‘INAUGURACIÓN DE LAS SOMBRAS’ Y OTROS POEMAS DEL HONDUREÑO NÉSTOR ULLOA

 

 

El poeta Néstor Ulloa (foto de Emerson Rivera)

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar algunos poemas de ‘Salir del cuerpo’, el último libro de Néstor Ulloa (Ojos de Agua, Comayagua, Honduras,1978), poeta y gestor cultural. Máster en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca, España; Máster en Cooperación Internacional y Gestión de Proyectos de Desarrollo por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y Licenciado en Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. Ha publicado los poemarios Soldemedianoche (Bellota Cultural, Comayagua, 2003), Los espejos de Carlos, (il miglior fabbro, Tegucigalpa, 2006); Detrás de la sed, (Editorial Efímera, Gracias, Lempira, 2015); Les miroirs de Carlos (La Traductiére, Francia, 2018), Toque de queda para la primavera y otras estaciones (Malpaso Ediciones, Tegucigalpa, 2018) y Salir del cuerpo (Efímera, Tegucigalpa, 2021). Sus poemas han sido traducidos al inglés, árabe y francés, y han sido publicados en revistas especializadas de Canadá, Francia e Inglaterra, y en antologías de América Latina y España. Es profesor de Literatura en el Departamento de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; fundador y subdirector del Festival Internacional de Poesía Los Confines.

 

Foto de José Amador Martín

 

INAUGURACIÓN DE LAS SOMBRAS

 

I

Uno viene al mundo

sin haber pedido que le abran los ojos

a esta luz que ciega.

 

Antes de esto,

la oscuridad trazaba la ruta de la sangre

y acomodaba voces

que algunas veces sonaban

como el amor de la lluvia en los tejados,

o entraban al pecho

con la dulzura de una estrella dormida

entre las raíces del agua.

 

Uno viene al mundo

y se aferra a una luz que ciega.

Y abre los ojos

para sustituir la oscuridad

que se ha acomodado en el pecho,

por otra oscuridad

tan pesada como cielo de mayo.

 

Uno viene al mundo sin la patología del miedo,

tan simple y tan hermoso

como el amor de la lluvia en los tejados.

 

 

II

 

Con el tiempo se aprende

que la palabra oscuridad

puede ser la losa de una tumba,

un grillete atado a las alas de una cama,

o un agujero negro en el ojo de una cerradura.

 

 

III

 

Para Goya,

la oscuridad era belleza

más allá del horizonte de unos ojos cerrados.

Galileo nunca habría podido poseer la luna,

sin antes inundar de noche los espejos.

 

Y qué decir de la oscuridad andaluza

que cabalga desatando los nudos de Lorca.

En fin,

que la oscuridad

tiene su lado luminoso,

si no, que lo digan los gatos.

 

 

ANTECEDENTES JUDICIALES

 

I

Un pedazo de cielo en el bolsillo,

un silencio ahogado

en la ventana de los ojos.

Y en las líneas de las manos

el polvo que levanta el viento

en las tardes de verano,

mientras busca

el callejón donde se oculta

la nostalgia por el mar.

 

Nadie parece necesitar motivos justos

para señalar

la estrella en la frente del prójimo,

esperando que se pierda

como un grito

en la desolada serranía

 

Nadie necesita motivos justos

para derramar sobre la sangre

una montaña de sal como aguacero.

 

 

II

 

Sin motivo aparente

han cerrado aquella ventana azul

que daba a la lluvia

y señalaba el camino hacia el mar.

Sin motivo aparente

han segado las florecitas amarillas

que adornaban el sueño de las libélulas

y señalaban el camino hacia el mar.

Sin motivo aparente

han encadenado

el río que guardaba la voz de los árboles

y señalaba el camino

hacia la infancia de una estrella

que ya nunca podrá conocer el mar.

 

 

III

 

Hasta entonces,

seguiré insistiendo

en la inocencia del mar.

 

Foto de José Amador Martín

 

CANCIÓN DE CUNA PARA UNA MADRE

 

 

I

Es el cielo, madre,

el que uno lleva a cuestas,

y lo instala en el sitio que mejor le parece,

para sembrar de flores amarillas

el camino hacia el mar.

 

Es el cielo que trajina en las huellas

que el viento no logra arrancar del polvo,

porque el polvo es el sueño ancestral de las estrellas.

 

Es el cielo, madre,

que se abalanza desde sus manos

hasta todos los árboles;

el que disminuye las mesas huérfanas

y hace cantar al fuego de las noches de verano.

 

Es el cielo que se enciende en la cocina

como rito pagano,

como antiguo amor

que se cubre de olorosas hierbas

para espantar los monstruos de los callejones.

 

Es su cielo, madre,

el que establece los límites de la casa

entre la montaña y el mar;

donde puertas y ventanas

nunca intentarán domar la rebeldía del viento

y donde jamás tendrá cabida

el silencio de los pájaros.

 

 

II

 

Duérmase, madre,

pero no deje de velar mi sueño,

porque las orquídeas

comienzan a marchitarse en el suyo.

 

 

III

 

Mañana que el sol aparezca, madre,

es posible que le digan

que me han visto desnudo ante la luz,

heredando la tristeza de las manos del mundo.

 

Le dirán que en mi garganta

se escucha el canto herido de los gallos.

Le dirán que me he estrellado en los espejos,

vestido con guijarros

que los perros ahora cubren

con la sangre de sus lenguas.

 

No entristezca, madre,

sólo escuche lo que dicen,

pero usted sabrá que, al fin,

me habré encontrado al otro lado del espejo.

 

 

Foto de José Amador Martín

 

CARTA AL PADRE

 

 

I

 

Hay cartas que un padre nunca debería leer.

 

Pero no es mi intención, padre,

que esta carta le subvierta los sueños

o que edifique un cielo de monzón sobre su cabeza.

 

Ante todo,

mi sangre es la suya buscando el infinito.

 

Debe entender, padre,

que tarde o temprano

los hijos provocamos nuestra propia tormenta.

 

Que procuramos nuestras propias oscuridades

para entender la luz

que nos desgarra el pecho.

 

No es cierto

que siempre procuramos la muerte del padre

para afianzar la identidad del hijo:

yo a usted lo he vivido siempre,

pero soy consciente de lo finito de su presencia

en el barro de mi tiempo.

 

No es cierto, padre,

que usted y yo debamos señalar

o perdonarnos mutuamente

por el polvo acumulado en nuestras huellas.

 

 

 

II

 

No soy la realidad derivada de sus sueños,

es cierto,

pero soy la realidad que tiene enfrente.

Soy esta carne y esta sangre

que gritan su lugar fuera del espejo.

Soy esta médula y estos huesos

que desgarraron la noche

y se muestran sin miedo.

 

Soy yo, padre,

el que era,

el que soy

y el que seré a partir de ahora.

 

 

III

 

Son las sombras aprendidas

las que harán eco en su mirada, padre.

Cuídese de nombrarlas,

aparte su pie de la cuerda que activa los cerrojos

y no sacuda el polvo de sus pies cansados.

 

Déjeme abrazarlo,

y déjeme,

ahora hombre convertido en ángel rebelado,

darle el beso que le fue negado al niño.

Néstor Ulloa

 

 

 

DIALÉCTICA DEL DESEO

 

Como a una cita con su propia muerte

acuden los cuerpos,

liberando sus despojos,

para pagar al barquero con el fuego de su sangre

y emprender sin raíces el viaje al abandono.

 

No necesitan

una ruta marcada en las manos

o una luz al borde del abismo.

 

La norma es desobediencia al deseo

y el deseo transgrede

el blanco paradigma de los cristales.

 

Amor, he dicho,

porque el deseo no es otra cosa

que el amor hecho a medida de un tiempo

para acudir a una cita con la propia muerte.

 

 

 

EL AMOR RECUERDA UNA LLUVIA

 

Hubo un tiempo, recuerdo,

en que amaba los lunes y odiaba los viernes.

 

La razón siempre fue sencilla:

los viernes él se volvía grano de arena

en el desierto de su casa,

pero los lunes

hacía llover peces con su voz desde el teléfono.

 

Con el tiempo

él prefirió atesorar granitos de arena

en lugar de aprender el lúbrico canto de los peces.

Y yo volví a odiar los lunes.

Foto de José Amador Martín

 

INSTRUCCIONES PARA HACER EL AMOR

CON OTRO HOMBRE

 

Para un hombre,

el amor es un pan remojado en el café de la mañana;

así que ninguno pretenda

entrar a la cama de otro hombre,

si no está seguro

de ofrecer su pecho como nido a la aurora.

 

Para entrar a la cama de otro hombre

hay que dejar la noche encerrada en los escapularios

y encender hogueras

golpeando los labios del silencio.

 

Para entrar al cuerpo de otro hombre,

como se entra a un sueño ya vivido,

es necesario abandonar la memoria

al vuelo de las luciérnagas.

 

Para recibir el cuerpo de otro hombre,

como quien recibe el primer día

después de la muerte,

bastará con dejarse nombrar

por la memoria del agua.

 

Por lo demás,

hacer el amor con otro hombre

no necesita instrucciones.

 

Néstor Ulloa en Granada, Nicaragua (Foto de Jacqueline Alencar)

 

ESTE LÁZARO QUE SOY

 

Conozco perfectamente

el sabor de las cicatrices

que deja en la mirada

el vuelo de una gaviota bajo la lluvia,

y sé de memoria

los rituales de las hormigas

para invocar la primavera.

 

A pesar de las vendas,

no he olvidado nada.

 

Siempre creí que la muerte

llegaría a buscarme

con las primeras lluvias de mayo,

pero insistió en llegar una tarde de octubre,

disfrazada del vuelo de los papalotes.

 

Desde entonces

los días son un grito enredado

en la garganta de los gallos

y las noches, otra forma de amar la luz.

 

Desde entonces el tiempo es denso,

como universo contenido,

y sólo sirve para explicar

por qué de a poco

mi cuerpo se va cubriendo de orquídeas.

 

Todas las mañanas

guardo mis despojos

y espero.

 

He oído muchas voces

intentando derribar la piedra.

Ninguna es la del hombre que resucitará conmigo.

 

 

 

EL AMOR AL FINAL DEL DÍA

 

Dicen que el más grande de los Alejandros

inauguró sus glorias sobre los muslos de Hefestión,

y que Aquiles fue dulce

sólo cuando pronunciaba el nombre de Patroclo.

 

Miguel Ángel pintaba hombres desnudos

en los techos de las iglesias

y convirtió en dulcísima carne de hombre

la primitiva piedra

donde habitaran los ángeles del primer deseo.

 

Federico tuvo su amor oscuro

y la Mistral enloqueció de amor por Doris.

 

Habrá quienes digan que procuro

justificar la recurrencia del vértigo en la estrella,

pero yo sólo intento explicar

que el amor es sólo amor,

o no es más nada al final del día.

Néstor Ulloa, Rolando Kattan , Martín Cálix, Alfredo Pérez Alencart, Carlos Ordóñez, Salvador Madrid y Dennis Ávila

 

 

 

 

 

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