ISABEL MATTA BAZÁN: JOSÉ ALFREDO PÉREZ ALENCAR Y SUS TAMBORES EN EL ABISMO

 

 

José Alfredo Pérez Alencar e Isabel Matta Bazán, durante el acto celebrado en Lima

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar el comentario que, sobre el libro del poeta Salmantino José Alfredo Pérez Alencar, ha escrito la poeta peruana Isabel Matta Bazán (Lima, 1971). Ella es licenciada en Educación por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y bachiller en Comunicación Social. Se formó como profesora en la enseñanza del español como segunda lengua en el Instituto Cervantes y la Universidad Ricardo Palma. Trabajó como redactora y reportera gráfica en el Suplemento Dominical del diario El Comercio y en diversos medios de comunicación. Actualmente se dedica a enseñar español como segunda lengua a personas sordas y a extranjeros.  Empezó su trayectoria poética en el año 1989 y a comienzos de los 90 participó en el Grupo poético Neón. Posteriormente fue miembro del grupo “Rara Avis”.  En el 2016 presentó su exposición fotográfica “La Belleza del Perú” en Gifu, Japón. Tiene publicados los poemarios: “Soledad Nuestra” (1999), “Reina Moribunda” (2005) y “Últimas Moradas” (2021).

 

 

JOSÉ ALFREDO PÉREZ ALENCAR

Y SUS TAMBORES EN EL ABISMO

I

Tambores en el abismo (Labirinto, Portugal, 2022), libro de hondura y alta sensibilidad, conmueve y sorprende ma non troppo, si tomamos en cuenta que su estreno poético se da durante su infancia. Desde entonces ha seguido publicado.

 

Dividido en cuatro partes, Tambores en el abismo aborda temas como el amor filial, el amor eros, la rebeldía, la gratitud, la admiración y la relación con Dios. Los introitos poéticos de su autoría al inicio de cada parte anuncian y refuerzan la temática a abordarse seguidamente. No obstante, y al margen de su gravedad, el lector puede toparse con poemas más coloquiales, a veces narrativos, en primera voz, entremezclados con otros de mayor carga lírica.

 

Tal como lo hiciera Carlos Oquendo de Amat, Abraham Valdelomar y César Vallejo ‒y muchos otros vates‒, los poemas a la madre están presentes y constituyen una mayoría en la primera parte denominada “De la madre, del padre y del abuelo”. Aquí el poeta manifiesta sin cortapisas el amor y gratitud a sus seres amados.

 

Cito unos versos de “Mujer ajena al paso de los años”:

 

Me encuentro abrumado

por toda la gratitud que te debo

y que tú nunca exiges.

No puedo pedirte más luz,

pues la que irradias es el faro

que nuestro tiempo construyó.

 

Pero además, la voz poética reconoce con humildad ser un rebelde, casi casi el personaje de la parábola del hijo pródigo, elemento del mundo cristiano que sufre en medio de su propia rebeldía e inmadurez de la que es consciente.

 

Tus lágrimas y sonrisas bañan mi vida,

tardías en llegar a mí,

ausentes en mi rebeldía,

presentes en mi torpe caminar

 

El uso de encabalgamientos y anáforas dan el ritmo, la sonoridad, y marcan el importante pedido del hijo: “madre abrázame una vez más”, expresado en el poema del mismo nombre.

 

 

 

En versos como “Tu presencia una marea que nunca baja”, Pérez Alencar persiste en transmitir la permanencia, la calidad de un amor incansable y eterno a su amada madre.

 

Quiero verte siempre

como el hermoso rostro que me vio nacer,

como el necesario cobijo cuando siento temor,

como el feliz reencuentro cuando me sucede

cualquier derrota.

 

“Siempre fuimos uno” es un poema sobre la unidad con la madre, donde nuevamente se vislumbra al joven errante que vuelve a casa y es recibido sin ser juzgado. Aquí, el poeta se muestra creativo con la disposición del lenguaje y una frase con significado es utilizada en lugar de una mera palabra.

 

De nuevo llamo, vacío como estoy,

Más tú ya respondiste con un siempre de nuevo.

Siempre fuimos uno

 

Este sentimiento de unidad se extiende también con respecto al abuelo:

 

Te hago partícipe del todo

Cuando ya eres un recuerdo insoslayable,

Pero te siento presente, abuelo

 

En sus textos, José Alfredo Pérez Alencar no teme mostrar su vulnerabilidad ni lo que lleva dentro. Tiene claro que el amor siempre está en movimiento cuando canta que:

 

[…] el aroma de nuestras primaveras

nunca permanece estático

 

Octavio Paz escribió: “la imagen es un recurso desesperado contra el silencio que nos invade cada vez que intentamos expresar la terrible experiencia de lo que nos rodea y de nosotros mismos”, y Pérez Alencar resuelve ese silencio al elaborar metáforas para hablar, por ejemplo, sobre la muerte. Muestra de ello es el poema “Nadie es de ningún lugar”, dedicado a su padre, donde observa su condición de extranjero en la vida terrena y la entrelaza con esta misma condición en la dimensión espiritual. Un poema alejado de una visión de temor a la muerte, más bien vista como la meta de unión con el Altísimo.

 

Siempre serás extranjero, pero también

De esa tierra que seguirán pisando tus pies

Hasta el día en que te juntes con Dios,

Mientras la marea baja y el ocaso toca su fin.

 

 

Isabel Matta Bazán durante la lectura de su comentario

 

II

 

En la segunda parte “De la pasión y sus vicisitudes”, hay otro tipo de amor al que el poeta se acerca: el amor eros, que trae el goce, el disfrute del cuerpo en el ahora con pasión desbordada. Poemas de fino erotismo. Por momentos, muy libre; por momentos, envuelto en cierta racionalidad y preocupación.

 

Poemas que van en la línea del poeta latino Horacio y su filosofía CARPE DIEM, una fuerza interior humana, natural y vigente. Así, Pérez Alencar poetiza amorosos encuentros con matices juveniles:

 

El torrente de la sangre

nubla nuestra cordura,

Y, aún descalzos,

No buscamos resguardo.

Somos una horda de dos

que va a contracorriente.

 

Dentro de su juventud el sujeto poético es consciente que el amor también tiene la otra cara, la del dolor:

 

El sentimiento

es un arma de doble filo

 

En algunos de sus versos de “Cuando vuelvo a ser” se deja entrever el cuerpo del otro como lugar seguro, como lugar de encuentro con uno mismo sin artificios ni máscaras.

 

Y créame o créeme

en esas pocas palabras,

cuando vuelvo a ser,

ya desnudo sobre tu espalda.

 

Tambores en el abismo, en sus dos primeras partes, son un campo de versos por donde el poeta pasea y el amor fluye como un río donde moja sus pies.  

 

El poeta con sus tíos Carlos Vinelli, Chochi Cárdenas Pérez y Willy Herrera

 

 

III

 

En “Homenajes y versos a la intemperie”, parte tercera del libro, la voz poética se oye más madura, se hace presente el sentimiento de la gratitud a diversos personajes como Dante, Prudencio, Unamuno, Baquero, y a la Universidad de Salamanca por lo que han hecho de él. Refiriéndose a esta última versa:

 

Tus paredes bañadas en oro

Que trascienden lo material, muros

Que cargan el porvenir

De quienes pasan por ellas

 

Y culmina con

 

Aún hoy me hallo sumido en ti,

Acompañado de tu tiempo

Con una renacida esperanza

 

La voz que nos lleva sonoramente en este viaje está fuera ya del entorno familiar y el espacio amoroso, y más bien nos ha transportado a su ambiente estudiantil, social e intelectual. Más cuajado, el mundo externo le genera preocupación.

 

Dice Pérez Alencar:

 

Me considero notario de los acontecimientos,

Pero tan solo soy embajador de una justicia ciega

 

Hay un despertar en el poeta y es consciente de ello. Al fin es cercano a los demás, no hay nada que se interponga entre su visión; mira de frente, piensa y aporta.

 

Ahora ya no me siento de espaldas

ante el cristal desde donde observaba al resto

de la gente

 

 

La búsqueda de la coherencia, el trabajar por las causas justas, la fortaleza interior y paciencia son otros de los temas que aborda como por ejemplo “Caballo de Troya”. Aquí Pérez Alencar suelta su voz tanto para otros, pero también para él, dándose ánimo, dando ánimo a quienes lo leemos.

 

“Sé diligente, aparenta rendir pleitesía,

Que ni un resquicio de tu fortaleza

se quebrante.

¡Mantente firme!

 

Los poetas José Alfredo Pérez Alencar y Harold Alva

IV

 

Si cuando el doloroso sonido de los tambores repicaba en el abismo y el poeta era acogido por los brazos de su madre, en “Nos esperamos el uno al otro”, la cuarta parte, sus tambores repican frente al dueño de lo creado. El poeta es reticente a los abrazos de su creador.

Profundamente existencial y filosófico, presenciamos monólogos de un misticismo no edulcorado, sino más bien, uno que muestra el encuentro del hombre con Dios y a la vez del hijo con el Padre.

Dicen que el tiempo de Dios no es el mismo que el nuestro y el poeta también lo sabe, lo vive. Pero al decir “nos esperamos el uno al otro” declara una espera de esa vuelta al redil, o quizá podría referirse al encuentro final en la casa celestial.

Sea como fuere, en ambos casos estamos hablando de un encuentro místico y trascendental. Al igual que San Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, Pérez Alencar no escapa de la contemplación divina, y no puede evitar hablarle a aquel que siendo su dueño también lo deja en libertad. He aquí la contradicción y la lucha.

En el poema “Un nacimiento” su discurso es elaborado en base a la segunda persona para hablar sobre origen del galileo, su austeridad, su ser de maestro, y pone énfasis en su memoria.

 

pero mis sentidos te recuerdan

por lo que emana de tu ejemplo y tus metáforas

 

Pero, además, reconoce la humildad y su calidad de Alfa y Omega. Este es un poema de camino, de soledad, de cruz y de fe.

 

Tu principio y tu fin caminan de la mano,

Unidos por esa cruz que representa

Una soledad reveladora

 

En “Aún no es nuestro momento” vuelve a surgir la voz del poeta rebelde, joven, confuso ‒como el de la primera parte del libro‒, pero ahora airado, confrontacional. El poeta a pesar de ser un converso y reconocer los muchos llamados, se rehúsa a dar el paso definitivo:

Pues, a pesar de meros desamparos,

Me siento cómodo

 

 

A. P. Alencart, Héctor Ñaupari, José Alfredo Pérez e Isabel Matta Bazán

 

El poeta que líneas antes dice sentirse cómodo muestran en otros versos su verdadera situación:

Sí, creador de la revuelta del cambio necesario,

Oyes bien, soy un volcán de erupciones desastrosas

 

Este sujeto poético no está listo para cumplir a pie juntillas la Palabra de Colosenses 3:20 “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor”. Se resiste al precepto de agradar, solo quiere ser, vivir. En el fondo lo desearía, pero aún no está listo y le confiesa a Dios con total franqueza:

 

Pero aún no vengas a pedirme el compromiso:

Todavía no he florecido en tu complejidad

 

Encontramos también poemas que retan el poder de Dios. La voz lírica discrepa y cuestiona al divino, y sin embargo, en ello, no hace más que destacar las cualidades de Dios como las de la paciencia y el amor incondicional, pero no puede evitar gritarle: ¡soy humano!

Sin ser ajeno al sufrimiento que eso te provoca,

Cometo el delito. Pero no me juzgas.

Solo quieres que vuelva.

Nunca estuve, portador de humildes vestiduras.

Simplemente no permití que te sentaras a mi mesa:

Yo sí fui selectivo

 

José Alfredo Pérez Alencar es un poeta que puede escribir a su madre, a la musa amada, a Unamuno, a los muros de una universidad y a Dios. Poeta versátil. La fusión de su coloquialismo y lirismo hacen que sus textos sean leídos con fluidez.

 

Tambores en el abismo queda como un libro del amor, de la fe, de la rebeldía, de la lucha interna, del proceso humano, del agradecimiento, de la espera y la esperanza. Es un libro hondo, lleno de ritmo y musicalidad donde las metáforas y los hallazgos poéticos ‒para beneplácito de los lectores‒ se revelan en cada poema.

 

 

 

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