerto blanco, la ciudad que pisamos. De allí a Barcelona, “engalanada, plácida”, son músicas fervientes las que nos acompañan, los hermosos paisajes, la intensa compañía de una clásica orquesta con violinista hermosa: “Sólo verte vibrando junto a tu pentagrama,/aspirar el perfume de tu espléndido cuerpo, imaginar auroras respirando a tu lado/puede un día salvarnos de la antigua tristeza”.. Seguimos navegando por el Mediterráneo “de límites sensatos” y en Valencia (“Ahora es sólo martes y la vida regresa/a esos recorridos cotidianos, humildes”), termina el honroso periplo. Al fin en Atalaya se congelan los versos:”…florece la retama/como un bálsamo alegre en las rutas de estío”.

 

“Cisnes (Excursión por el Benelux y visita a la Catedral de Colonia” contiene poemas escritos entre Barajas (“De madrugada llegan los fantasmas de siempre/el dolor de la calle, el rumor de los árboles) , 25 de junio de 2013, y Bruselas, 2 de julio de 2013 (“Puntiaguda, perfecta, mínima y elevada/esa Catedral blanca es parte del asombro/en tanta encrucijada de arbustos y de razas”. 833 versos dan mucho de sí: Brujas, Gante, Amberes, Rotterdam, La Haya, Ámsterdam, Volledam, Colonia (“Un embrujo de siglos claudicantes”,  Boppard  que nos conduce por el Rhim, “Río de Europa” (“Tempestuoso el río nos lleva por su cauce”), Luxemburgo (“…bañado en nuestro oro,/con sudor amasado de manera asesina”. En “Los viajes memorables” leemos: “Las flores amarillas, la hierba siempre húmeda,/los aireados pinos, las melodiosas aves,/los cielos poco azules y arbustos renovados/son los espacios vivos de parques inclementes,/prodigiosos lugares para el descanso activo”. Al contemplar en medio del recato el cuadro de Pedro Pablo Rubens  “Descendimiento de Cristo de la Cruz” “Queda la sensación del dolor, la impotencia,/la eternidad constante haciéndose presente” y al visitar el Ayuntamiento de Rotterdam “En el hall nos saludan disfrazados de bronce/esos bustos de Churchill y del General Marshall:/Roterdam agradece su libertad a ambos”

 

Casa de Cultura, lugar del acto

 

“Trópico atrevido” en 1366 versos relata los episodios de un viaje al Brasil de los sueños, comenzando en Barajas el 3 de Enero de 2014: “·Cuando el avión despega hacia cielos despiertos/el nerviosismo invade nuestra mente asombrada”, esa llegada a Río de Janeiro y la incursión siguiente en Recife: “Desde primeras horas/hay un tropel de gallos…”, ese esplendor azul del Atlántico desde las cumbres de Olinda, “un paisaje de sol que engrandece la tarde”, los días apacibles en la Fazenda de Santa Fé y esa “brisa llena de primavera”, la vista adolescente del tren de Gravatá “asaltando el sopor nacido tras la lluvia”, “las infinitas máscaras” de Bezerros, alegre, y las vueltas continuas al Recife infinito, “Pernambuco y sus gentes madrugando de pronto”, las tardes codiciadas en “Recanto do Lobo” con el agua salada llegando a nuestro césped y los días inmensos en Porto de Galinhas con “horas de brisa pertinente”. Siguen las aventuras con canciones y bailes, el forró de la noche, la permanente samba, Maracaípe al fondo,  Muro Alto, Apipucos (ese lago de garzas) y el regreso a Recife con furor de museos, aguacates, historias: “Los poetas de siempre prefieren los rincones/rodeados de libros, cactus, presentimientos”. Y entonces recorremos los paisajes de vuelta a lo carioca, el Río de Janeiro codiciado y solemne: “La playa de Ipanema con su rumor de seda/resplandece de vida a las dos de la tarde”; aquellas melodías inolvidables, plácidas de Carioca da Gema y la excursión perfecta al Corcovado (“El Corazón Sagrado, devoción e incultura,/bendice el orbe entero, los mares, archipiélagos”), la vista de Tijuca, esa fronda grandiosa.  Y el poeta, y su esposa, se encariñan con Lapa, el lugar intensivo para cualquier melómano: “En las noches de Río hay olor a laureles,/a clavo, tren antiguo, a canela y miradas”: salas de luces verdes y artistas rebosantes de swing y ritmos vivos como son “Sacrilegio”, “A Conchego do Malangro”… (“A velha guarda de Lucas” trae la mejor samba”. Los viajeros  ansiosos pasan horas y horas en las playas doradas, hoy es Copacabana, “con su arena de fuego” como ya fue “Ipanema radiante” o “Ensenada de Gloria cerca de los aviones”,  “playas de Botafogo con sus veleros clásicos”. El 26 de enero “Despedida del trópico” (“Es domingo y la vida se ha llenado de estatuas”).  El 27 la vuelta a Madrid y el recorrido acaba con un poema dedicado al amigo Félix Grande: “¿Dónde estará la vida, entonces,/con su manto de nieve y de miradas?”.

 

“Castillos”, cuarta parte de este libro, contiene 542 versos que datan de un viaje a los castillos del Loira, (la Loire) comenzando en París el 5 de septiembre de 2014 (“Siempre al amanecida tiene color naranja…) y final en Chartres el 11 del mismo mes: “La vida enternecida nos reclama silencio” y una apostilla al ver la Ciudad Luz desde el avión de regreso: “En París anochece con bullicio de arcángeles”  Se trata de una viaje al país de los sueños, un recorrido lleno de lirismo y de vitalidad donde la historia y la belleza cobran dimensiones inmensas. La Catedral de San Julián es parte del “recogimiento” en el enorme y visitada ciudad de “Le Mans, transparente, con huertos de manzanas,/envoltorio oportuno de pacífica brisa,/resumen de un oasis de melodías suaves” y esas resonancias de la velocidad, prototipos mecánicos, arriesgados pilotos (“…abrimos los ojos imaginando edenes). “En Angers nos recibe el Castillo del Rey,/fortaleza de piedra, formidable, imponente/con su foso gigante como un jardín excelso”, “Al sol de Frontevraud brillan las golondrinas”, desde Tours “Los Castillos del Loira mantienen sus tesoros/esperando el futuro para ser contemplados”. Siguen los días intensos por Chenonceau, jardines, el río impresionante, “Diademas de aves pueblo el cielo grato…”, y Cherverny, tan verde, riguroso y brillante, cual  “tesoro escondido en medio de los árboles” o Amboise donde, como ya dijo Borges, “La memoria del tiempo está llena de espadas”, y ahora “Nos reciben unas cúpulas blancas,/el jardín memorable de Leonardo da Vinci,/un espíritu libre en un frondoso bosque”, ese Clos Lucé memorable. “El corazón de Francia” es Orleans que “aparece en medio del verano/como una nube blanca de algodón insaciable”. Chambord “Es un Dominio alegre, nacarado, imprevisto…” y “En Chartres se ilumina los tejados, vidrieras,/cuando es mediodía y hay un ligero viento”. Es recorrer las orillas alegres, los espacios vitales, las grandes maravillas encerradas en torres, la historia y sus querellas de los tiempos pasados.

 

 

 

En la contraportada del libro aparece una breve nota de Eugenio Mancera Rodríguez, Profesor de la Universidad de Guanajuato, Celaya (México), ampliada como comentario y reseñada a continuación: “Una razón de ser y de estar en este nuestro mundo nos trae este nuevo poemario de 3650 versos, dividido en cuatro grandes y diferentes apartados plenos de inspiración y de interés, del sociólogo  Manuel Quiroga Clérigo. Y es que en este ejemplar son las dimensiones de las cosas, los lugares y las personas, sus colores y, por supuesto, sus luces y sombras, sus cielos y sus vientos los que van a otorgar al experimentado autor, como efectivo sujeto del poema que escribe, esas concretas particularidades. Y todas ellas le son necesarias para vivir y dar vida, por medio de la palabra, a su poesía, pues precisa, en su condición de viajero y de habitante del universo, de todos esos viajes convertidos en  inspiradas reflexiones para establecer de continuo la comunión de su condición humana con el universo pleno, lo cual le va a permitir lograr una posibilidad real de arraigo como es la de vincularse estrechamente, gracias al verso, con las dimensiones líricas y delicadas de su entorno: “Los poetas de siempre suelen dormir despacio”, escribe. Así es como reconoce Manuel Quiroga su condición mortal y, por ello, acude a la poesía como forma de eternización y de preservación de su propia condición humana”.

 

Conocida la unión de los cuatro poemarios por el narrador, poeta y artista plástico del Grupo Cántico de Córdoba Ginés Liébana, que ha escrito deliciosos versos e interesantes relatos y divertidas obras dramáticas, aconsejó denominar con el actual título “Crucero Cisnes Trópico Castillos” a todo el conjunto de poemas, tal vez, por suponer que dicha denominación definía de una manera elegante y precisa el conjunto lírico de la obra.

 

Otra imagen de Manuel Quiroga Clérigo, visitando una exposición en la Casa de Cultura

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